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viernes, 10 de noviembre de 2023

BALLBOY_CLUB ANTHENS 2001/2023: ATENTOS A LA PISTA DE SALIDA (ANIVERSARIO)

 


Atentos a la pista de salida azuzaban con la pertinente colleja y: ¡niño al aguaaaaaa!
Desde aquel preciso y tierno instante, no volví a acercarme al agua sin hacer pie ni por activa ni pasiva. Verán si no, si es manera de adoptar el nado, el tufo al cloro y el arte del sirenito lanzándote a la piscina de un empujón. Ejerciendo del desespero por no ahogarte, el talento natural michaelphelpsiano de una criatura de 5 años.

 

Pero no penséis que toda la culpa de mi apego a tierra firme fue solamente de ese cenutrio monitor.
Hay un recuerdo como el vaho del baño. Donde me veo agarrado de pies y manos a los bordes de la bañera evitando el agua con una flexión magistral de mi tierna columna. Y no digamos si me echabas de improviso agua en la cara; entraba en colapso respiratorio.

 

Ya luego, y por propia voluntad; cuando dejé de ser un niño gilipollas (es imprescindible en la madurez, aceptarte como un impertinente contemplado por eso de mejorar). Fui capaz de cortarme las uñas de los pies, calzar una chancleta y hasta ducharme echándome el agua por la cara con tal de meterme en el baño con mi radiocassette sanyo de 12kgr y perder la conciencia escuchando música.
¡Ahí fue cuando conocí el amor! ¡Justo ahí!
Escuchando el Whammy Kiss! con trece años; imaginaos lo largo que se les hizo a hermanas y cuñados aguantarme. Ese tipo de cosas capaces de trazar un guiñolazo cobalto entre el presente y el pasado, son el mismo teletipo disuelto en el tiempo por el cual agradezco enormemente la visita de Gordon McIntyre.

 

21 años, los mismos que mi hijo mayor con el carnet de conducción recién adquirido; el mismo que me enseñó a nadar hace diez.
La vida misma como una sucesión de cimas y ensenadas, de resbalar, hacer pie y agarrarse con uñas y dientes. Y siempre o casi, acompañada de una melodía vestida de canción.

 

Es entonces, justamente entonces, cuando aquellas colecciones de canciones con poco más de dos décadas. Definen por si mismas un momento histórico de tu vida.
Y claro, al rememorarlas por trascendentales y celebrables, adquieren ese halo de ¿melancolía?
Pues no, una época en la que con la incipiente llegada de internet. Las canciones de Ballboy en sus primeros Ep’s, recogidas en este álbum, marcaron un punto de inflexión a la hora de rediseñar el universo anónimo del panorama alternativo.

 



Años del primer fanzine Pop-Eye, de nuestro primer programa de radio Canciones desde el Paraíso con la sintonía de Derribos Arias y aquel: -“me va a echar de la discoteca, por apoyar el codo sobre el disco”. De la heroicidad de Fantástico Club y The Sound con sesiones revitalizantes de contracultura alternativa. Entrevistas a Mark Burgess, Sidonie, Chucho, Mishima y Raül Refree…
La emoción y vigor del “hazlo tú mismo o con amigos”, de flyers y carteles. De pasión y creatividad.
La misma que ahora años más tarde, me tiene ante el teclado relatando historias que fueron bonitas y hacen que merezca la pena ensalzar a estos cuatro escoceses de Edimburgo.

