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jueves, 19 de octubre de 2017

LUNA_NUNCA ES TARDE... Sala Bikini (Barcelona)_11/09/20017



A vuelto a pasar a un mes aproximadamente del 20th Aniversario de mi primer avistamiento.
Un catorce de Noviembre de 1997 en esta misma sala; la bikini de su afamada acústica. De aquellos tiempos en los que las entradas eran eso: pequeñas obras de arte para conservar, coleccionar e incluso reverenciar como las medallas de los santos que nuestras madres guardaban celosamente. LUNA mientras tanto, orbitaba sin apenas llamar la atención, cuando eran Britpop y Grunge los que pulsaban las constantes de la “música moderna”.

Una historia contada infinidad de veces y recalcada hasta la saciedad. Cuando al mirar en panorámica a lontananza la sala. Uno, cae en la cuenta de que ya no hay rastro de aquellos veinteañeros que huían un poco de lo común. O por lo menos de esa parte de juventud, que uno supone interesada en subrayar el contorno de Lou Reed, Television o incluso de imaginar porqué Galaxie 500 dio paso a LUNA.
De todas maneras y aunque de la sensación, como es. Que para mi recuperar un poco mis enseñanzas de juventud me haga parecer más viejo todavía; que lo soy. Quiero caer a posta en eso que tan pocas bandas hoy en día son capaces de proporcionarme: Un buen chute, o viaje mental de mi vida. ¿me lo he ganado, no?


A LUNA los podría ver cada poco tiempo (dos, tres años), igual que a New Model Army en las distancias. Como un remedio termal a los ataques típicos de los melómanos; esa raza a la que supongo ya pertenezco, sin acritud. Sobretodo porque a estas alturas son pocas las bandas que nos/me llevan a esos territorios, donde sus influencias han dado paso ya a un estilo, forma de exponer o atmósfera propia.
Decir a estas alturas que su procedencia del sonido de Nueva York de los 70, o la herencia de la anterior banda de Wareham es la clave de su atractivo. Me parece insignificante, comparado con la evolución de su sonido desde sus dos y más esenciales discos. Su etapa más popular con PUP TENT o THE DAY OF OUR NIGHTS. E incluso esa serie de discos que se tiene por menor, del 2001 hasta nuestro días. Y que pasados ya casi la veintena de años, han conseguido renacer y legitimar: no sé si por la falta de pulso de la actual escena, o porque LUNA sí son capaces de hacerte creer esa evolución del sonido Neoyorkino, hacia un preciosismo Popero elegante como es el suyo.


En cualquier caso y llegados a este punto. Es verdad que cada repertorio que nos han tocado en estas últimas dos visitas; es tan diferente. Como educativo es que te lleven a mirar su sonido o temario desde distintos ángulos y perspectivas.
A mi me gustan todas, e incluso me encanta que me arrastren a esos lugares. Me gusta que me enseñen a amar su música sin condiciones. E incluso que me lleven a reflexionar como he llegado a este veintena de años: El camino, la manera de saborear los placeres de la vida y la curiosa manera de habernos visto crecer; y crecer nuestra forma de escuchar música.

Un repertorio más distinto puede, por la forma de ejecutarlo respecto a su anterior visita. Esta vez más rocoso, afilado y puede incluso que despojado de más exceso de preciosismo, que el puramente formal:
Desde el aporte de Sean Eden y su tendencia a estirar notas. Y con una Britta Phillips muchísimo más implicada que otras ocasiones; rotunda en el vibratorio de su bajo. El casi invisible Lee Wall tras los tambores, y Dean Wareham todavía más metido si cabe en su papel de distraído taciturno; con esa dosis de humor negro bien dosificado.
Sonaron hasta seis versiones la noche de autos; bastantes más que en otros bolos de esta gira: El “Fire in Cairo” de los Cure de rigor, la Dylaniana “Most of the Time”, “Let me Dream if I Want To”, “Car Wash Air” de Mercury Rev como propia, “One Fine Summer Morning” de Evile Sands. Y un glorioso premio extra de cierre con su clásica versión de Fred Neil, “Everybody's Talkin'”: esa maravillosa versión que nos teletransportó a aquel 1997, donde la escuchamos por primera vez. Y que recordó de forma alegórica con el texto de Most of the Time.
El homenaje resucitador de “Malibu Love Nest” a Lou Reed, sin renunciar la inmenso legado que dejo éste. Y que Dean Wareham & Co. ha guarnido con psicodelia Pop aterciopelada.

