Antes
de que la sensación de ser y estar en… Por ejemplo, el 2021. Sea tan real y
verdadera como para que todo nos llegue hasta las rodillas. Y sobre todo, antes
de hacer las maletas sin ordenador, ni más tecnología y logística que la de un
móvil y dos mudas.
Antes
de partir para el extremo más lejano de la península, donde el Guadiana suelta
y lava sus melenas en el Atlántico. Y desenchufarme durante tres semanas.
Antes,
voy dejar constancia de mi primer vial del año. Mi primer cojín donde descansar
mi esqueleto crujiente y dejar los pensamientos en punto muerto; ¿lo habéis
probado alguna vez? Es tan… reconfortante, y de encefalograma plano.
No
creáis que tengo prisa alguna por pasar lista a las nuevas incorporaciones del
curso: - Hola Mikkel!! – Hola Tobias!!
– Hola Emil, majo!!- Que tal las
vacaciones Frederik, ¿como van los callos de tus manos? Que hermosas
criaturas.
Cuando
lo cierto, es que ni me sé de memoria los nombres de algunos del pasado año. Y
todavía me sale alguno de debajo de algún pupitre, para mi sorpresa y mirando
por encima de las gafas. Que no sabía de su presencia, ni de su existencia, o vibrato
vocal.
Pero,
aunque sea cada vez más, la pereza que me provoca la exclusiva, titular y
velocismo en que se ha convertido esto de las redes,y los medios por así decirlo ¿alternativos?
(espera que me da la risa y se me escapan los puntos).
Creo
estar en la certeza a la primera de cambio desde hace mucho tiempo. En la
prometedora grandeza del regreso de este joven cuarteto de la costera Aarhus
(Dinamarca).
Y
me ha dado mira tú, el requetequeté de escribir en caliente y con apenas
tres escuchas en bucle de este genial:
ONGOING
DISPUTE
Es
su segunda puesta de largo en cinco años: Un trabajo que dista… eso: pues cinco
años para hablar claro estilísticamente hablando. Y un crecimiento a base de
pasar penurias económicas, entrar en crisis creativa, y estar a punto de
disolverse. Digno del tópico más manoseado y sudado del universo: - “se
hicieron a si mismos”.
Pues
sí familia, está claro que el pasarlas canutas o toparse con la cruda realidad,
hablando así en clave de “chunguez”. Es lo que te encuentra contigo
mismo -debe ser de calentarte la cabeza- y…. una de dos:
O
te acabas sumiendo en la miseria más profunda y negra de la vida. O te impulsas
como un barquito de papel, corriente abajo y sorteando con agilidad patuscos,
rápidos, y simas; aplíquese también al día a día de cada uno y una.
A
YUNG
les ha pasado lo segundo. Y tras conseguir proyectar la curiosa variedad de
estilos musicales que aman cada uno de sus miembros; a cuál más distinto e
incompatible. Les ha quedado el disco más empastado y fibrado que os podáis
imaginar. Una puta locura oyes.
Un
disco que mira directamente, sin miedo ni vergüenza, al otro lado del Atlántico;
Yung no suenan como una banda británica, y mucho menos nórdica.
La
banda de Mikkel Holm Silkjær; su vocalista y
principal letrista.Te pueden recordar
en sus inicios a los primeros Splashh, Wavves…(totalmente recomendables
también)
Pero
es una evidencia que los cinco años de inactividad y el replantearse como
gestionar las influencias de cada miembro. Junto a la duda existencial de
continuar o mandarlo todo al carajo al borde de la ruina, tiene su magia;
bendita sea entre todas las casualidades.
Y
en ONGOING DISPUTE podemos encontrar así de primeras a: The Twilight Singers,
Cloud Nothings (porqué no), AC Acustics, The Somatics, Buffalo Ton e incluso
con cierta similitud a la carcasa de las canciones de los Killing Yoke.
Y
ya sé que es un agravio elogiar un disco por sus, entiéndase, parecidos
razonables. Pero en fin, no puedo evitarlo cuando en el fondo, no intento compararlos.
Sino agradecer que las nieves, el deshielo tras el sol y las ventiscas, nos
devuelvan bandas de las que estamos ciertamente necesitados.
Y
que sean en clave de indie-rock con pulso y flexibilidad, tanto mejor.
Un
álbum donde ciertamente, se pueden palpar los momentos de hecatombe emocional.
En forma de textos cargados de melancolía, dolor, y desdicha. Y pasados
disimuladamente por ese filtro del desamor y la juventud perdida, más
idealizados con el Pop de The Smiths, Joy Division, o The Wedding Present, que
la primera impresión que nos pueda transmitir su sonido.
Aunque
me perdonaran, pero seguramente sea esa la magia a la que me refería. Cuando
Pop y Rock se diluyen tamizados y con grano fino, como los magníficos híbridos que
fueron The Replacements.
