jueves, 25 de julio de 2013

CANCIONES QUE NOS SALVARON LA VIDA #2. Cause of Love _ ERNAN ROCH CON LAS VOCES FRESCAS (1971)





Se cuentan por decenas y centenas las victorias y los campeones; las estrellas, condecoraciones y corazones grabados en puertas de letrinas. Muchísimo más interesantes los corazones que hemos roto que los que nos rompieron a nosotros, donde va a parar!! Hasta mi hijo de once años recién cumplidos tiene ya una amiga especial: Derrotas convertidas en lecciones aprendidas, amores que eran solo amigas, y amigos voluntariosos de amigas distraídas.
Esta para no cambiar de temática, la de una persecución errática de uno que no fue tal. Una amor tan fuertemente imaginado que de lo real que pareció, hasta dejé de sentirme un tímido congénito para convertirme por unos días en un paladín momentáneo de versos despechados. Creo incluso que puedo datar ahí, el año cero en el que me aficioné a escribir idioteces.

Tanto lo perseguí, el amor, que al cabo de unos años me acabó hechizando; no se si por amor sincero y verdadero, por pasión, o por simple curiosidad. Jamás llegaré a entender como llegué a obsesionarme por esa compañera de clase, de echo si mal no recuerdo nunca en toda mi vida he sido tan explícito en mi muestra de sentimientos. Ni su pavoneo, ni esa seguridad en ella misma por sentirse atractiva hacia el resto de mortales se ajustaban o se ajustan a mis gustos actuales. Era una feminidad extraña, bien formada para su edad, alta, desafiante y peligrosamente atraída por los más fanfarrones y gamberrotes de ese 5º de EGB.

Pero no me importaba, a mi me fascinaba y no me dejé intimidar por mi inopia acusada. La perseguí sí lo admito, la perseguí furtivamente a una distancia prudencial hasta su casa y no contento por tal atrevimiento; entré en su portería para fisgar en los buzones y averiguar en que piso vivía.
Sabido ésto, me dediqué a escribirle cartas de amor; creo que una por semana. Suena irrisorio, lo admito, pero fue todo tan natural e inocente, que ahora con el paso de los años no me avergüenzo en absoluto de ese arrebato de romanticismo pasado de moda; al contrario, lo echo en falta: Ese sentimiento sincero desprovisto de inconvenientes o de complejos que se disipan de un plumazo cuando el amor te aguijonea; todos aquellos miedos que a uno lo muestran ante el espejo como un crío inseguro y falto de prestancia. Un éxtasis eufórico que te eleva hasta lo más alto y te legitima para llevar a cabo la locura más descabellada e inimaginable.
Lo cruel de estas acciones suicidas, es que a menudo acaban de la misma manera que se germinaron; de forma súbita y repentina.


Una mañana cualquiera dispuesto a formar las filas de entrada a clase, me salió al paso su hermana mayor: Una alumna de octavo, fornida y carente de las gráciles curvas que contorneaban la figura de mi amada distraída (su hermana!!).
Con aquella edad en la que desaparece la niñez, y eclosiona la adolescencia cruel y realista que todo lo calcula... Me amenazó:
- Deja de mandarle más cartas a mi hermana!! Porque mi padre se está empezando ya ha mosquear!!
La advertencia fue tan tajante y violenta que no se yo si fue miedo, prudencia, o directamente un corte de digestión sentimental. Tan inquisitoria su mirada e indigesta la recepción del mensaje, que en ese mismo instante mi pasión se contrajo para siempre como un músculo que se atrofia sin cura a corto plazo. Desde entonces no volví a mostrar mis sentimientos a mujer alguna, hasta pasada la veintena; mientras tanto me abracé a mis experimentos en la mezcla de sustancias, alcohol, y a la vehemencia por divertimentos poco instructivos.

El amor evidentemente volvió a llegar en pequeñas dosis, incluso pasada la treintena de años volví a reencontrarme con viejos alumnos de ese periodo escolar; ella no estaba por supuesto. Pero aunque no hubiera sido así, sería incapaz de verla con esa misma luminosidad incandescente; ni a ella ni a ninguna otra de mis compañeras.
Con los años, no son la vejez, las arrugas, o los cambios cíclicos del estado conyugal de cada uno; ni tan siquiera esa mutación del físico que te hace dudar si son ellas realmente, o un mero espejismo de aquel recuerdo de tu niñez. Es algo más etéreo e indescriptible, es el fulgor radiante de la inconsciencia infantil; aquella que ilumina las caras ruborizadas y desenmascara cualquier plan precocinado, para que las cosas se hagan solo por que sí, y ya está.

CAUSE OF LOVE
La misma causa del amor, como relata ERNAN ROCH en ese pedazo de aquel disco perdido en el tiempo, que se llamaba LA ONDA PESADA. Si se le pudieran incorporar, que no solo se puede si no que se debe adherir una banda sonora a éste y a cualquier otro recuerdo atormentado que se precie; “Cause of Love” sería para el mio, como un lamento despechado a las ocasiones perdidas. Muy lejos en tiempo a cualquiera de mis aflicciones amorosas. Si cabe y me apuran, como un cántico quizás en la pila bautismal que me vio nacer, y ya metido en una maleta de cartón que mi padre debió enviar junto a mi madre y mis hermanas hacia las tierras prometidas de la emigración, aquel mismo año.


