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miércoles, 30 de agosto de 2023

GREEN GARDENS_THIS IS NOT YOUR FAULT (2023) Vs VILADOMAT*ARAGÓ: PEQUEÑAS OBRAS, BASTOS UNIVERSOS

 


 

A veces la quietud, otras el silencio y luego la calma de contar el tiempo mirando las pequeñeces. Observando lo diminuto con un interés tan obsesivo, que roza la cópula microbiológica.

Pero hubo un tiempo de ver poco en las distancias cortas y explayarme con los grandes angulares; tan grandes, que costaba abarcarlos y abrazarlos.

 

 

Pasado un tiempo. Entre lo diminuto, y la fascinación que me pueda producir la sensación de lo inabarcable. Hay más una relación con mis emociones, que con una unidad de medida al uso:
Me gusta lo inapreciable, lo esencial y aquello que pasa inadvertido, a no ser que hagas el esfuerzo de ir en su busca. Cuando me acerco y concentro mi atención con ese fin. Menguo, y sorprendentemente mí interior se expande, siendo inútil explicar la sensación de no poder abarcar sino de inocularte allí, en el microcosmos.

 

Puede pasar con infinidad de cosas sea cual sea su naturaleza, textura, o medio. Importante es que lo ames. Eso sí es innegociable y de natural cumplimiento.
Así pues, como podrán sospechar. El binomio GREEN GARDENS/VILADOMAT*ARAGÓ, aúna a mí parecer la misma sintonía: Música y Vino, Tierra y Sustancia, Lírica y Evocaciones. Y por ende, esa cosa inseparable que rueda a volteretas, juega y se entremezcla igual que dos mininos.

 

 

Los primeros: Jacob Cracknell, Chris Aitchison, Jacob Beaman y Bob Henderson; bajista, guitarras y batería respectivamente.

Con un disco de debut que es pura artesanía, mimo, y conciencia de lo que quieren que sus canciones transmitan.
El segundo: Gerard Maristany.
Un elaborador al que su faceta en Vins de Foresta se le queda corta, y decide reivindicar su origen familiar centrándose en las variedades Macabeu y Xarel.lo. Y en esa parte del Penedés silenciosa y anónima, arrollada por el canibalismo del “progreso”.

 

Sea como fuere y en la insondable distancia que separa Leeds de Pacs del Penedés.
Hay un hilo tan fino como el de las arañas aeronáuticas de Southern Tablelands, que genera esa misma electricidad que para unas es el vuelo sin motor y para los mortales, escalofrío emocional capaz de convertir las distancias en roces cariñosos.

 


Lo mismo da que precipites un Macabeu de nudo marinero entre Ignasi Seguí (Vinyes Singulars) y la agudeza elaboradora de Gerard, con ese brillante dorado de  rubias melenas brisadas en una copa, y sucumbas.
Que te recuestes sobre la misma tierra y eches a volar “This is my Fault”; canción que da bautismo a esta joven banda y a su retoño.
El efecto es idéntico.
Podrías sin apenas esfuerzo, incluso encontrar analogías entre la pérdida de alguien muy próximo; como expresa de esa forma tan ligada a esa materia etérea que conforma la consanguinidad en esta canción. Y la determinación de ilustrar tus lazos familiares, la invisibilidad, y aquello que polígonos y autopistas expropiaron, para que sea el vino el que se exprese y hable.
 
 

 

 

Podríamos decir que en ambos casos  resulta inaudito encontrar a estas alturas, discursos tan clarividentes como exentos de artificios.

Siendo “Thing’s I didn’t Do” mi favorita  de la colección. Encuentro arrebatadoras las guitarras que me traen buenas nuevas de Bedhead, Mark Linkous, Ben Cooper (Radical Face), Songs: Ohia…Y curioso que sea una joven banda de Leeds la que siembre de nuevo el yermo terreno de esa especie de slowcore, popfolk americano o como quiera uno llamarlo o etiquetarlo -pero supongo que me entendéis ¿no?- que tan poco abunda últimamente.
Akin to Sap” en cambio, es una pastoral y deliciosa canción plenamente paisajística. En la que puedes ver entre notas, instrumentos y vocales; lo que tú desees.
Yo, veo a Martí Torrallardona, al Ignasi, a Fransesc Pascual, a Bàrbara Mesquida y a la Xarmada.
Salto como una ardilla sobre “Billyful” y en el tono sombrío vocal de Jacob, veo sin embargo un destello de sol matinal.
El mismo que se ve con el alma, cuando olfato y paladar no pueden describir la pureza del Xarel.lo de Pla Parcial 2019 y conmoverse con el destino incierto que las viñas de 60 años del Serral de Porroig. Abocadas a desaparecer si el plan parcial del polígono de Sant Pere Molanta se ejecuta.
Mineralidad, verticalidad, elegancia, sapidez y carácter, en un monovarietal de extraordinario paso por boca.
 