Imprescindibles como “Sideshow by the Seashore” con un pletórico Sean Eden; como siempre, e animador de la velada. “Friendly Advice” con esta vez, una Britta Phillips dispuesta a que olvidásemos del todo a Justin Harwood. O “Chinatown”, “Tracy I Love You”, “23 Minutes in Brussels”; siendo los momentos más infalibles de la noche.
Y aunque creo con sinceridad y amplitud de miras pese a que algunos se quejasen de la falta de un tentador “Greatest Hits”. Cuando todos sabemos que Luna no lo fueron, por más que el oportunismo de para quererlos convertir esa banda de cabecera; cuando en su día casi nadie los escuchaba.
Si hay algo que valorar de una banda que regresa al cabo de los diez años; y teniendo en cuenta que transitaron a la sombra de otras mucho más exitosas (Mercury Rev, Flaming Lips...). Es esa manera de no prescindir de su temario menos conocido, y precisamente el que más enteros ha ganado con el paso de los años: “Still At Home”, joyas como “Freakin' and Peakin'” que los hicieron ser una banda para la intimidad, o una de mis preferidas: la delicada y tremendamente melancólica “I Want Everything”; deliciosa.
Sólo ellos, capaces de marcarse un apéndice de instrumentales. Y demostrarnos en directo, que hacerlo alzando el telón con la levitante “GTX3”, es de militantes dispuestos a llevarte de la mano a otros sitios.


Y nosotros tan felices!! Nunca es tarde. 

miércoles, 29 de abril de 2015

LUNA / Sala Bikini 23/04/2015: ESTADOS DE FLOTACIÓN




Han pasado diez años desde aquel, ese primer encuentro del 94. Y echa uno la vista sobre el hombro, y parece haber sido un suspiro: un breve espacio, sucinto, lacónico y concreto en tiempo. Sumergidos en manteca para sacar lustre a las líneas de expresión y brillo a esas canas que ya despuntan en el alba, pura rebeldía la suya. ¿Han cambiado tanto las cosas desde aquella noche de media entrada?¿acaso no entendíamos por entonces los mensajes cifrados cuando ya se barruntaba el BritPop eurodiscotequero? ¿o será que con los años, más solos, precisamos de más templanza y melancolía?
Mientras muchos de los presentes quemábamos cartuchos a lo largo de este decenio. Por fortuna, la banda de Dean Wareham se han conservado frescos como el rocío de la mañana, como si durante todo este tiempo hubiesen permanecido ahí, jugando en la playa con cubos y palas. Volviendo a desenterrar de la arena diez años después, igual que las Chelonioideas, en una especie de ciclo renacentista. Para recordarnos a olvidadizos, oportunistas y melómanos. Que si bien la carrera de esta banda Neoyorkina pasó por los excelsamente felices 90 como un ángel pasajero, para salvar a desapegados y displicentes con más pena que gloria.
Es ahora con los pecados expirados, cuando su alargada sombra se cobra aquello que la mayoría no supo ver: Un repertorio de aquellos por los que el tiempo pasa, para hacerlo todavía más grande. Con esos arranques inciertos, susurrantes, discretos y hasta esquivos, a los que hay que dejar aire como a las cometas para que cojan vuelo. Y con toda una feligresía boquiabierta en un puro acto de contrición.


Así que con lo puesto y tras un mes florido de tentadores conciertos, teniendo en cuenta lo aciago que me prometía este final de Abril. Al final, va a ser que el destino tiene para uno algún tipo de premio: regalos imprevistos para disfrutar de lo que se presenta, con espontaneidad. Para que el menda vaya ya escarmentando con eso de planificar a largo plazo; con lo gratificante que es acometer lo que se presenta con un chasquido de dedos.
La sala Bikini no la pisaba desde hace unos cuantos años -cinco concretamente- aunque debería remontarme más atrás, cuando lo hacía asiduamente quince años atrás. Allí sucedieron entre los 90 y la disipación del cambio de milenio, algunos de mis mejores recuerdos: De sonido envidiable, tamaño ideal para conciertos domésticos, y como único inconveniente la distancia; allí donde dios perdió la parca. Stereolab, Cast, Auteurs, Deus, Dodgy, Luna, Chameleons, Pavement, Jack, Hefner... grandes noches las que me deparó, una de los locales con mejor acústica de Barcelona. Luna no fueron menos, y si hace diez años ya sonaron tremendos, el del pasado Jueves fue pura Bendición.