 

 

 
 
CLUB ANTHENS eran por así decirlo, el punto en el cual podías volver a ilustrar la verdadera idiosincrasia de lo alternativo justo cuando el britpop a la par que el grunge sucumbían al éxito mayoritario inmediato.
Darle sentido a la desnudez de Billy Bragg y a sus mensajes, a la poética austeridad de Arab Strap, a los rocosos crescendos arpegiados de Wedding Present, y al minimalismo de Field Mice, Sarah Records, y la pureza de las grabaciones de John Peel en forma de canciones que hablan de cosas que te pasan a ti y a mí.
Era como volver a deshacer el camino, no por esquivo y antisocial, sino porque mucho antes de que Pixies los conociera hasta el tato justo cuando se disolvieron e incluso después. En 1993 por ejemplo, apenas si los conocían los 4 gatos de siempre, Suede presentaba su disco en la diminuta sala Estándar de Barcelona, Breeders hacía lo propio meses después, y años antes Radiohead teloneaba a James ante apenas 300 personas en Zeleste (ahora razzmatazz). Y justo era esa aventura de buscarte la vida, lo que hicieron excitantes los 80 finales y primeros 90, hasta que internet entró en escena.

 

Con la entrada del nuevo milenio el contador se puso a cero, y fuimos unos cuantos los que volvimos al invisible mundo de lo alternativo.
Lo cual es una prueba más que fehaciente, de que el éxito masivo, la popularidad o el acceso a la información no suele ser siempre síntoma de calidad o excelencia.

 

 

Ballboy podría circunscribirse al indie primario, antes de que ese término acabara siendo algo tan amplio, que perdió el sentido. Junto a ellos podría enumeraros un puñado de proyectos que me embelesaron de la misma forma y no precisamente por parecidos razonables: The Mendoza Line, The Prayet Boat, The Delgados, The Clientele, Appliance, Cosmic Rough Riders…En fin, todo aquello imposible de pinchar en un local, inexistente en las emisoras e invisible a la prensa.
Ballboy por definición; la mía propia claro está. Podría sintetizarse en “Nobody Really Knows Anything”; la primera canción que escuché de ellos y me noqueó al instante.
Llegaron “Meet me and the shooting Range”, “A Europewide Search for Love”, “Something’s Going to Happen Soon” y el paso atrás para descubrir la inmensidad de sus primeros Ep’s recogidos en Club Anthens.

 

Escribir este extenso tochamen para realmente no hablar una mierda sobre algo que no se explica sino que se escucha. Era una obligación para esta bitácora que solo se anima si la cosa va sobre anonimatos, invisibilidad, ostracismo, olvido y un poco sobre encerrarse en la habitación de uno mismo y creer que vuelas y escapas.

De cómo el bajo de Nick Reynolds me provocaba erecciones imposibles de dominar. La columna se me estiraba produciendo calambres de placer en mis gemelos. Y cómo creía deslizarme sobre “Building for the Future” como si lo hicieran en una ladera de Holyrood park flotando apenas unos milímetros sobre la sección de cuerdas.

 

 
Del como las notas crudas de “A Day in Space” relatan hablando lo que se supone es observar desde el espacio el mundo a la deriva: “A veces me pregunto qué le pasa a la gente, se han vuelto débiles y estúpidos. O están viviendo con miedo”.
Y la sincera rotundidad de “Dumper Truck Racing” que va bajando el volumen hasta el mínimo inapreciable. De los invencibles textos de Gordon tan lícitos veinte años después. De los miedos, las dudas, los deseos y las mareas que se suceden año tras año sin apenas diferenciar protagonistas y secundarios.

 

 
Ballboy supo concretar como pocos, la genialidad de procrear lírica y música con la misma velocidad que los sucesos empujan a componer. Por lo tanto, creo que esa creatividad ahogada por los sucesos y resiliente en canciones inmortales, son la mejor de las suertes posibles.
I Hate Scotland” nos cuenta lo que supone formarte año tras año, día a día, buscar objetivos, crear metas… Desmoronarte, erosionarte, desdibujarte… Y como dejarlo a un lado y lanzarte desde un trampolín. Como mandarlo todo al garete, renovarte y reconstruirte.
La vida misma con sus constantes dudas existenciales.
Ballboy fueron únicos en narrar todos los vacíos que cada uno pueda imaginar desde la adolescencia hasta la edad adulta. Y hacerlo con un pop tan sincero, y honesto.

