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lunes, 21 de marzo de 2016

21 EDICIÓN DEL MINIFESTIVAL DE MÚSICA INDEPENDIENTE DE BARCELONA... ESAS ALMAS DESCARRIADAS QUE BUSCAMOS CONSUELO




Cruzar la ciudad de Barcelona en una fría noche de Marzo tiene su encanto. Inconcebible para los que solo se mueven con tacatá y de la mano, a aquellos actos multitudinarios fardones y catedralicios. Los que nos desplazamos por vocación emocional y nostálgica, nos pasa al contrario; un poco como los pioneros del lejano oeste:
Las travesías tienen de inconvenientes, lo que de particulares e indistintas, las motivaciones personales de cada individuo allí presente.
Son esas irregularidades que escapan del control de calidad de la cadena de montaje, y que te enamoran: esa falange más larga y desproporcionada, esa naturalidad para llevar la vida, y esa pasión desatada que siempre escondes en el doble fondo, para compartir sólo para los comunes; que no son muchos... y nos llaman raros.
El Minifestival de Música Independiente de Barcelona, al igual que IndiePopFest de Madrid. Recogen cada año con esmero, dedicación y buen gusto, aquello que algunos despreciaron por minoritario y escuálido. Y podrán creer que cada año nos sorprenden? Para que algunos crean que la exquisitez no esta en las manos de los damnificados.


En una tarde/noche longitudinal de Sábado dicharachero. Me dejé caer desde el Vallés Occidental hasta el Llobregat circunvalado entre luces de posición, zizagueos y peregrinajes a la gran urbe. Nosotros nos íbamos más lejos: allí donde se pierden de vista las vallas.
No es que este muy lejos, si tenemos en cuenta que Barcelona se cruza en media hora. Pero para los que nos hemos criado en la periferia, tiene parte de encanto escapar de lo de siempre; no todo tiene porque suceder en la capital. De echo, los de entonces ya crecimos con esa idea de que lo verdaderamente merecedor ha de costar. En los 80/90, gustarte el indiepop era sinónimo de no existir, de ser transparente, y demasiado ambiguos para ser catalogados ¿era eso ser “indie” acaso?


Eso sí, en un Sábado atareado al segundo. La satisfacción de emplearlos en cosas realmente gratificantes: Cocinar para mi señora madre octogenaria larga, bebernos mano a mano una copichuela de vino ante un plato de lentejas. O echar un café en el bar de enfrente en mi viejo barrio Badalonés para chafar luego la oreja en mi habitación de soltero. Son ese tipo de cosas que hago cada sábado y que me teletransportan a años luz de juventudes lampiñas. Y salidas en busca antros perdidos donde escuchar buena música.
Así que trashumar hasta el Prat del Llobregat, para escuchar aquello mismo que buscaba con 19 años. Es como volver a rememorar décadas aventureras, en las que éramos pocos los que clamábamos en el desierto algo, entre lo exclusivo y personal. Esas canciones que parecían haber sido compuestas para nosotros, nuestra intimidad y nuestra atormentada o incomprendida fragilidad: POP de hilado fino, melodías quebradizas y factura tan simple como efectiva.
Por mucho que me pese haberme perdido a Kinsale, Ex-Cèntric, Her Little Donkey, Die Katapult, Alexandre Lacaze, o los Suecos Star Horse. Cuando los quehaceres han sido empleados en tan reconfortante empresa; incluido el bocata de pollo con queso que atendí en el bar del otro lado de la calle. Pues que queréis que os diga, benditos sean; con todos mis respetos. Que uno llega donde llega.


De todos modos, visto lo sucedido en la flamante como coqueta sala LA CAPSA (recién remodelada). Solo puedo postrarme ante semejante alarde de imaginación, buen gusto y como decía mi madre: Saber darle tres bocados a un cañamón. O lo que es lo mismo. Gestionar tan nimios recursos, y poner cada año el listón entre lo inigualable y selecto.
Por desgracia, pocos son los que se atreven a montar un festival de género, y superarse cada año.
Y es una pena, vamos, que los 13 euros que costaba la entrada atraiga a bandas de tanta calidad con los tiempos que corren, y el público siga siendo tan llorón y caprichoso. Ni imaginarme quiero, el caché que cobran estos artistas, cuando otros se dejan una semanada en un macrofestival.