Con las nueve y media pasadas, como alma que lleva el diablo, allí me planté en solitario con el pito en el culo. Y es que el tráfico de la Diagonal encorsetado él, nos privó de poder ver al completo, el set de FLOWERS; los teloneros. Una banda Escocesa que deambula entre el TweePop de mimbres frágiles, y las atmósferas etéreas de Pale Saints o Cranes. Dos canciones, las suficientes, y el aval de acompañar en esta maratoniana gira con diez citas. Bastaron para abrirme el apetito y seguir atentamente el último lanzamiento de esta joven banda: “Do What you Want to, It's What you should You”, producido por Bernard Butler.
A tiempo para ganarnos un rinconcito en las primeras filas junto a algún conocido (Pin&Pon Dj's), que montaban guardia desde tempraneras horas. Cerveza en mano y poco más, expectante por volver a revivir uno de los repertorios más injustamente escondidos de los 90. Porque estoy seguro que aquel temario tan incomprendido, en tiempos donde se estaba del lado de los ganadores, o de los perdedores; sin medianías posibles. Quizás no fueron lo suficientemente “indies” para captar la atención de la masa enfervorizada, ni unos puristas en su lado más velvetiano. Y creo de veras que esa es una de su magia: la de juguetear con la Psicodelia, el ArtiPop, o el Poprock más ambiental sin acabar de ser nada concretamente. Luna, igual que Galaxie 500, forjaron un estilo genuino de hacer canciones. Y caer en la telaraña de sus sonido, supongo que solo es cuestión de dejarse atrapar. No sé, posiblemente ahora estemos más preparados para digerir algunas músicas; bien sea por la difusión que ofrece internet, por edad o por simple cultura musical.

El caso es que una vez encima del escenario. La banda Neoyorkina, desde el minuto cero ya irradiaba una conexión inverosímil sobre el público. La magia de acometer un extenso repertorio sin rendir cuentas de promociones, giras de presentación u obligaciones, planeaba sobre las cabezas desde el primer punteo de “Slide”. Como chiquillos con sus cachivaches nuevos, sobre la arena, en la orilla tal y como vinieron al mundo, se antojaban felices a más no poder; sobretodo Sean Eden, que lo tenía justo delante. Construyendo arpegios milimétricos y sin embargo tan libres, agarraba Sean el mástil como si de un amante se tratase y los castillos se construían solos.
Empezaron a caer incorruptibles bellezas de la talla de “Chinatown”, “Sideshow by the Seashore”, “Malibu Love Nest”; esta última con una hermosura desconocida. Se podía ver planear la sombra eterna de Lou Reed en una ofrenda idónea, y algunos ya flotábamos con ellos. Hubo rosas rojas de Sant Jordi para Britta Phillips en los aledaños de una preciosa “This Time Around”. Y sobre los cánticos a coro de la sala, para un oportuno cumpleaños hacia el tímido Lee Wall, “Tracy I Love You” -el único tema que sonó de sus Pup Tent/1997- acabó por llenar cada rincón de Bikini, de estiradas notas inalcanzables. Para entonces la velocidad de crucero de un exultante Sean Dean ya era ingobernable: aspavientos, pelos desarrapados, mordiscos de guitarra, aullidos … y yo, yo en estado de vegetación emocional.


Tiñeron de soleado ocaso una noche mágica entrando con determinación a su repertorio más delicado: “Cindy Tastes of Barbecue”, “Going Home” mientras el imperecedero de Lou se paseaba por la platea silbando “Lost in Space”; la hacía suya. Como un masaje en el parietal con el que acometer el final de la semana, la banda de Dean Wareham desplegó un manto de encajes y guitarras propias de sinfonía sideral. No es que sonaran bien, es que si en algún momento alguien no comprendió la belleza íntima de sus canciones: Su forma de crear acordes que se arremolinan como vórtices, esa especie de psicodelia mullida y mimosa, algo que no acaba de ceñirse a ningún género concreto y que solo se debería definir como belleza infinita. Seguramente ahora mismo, se estará perdiendo uno de los legados más imperdibles de los 90, fuera de acotamientos generacionales.