Sin embargo y aunque el tiempo separe este precioso disco, de toda conexión aparente. Las diez canciones que escribió este Mejicano venido también a tierras extrañas, tienen ese ingrediente secreto que hace de las obras desechadas antaño; hallazgos salvadores que ayudan a cicatrizar nuestras heridas del modo más natural: Asumiendo con la edad, que todo aquello que nos hizo daño de forma tan inofensiva, son al fin y al cabo los rasguños que nos han acabado por forjar. 


Ernàn Rocha fue uno de tantos, no fue una excepción, no señor. El paso de sus melodías perezosas, el colchón de guitarras acústicas desvencijadas, el bajo grueso, y ese trote rockanrolero y psicodélico. Que definen la línea argumental, que da a todo el disco “La Onda Pesada/1971” un carácter atemporal, y que no hace para nada justicia a la total desinformación que existe sobre este Mejicano, en aquello que yo llamo: Los páramos abandonados por la precipitada huida hacia adelante.

Publicó este único trabajo y desapareció por siempre jamás. Esa historia mil veces contada, y que en la actualidad ejerce un morbo inusual sobre la juvenada hambrienta de descubrimientos clarividentes. Su historia quizás sin tanto contenido melodramático como la de Sixto Rodrigez o Bill Fay, pero igualmente reveladora. De la Onda Pesada se podrían extraer otras tantas; de echo puede que la historia sea una mera excusa para zambullirnos en otra igualmente escondida bajo el colchón melancólico.
Diez canciones como diez metales preciosos sin acabar de pulir, que resplandecen por su estructura a medio hacer:


El paso socarrón de “The Train” a lomos de guitarras bluseras. La placidez de dulce de psicodelia campechana que destellan en casi todas sus canciones; ese parece que... pero no, que impregna su autor de rasgos sureños y soleados a cada uno de sus quiebros vocales en “I can't”, “Cause of Love”, “Round round”, “A life of Love”... o incluso ese amago final de Soul negro en “Give a me Peace”. Hacen que este disco en toda su sencilla y oculta grandeza, vertebre el corazón de quien lo escucha, hacia territorios donde el amor eclosiona con todo su carácter juvenil.
La forma definitiva para morir de amor tanto si lo que desea tiene forma humana, como si los cánticos nos llevan hasta el lecho/nicho de un perdedor cantador de melodías eternas.

viernes, 19 de julio de 2013

VINO QUE AS DE BEBER, NO LO DEJES CORRER #UN VIAJE AL ENCUENTRO DEL RIESLING TEUTÓN.




La pasada semana perdí el juicio, pudo ser traumático y degarrador, sin embargo fue rápido, aséptico e insignificante: Ni unas manos grandes y poderosas me agarraron por la cabeza, ni en absoluto unas tenazas llenas de herrumbre me extirparon el alma enganchada al nervio molar; esas cosas solo ocurren en los malos sueños que nos soliviantan las noches de febril calor veraniego.
Desde entonces y son ya prácticamente quince días, que llevo sin echarme un mal trago de vino a la boca. Por una vez casi que puedo, y que me perdone mi insolencia, ponerme en la piel de quien me avocó al curioseo de lo vinos Alemanes: Cuando la salud se antepone al placer a veces, solo a veces; tan solo queda la hipnosis para que en la vigilia de la consciencia y del recuerdo, intentemos recuperar los efluvios de tan maravilloso encuentro.

Desde que puedo datar en mi memoria el primer recuerdo de un sorbo de vino en mis labios; siempre he creído que beber un vino foráneo cuando tanto tenía que aprender de los locales, era una traición a la madre que te parió. Idea infundada la mía amigos, si algo me ha enseñado el vino; es saber valorar las experiencias sensitivas y culturales, por encima de nacionalidades, ideas, regiones, disputas socio-económicas, y diferencias que uno quiera esgrimir como identidad propia. El vino derriba muros y expande el espíritu en busca de nuevos sabores y perfumes amigos.
Así que ésta, mi primera incursión con menos que más profundidad en el terreno de los “Riesligs Alemanes”, podría catalogarse dada mi inexperiencia y lo neófito que soy en éste, y otros menesteres; como una excursión preescolar al universo nuevo que se le abre al niño que llevo dentro:



Hace ya casi un mes que por fin me decidí sin antes confesar mi interés por obra y gracia de Carlos (principal detonante en visión y expresión de sensaciones, en noches de catas) para encargar seis botellas de estos caldos en cuestión; con las nuevas texturas y sensaciones incalificables que arrojan los Riesling Alemanes como objetivo. Carlos ejercía de guía experimentado y WEIN UMANI o mejor dicho Lluis Pablo, de traficante de elixires; yo como antes he afirmado, uno de aquellos que con tal de redecorar el salón de nuestra intrepidez, hasta el infierno me dejara llevar si es menester.
En ese camino hacia nuevas texturas de vinos blancos en donde el público más mayoritario solo busca temperaturas bajas, flores blancas, tropicalismos, y fruta. Los Riesling Germánicos aportan otro rango de sensaciones bien distintas y contrastadas, aquellas que les dan un carácter único e inigualable sobretodo si los echamos a pelear con sus vecinos los Alsacianos. Tan definidas y a la vez ambiguas son las de estos vinos, que me atrevería a utilizar la descripción ajena de otro fan de los Riesling Alemanes: “Lo que me aportan estos vinos en detrimento de los Alsacianos u otros vinos igualmente geniales, es que no encuentro ese aleteo de mariposa característico en cualquier otro blanco, que se halla gravado en piedra en los Riesling Alemanes”; fijensé que definición tan etérea y tan exacta a la vez. Habrá quien coincida en tal descripción sobretodo si han tenido el gusto de probar alguno, pero... ¿y el que no? Está en todo su derecho de pensar: - ¿y que carajo quiere decir este con semejante...?


Lo cierto es que estos vinos tienen algo de oruga, de crisálida y de mariposa: Ese bello insecto al que tan solo nos podemos contentar con admirarlo, pues al mínimo contacto echamos a perder el manto cromático de sus alas. Y si bien es cierto que no hay vino, ni tan siquiera los blancos; que permanezcan impasibles a la inevitable transformación una vez se descorchan. Estos vinos de altura y carácter tímido, son por así decirlo la regla que lo demuestra con creces; un elixir ideal para comprobar en que se ha convertido quince días después a mi tratamiento, aquel 1/4 de EMRICH SCHÖNLEBER (Lenz) del 2009 que espera impaciente desde entonces en la nevera .
Enfrentarse a uno de ellos es pura experimentación y deleite cabalístico: Aceptan de buen grado la guarda, no se desnudan hasta el día siguiente a su apertura, se apagan si los enfriamos demasiado, y explosionan conforme la temperatura crece; cuanto más se atemperan, más complejidad nos muestran. Su acidez inicial se volatiliza ligeramente y de repente aparece la mariposa, con ese aleteo tan peculiar que se confunde en la boca de mil maneras sorprendentemente, distintas a las que cualquier otro blanco pueda darnos.
En mi caso individual, donde antepongo sobretodo el interés por absorber nuevas experiencias sobre cualquier tipo de teorización, para que donde todo lo aprendido no se acabe por convertir en pura morbidez; no hay más pretensión que la de ejercer de mero transmisor. En este viaje, mi inexperiencia es tal que están todos invitados: Curiosos, eruditos, grumetes, reacios e incluso aquellos que no acaban de concebir en sus mentes un maridaje de música, vinos, cine y cualquier mezcla imposible o incompleta.



De esta épica iniciación en los blancos Alemanes y aunque dejase atrás Gewurztraminers, Alsacianos, Rielsings, y algún Pinot Noir; esta es la más excitante de la aventuras puesto que desgraciadamente es muy complicado encontrar tiendas físicas especializadas que dispongan de un repertorio de Rielsings Alemanes a la altura. Lastimosamente en España tenemos en general poca tradición de vinos Alemanes y con la que está cayendo puede que incluso muchos ya la hallan descartado.
Para mi desde luego ésta es una tímida incursión en este mundillo y por consiguiente el presupuesto lo ajusté lo posible con tal de no vender mi alma al diablo: Tres E. Schönleber (Mineral, Lanz y Spätlese), dos Dönnhoff Tonschiefer Trocken, y un Grans Fassian Auslese del 97. Un aperitivo variado teniendo en cuenta que es presupuesto no es desorbitado y son vinos importados con un porcentaje asumible. De momento ha caído una primera de Dönnhoff (productor consagrado en su país) y los dos básicos de Schonleber, menos conocido pero con un prestigio ganado a base de buen trabajo.
Ese primer viaje lo acompañemos con un Enmental Suizo y una Mustarda Mantovesa que aun me quedaba de mi último viaje a Italia (encurtido de Naranja en un almibar de mostaza muy típico de esa zona del Padamo Italiano). Un vino con gran presencia cítrica que como todos estos vinos, fue alcanzando su máximo explendor conforme pasaron los días; un inconveniente éste que siempre se ha de tener en cuenta a la hora de consumir un Riesling Germano: Lo decanté el día anterior a la noche de San Juan, y sin embargo no fue hasta pasados dos días con media botella consumida cuando destapó todas sus virtudes.
Su nariz intensa a mineral blanco, hidrocarburo, a ralladuras de limón. En boca tiene un primer ataque cítrico que se va transformando asombrosamente cuando alcanza los 14 grados de temperatura, y es ahí cuando realmente estamos ante la verdadera virtud de este vino: Elegancia, redondez, un paso por boca que puede parecer dulce pero no lo es ¿quizás la punta de salinidad que asoma y que se confunde con el mineral nítido que otorga el carácter a estos vinos? En trazos generales son éstas las características que acaban por hacer adictivo a este vino; su equilibrio entre el beber fácil que tiene y esa innumerable cantidad de sensaciones desconocidas que solo te atreves a encontrar en los frutos, pero que en realidad emergen de la tierra y de los minerales.
Los Donnhoff no son para mi gusto de los Riesling menos atractivos para iniciarse debido a su falta de inmediatez, sin embargo y sin lugar a dudas si que son de los más complejos y elegantes; tienen los rasgos de algunos de los mejores Borgoñas y aunque son un poco herméticos y necesitan tiempo para crecer, su amalgama de detalles los hacen increíblemente interesantes: Esa manera de ensamblar el mineral con la acidez equilibrista y el frescor que aporta su herbacidad, ciruela blanca o las manzanas silvestres Asturianas.