Los franceses AUTOUR DE LUCIE, la joven y desenfadada banda Londinense DESPERATE JOURNALIST con su flamante debut. Y dos pesos pesados de los que has pasado vidas enteras, esperando verlos por estos lares: La escocesa EMMA POLLOCK (líder de THE DELGADOS), y THE POPGUNS. Estos últimos, como una de esas bandas fetiche, que mantuvieron viva la llama del tweepop trotón durante la década de los 90.
Dieciocho años más tarde han regresado con un disco bajo el brazo. De aquellos que rubrican su accidentada carrera, en una especie de doctorado, que recoge la culminación del Pop casi perfecto. Evidentemente la escena más multitudinaria ya no está por valorar lo que significa hacer melodías redondas y sencillas. Pero sí, los que andamos huérfanos de algo que no sea lo típicamente impuesto por modas y tendencias.
El Pop nunca pasará de moda por más que se le reste importancia, básicamente por que igual que el Rock&roll, son parte esencial de la música.


AUTOUR DE LUCIE se difuminaron igual que lo hicieron tantas bandas delicadas, emocionales y silenciosas a principios del 2000. Diez años más tarde, el dúo formado por Valérie Leulliot y el guitarra Olivier Durand han vuelto a grabar ese mismo pop; ahora vestido de electrónica hedonista.
Un disco del que dieron cuenta con la preciosa “Détache” y la noctámbula “Cheval étincelle”. Y que completaron con un fondo de armario repleto de temazos, que ahora, años más tarde. Suenan como salvadoras balizas, cuando se ha perdido el gusto por lo sencillo y delicado. Será por eso que “Je Reviens” me sonó como los ángeles, “OK Caos” pespunteó ese pasado más desnudo, con el actual. Y “Qu'avons-nous fait” casi veinte años después, volvió a sonar tremenda. Un set que se hizo breve por lo ajustado de la oferta, pero suficiente para certificar el buen estado de la banda y su repertorio.




Perfecto anticipo para dar cuenta de DESPERATE JOURNALIST. Un cuarteto mixto que vino el pasado año a recuperar, ese medio tiempo entre Savages y el Pop guitarrero heredero de aquel buscado Stellar de Smitten, The Organ, e incluso de los primeros U2. Eso que hizo que muchos confundieran antaño, donde acaba el pop y empezaba el rock o el postpunk.
La joven e impetuosa Jo Bevan, al igual que lo hicieran otras carismáticas féminas, es el pilar de la banda; además de un Rob Hardy a la guitarra multifuncional soberbio. Su repertorio los avala, plagado de posibles singles igual que aquel pop glaMuroso del debut de Suede. Principalmente porque la chica tiene una facilidad pasmosa igual que lo hiciera Brett Anderson, para hacer del falsete, lirismo, y de su cristalina voz, el contrapunto ideal a las guitarras arañantes.

Sonaron cojonudos, intensos y tan o más efectivos que su homónimo disco. Despertaron los primeros bailoteos de un público mandroso, que solo lograron levantar una buena tropa de curtidos británicos que allí se dieron también cita. Y la atención hipnótica hacia una preciosa joven, que atesora esa emocional rabia que solo se da en las bandas pequeñas que suben desde abajo sin el aval de los grandes medios.
El repertorio se basta para funcionar engrasado y perfectamente conectado con el aquel pasado de Pop cristalino de guitarras. Suena tal y como lo hacían Echobelly, e incluso inspirador por esas innegables influencias de The Smiths. Y sencillamente lo es porque no está contaminado por tendencias, y abarca una parcela que ahora no toca... cosa de las modas supongo.
Con lo poco que me gusta achacar a modas, las enfermizas tendencias.