“Autobiography”
abre el disco disponiendo los tres acordes mágicos, en una oda a la redención
que se contorsiona y juega al despiste. Pero que a mi me recuerda una
barbaridad a mis añorados DESERT HEARTS, y en fin… Fue lo primero que me
hipnotizó.
Llega
luego “Lust and Learning”, como aquellas muecas de Black Francis
en solitario: Redobles de pop de guitarras hermoso, invitaciones a balancearse
como en un vals angelical... Buscas con los brazos y a tientas, pareja de
baile. Es una gozada, donde cuentan una historia pequeña de su pueblo, y donde Yung
descubrieron la química como banda, pese a sus diferencias.
Quizás
de inicio puede que no entiendan esa conexión con el emogrunge del que
les hablaba al principio.
“Progress”
seguro que despejará cualquier duda, apareciendo en escena Overseas, y aquella
rara avis de The New Year/Pedro the Lion/Centro-matic. Aunque su exuberante
lírica narrada contenga muchísimas cosas que ya se entretendrán ustedes en
descifrar; me cuentan si eso.
Momentos
errantes como “Dismantled” puede que hasta invoquen a Seventeen
Seconds; no se asusten, en esencia tan solo.
Pero
es un poco todo eso que consiguen aunar sin pretenderlo; pues ya digo que sus
orientaciones musicales no pueden ser más dispares. Y el maravilloso conjunto
que han conseguido es el mismo que pasar un sábado en un parque de tirolinas:
Puro disfrute, y vértigo sin parangón.
“Above
Water” viene a ser la primera y más evidente cima del disco:
Dicen, porqué aquí que la esencia de los Killing Joke tomó forma de aparición
mariana, siendo el único punto de no-discordia entre los miembros de la banda.
Aunque tampoco tienen demasiados apuros en dejar que el lado más Popero y
luminoso, los salpique de purpurina en “Such a Man” con un
magnífico resultado.
Yung
se salen un poco de cualquier parecido razonable con lo que ahora se viene
publicado. Y precisamente sea eso lo que nos emociona a los veteranos;
veteranos con patucos, pero veteranos al fin y al cabo jajajajaja
“Hose
it Off” cura de un hostión cualquier duda; la
intensidad está servida.
Con
esos golpes de mar en toda la cara y la arena de Poniente picándonos en la
espalda. Es como si Afghan Whigs emergieran de la era de Gentlemen, para hacernos
trepar a golpe de vergajazo.
Y
desde allí arriba, oteas con las nalgas ruborizadas: Hacia atrás la enorme
colección gritando – Say, what`s on your Mind!!. Y hacia el final,
saltado sobre las notas de “Unresolver”: Un pequeño subidón para
que el desenlace sea lo suficientemente duro, como para reponerse de “Friends
On Ice”; Una de mis debilidades de este precioso y emotivo disco:
Díscola, poética, melancólica…
Una
tremenda canción para cerrar un gran disco para este inicio del incógnito 2021.Y
que seguramente estará a finales del mismo como uno de mis grandes. De hecho,
ya lo es.
ONGOING
DISPUTE fue grabado en dos sesiones en el Dreamland Studio de Hovvej, con Neil
Robert Young a los mandos de la producción y mezclado por Mathias Bang.
YUNG
son: Mikkel Holm Silkjær a las voces, guitarra y letras. Tobias Gulborg Tarb al
bajo, Emil Zethsen a las guitarras, Frederik Nybo Veile a la batería.
Magnífica
manera de resarcirse, la de este joven director estadounidense de origen
nigeriano. Con el inteligente enfoque que le ha dado, a un tema tan delicado
como es: El de los dramas familiares y sociales en el ámbito de la educación. Y
la manera que tiene la sociedad actual, de diseñar lo -en teoría- correctamente
y moralmente aceptable.
No
solo por la riqueza de variantes. Sino por el grado de suspense que rodea a
esta fabulosa adaptación a la gran pantalla.
Chapeau!!
A
Julius Onah lo conoceréis por The Cloverfield Paradox: Un encargo de Netflix
para perpetuar aquella idea que se gestó en 2008 con Monstruoso (bastante prescindible,
por cierto). Y que tras la que para mí es, la mejor idea con Calle Cloverfield
en 2016: Un ingenioso y minimalista scifi de bajo presupuesto, y excelente
potencial de intriga con apenas John Goodman y Mary Elizabeth sobre un decorado.
No
es que le vayamos a tener en cuenta el nefasto resultado al pobre Julius. Pero
la última, de esta especie de franquicia mal llevada; pues la relación entre
cada película no hay por donde cogerla. Es el peor lastre que puede arrastrar
un joven director; si es que sois de los que os veis las pelis siguiendo el
legado de los mismos.