 

 

La sensación de saborear lo efímero cuando nuestra existencia es tan sumamente material. Tiene ese algo que nos empuja con los años, a capturar las sensaciones de nuestra maleable memoria. Y el vértigo de los fantásticos arreglos vocales y de cuerdas de “A Cradling”, son otra especie de privilegio que no tambalea, emociona.

 

Pero lo cierto es que la experiencia de escuchar en unos auriculares, la enorme sima poética que es “Homeshredder” agarrado con dos manos al CAMP EL D’AVIACIÓ 2020 100% macabeu. Supera con holgura cualquier falta de movilidad, cimbreo sexual, o intento en vano de huir de mi cautiverio forzoso.
Es cierto que podría explicaros con algo de credibilidad y rigor científico lo que para mí supone una Macabeu bien parida (Viura en La Rioja). En consonancia con una canción o música que da la mano así, sin forcejeo. Para disfrutar de esa complejidad de compás, arreglos y textos. Que no lo son como tales, sino que ofrecen tantas variantes y como ricas rutas emocionales.
Siete minutos y pico que igual que en una obra, consta de introducción, entreacto, y desenlace. Creciendo a medida que se incorporan los susurros de Claudia Fenoglio y Ton Kettleton al saxo. Y brotando los versos igual que la simbiosis natural de la tierra, los elementos y el paisaje.
Haciendo también de este majestuoso vino, un remolino de detalles y sensaciones que juguetean con tu memoria visual, olfativa y gustativa en pleno festival de las papilas:

Los frutos secos sin tostar, la resina, retama… Y una espectacular boca donde la Macabeu expresa un frescor inverosímil, sin rastro de reducciones pese a los 3 años de botella. Y una acidez adictiva envuelta en tostados, hierbas de monte, con una mineralidad ligeramente salina final que la dota de una impresionante estructura; un vinazo de 10.


 

 

Disculpen si respiro hondo y me enjugo las lágrimas. Pero no quiero escatimar en aspavientos y gemidos.
Quizás así les ahorre la vergüenza ajena de ver mis ridículos movimientos estereotípicos en la silla rodada del ordenador; único medio de transporte en mi reducido itinerario diario. Mientras le doy pastilla a “Oslow” y remato con “This is not your Fault”.

 

La primera de pleno júbilo pese a que paradójicamente habla de la soledad, con una franqueza y vulnerabilidad desarmante.

Pero balsámica, en esa condición de delicadeza y clímax que han sabido plasmar en el conjunto de la obra. Cuando precisamente es en la culpa, la vulnerabilidad y en la exorcización de demonios donde se halla la cura de sus canciones.

 

Y la segunda; la que da título a este atrevido disco de debut. Perfectamente atribuible al supuesto sentimiento de culpa (si es que lo hay) que aquí el menda pueda tener al descorchar un vino y acompañarlo de música de la manera más pagana posible.
En cualquier caso y con ayuda de la canción que cierra el disco; pecando eso sí de algo de frivolidad. Me absuelvo por el poder que me da mi instinto animal; siendo como soy siervo y confeso del señor Darwin.

 

Hablando en serio, ahora sí, de esta maravilla de disco. Las canciones de Jacob, Chris, Henderson y Jacob(2) tienen un mérito fuera de lo común:

El primero es la forma como abordan temas tan peliagudos e íntimos como la pérdida, los sentimientos de culpa, la fragilidad ante la salud emocional, e incluso la ira ante el duelo o como el ser humano es incapaz de gestionar algo tan complicado como los momentos de ofuscación, con impotencia.
Teniendo en cuenta que esa lírica tan bien empastada con los arreglos musicales y el tono de las canciones. Tampoco es que hagan un juicio sobre el tema. Sino que lo lleva a un contexto extraordinariamente natural y orgánico, usando la tierra y la naturaleza como vehículo.

 

Y sabido esto. Evidentemente, la belleza de la música; que no es poca. Alcanza una valía mayúscula sencillamente, porque hay una intención muy clara y respetuosa para que todo fluya: Los cinco años que llevan trabajando a forja su música, la cripta de una iglesia donde se grabó, los arreglos vocales, las guitarras y todo el conjunto.
Algo, además, que aprovecho para puntualizar:
Los vinos no industriales. Los que se elaboran con el objetivo particular del elaborador, de contar una historia y un paisaje. Los que no tienen ningún interés monetario, sino de supervivencia y de vivencia.
Hablan con el lenguaje de los sentidos, y evidentemente. No necesitan esta parrafada ni mensaje alguno dentro de la botella.