Mereció la pena la espera y un cartel final sin desperdicio alguno. Repasando los discos en solitario de la escocesa EMMA POLLOCK, se me abrió un apetito voraz que pedía café a garrafas.
La estratégica situación de LA CAPSA, con su bar restaurante y todo; hasta la parada del metro justo enfrente. Lo que digo yo ser más “apañao” que una maleta grande. Hizo por mi, más que la humanidad por el fin del mundo. Era como un cargar las pilas esperando la presencia de la ex líder de THE DELGADOS: Aquella banda que como tantas que pasan y han pasado por este particular festival, cuesta ubicar en un contexto exacto. Bandas que cimentaron su grandeza en ese limbo musical difícil de etiquetar, que las hace con los años, el mejor vocabulario para entender el verdadero significado de la independencia.
Desde su omnipresente “Coming in from the Cold” hasta nuestros días. Una carrera en solitario surtida de un sinfín de colaboraciones. Con tantas ramificaciones, como pausada es su producción musical repleta de surcos profundos y laberínticas influencias.

Hace unos años volví a coger su estela con un proyecto benéfico para psiquiátricos llamado THE FRUIT TREE FOUNDATION, con miembros de la escena alternativa escocesa (twilight sad, idewild, the birthday suite y frightened rabbit entre otros). Un trabajo de los pocos que acaban siendo disco de cabecera con el tiempo; y que aprovecho para recomendar encarecidamente. Me apetecía mucho verla, aun a sabiendas de que seguramente vendría armada solamente con su guitarra, y su voz; más que suficientes.
Tras el impulso anímico de Desperate Journalist, algunos podrían no entender la función de Emma, bajando el pulso a constantes de hibernación.
Pues amigos míos, fue uno de los instantes más mágicos de la noche.

Hecho el silencio, los teclados y bajo de David Mcaulay, y la presencia bajo el cenital de Emma Pollock. Consiguió detenerme la respiración y hacerme flotar sobre su voz de cristal líquido. De esos directos desnudos como los contados de Kirsteen Hersch, Lloyd Cole o Robert Forster.
Esa forma de ver las canciones tal y como vinieron al mundo: Sin colonias con las que hacerlas fáciles y dóciles, sin maquillaje ni vestidos para disimular sus curvas, defectos o virtudes.

Su último disco IN SEARCH OF HARPERFIELD, junto al primero y más enervado WATCH THE FIREWORKS/2007: Dos discos que completan una trilogía musical tranquila, digna de escudriñar en horizontal. Centraron un set breve por la intensidad emocional desplegada, dando una sonoridad particular a su temario. Confiriendo a su última entrega -marcada por la reciente muerte de su madre- una dulzura llena de aristas, rugosidades y formas increíblemente panorámicas. In Search Of Harperfield es un disco muy muy grande, que probablemente pasará en silencio y de puntillas por los medios y crítica especializada. Pero desde ya, y después de hacerme con él en el mercha del festival. Puedo asegurar que será uno de mis discos de este año. De los que se intuyen desde el primer acorde y pasaje, como esas obras que crecen y ganan en detalles y rincones escondidos por cada escucha que se les concede.
Son de los que se merecen una entrada completa, y una disección pormenorizada de cada canción. Sus ingredientes, como las de la artista, tienen una belleza rara que te atrapa tanto por sus rasgos marcados, como por su convincente sencillez.
Se codearon y se entremezclaron entre algunas gemas de su primer disco en solitario. “If Silence Means That much To You” o “The Optimist”, nos desplegaron un tono tan confortable como melancólico. Sonó al final, intercambiando acústica por bajo, “Old Ghost”: Vivo ejemplo del preciosismo de esta última entrega, junto a otras como “Clemency”, “Intermission” o “Dark Skies”. Esas canciones que dan a toda la obra un halo de Pop-folk de cámara tan agradable de escuchar.
Y me dejó al final una curiosa sensación de desahogo, como las que afloran cuando te hartas de sollozar como un desconsolado.