Pasaron los días y no pude resistir enfrentarme a los vinos de Emrich Schönleber. Tres son las distintas denominaciones con las que me hice bajo la recomendación insistente por Carlos de esta bodega en especial, Mineral, Lanz, y Splätesse; esta última la guardo celosamente para compartir en algún ágape especial con mi cuñado, al que tengo casi perdidamente enamorado de estos singulares vinos.
Una bodega ubicada en las inmediaciones del río Nahe, de quien adquiere el nombre esta D.O; con una relativa juventud y de carácter totalmente familiar. Dicen que no siendo la más prestigiosa, es de las más emergentes y personales de los últimos años, algo que sin duda certifico tras destapar dos de sus vinos básicos por así decirlo; dos tentempiés perfectos para calibrar de manera un tanto cruel, en que difieren los Dönnhoff (del que todavía guardo otra botella para volver a testear) con un productor de incipiente rebeldía. Tras este proyecto se esconde un matrimonio, que junto a sus dos jóvenes hijos (Frank y Anja) elaboran un amplio catálogo de blancos con un hilo argumental bien diferenciado, que va desde jóvenes y afrutados, dulces, rarezas; hasta sus joyas de viñas más viejas o sus tintos Pinot Noir de nuevo cuño.



De las parcelas tipificadas como Halenberg donde en algunos casos las viñas se aferran a terrenos donde la pendiente puede incluso llegar al 70%, se cosecha este Riesling Mineral. Sobre el papel y si no se deja oxigenar y atemperar puede parecer un primo hermano del Lenz, por eso remarco e insisto en lo importante que es no exceder de frío a estos vinos o beberlos súbitamente sin dejar que respiren y se vayan transformando; algo especialmente importante si no quiere acabar defraudado por estos vinos.
Como decía, estos dos vinos pueden parecerse: Comparten precio, añada, personalidad, y zalamería. Pero son realmente distintos, de echo uno junto al otro comparte fruta, cierto punto de exotismo pero no acidez ni tiempo requerido para abrirse; mientras el Mineral tiene una entrada donde destaca como bien definido queda su nombre, el Lenz se desmarca con un final ligeramente amargo.
Evidentemente todas ellas son sensaciones que se dan desde su primer envite (sin dejar que respiren demasiado) hasta que se consume el otro ½ de la botella días más tarde. De echo el último ¼ de Lenz se ha consumido pasados 15 días, y créanme que vale la pena hacer ese experimento con un Riesling Alemán porque uno puede estar bebiéndose hasta tres vinos diferentes.

En el Mineral podemos encontrar una nariz intensa, aunque juegue en su contra el echo de ser un vino bastante más cerrado que su compañero. Con el paso del tiempo veremos que esos perfumes de los que hablamos van aflorando: Los cítricos, los minerales (mármol blanco, la pizarra, el cuarzo). En boca es toda una sensación curiosa puesto que para ser un vino sin barrica alguna, además de soportar el paso del tiempo con mucho temple aporta sensaciones inigualables en cualquier Riesling sea del país que sea. Un final ácido y duradero acaba de dar el exquisito equilibrio a este pálido blanco de discreta graduación, ojo porque son peligrosos y muy adictivos. 
 
Y que nos da el Lenz para decidirnos por uno u otro?? Sobretodo que es un vino de un beber tan franco en su evolución en la copa, algo irresistible. No pierde las señas de identidad de este productor (Mineral y salinidad que recuerda al Maldon o a la Flor del Himalaya, esa sensación equívoca de dulzor y fruta), pero son los Melocotones y cualquier derivado: Nectarinas, albaricoque, algo de pera ¿porqué no? Los que ensalzan tan brillantemente a este maravilloso blanco, de momento uno de mis preferidos junto a aquellas dos botellas de Zilkien Saarburger Rausch Kabinett que han pasado por mis labios, y que no logro borrar de mi recuerdo.