Sean Dean, además de dar sabias lecciones de como crear un diálogo distendido y brillante entre cuerdas, platos y graves ondulosos. Se marcó un “Still At Home” a las voces, como para proclamar a los cuatro vientos la grandiosidad de un subestimado Rendezvous/2004; con una voz además envidiable. También cayeron inesperadas joyas como “Superfreaky Memories”. De aquellas que lastimosamente, el tiempo ha engullido en su garganta oscura de pantagruel generacional. Dejándose hacia el final retrepar sobre algunas facetas menos conocidas como “Bewitched” o “Friendly Advice”; un final extraño. Rematado con “23 Minutes in Brussels”, una de mis favoritas de uno de mis discos insignia.
Algunos esperábamos, no lo niego, un fin de noche con “Bobby Peru”, “Math Wiz” o “Slash your Tires”, quien sabe si un “Bonnie & Clyde”; aunque sé que jamás me sonaría igual sin Letitia Sadier a las voces. Lo harían mucho mejor, regate, centro y remate de cabeza por la escuadra. La cita soplaría las velas con dos versiones que dicen mucho de por donde van los tiros de Luna: “Ride Into the Sun” de la Velvet Underground, y “Indian Summer” de Beat Happening... maestros incluso en el guiño.



Fue algo curioso, como un momento, nota o detalle envasado al vacío ¿sabes como cuando presientes tan álgido el momento, que no deseas marchar del lugar del crimen? Pues eso. Allí quedó por un momento detenida en pura instantánea, por melancolía, el gentío implorando una cerveza más. O porque sabes que otra vez volverán ocupar ese minúsculo espacio en tu escasa memoria, tan solo activado por estímulos del pasado. Quien sabe.
Fue un concierto grande sí. Entonces es cuando agradezco estar en la otra punta del mundo, allí solo, sin nadie con el que cruzar mirada para dar fe del momento; por egoísta que suene.
Pero si algo que me encanta, es volver a casa al volante, cruzar la ciudad: con sus luces, su silencio, toda esa gente que no sabes donde va, y la música todavía revoloteando, mientras el pitillo te, y se consume entre los dedos. Alargando al máximo la cita, como cuando el amor te aprieta la garganta.
 LUNA

viernes, 14 de noviembre de 2014

LUNÁTICOS #Reunión, y gira Española 2015





Abrí la portezuela de la correspondencia, y entre tanto papelajo, folleto y cartas del banco apreció allí; esperada postal en satinado semblante: Noticias de viejos y perdidos en el tiempo amigos.
Con la mesa recién puesta y el plato de Dean Wareham todavía humeante en el presente año. Los recuerdos afloran como el paisaje otoñal que nos envuelve estos días, las hojas crocantes y resecas de los plataneros, las brumas matinales, y frescor ya por fin reinante que nos eriza el bello, como esas mismas noticias envueltas de encomiendas.
Luna vuelven a reunirse tras nueve años desde la disolución, en una gira que nos los traerá de vuelta el próximo año. Ocho citas, ocho ciudades; eso sí, sin el ex Chills Justin Harwood.

Desde que Damon Krukowsky y Naomi Yang junto Dean tejiesen entre apuntes y libros universitarios, el patrón frágil pero identitario de GALAXIE 500: Cuatro cordeles, tres nudos corredizos, y un puñado de Cúrcuma y Caledonia para darles color. Dean Wareham se ha hecho acompañar en ese largo camino por numerosos compañeros de viaje hasta nuestros días. Tanto en el trío neoyorkino con el que desmigajaban los apuntes de la Velvet y el bueno de Lou. Hasta las últimas noticias que tuvimos en el 2010 de DEAN & BRITTA; ese proyecto conyugal mullido y balsámico, al que ha dedicado los últimos años junto a su nueva pareja B. Phillips.
En medio de esas dos épocas, inicial y final, Luna. Banda que Dean Wareham lideró la mayor parte de su productiva carrera. Diez discos, si contamos un directo y un par de compilaciones. Y diecisiete años, que son exactamente los que me separan, desde que por primera vez los viera en directo el 14 de Noviembre del 97 en la sala Bikini.

Tan solo olisqueando la pasta de papel de la postal y acariciando con los dedos el tramado microscópico del brailei de la caligrafía, se amontonan los recuerdos de aquel otoño en forma de fotogramas:
El primer concierto al que asistí con mi hermana mayor; la de en medio de cinco, y a falta de unos New Model Army con los que contentar su iniciación a bandas raras. Con ella, mi pareja, y mi excuñado perdido años más tarde en la espiral de las drogas; ya no están juntos desde hace un puñado de años.
Y los años nos cambian, cambiamos con ellos, y todo parece tan distinto. El tiempo tiene esa cualidad cruel y a la vez dictatorial, por la cual todo cambia y nosotros en nuestra caprichosa memoria lo transformamos a nuestro antojo como ilusionistas. El recuerdo es distinto, mucho más generoso. Vela lo sucio y corrompido, y nos deja para nuestro disfrute lo más memorable; y si no, la nostalgia se encarga impregnar los recuerdos con ese perfume estimulante a café recién hecho. Sí, es así, mis recuerdos me huelen a café crudo y sábanas limpias.