 

Paradójicamente se podría pensar que la música de este cuarteto estimula el desaliento y la depresión.

Pero muy al contrario, sus canciones invitan han expandirse y a enfrentase a las dudas, que son el sino mismo de la vida. Cantándolas a pulmón abierto como lo harías al subir el volumen de “One Sailor Was Waving” o “I’ve Got Pictures of You in Your Underwer”: Usando nuestra fragilidad como fortaleza.

 

Disfrutarlas os hará bien, lo prometo.

BALLBOY son: Gordon McIntyre (voces, letras, guitarras), Nick Reynolds (bajo), Alexis Beattie (batería), y Katie Griffiths (teclados)  


miércoles, 30 de agosto de 2023

GREEN GARDENS_THIS IS NOT YOUR FAULT (2023) Vs VILADOMAT*ARAGÓ: PEQUEÑAS OBRAS, BASTOS UNIVERSOS

 


 

A veces la quietud, otras el silencio y luego la calma de contar el tiempo mirando las pequeñeces. Observando lo diminuto con un interés tan obsesivo, que roza la cópula microbiológica.

Pero hubo un tiempo de ver poco en las distancias cortas y explayarme con los grandes angulares; tan grandes, que costaba abarcarlos y abrazarlos.

 

 

Pasado un tiempo. Entre lo diminuto, y la fascinación que me pueda producir la sensación de lo inabarcable. Hay más una relación con mis emociones, que con una unidad de medida al uso:
Me gusta lo inapreciable, lo esencial y aquello que pasa inadvertido, a no ser que hagas el esfuerzo de ir en su busca. Cuando me acerco y concentro mi atención con ese fin. Menguo, y sorprendentemente mí interior se expande, siendo inútil explicar la sensación de no poder abarcar sino de inocularte allí, en el microcosmos.

 

Puede pasar con infinidad de cosas sea cual sea su naturaleza, textura, o medio. Importante es que lo ames. Eso sí es innegociable y de natural cumplimiento.
Así pues, como podrán sospechar. El binomio GREEN GARDENS/VILADOMAT*ARAGÓ, aúna a mí parecer la misma sintonía: Música y Vino, Tierra y Sustancia, Lírica y Evocaciones. Y por ende, esa cosa inseparable que rueda a volteretas, juega y se entremezcla igual que dos mininos.

 

 

Los primeros: Jacob Cracknell, Chris Aitchison, Jacob Beaman y Bob Henderson; bajista, guitarras y batería respectivamente.

Con un disco de debut que es pura artesanía, mimo, y conciencia de lo que quieren que sus canciones transmitan.
El segundo: Gerard Maristany.
Un elaborador al que su faceta en Vins de Foresta se le queda corta, y decide reivindicar su origen familiar centrándose en las variedades Macabeu y Xarel.lo. Y en esa parte del Penedés silenciosa y anónima, arrollada por el canibalismo del “progreso”.

 

Sea como fuere y en la insondable distancia que separa Leeds de Pacs del Penedés.
Hay un hilo tan fino como el de las arañas aeronáuticas de Southern Tablelands, que genera esa misma electricidad que para unas es el vuelo sin motor y para los mortales, escalofrío emocional capaz de convertir las distancias en roces cariñosos.

 


Lo mismo da que precipites un Macabeu de nudo marinero entre Ignasi Seguí (Vinyes Singulars) y la agudeza elaboradora de Gerard, con ese brillante dorado de  rubias melenas brisadas en una copa, y sucumbas.
Que te recuestes sobre la misma tierra y eches a volar “This is my Fault”; canción que da bautismo a esta joven banda y a su retoño.
El efecto es idéntico.
Podrías sin apenas esfuerzo, incluso encontrar analogías entre la pérdida de alguien muy próximo; como expresa de esa forma tan ligada a esa materia etérea que conforma la consanguinidad en esta canción. Y la determinación de ilustrar tus lazos familiares, la invisibilidad, y aquello que polígonos y autopistas expropiaron, para que sea el vino el que se exprese y hable.
 