Y con esto rubrico ésta mi pequeño aporte a los Riesling Alemanes, insignificante en mis menguados conocimientos, y demasiado espesa en cuanto a proposición de enmienda. Este Verano en el que estaré dando la vara hasta finales de Agosto, me había propuesto firmemente abreviar las entradas para no sofocar en demasía a todo aquel que quiera mitigar el aburrimiento delante de una pantalla. Pero como tengo el incorregible defecto de ser incapaz de sintentizar en letra y acertar en mensaje, la cosa va así.
Por estas fechas me imagino que muchos de vosotros estaréis por cosas más importantes que sentaros ante el ordenador, yo sin embargo me he marcado algunos propósitos que no se si cumpliré: Continuar comentando aquellas canciones que merecen algo más que una mera subida al Facebook, reseñar el resto de vinos (refrescantes) que caigan en mis manos, y subir una Playlist de final de Verano... Sí, se que lo normal es ponerla antes por aquello de expandir el corazón en pos del Verano eterno, pero como soy un cabroncete incorregible; la mía será de terapia postveraniega.
Ya saben, siempre y cuando los astros se alineen.

SEAN FELICES!!

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miércoles, 10 de julio de 2013

CANCIONES QUE NOS SALVARON LA VIDA. # y va una: Que nos va a pasar_ LA BUENA VIDA(2001)



El camino a casa al salir del cole era corto, pero suficiente para seguir con la mirada y en la distancia sus gestos al mínimo detalle: El calzado que usaba, sus ojos, la timidez que creía compartir, su largo pelo, el blanco inmaculado de su piel, y hasta podía contar sus pasos hasta el primer cruce. Allí se perdía calle arriba hacia un punto indeterminado del barrio, no sabía donde vivía tan solo lo imaginaba; el mejor ejercicio posible cuando ni tan siquiera me había atrevido en todo ese tiempo a cruzar palabra con ella, dulce opiáceo la imaginación para tímidos y cobardes.

Dicen que siempre hay una mujer en la vida de todo hombre y no necesariamente la Madre, o la pareja con la que acabamos compartiendo la vida. Las mías fueron en la mayoría de los casos imaginadas, no por la ausencia de la persona si no por la ausencia de relación física, contacto casual; a veces ni tan siquiera por la sospecha de mi existencia. La ignorancia es en muchos casos la condena más dolorosa a la que se puede someter a un ser, por vil que parezca. Pero la mía era ya cultivada desde bien pequeño, vivía con cuatro bajo mi techo pero me asustaba relacionarme, por eso quizás, llegué hasta los once años con tan solo tres amigos contados.
Recuerdo que pasaba las horas muertas mirando tras la ventana del comedor, el otro extremo de la ancha avenida que dividía el bloque de pisos donde vivía, de un imponente rascacielos de quince plantas que emergía recién construido al otro lado; en aquellos años, todo lo que superaba cinco y ocho plantas era bautizado como “un rascacielos”: Una gran construcción para hacinar gentes venidas de todos lados en las ciudades dormitorio de la periferia Barcelonesa.
Por ella miraba absorto a dos niñas con faldas plisadas a cuadros y calcetines altos como los de aquellos uniformes de colegio privado, por donde se descubrían sus rodillas. Seguías subiendo hacia arriba, y veías girar sus cinturas al ritmo del Hulahop todos los días durante interminables horas: Sus largos cabellos se agitaban a ritmo acompasado, y yo a una distancia prudencial de doscientos metros, donde la imaginación acaba de completar lo que el ojo no ve; podía estar horas y horas contemplando la hermosura de aquellas niñas. Una de pelo ondulado castaño y de estatura mediana, la otra de la que estaba perdidamente enamorado, alta con una deslumbrante melena rubia de aspecto nórdico.


Con los años descubrí que su belleza no era tal y cuando alcancé la edad para pisar una discoteca, resulto que la llamaban “La Schuster”. Puede parecer gracioso pero por tal que así fuera y su belleza tan solo residiera en mi imaginación, esos momentos de enamoramiento infantil seguirían ahí durante años; ocupando un espacio grato del recuerdo. Así es el amor y el desamor amigos, un sentimiento que brota sin previo aviso y que nada entiende de cordura ni de sensatez. Y por más que nos produzca angustia y desazón, esas mismas sensaciones de sudoración espontánea, de cosquilleo en la boca del estómago, de amargura al no ser correspondido o al desaparecer para siempre; aunque creas que esas mismas no las volverás a sentir del mismo modo en la vida, las añoras y las deseas fervientemente.
Lo cierto es que en el amor, en el deseo y en todos esos sentimientos que se nos manifiestan a lo largo de la vida; aquellos que por su intensidad jamás creímos que existieran y que nos suben hasta el cielo o nos descienden hasta la mismísima mierda, todos ellos; tienen algo que los ensalza con creces: El recuerdo aletargado en nuestra memoria, que se vuelve a revivir con la melodía de una canción.




