Dirán que
la mayoría de criaturas, cuando se avecina lo inevitable: El primer
día de curso y ese insoportable olor a goma de borrar doblando la
esquina, o el hedor a madera de los lapiceros baratos; que se te
metía hasta el santo cerebro (esto igual ha cambiado la
informatización de las aulas, pero da igual).
Como decía:
Igual la mayoría no duerme esa noche, o se les sube el estómago
anudándoles la garganta. Probablemente muchos sean incapaces de
controlar su esfínter, y hasta se descompogan.
Pero luego
están los otros (que también son bastantes). Los que se despiertan
una hora antes; pero de pasión e impaciencia. Los que no esperan a
que el curso arranque, sino que dan por sentado el inicio pistola en
mano. De esos -aunque yo fuese de los cagaos que no comía dos días
antes del cole- Ahora que ya se lo que me gusta y tengo esa condición
por el poder que me otorga la madurez y el no dar explicaciones a
nadie. Me he dado el gusto de iniciar un excitante Otoño de
conciertos. Con uno de esos, que más que certificar mis gustos y
claras preferencias, escarba en mi innata curiosidad por no poner
límites a los puñeteros y esclavistas “hábitos”.
Ya saben.
Eso que cultivamos toda la puta vida pensando que nos proporciona esa
falsa sensación de seguridad, pero que al final se convierten en
rutina, y cárcel en vida.
El primer
disco que cayó en mis manos de esta menuda Angelina de origen
Mejicano: ONE SECOND OF LOVE, del 2012. Fue revelador, más
que por el sonido global del álbum, por una canción en concreto:
“No I Don't”.
Una señal
clara e inequívoca, de que tras su primera apariencia aterciopelada,
sensual y hasta cierto punto mainstrean. Se escondía un basto
territorio donde sumergirte, y no salir indemne.
En los
cuatro años siguientes que se dio, hasta la publicación de su
tercer disco. Hubo tiempo para pensar que en el camino se han quedado
esas aristas de electro negro, que salpicaban aquel disco. Que
irremediablemente se ha vuelto blanda, cómoda y algo autoindulgente.
Pero tras
verla sobre el escenario a pelo. En un concierto de tan Petit
comité. Que solo éramos una cincuentena en la ciudad de Barcelona,
con el misma curiosidad y valor para zambullirnos en su idealista
discurso. Solo me queda una respuesta por conclusión: Nos falta
arresto, y andamos sobrados de exceso de autoprotección.
Posiblemente por eso que decía antes: La seguridad y confort que te
dan tus gustos, o te convierten a la larga en un burgués de las
santas tradiciones, o en un ser superficial que va donde dijo
Vicente.
Es una
opinión, faltaría más. Pero siento que nos queda esa sorpresa
inesperada de mirarnos al espejo, y sentir la estupefacción de
perder las formas.
Ramona
Gonzalez en toda su pequeñez y aires de diva de periferia. Dio este
pasado Martes en un escueto set, más pruebas de versatibilidad y
creatividad funcional. Que cualquier experimento verbenero o pecado
de presuntuosidad; ya sea del material estándar que se cocina en la
actualidad, o del más sacrosanto de los músicos que nos empeñamos
en mitificar. Hecho fácil, al momento, instantáneo. Sin ni tan
siquiera obcecarse con presentarnos su último e interesante disco,
en una batalla teutónica y perdida de antemano.
Más que
nada, porque ella sabe mejor que nadie, que su material da para
infinidad de puestas en escena. No en vano, su poso callejero y
heredado del Hip Hop, retroalimenta y mucho su actitud sobre el
escenario. Solo que para su bien, sus canciones beben de muchísimas
cosas más: Un Funk vestido de Soul exquisito que campó sobretodo a
sus anchas. Pero también de la esencia electropopera de los 80 esa
que descubre que su música, no solo evidencia ese R&B que
siempre se cita, sino de una base electrónica orgánica capaz de
adaptarse a su voz igual que lo hicieran Massive Attack en los
mejores momentos del Blue Lines.
Y algo que
la hace única y creo que es lo más importante: Su virtud y talento
especial para normalizar estilos musicales que normalmente la escena
musical acaba estandarizando, incluso convirtiendo en una parodia sin
alma.
Una hora y
poco más que recorrió su principales temas yendo al grano; los
caprichos del PS como promotor así son, para bien o para mal.
Acompañada de su fiel escudero Damon Riddick: Un virtuoso de los
sintes multiplicado por si mismo. Y con ella combinando micro, un
pequeño teclado y sus dotes para ejercer de dulce portavoz.
Con un
entusiasmo propio de quien se siente cómoda en los espacios
reducidos, pese a que su música por expansión bien podría
convertirla en otra de tantas. Dicharachera, bromista y emocionada
por su primera visita a Barcelona. Nos dio una lección de
profesionalidad y pasión para tomar nota; teniendo en cuenta el
escaso público que vino a verla (cincuenta sin exagerar, más dos
turistas que por allí pasaban). Como lo cuento.
Por suerte,
los pocos que habíamos: O éramos ávidos y aventureros, o
incondicionales; 50, insisto. Tampoco creáis que para que la cosa
funcione se necesitan muchos más. Con salas repletas he visto más
vida en el museo de cera de la Rambla.
Sonó “In
the Nite”, el corte que abre con sensualidad su último
trabajo e inmediatamente “The Answer”: Una de las
joyas más orgánicas y flotantes, que a todos nos puso en unísono
balanceo. Dándose la mano con “Wo Ho” y entrando
directamente por faena en una juguetona pieza de esas que campan por
sus varios Ep's “Want you Back”: Un cambio de
registro en pleno éxtasis Funk que nos llevó de viaje a esos años
locos del Studio 54 y las diabluras de David Mancuso, con una cover
de Nite Funk en su estrecha colaboración con Dân Funk a ritmo de
“Let Me be Me”.
Volvimos a
levantar el vuelo con la íntima “Part of Me”,
basada en una de los primeros escritos de una Ramona adolescente.
Pero sin descanso ya y con la química hecha, era cuestión de tiempo
la vuelta a bailar. “I Don't Know” saltarina y la
maravillosa y escondida “Nowhere to Go”; un tema
perdido en los bits del Gran Theft Auto V. Luego “2 Good 2
be True” que abría aquel primer gran disco que nos la dio
a conocer. Y a vueltas con el sonido Mantronix de “I Confess”
de Omar-S y otra versión más, esta vez de Janet Jackson en una
emotiva “Let's Wait a While”.
Para acabar
recuperó el pulso con “What Did He Say” sin
renunciar a sus inicios de aquel desconocido debut del año 2009. Y
nos acabó poniendo en órbita con una espectacular versión de su
“Running out of Time”. Más propia de Future
Islands o de un clásico del Synthpop de los 80, que de su particular
forma de interpretar el R&B, el Funk fibroso y depurado con todas
sus negras y electrónicas referencias.
En realidad,
bien pensado, son más las analogías que la distancia que separa a
todos estos géneros. Porque hay más hilos conductores que los unen,
que los que los separan. Al final solo es cuestión de no huir
despavorido cuando es la sensibilidad por encima de los medios, la
que hace grande la música, la creatividad y la libertad para avanzar
y retroceder sin importar el tiempo.