El bajo desgastado del uso por el ángulo superior derecho, de Justin Harwood. Sus acordes distorsionados cuando “I Hop” se detiene para volver a coger carrerilla. La voz de barítono de Dean con el pito de caña chirigotero, con el que nos acunaba a ritmo de “Everybody's Talkin'” de Harry Nilsson. O los punteos sostenidos de Sean Eden emulando a Will Sergeat o Robby Krieger.
Todo está ahí, comprimido en un rincón trasero del hipocampo. Tan fuerte y determinante en analogía, que nunca más volví a interpretar los mensajes del cuerpo celeste en sus influyentes modulaciones orgánicas como antes. El subir de mi marea interna de la euforia al desazón, la atmósfera flotante de la apertura con “Sideshow by the Seashore”, hasta el cierre con la cover de Beat Happening “Indian Summer”. Estados de flotación al llorar con “Tracy I love You”; Tracy es solo mía y su amor me pertenece!! Desarmado de rodillas, postrado ante “Moon Palace”:
well we're travelin' light
gonna speed through the night
only now you recall
it means nothing at all
you were stuck in a dream
and you wanted to scream
but it's nothing at all
no it's nothin'
Al ascender las escaleras que llevan de la cárcava del auditorio de Bikini, hasta la calle. Nos salieron al paso las cámaras de BTV (Barcelona televisión); que responsabilidad la mía, dar testimonio ante unas cámaras de tan trascendente momento: - Que os ha parecido el concierto de Luna? - Muy buenos uhmm...duda, respuesta intrascendente total, ¿muy buenos?. Como si en una sola respuesta se pudiese resumir la gráfica del cardiograma de aquella noche.
Al día siguiente quien por entonces fuese mi oficial en la sufrida tarea de construir de naves, cerramientos varios y cubiertas de sol a sol, me dijo: - Saliste en la Tele anoche y te vimos, hostia!! si es él. Puede que el tipo más cualificado para dotar de significancia el atributo de “Grandísimo hijo de la gran put.”; despreciable, bebedor, ludópata, egoísta y cualquier exabrupto que se te pueda pasar por la cabeza. Tan cordial y amigable nuestra relación laboral a lo largo de 4 años, que llegué a amenazarlo con tirarlo desde el tejado de una nave.
Pero no creáis que me alteró, fue como si resonara en mis sienes “Beautiful View” y de repente me dominase una total apatía y serenidad. El perdón y la absolución ante un imaginado rayo desintegrador saliendo de mis ojos, que lo hiciera desaparecer por siempre. Hacer una mueca de aceptación. Y dejar que “Lost in Space” con su cadencia tan de un L. Reed misericordioso, lo devolviese a la más absoluta ignorancia. Ese tipo de actos mil veces imaginados que hacen a veces, que tu deseo más oscuro sea solo eso, otra vida que solo ocurre en tu imaginación. La realidad siempre es mucho más discreta, simple y escueta: Haces un gesto por no extenderte en explicaciones ininteligibles, y la cabeza debajo del ala.


No se donde estaré ni estaremos dentro de cinco meses; en vista de lo impreciso de los planes a largo plazo. ¿Acaso muertos, indispuestos? ¿Habré comenzado a trabajar por fin tras mi dolencia? nosotros, o ellos. Quien sabe lo que nos deparará el mañana, a veces ni el presente. Todo sucede o se intenta, como una sucesión natural de acontecimientos. Y lo que es seguro es el pasado, aunque no siempre. Ya sabéis que la nostalgia lo moldea a su caprichoso antojo; todo depende de la necesidad de recordar cosas bonitas, o trágicas.
Ahora eso sí, de lo que estoy totalmente seguro o por lo menos dispuesto. Es que mientras transcurren los días esperando que el tambor del revolver nos disponga un desenlace; cómico, trágico o terrorífico. Lo voy a esperar susurrándote al oído... Todos los hechos y actos de cualquier día, serán almacenados y liberados como esporas en un hipotético mañana. Como un sinfín de fantasías, realidades detalladas... o como una mezcla de ambas. Siempre balsámicas por supuesto, como una cataplasma de hiervas con las que abrir nuestros alvéolos.