 

 

 

Podríamos decir que en ambos casos  resulta inaudito encontrar a estas alturas, discursos tan clarividentes como exentos de artificios.

Siendo “Thing’s I didn’t Do” mi favorita  de la colección. Encuentro arrebatadoras las guitarras que me traen buenas nuevas de Bedhead, Mark Linkous, Ben Cooper (Radical Face), Songs: Ohia…Y curioso que sea una joven banda de Leeds la que siembre de nuevo el yermo terreno de esa especie de slowcore, popfolk americano o como quiera uno llamarlo o etiquetarlo -pero supongo que me entendéis ¿no?- que tan poco abunda últimamente.
Akin to Sap” en cambio, es una pastoral y deliciosa canción plenamente paisajística. En la que puedes ver entre notas, instrumentos y vocales; lo que tú desees.
Yo, veo a Martí Torrallardona, al Ignasi, a Fransesc Pascual, a Bàrbara Mesquida y a la Xarmada.
Salto como una ardilla sobre “Billyful” y en el tono sombrío vocal de Jacob, veo sin embargo un destello de sol matinal.
El mismo que se ve con el alma, cuando olfato y paladar no pueden describir la pureza del Xarel.lo de Pla Parcial 2019 y conmoverse con el destino incierto que las viñas de 60 años del Serral de Porroig. Abocadas a desaparecer si el plan parcial del polígono de Sant Pere Molanta se ejecuta.
Mineralidad, verticalidad, elegancia, sapidez y carácter, en un monovarietal de extraordinario paso por boca.
 
 

 

La sensación de saborear lo efímero cuando nuestra existencia es tan sumamente material. Tiene ese algo que nos empuja con los años, a capturar las sensaciones de nuestra maleable memoria. Y el vértigo de los fantásticos arreglos vocales y de cuerdas de “A Cradling”, son otra especie de privilegio que no tambalea, emociona.

 

Pero lo cierto es que la experiencia de escuchar en unos auriculares, la enorme sima poética que es “Homeshredder” agarrado con dos manos al CAMP EL D’AVIACIÓ 2020 100% macabeu. Supera con holgura cualquier falta de movilidad, cimbreo sexual, o intento en vano de huir de mi cautiverio forzoso.
Es cierto que podría explicaros con algo de credibilidad y rigor científico lo que para mí supone una Macabeu bien parida (Viura en La Rioja). En consonancia con una canción o música que da la mano así, sin forcejeo. Para disfrutar de esa complejidad de compás, arreglos y textos. Que no lo son como tales, sino que ofrecen tantas variantes y como ricas rutas emocionales.
Siete minutos y pico que igual que en una obra, consta de introducción, entreacto, y desenlace. Creciendo a medida que se incorporan los susurros de Claudia Fenoglio y Ton Kettleton al saxo. Y brotando los versos igual que la simbiosis natural de la tierra, los elementos y el paisaje.
Haciendo también de este majestuoso vino, un remolino de detalles y sensaciones que juguetean con tu memoria visual, olfativa y gustativa en pleno festival de las papilas:

Los frutos secos sin tostar, la resina, retama… Y una espectacular boca donde la Macabeu expresa un frescor inverosímil, sin rastro de reducciones pese a los 3 años de botella. Y una acidez adictiva envuelta en tostados, hierbas de monte, con una mineralidad ligeramente salina final que la dota de una impresionante estructura; un vinazo de 10.


 

 

Disculpen si respiro hondo y me enjugo las lágrimas. Pero no quiero escatimar en aspavientos y gemidos.
Quizás así les ahorre la vergüenza ajena de ver mis ridículos movimientos estereotípicos en la silla rodada del ordenador; único medio de transporte en mi reducido itinerario diario. Mientras le doy pastilla a “Oslow” y remato con “This is not your Fault”.

 

La primera de pleno júbilo pese a que paradójicamente habla de la soledad, con una franqueza y vulnerabilidad desarmante.