No se si sería del todo correcto hablar de canciones que nos salvaron la vida. Pero creo con casi total certeza, que si bien es uno mismo el que debe asirse al salvavidas con decisión; las canciones ejercen un efecto de conmutador único.
Así lo hacían sobre mi, las canciones de LA BUENA VIDA; por paradójico que parezca el nombre de la banda Donostierra en cuestión. La primera canción que me asaltó fue a los 25 años. Por supuesto en esas fechas mi corazón ya no sufría de enamoramientos imaginarios y no correspondidos. Magnesia además, no era desde luego su canción más emotiva; puede que inocente y malévolamente romántica, pero no su canción más emotiva.
Sin embargo, la discografía de esta delicada banda junto al recuerdo de la trágica desaparición hace unos años de su primer bajista (Pedro San Martín) si que puede presumir de ser de las pocas, por no decir la única, que me a hecho revivir a lo largo de mi madurez los recuerdos más íntimos y celosamente guardados ahí abajo, en lo mas profundo. Aquellos que nos hicieron descubrir por primera vez como se siente el amor o el sufrimiento que tantos aspectos comparten. Y no hablo evidentemente del amor pasional y desmedido que tanto se acerca a la felicidad demente, no. Los tímidos no sabemos amar así, tenemos demasiado terror al ridículo y preferimos guardarnos nuestras locuras para nuestros adentros, no sea que por el camino perdamos la compostura.
No quieran saber lo que es no saber articular un sentimiento y tener que guardarlo hasta que se acaba pudriendo ahí adentro. Pero bueno tampoco es cuestión de revolcarnos con nuestras amarguras personales y centrémonos en la canción en cuestión.


La Buena Vida es de aquellas bandas que vistas en la lejanía y sin el más mínimo interés por profundizar en el hilo argumental de prácticamente toda su carrera, pueden parecer ñoños, cursis, terriblemente lastimeros, y aburridos muuy aburridos. Supongo que eso se debe a que son letras y música, dos aspectos los suyos que van ligados a una sensación general de desencanto, frustración, y recreación de aquello que llamamos Romanticismo; ya se que generalmente renegamos de ese tipo de atributos pero... no me jodan ¿jamás se han sentido así? Imposible!!

Enamoramientos, rupturas no solo de parejas, también de amistades e incluso añoranza por los recuerdos nos asaltan en los momentos más bajos o que incluso recreamos a posta para llorar por dentro sin más. La fragilidad de sus hilos argumentales casi siempre unidos a nuestros amores más verdaderos, puros y virginales, los de nuestra infancia y juventud. Aquellos que añoramos por fugaces e intrascendentes que parecieran , pero que en el fondo estamos deseando revivir a la vuelta de la esquina.
Que nos va a pasar” es una canción tremendamente triste, pero a su vez necesaria para pellizcar algo que con el tiempo va desapareciendo; la sensación del dulce sufrimiento, por peligroso que resulte dependiendo del momento de nuestra vida. Como podría haber escogido “HH:MM:SS” total , Hayeluah!/2001 y Álbum/2003 fueron dos discos que resultaron tan vitales para el Pop de corte frágil que abanderaron bandas como La Buena Vida, Le Mans, Family etc.
Pero de la misma manera que una pérdida te induce a recrear el momento una y otra vez; ese recuerdo que se visiona en la cadencia de algunas canciones. Igual que tras la muerte de mi padre no pude dejar de escuchar durante semanas aquel “Hurt” que versionaba Johhny Cash...
De esa misma forma, uno es incapaz de evitar dejar los recuerdos y los sentimientos en manos de las caprichosas melodías que se soldaron en nuestra cabeza en forma de caja de zapatos.

Las canciones surgen de la naturaleza humana como algo metafísico al que no se le puede atribuir en cualquier caso ningún aspecto técnico, por lo menos así lo creo yo; las puedes analizar, diseccionar, catalogar, e incluso ensalzar pero jamás las puedes explicar como un producto fabricado para fin alguno.

 

domingo, 7 de julio de 2013

DENGUE FEVER Sala Apolo 2_ 03/07/2013 CAMBODIAN CONNECTION!!




DENGUE FEVER se puede llegar de distintas maneras: Por ese deje marciano de algunos de sus temas más occidentales, por el exotismo de sus ritmos asiático psicodélicos, o simplemente por el gancho de escuchar algo que ni en tus sueños más remotos pensarías que te atreverías probar. Pero lo que es absolutamente irrebatible; es que la banda Angelina gana tanto sobre un escenario, esa desproporción entre su enorme bajista y la rutilante Chhon Nimol.
He aquí la crónica demasiado larga del concierto, con bastantes días de por medio e intentando desentramar el secreto de su hechizo ; pero nunca es tarde y poco si la dicha es buena.