Que
no es mi caso, pues yo me vi Calle Cloverfield sin tener ni idea de la relación
con Monstruoso; ya os lo advierto. Aunque admito sí haber tenido la mala idea
de ver Cloverfield Paradox a sabiendas que sería un mojón. Pero con ese punto
de masoquismo de que: - Sabes que no es buena idea hacer una continuación de
una genialidad como Calle Cloverfield 10; más que nada porque la propia
genialidad es desligarse de la franquicia.
-
¿Qué coño tendrá que ver Paradox con la anterior? nada.
Además,
es muy muy mala y ya lo intuía, joder.
Pero
vaya, no sé porque narices os cuento esto ya que como os decía: Yo no soy de
los que veo las pelis por sus directores y antecedentes. Y es justamente lo que
me ha pasado con Luce.
Que
os lo cuento, pero a modo informativo y ya está, ¡¡hala!!
A
lo que iba:
Luce
no tiene absolutamente nada que ver con lo anteriormente citado.
Aquí,
es como si Julius Onah hubiera vuelto a nacer.
Y
en un mano a mano con J.C Lee (autor de la obra de teatro), han tenido a bien
proporcionarnos una película de aquellas que disfrutas plenamente, sin pararte
a pensar en lo esquelético de las sinopsis o etiquetas de género; que la
verdad, lastran la verdadera grandeza de la cinta.
Con
lo cual, también os digo que ese cúmulo de circunstancias no ayuda demasiado
para animarse a verla, y es casi un milagro de espeleólogo dar con ella. Salvo
el premio en Sundance que le dieron en 2019.
Se
describe como un drama social y de adolescencia. Pero en realidad, lo
fantástico de Luce es que se destapa como un universo poliédrico de matices,
ambiguas personalidades, enigmas existenciales, aristas a doquier, y un montón
de dudas sin contestar. Que el propio espectador se encargará de experimentar. Y
que desvelará prejuicios propios y ajenos, conforme avanza la cinta.
Luce
es aquel hijo modélico que toda madre querría tener: Estudiante brillante, compañero
modélico, excelente deportista, sociable y simpático, y con una oratoria y
desparpajo acojonante. Vamos una prenda de chaval, para unos padres (Naomi Watts
y Tim Roth) de carácter progre y culto que lo adoptaron con 7 años, de
Eritrea (véase guerra civil y niños soldado etc).
Hasta
ahí, todo perfecto; incluso tan sospechosamente perfecto, que uno podría
suponer una desgracia al caer.
Pero
tranquilos los tiros no van por ahí. Pese a que a los 15 minutos la historia da
un giro, cuando su profesora (Octavia Spencer) se preocupa por el cariz
de un trabajo sobre Frantz Fanon (un líder de guerrillas apólogo de la
violencia), y la coincidencia del hallazgo de unos fuegos artificiales
prohibidos en su taquilla.
Algo
aparentemente sin importancia y puramente fortuito, que nos podría hacer pensar
que es otra película de tantas sobre problemas con adolescentes, y de mimbres
raciales.
El
giro de la historia en realidad no es tal. Sólo que los primeros 15 minutos son
un preámbulo, y lo que sigue: El incidente que permite al director y guionista desarrollar
un laberíntico juego de dualidades. Y una serie de incógnitas sin ánimo de ser
despejadas, sino de generar un debate bastante controvertido a la par que
complejo.
Digamos,
que Luce es en realidad un thriller psicológico que escapa de la temática de un
thriller tradicional.
No
pretende asustar ni esperar un desenlace con culpables, víctimas, o juicios
morales. Pero pone en tela de juicio, muchas de las lagunas de nuestra sociedad
actual y lo inesperado que es el ser humano cuando se le somete a
condicionantes.
Todo
ello apoyado en una banda sonora a cargo de Geoff Barrow (Portishead), y
Ben Salisbury (exMachina, Aniquilación, Fuego Cruzado, La Licencia para
Matar de Black Mirror). De una tensión y oscuridad ideal en el desarrollo
de la historia.
Una
película que de cualquier otra manera, debería haber sido un fracaso por lo
ambicioso del tema que toca. Pero que es resuelto con un tacto exquisito y
maquiavélico por parte de Julius Onah y J.C Lee. Además de disfrutar de un
Kelvin Harrison Jr. (Monsters and Men, Llega la noche, Personal Assintant)
pletórico en la interpretación. Un reparto magníficamente explotado con ágiles
diálogos. Y hora cuarenta de película, repleta de infinidad de variables con
las que platearse serias y desquiciantes dudas.
Una
maravilla vamos. Relativamente fácil de visualizar en versión original
decentemente subtitulada, y en los canales habituales. Que gustosamente os
facilitaré si tenéis algún problema.