Pero balsámica, en esa condición de delicadeza y clímax que han sabido plasmar en el conjunto de la obra. Cuando precisamente es en la culpa, la vulnerabilidad y en la exorcización de demonios donde se halla la cura de sus canciones.

 

Y la segunda; la que da título a este atrevido disco de debut. Perfectamente atribuible al supuesto sentimiento de culpa (si es que lo hay) que aquí el menda pueda tener al descorchar un vino y acompañarlo de música de la manera más pagana posible.
En cualquier caso y con ayuda de la canción que cierra el disco; pecando eso sí de algo de frivolidad. Me absuelvo por el poder que me da mi instinto animal; siendo como soy siervo y confeso del señor Darwin.

 

Hablando en serio, ahora sí, de esta maravilla de disco. Las canciones de Jacob, Chris, Henderson y Jacob(2) tienen un mérito fuera de lo común:

El primero es la forma como abordan temas tan peliagudos e íntimos como la pérdida, los sentimientos de culpa, la fragilidad ante la salud emocional, e incluso la ira ante el duelo o como el ser humano es incapaz de gestionar algo tan complicado como los momentos de ofuscación, con impotencia.
Teniendo en cuenta que esa lírica tan bien empastada con los arreglos musicales y el tono de las canciones. Tampoco es que hagan un juicio sobre el tema. Sino que lo lleva a un contexto extraordinariamente natural y orgánico, usando la tierra y la naturaleza como vehículo.

 

Y sabido esto. Evidentemente, la belleza de la música; que no es poca. Alcanza una valía mayúscula sencillamente, porque hay una intención muy clara y respetuosa para que todo fluya: Los cinco años que llevan trabajando a forja su música, la cripta de una iglesia donde se grabó, los arreglos vocales, las guitarras y todo el conjunto.
Algo, además, que aprovecho para puntualizar:
Los vinos no industriales. Los que se elaboran con el objetivo particular del elaborador, de contar una historia y un paisaje. Los que no tienen ningún interés monetario, sino de supervivencia y de vivencia.
Hablan con el lenguaje de los sentidos, y evidentemente. No necesitan esta parrafada ni mensaje alguno dentro de la botella.

Escúchalos, todo es música.


 

sábado, 13 de mayo de 2023

THE BUG CLUB 2022 Y 1/2 Y TRUCHÓN 2020: ¿SACUDES? O…TE AGITAS

 


A veces, me llevan lejos.

Y digo me llevan. Porque pese a que me agarro con la fuerza de un mono araña a la pata del pedazo de mesa maciza forrada de fórmica de casa de mis padres...
Fue más o menos igual que cuando mi madre se empeñó en que debía aprender a nadar con 8 años y yo solo quería cantar y bailar:
La podía arrastrar perfectamente, pese a que necesitábamos a cinco y el vecino, para moverla al empapelar.

 

A donde me lleven da un poco igual porque yo solo quiero oír a los chiquillos gritar calle abajo, mirando desde arriba sin juicio ni reproche. 
Así que cuando salgo de allí donde esté, magullado por las obligaciones laborales. No hay más megáfono que el del corazón ecualizando la piel erizada cuando suena y sueno aquello que me sacude.
Al escribirlo, lo saboreo como el metal de la sangre en el paladar al morderte y sentirte vivo. Y me gusta, vaya si me gusta. Me gusta incluso más todavía.

 

Te hablo de los galeses THE BUG CLUB; por si no lo adelanté:
Son la quinta esencia de la naturaleza musical más libre y desencorsetada que puedas inhalar por tus poros en la actualidad, por fanfarrón que pueda parecer mi afirmación. O la suficiencia de Sam Willmet, Tilly Harris, y Dan Mathew para proclamar a acorde pelao igual que si por guitarras asiesen un tirachinas:
-         - Subámonos sobre un promontorio y con una mano sobre la cadera y la otra en alto con medio giro -¿visualizas la solemnidad de la pose?- alzando el dedo corazón   chupándolo con pasión y vehemencia; a la vez que se cuestiona la  intelectualidad en el arte y la ociosidad.