Ya sabéis que pocos son los conciertos que comento en caliente salvando contadas ocasiones: Sueño, cansancio, trabajo, y un calor soporífero que te engarrota cual veneno de Viuda Negra tienen la culpa. Y la verdad es que sería una indecencia dejar de relatar o desvelar lo que me llevó a presenciar, la que creo es la segunda visita de esta genial banda a nuestro país.
Cuatro años contaba Chhon ayudada por el resto del grupo y haciendo no con menos dificultad, memoria sobre lo que los llevó a Barcelona cuatro años atrás. La verdad que cuesta situarse en ese extraño contexto en el que DENGUE FEVER publicaron fuera de EEUU de la mano de REAL WORLD, el sello de Peter Gabriel. Sobretodo y básicamente por mi desconocimiento de dicha banda; subsanado hace dos años y empujado por la banda sonora de Jin Jarmush en Broken Flowers/2005.
Esa Road Movie memorabílica y el hilo musical que acompaña todos los trayectos por carreteras Americanas debió de ser sin duda, capital y revelador; pues gracias a él llegué a dos pilares importantes en esto de intentar comprender la música desde las raíces multiculturales que se engloban en nuestro ancho planeta. Con Mulatu Astatké y Dengue Fever se han vuelto a despertar; años atrás ya lo hicieron Nusrat Fateh Ali Khan, Goran Bregovic, Dead Can Dance, o Lorena McKennitt. Y con los años siento que no hay mejor manera de expandir la mente y mejorar la capacidad de perspectiva musical, que profundizar en los distintos aspectos de la música Global desde sus mismísimas tripas; por mal que suene este adjetivo.


DENGUE FEVER puede que sea muy probablemente, de esas bandas que hacen de nexo entre el Folklore que impregna aquellos países que escapan de las entendederas de todo buen amante de la música actual; y que por otro lado esa parte de los ingredientes base de la música de siempre: El Surf, el Pop, Rock & Roll, la Psicodelia, los ritmos de Guateque tan Kisch (Big Beat, Bogaloo, Easy Listening...). En ese trayecto es inevitable desplegar un puente entre aquella introducción musical en el circuito Americano de los 70, con el Jan Peneh-Ho de Mohamed Rafi en el film Indú “Gumnam”. Y ese extraño atractivo que siempre ha despertado en los círculos más subterráneos de la cultura Anglosajona, la comunión musical más profunda entre su emigrantes venidos del Sur de América, o de tierras Asiáticas y el Rock... Tito & Tarántula, Pitzzicato Five junto muchos otros, podrían ser otros ejemplos recurrentes. Pero la banda Californiana tiene algo que la hace particularmente distinta, emocionante, y sumamente arriesgada: Su intrepidez a la hora de ir a buscar los ancestros musicales de Camboya, donde el KHMER ROCK ya era un género en los 60. Y que se relata con todo detalle en el documento gráfico de “Sleepwalkinng Through the Mekong” dirigido en el 2007 por John Pirozzi; donde se revive a Sin Sisamouth y Ros Serey Sothea, mecenas del Rock Camboyano asesinados por los Jemeres Rojos.
 
En su forma de cocinarlos son pocos los rasgos de pastiche edulcorado para especies mojigatas y acomplejadas, al contrario; en su esencia se pueden oler y saborear los Currys de diferentes tonalidades, el perfume del coco, y la intensidad de la cúrcuma. Tan solo basta con echar un vistazo a sus diez años de carrera y a la progresión en los seis discos que llevan hasta el momento. Vaya que no son primerizos y sobre el escenario no solo es lo primero que se aprecia, si no que además lo transmiten como aquellos que giran por el mundo, sabiendo que cada concierto es una oportunidad inmejorable para impregnarse de otras culturas, mientras explican su historia en forma de impulsos musicales.


Así que temeroso por la decisión de acudir a uno de esos espectáculos en los uno no sabe muy bien a que se va enfrentar, me envalentoné. No solo me envalentoné, si no que además me vendí como una vil perra en la labor de buscar cómplices para la aventura: Un compañero de trabajo y mi pareja, quienes tan solo había oído un par de temas; los que suelen conectar más directamente con propios y extraños: “Cement Sleepers” con ese inconfundible aire a B52's, y “10000 Tears of Tarántula”, que con una espiral entre lo Psicodélico y lo Marciano hace caer en una espiral sin fin al más pintado. Porque sepan que aunque tengan un par o tres de temas que conectan de inmediato con un público variado, la auténtica prueba de fuego a la que se enfrenta el espectador; es esa arrebatadora e inquebrantable personalidad de la Asia profunda, con la que hechiza su pequeña solista de escaso metro cuarenta.


Así que lo normal es rajarse y ser incapaz de trasladar nuestras mentes de oyente al contexto cultural de donde Dengue Fever extraen su receta secreta. No es la primera vez que pasa, y la verdad es que nunca he llegado a entender porque hay ciertos públicos que chirrían cuando se le pide extrapolar, formar parábolas, y liberar ese encorsetamiento que sufre el Occidental. Cuando se le pide empaparse con el crisol de culturas tan contrastadas de las que bebemos, y con las que tan mal interactuamos.