Escúchalos, todo es música.


 

sábado, 22 de enero de 2022

VINOMIOS#3: GRANA by JOSEPH PUIG 2013 y MUZZ_MUZZ 2019… SE QUIEREN

 


Estaba yo esta mañana buscando una manera imaginativa poética y romántica de arrancar el 2022. Con un texto donde asociar ese hallazgo entre esos bajos de la vida, que el día que creces te preparas a desdoblar; aún con el riesgo de que queden las marcas desteñidas a la altura de los tobillos:

Historias de amor entre botellas de carmín vidrioso, y discos díscolos que te rodean con el brazo y te acompañan en el baile fin de curso de la vida.

 

Escondida allí abajo. Pedía auxilio, solitaria la botella, como único vestigio que el trajinero, viajante y escritor Joseph Puig dejó en Cerdanyola hace diez años.

Posiblemente no fuesen diez años, acaso alguno menos. Pero mi memoria parpadeante e intermitente, solo sabe ya asociar la longitud del tiempo con la sensación de velocidad con la que se pasa. Así que… y pese a que… La vida del cincuentón sea tan emocionante como esas giras conmemorativas de tu banda fetiche; donde el repertorio cambiaba a cada concierto. La de los jesusitos, es igual, solo que con las dolencias, achaques y nuevas realidades:

Primero fue la colesterolemia y la presbicia. Después las apneas nocturnas. Irritaciones anales, cervicales, desvelos, y… esa molestia que cambia de lugar como la mosca cojonera lo hace de cetro.

Emocionante a más no poder por no saber si ese día bailarás rock&roll o una balada arrambado.
Y a mí, para vuestro interés, me ha tocado ahora prescindir de toda sustancia alcohólica entre semana para ver si la tensión arterial me devuelve a mi hipotensión habitual. Y aquí me veis, igualito que los masocas, escribiendo sobre vino y música para generar melalcolemia sana.

 

Así nace esta historia [como la mayoría] por asociaciones espontáneas que acaban en texto. Dependiendo de mis ganas de constatarlas, el tiempo apremiante, o lo poco emocionante que acabe siendo mi vida.

 


Conducir sorteando el tráfico humeante de Sabadell, mientras buscas de forma premeditada la serenidad que fuera de tu habitáculo brilla por su ausencia. Es un experimento curioso y super gratificante; aunque sea para que ese cóctel donde tu tensión sanguínea, la ansiedad o incertidumbre te sepa razonablemente rica y plácida.
Sonando Billy Bragg y ese mágico elixir capaz de detener el tiempo a la vez que tu pulso y que ha publicado el cadáver aún cálido del 2021.Y después MUZZZZZ
Fluyen las emociones los recuerdos, y tu inconsciente es capaz de viajar:
 
 
Me acordé de esa forma e intento de comprender algo que bebiste hace muchos años. Y que ahora lo adquieres como algo más íntimo y tuyo. Del disco que Paul Banks (Interpol), su amigo de secundaria el multi-instrumentista Josh Kauffman, y el bataca de Walkmen, Matt Barrick. Que bajo el nombre de MUZZ, sonorizaron uno de mis últimos viajes para ver a mamá con mis hermanas:
Como ese silencio que se produce cuando una canción es magnífica. Y esa intrínseca conectividad que va desde el oído, pasando del olfato hacia el paladar. Y lacrando un recuerdo con varias cosas a la vez, para que acabe siendo solo UNA, y distinta.

 

Joseph Puig es ese tipo de personas inéditas y particulares que da la vida en cualquiera de sus disciplinas; en este caso en el de la venta de vino, el credo por lo tuyo, y la aventura trashumante:

Quinta generación de viticultores, encargado de operaciones en Chile para la Familia Torres, fundador de Augvustus, elaborador en Priorat junto a su hija Silvia Puig (ahora en En Numeros Vermells) con su bodega Ithaca que vendió a unos rusos, y vendedor de vinos propios y ajenos en más de 20 países. Además de escritor de unos cuantos ensayos y novelas sobre el vino.


 

Entre la infinidad de cosas que le han dado sus 50 años en el sector antes de jubilarse y volver a la escritura y la familia. Todavía tuvo tiempo de elaborar por cuenta propia y fuera de D.O’s, varios vinos monovarietales de Tempranillo (Rioja), Garnacha (Terra Ata y Montsant), Cariñena (Priorat), y este Sumoll de Tarragona.