Al acabar nos dejó tiempo para consumir en el portal el último pitillo, mientras charlaba con unos igualmente apasionados asistentes. Esas pausas entre set y set, con tiempo para compartir vía público/músicos, todo el peso de sensaciones que uno necesita vomitar. No recuerdo los nombres -lo siento- me sucede lo mismo siempre: retengo tan poco en nombres, como guardo para el recuerdo (si pasaran por aquí, lo cual dudo, me encantaría que levantaran la mano).
Así que ya consumiéndose la noche hacia la una pasada de la madrugada. El plato fuerte para quienes nos sentimos tan solos en los 90, cuando intentábamos explicar a alguien las virtudes de esta grande, como insignificante banda de Brighton. 
 

THE POPGUNS tendrían el honor de echar el telón a tan increíble cartel, y trasladarnos por un instante a aquellos tiempos de Sarah Records, Creation, Cherry Red, de TweeKitty; de eso que ahora llaman C-86, y no es más que Pop orfebre de periferia. Ese que se hacía por el mero impulso de los 60 o por conservar esa inocencia maldita de adolescencia.

Wendy Morgan -su cantante- salió radiante de felicidad; sonrisa impertérrita. Y no es para menos. Con semejante disco bajo el brazo recién publicado, después de 18 años de silencio. Y blandiendo una forma tan envidiable sobre el escenario, como a la hora de componer Pop sin fecha de caducidad. Daba un poco lo mismo que nos deleitara con algunos clásicos como su cierre “Waiting for the Winter” o con la que abrieron, “Stay Alive”.
Tiraron de garra y un punto de Pop más rockero que saltarín; esa parte que siempre los unió con un pasado más caústico. “We Don't go Round there Anymore” es un claro ejemplo de atemporalidad y sonido americano.

Un tema inédito que sonó glorioso junto a “Because He Wanted To” de su primer Lp. Consiguiendo un punto álgido de la noche junto a “Still a World Away”. Entre fans de la banda venidos del reino unido que rebasaban la cincuentena, con mucha ganas de bailar. Y atónitos del lugar, que no están acostumbrados a estas expresiones tan naturales de fervor popero. Todo eso, dio a la noche esa magia sin límites de edad ni caducidad, que solo el IndiePop es capaz de mantener.
Las canciones de Popguns ejercieron de resorte, claro está. Su repertorio siempre incontestable: “Lovejunkye” que nos adelantaba hace dos años su regreso a los estudios. “Landslide” y esa conexión perfecta con los Wedding Present de George Best de los primeros 90. El gesto pese a tener un arsenal de temazos y el poco tiempo del set, para marcarse más inéditas como “Beaten Up Guitar”. Lo cual da idea de el momento creativo en el que están; más que nada porque las dos sonaron sobresalientes.
Sonaría hacia el final esa oda Poppunk llamada “Bye bye baby” de su SNOG del 91. Y se nos hizo tremendamente corto esas escasas nueve canciones, para los 25 años de espera; como es natural.


Pero al final, incluso puesto a quejarme por la ausencia de una de mis favoritas: “Second Time Around”. La sensación pletórica de volver a revivir tiempos veinteañeros, cuando no había “escena” tal (aunque en realidad nunca la haya habido propiamente dicha). Ni un público más o menos masivo para dedicarle ni radios, revistas, y mucho menos clubs.
De todas maneras -y alargando hasta el final esa nebulosa memorabílica- los que habíamos, removíamos cielo y tierra en busca de esos sonidos minoritarios. Era la unión que da la fuerza, y el poder de hacer las cosas con pocos medios. Más o menos como este meritorio Minifestival IndiePop de Barcelona: 21 ediciones picando piedra y haciendo... que no todo sea siempre igual. Larga vida!!



PD. La noche, de las pocas que son en Sábado, acabaría rindiendo homenaje a esas LAS NOCHES #cualquiera, que suelen ser las mejores y a celebrar. Con mi buen amigo y compañero de trincheras #Luis Le Nuit en Kotton Club. No pudo venir por asunto de sesiones, pero volvimos a casa juntos; como antaño.
Ni que sea para compartir detalles, pormenores de la noche y sus bestias, de lo que cuesta tirar para adelante, y que sea cerrando con un ilustrador MY WAY de FRANK SINATRA.
Hasta se me escapa la lagrimilla... tantas y pequeñas cosas que hacían grandes las noches y la amistad.
@SALUTE!!