Sin este detalle final, seguramente no tendría sentido este extenso y peñazo de preámbulo. Puesto que así fue como se enfrentó el escaso centenar de personas que nos dimos cita en Apolo 2; un espacio que se maneja con soltura en este tipo de caprichos que se da la sala, y que nos pone en bandeja cada mes en Barcelona. Pasadas las nueve y media salieron a escena un quinteto, del que se añoró ese rugoso Saxo tenor de David Ralicke y las tintineantes percusiones de Gordon “Nappy G” Clay; al cabo de diez minutos ya nadie se acordaba. Los hermanos Holzman armados con ese personal timbre Western/Surfero que emana su guitarra, tirando de mástil, “Cry babys”. Y su NORD STAGE 2, del que Ethan exprime los tonos y efectos más inverosímiles (Moogs, Farfisas, Hammonds, Korgs etc...).

La parte del ritmo: Paul Dreux Smith, pura faz de pasmado y concentración portentosa a la hora de manejar palillos y platillos; junto al Swing del gigantón de Senon Gaius Williams, con su bajo cargado de Groove. Tuvieron más que suficiente para desplegar un manto vibrante sobre el que Chhom Nimol se mueve como una diva en un Karaoke de su Camboya natal; en el papel de rutilante estrella y dueña del tempo del espectáculo. Un voz con un catálogo de agudos monumental y con un manejo de registros inverosímil, para una simple mortal de nuestros lares. Creo que hasta la fecha solo he visto a Björk manejar las cuerdas vocales con la misma destreza de un instrumento tan superdotado.


Su repertorio lo confiaron sobretodo en su último y más exitoso trabajo “Carnibal Courship/2011”, del que extraían su faceta más accesible y plural en temas como la seductora canción que abre y da título al disco, o el as guardado para el final de “Cement Slippers”. Pero fueron la contagiosa y kischThak You Goodbye” que inflamó los aledaños del escenario con fulgor disco digno de los mejores Saint Ettienne, y que junto otras más antiguas: “New Years Ever”, “Today in learnt to Drink”, “A-Go-Go”, o “Pow Pow”; revalorizan el paradigma que existe entre el Folclore de los 60, la pista de baile y la infección contagiosa que invade a quien se precie, cuando confluyen algunos elementos bizarros de nuestra memoria con la efectividad de los 60; y claro ya no hay quien pare.


No es que vayamos ahora a obviar esa faceta más llamativa de Dengue Fever porque es parte innegable de su personalidad, pero es imposible dar la espalda al influyente aroma que desprende Chhol en su personal homenaje a la hora de interpretar a algunas de las mayores féminas que florecieron en los 60: Petula Clarck, Shandie Shaw, Conei Francis, The Ronettes... Como también es indiscutible el exótico colorido de la cultura musical Camboyana que ejerce su vocal en casi todas las canciones como es el ejemplo de “Uku”; lo que hace difícilmente etiquetable en un género concreto su estilo, no, no es tan fácil como decir que hacen Khmer Rock, Surf, o Pop de los 60. Dengue Rever añaden nuevos ingredientes a su repertorio sin ni tan siquiera afectar a su marcada personalidad, y en definitiva son únicos en su espécimen.


En el variado abanico con el que nos sacudieron el pasado Miércoles, se pasearon por la Psicodelia más Marciana, por el Rock & Blues Americano, el Surf y el Western, los pasajes más espirituales de sus raíces musicales, el Easy Lestining, el Pop de salón o porque no, el Punk de Dead Kennedys , donde pueden verse reflejadas algunas reminiscencias de aquel “Holidays in Cambodia” del 80. Basta con escuchar su descomunal reinterpretación de "1000 tears of a Tarántula”con el que cerraron la noche, que cobra un aspecto más fiero en su versión del 2013, para dar cuenta de lo que les divierte deambular y sacarle punta a estilos tan aparentemente antagónicos . 

Seeing Hands”, “Hold my Hips”, junto a “Durian Dowry” que se balancean entre el Jazz étnico, y el Beat de los 60, o los jugosos duetos que nos ofrecieron dos de las canciones que más te atrapan por ese aire sesentero que inunda todo su repertorio: “Tune Phonecard” o “2012 (Buy our heads)”; hasta el equilibrista Dub de “Only a Friends”. En definitiva más de hora y media de lo más productiva e infecciosa donde repsaron algo más que sus tres últimos trabajos, un verdadero baño fresco de simpatía y entrega sobre un escenario; de una banda que argumenta su particular imaginario sobre la música global, con una efectividad sin igual.
Al acabar y como suele ser habitual cuando tienen oportunidad de girar allí donde los llaman, bajaron a charlar con el público y compartir unas cervezas. Algo que los honra y los hace así de directos en su mensaje y en su forma de interactuar con el público asistente, al que hicieron en todo momento partícipe de su forma única de vivir la música.


Son estas oportunidades que nos brinda la vida para abrir orejas y mente como aletas de Lagarto de Komodo y captar lo que viene del más allá. De ese sitio donde no hay tendencias ni paripés y donde tan solo, la música en vivo y nuestro instinto, consigue eso que solo se da en pequeños espacios: Romper la barrera que separa el artista/creador, del receptor o masa corpórea que recubre a un ente que a menudo solo busca sacudir su espíritu.