Con el denominador común de una cierta autenticidad rústica, alejada de su cosmopolita vida. Pero de alguna manera, conectados por esa visión global de relaciones personales y conocimientos que le otorgaron sus innumerables viajes.

Este SUMOLL es como una pequeña crisálida dispuesta ya de alzar el vuelo. De maravillosos colores y reflejos luminiscentes. Conjuga la armonía de su larga estancia en la botella y esa veteranía capaz de explicarte con precisión lo que en realidad es capaz de ser un gran Sumoll.

 

Uva catalogada por algunos como: “la Pinot Noir catalana”; por su acidez, fluidez, y determinante capacidad para concentrar los suelos y ubicación en su buqué final.
Este 2013 ha acabado acomodando toda esa fruta crocante y verticalidad. En un licuado de fruta madura, tierra húmeda de potente terroir y pasmosa redondez.
Circunscritos en aromas de grosellas y fresones maduros, sobre un fondo ligero de terciarios de crianza. Asoman también los tostados y la pimienta negra con algo que me recuerda a la manzana licuada. Haciéndolo realmente agradable, porque no resalta nada de eso en concreto, sino que hay que buscarlo con curiosidad.

 

Igual que las ricas armonías en las que se sustenta la voz Paul Banks. Que parecen estar filtradas por un fino velo semitranslúcido y que se resumen en el nombre de la banda: MUZZ.

Bad Feeling” debería ser esa melodía despertadora; cuando ocho años más tarde se descorcha una botella cómplice de la aventura: Y los susurrantes saxofones intentan elevarte torpemente.
La elipse que forma el líquido dentro de la copa de manera hipnótica al moverla. Te asomas. Te vuelves a asomar como un chiquillo curioso que cerrando los ojos intenta convertir las evocaciones en recuerdos, y los recuerdos en pistas para hallar el camino de vuelta.
Evergreen” dobla los bajos, estira los slides y crea el mantra replicante.
Red Western Sky” consigue que asocie su melodía con los OTHER LIVES de Tamer Animals/2011, casi lo consigue; las evocaciones amigos. Doy un sorbo decidido y me zambullo gorgojando, volteando en el paladar, enjuagando.
Tanino superfluido y pulido pese a su rusticidad y de agilidad felina; me recuerda a mi padre de alma de pastor y luego tonelero, vestido de punta en blanco para la boda de mis hermanas.
Súbele el volumen a “Patchouli” y si quieres, acompáñala con un quejío flamenco.
¡Qué bien se deja y te hace esta colección de canciones!
¡Que acidez más rica y buena compañera para las comidas!
Toda ella magistralmente integrada en la fruta madura; esta vez más negra que roja. Recuerdos de paseo por el bosque húmedo de mañana, de terrones de tierra y piedra que desmigajas con las uñas. De mineralidad y de pinaza.


 

El romancero “Everything Like it Used to Be” que te saca a bailar, tú, te dejas. Te lleva, te vas. Y el adagio de “Broken Tambourine” vuelve a recordarte a Jesse Tabish.
Los dos me gustan.
Y éste, es uno de esos trabajos que orbitan guiados por las casualidades. Que hizo que dos amigos de secundaria se encontrasen años más tarde con un tercero en discordia que los unió, y surgió la magia.
MUZZ es una de esas cosas que busca escapar del lastre de lo impuesto por la intención. Y como antídoto, para que sea la comunión la que haga de motor extractor de sentimientos ocultos. Y que solo se dan cuando por casualidad también, se dan las condiciones.

 


Por eso supongo, todo encaja. Y sin la premura ni la exigencia de hacer algo suscrito a una banda; con su sonido, sus seguidores, y su compromiso. Todo fluye natural, apacible. Contigo, conecta también por la inercia de tu falta y las ganas; que algo significará, supongo.

Que aquel quien te las encomendó; como todo lo que te encomiendan con los que empatizas. Sea Mr. Antonio Luque (Chinarro) tras 25 años siguiendo sus devenires. Será por algo, supongo.

Todo lo supongo.

Supongo que canciones como “Chubby Checker” son de las que me sumen, y tirándome de los pies, me llevan a ver lucecitas de colores.

Otras que son viajeras, como “How Many Days”. Mestizas de piel cobriza y claros ojos que te miran fijamente.

O diapasones con los que no sé si regularé mi tensión arterial, como “Summer Love”.

En cualquier caso, nos encomendaremos a la santísima “Trinidad”: Esa tonadilla final que tanto me gusta y que bien podría haber sido firmada por los hermanos Kadane.

Por cierto…
¿alguien los ha visto?