 

 

GREEN DREAM IN F# es uno de esos perdigonazos que se publicó justamente cuando mirando al techo en blanco, estabas ordenando todo aquello que conformaba el maravilloso universo musical del 2022; en octubre concretamente.
Y claro, pasa que babia y el corre que se me churrascan las tostadas. Hace que (por fortuna), nuestra minúscula neurona y ese saquito estomacal, no den para tanta pantagruélica información (otra cosa que también pasa por suerte); no vaya a ser que como hacen algunos, tengamos que provocarnos el vómito y solo nos quede la bilis en el paladar.

 

Así pues, con la misma velocidad que suceden sus canciones; al primer toque y con la verticalidad de antaño.
Sam y Tilly me contaron una tarde de descifrar el TRUCHÓN de Gonzalo (Fábregas). Lo que para ellos es verdaderamente el ARTE, cuando se trata de cantar y tocar en 2/3 minutos una melodía bailable ¿Por qué recuerdan que es para eso para lo que se inventó la música?
Y sonaba “It`s Art” con ese tono de pánfilo que pone San cuando te dice que no le busques tanto sentido a las cosas que realmente te hacen pasarlo bien; que bien podría ser la vida. Y volvía a dar otro sorbo, previo olisqueo a esta Moristel (Graciano) centenaria de Barbastro. Y mientras me convencía de la magia de la esencia: movía las caderas, marcaba el ritmo con la bola de los ojos, y salía disparado como un cohete.
Y volvía otra vez sobre mis pasos one steep beyond.
Observando que “Only in Love” cumplía perfectamente con las premisas de lo funcional, útil, y brillante por eso. De aquellas canciones de Jonathan Ritchman, Buddy Holly o si me apuran, Ramones.
Y el resto del disco -a ver si me explico- Es como si They Might be giants, Pavement, Hefner como alumnos aplicados de esa conjunción de la cadencia, el instante, y la armonía que la Velvet engrandecieron con esas canciones de apariencia sencilla. Tuvieran en The Bug Club, unos dignos herederos que juegan entre lo simple, lo brillante, y lo contagioso; dando lo mismo si son 2, como 7 minutos de canción. Cuando el objetivo es pasarlo bien, y hacerlo lo propio por los demás.
Hey!! Y con auténticas maravillas musicales; ahí, ni lo duden un instante.

 


My Guy”, la misma canción que da título y cierra este disco, o “Chrismas Lullaby”. El disco apedazado de los registros en directo que perpetraron bajo el pseudónimo de Mr. Anyway’s Holey Spirits el pasado año, con material totalmente inédito. E incluso los dos temas nuevos que publicaron este pasado abril, triplicando el minutaje de cada canción, y resultando tan frescos e inmediatos como siempre.

 

¡¡Son -cojo aire y bebo un sorbo- joder que maravilla de extinta Moristel ha parido el bueno de Gonzalo!! Con el mismo arrojo de estos galeses de prescindir de levaduras añadidas o sulfuroso, para que la auténtica identidad sobresalga apartando maderazas, sobremaduraciones, o extracciones cansinas.
Solo Moristel con perfume a regaliz, frutillas maduras y crujientes. Y la sensación de patear suelo y levantar polvo para que las cosas sean y sepan como la expresión sincera de una sonrisa, de verdad.
Y sin desviarme, ahora sí.


 

En esta simbiosis de música y vino que a menudo hace que pierda las llaves de esta bitácora. Y pasen los meses si ponerme al volante.

Debo decir en mi defensa:
Que los instantes de magia suelen ser tan concretos e ipso factos, que plasmar esas sensaciones por si mismas en un texto. Se me antojan pueriles y hasta no sé… Como cuando a algo o a alguien se le da la importancia que no se merece.
aGUR