jueves, 21 de septiembre de 2023

¡YO NO HE SIDO! LIFEGUARD_CROWD CAN TALK/DRESSED IN TRENCHES 2022/23 Con Clos du Tue-Boeuf Touraine Pouilleux 2019

 



 

Sospecho que el revisar este verano la imperecedera MALCOLM IN THE MIDDLE con la prole. Está fraguando un precedente de amotinamiento a mí alrededor.

Lo noto, lo oigo, lo huelo.

 

Al contrario de la juvenil sintonía del Boss of Me de los The Might be Giants.
En el asedio que presiento, resuena más bien “17-18 Lovesong” o su desquiciada “Ten Canisters”, en plena abdicación; vete tú a saber si tiene algo que ver mí condición de cojo eventual.
Una canción, que igual que los pinchazos que electrifican mi gemelo y el isquiotibial. Para mi suerte, sus efectos han desencadenado esa extraña nostalgia del baile, la contorsión y el reflujo final de la juventud durmiente.
 


 

 

Mientras Kai Slater, Case Asher (retoñico de Brian Case/FACS) y Isaac Lowenstein corretean por las inmediaciones, con la precocidad (16/18 años) que les otorga esa especie de libertad de hacer del “error” una descarada y sana rebeldía. El reprochable juicio y reprimenda  al que somete cada una de las reseñas que salpican la red, en referencia a sus dos Ep’s. Recuerdan más a los alaridos que Lois Wilerson propinaba a Malcolm, Reese y Dewey, que al paternal consejo de Hal, su padre.

 

No en vano, su anterior y paralelo paso de parte de este mocico trío de Chicago por Horsegirl. Ya les otorgaba la ventaja, no solo de su juventud sino de un talento efervescente sin igual.
Así pues, he decidido aliarme al desbarajuste ahora que los medios días son míos y solo míos desde que voy a rehabilitación. Ya veis: Hay quien le falta con uno entero, y a mí casi que me sobra con medio.
En vistas de que carreras, lo que se dice carreras, no puedo dar tras estos tres.
Lo he intentado todo (metálico, las llaves de mi coche, algo de comida de esa que no tienen allí y hasta el preciado Aove que tengo bajo la alacena)
Pero al final.
Solo ha funcionado el vino y perjurar que les dedicaría unas líneas entre la poesía embriagadora del preciado licor. Ahora que la sordera de mi vecino Emilio hace de pacto caballeresco mientras compartimos en el banco de la plaza, nuestras fracturas comunes y cómplices.
Por donde iba…

 

 

Ah!! Sí!! “New Age
Y los tan solo dos minutos y el tres en raya de bajo, batería y guitarra que necesitan para llamarnos primo -señal de que ya soy por lo menos de confianza-. Han conseguido que me desamordacen. – Gracias Isaac (en inglés con acento de Illinois), mientras resuello y saco de mi bolsillo el sacacorchos.
Tuve que aclarar que no era un arma blanca de mis antepasados mientras con la otra les mostraba la botella de Clos du Tue-Boeuf Pouielux.

-       - Yo Souvignon Blanc, tú, peazo de músico. Yes yes, friend.

Y sí, así empezó nuestra amistad por inverosímil que pueda  parecer.

Fifty Seven” me recordó a aquellos irlandeses anónimos…

¡Desert Hearts, esos! 

 

 

Me emocionó y se los dije bebiendo al unísono ese eléctrico blanco de viñas de 70 años a tiro de piedra del Loire. Mientras dábamos candela a los álgidos siete minutos de “Typecast”.

Y es lo que digo yo: No hace falta inventar a base de deconstruir estilos para luego vomitarlos inventándose otro gentilicio aparente más moderno y eso.

Basta con reinventar desde el presente sin dejar de mirar al pasado pero avanzando sin piedad.

Lo mismito que pasa con los vinos, cuando creemos a pies juntillas. Que todo aquello que nos dieron de beber infectado de barrica nueva con olor a vainilla de bote y levaduras que igual que el colorete. Disimulan la belleza de las imperfecciones, para que como un filtro de instagram todos parezcamos sospechosamente bellos.

Acaben siendo la verdad absoluta y el credo, que al final, solo acentúan nuestras frustraciones.

 


Clos du Tue-Boeuf Pouielux tiene como denominador común con estos tres chavales. La pureza, la tensión punzante y el testimonio mineral de aquello que pisan, mostrándolo sin pudor alguno, pese a haber reposado en barricas usadas de la Borgoña:

Perfumes de flor blanca seca, fruta blanca (manzana verde), pieles y eucalipto silvestre, sobre un tenue e imperceptible carbónico.

Su paso en boca con tensión,  balanceado con precisión su ligerísimo punto graso, con una  mineralidad (sílex) que lo dota de una extraordinaria estructura. Y una vigorosa acidez final que recuerda a la sensación de los peta zetas.

Un Souvignon Blanc para desmentir las aberraciones que se han hecho con esta uva y sus largas crianzas: Puro, vibrante, divertido, de cuerpo fibroso,  aérea complejidad,  y una acidez para alborotarse el pelo.

 

Y con un detalle que me gustaría resaltar y que ojalá fuera un ejemplo a tomar en el sector:

La contra etiqueta detalla el sulfuroso máximo admitido por los vinos convencionales en la UE (200mg/l), por los certificados eco (150mg/l), y por Thierry Puzelat y su hermano Jean-Marie (13mg/l).

Aún a sabiendas que la mayoría de elaboradores de calidad y otros muchos que no elaboran bajo ningún certificado eco. Pero que trabajan muy por debajo de los 150 de sulfuroso y sin productos de síntesis, como la mayoría de la DO Penedés. No estaría de más indicarlo en las contra etiquetas; por honestidad.

 

Evidentemente, a estos tres chavales no les di este chapazo sobre el qué y el porqué el vino es así o asá; no hace falta, aunque ayuda a entender por qué molan las cosas.

Bastó con abrir la botella y ver el brillo en sus ojos mientras su expresión se constreñía igual que la Humphrey Bogart, haciendo morritos y resoplando.

La catarsis fue tal, que el retumbe antológico de “Shutter Shutter” me hizo lanzar las muletas por la ventana.

Me pareció oír golpes en la puerta, lo admito. Pero por un momento, agarrado como pude a mí único medio motriz en casa -la silla con ruedines del ordenador-. Dejé de sentir el dolor de mis adherencias en fibras, ligamentos, encapsulado y todo ese enjambre que hace de una pierna: Un elemento plástico compulsivo para el arte de algo tan antiguo, primordial y primitivo como LA DANZA.

 

 


 

Para cuando oí las sirenas entremezcladas con el enjambre de guitarras y percusiones de “Tell Me When” invocando a Sonic Youth y a Gang of Four por igual.

 La pérdida del juicio me salvó en el último instante.

¡YO NO HE SIDO!

  Ficha CLOS DU TUE-BOEUF TOURAINE POUILLEUX 2019
 


miércoles, 6 de septiembre de 2023

THE BLUE AEROPLANES_CULTURE GUN (2023): DE LOS DESASTRES, HAREMOS POESÍA

 


(LA PRÓXIMA REVOLUCIÓN SERÁ TRANSMITIDA POR STREAMING, DE PAGO POR EVENTO, Y EN DIFERIDO).

Desde la era escrita de Asimov y J.K Dick, hasta la audiovisual de Spielberg y Nolan. La ciencia ficción, o bien se ha adelantado sirviéndonos de inspiración, o nos ha pillado a oscuras y con los pantalones en los tobillos.

Sea como fuere, la arrogancia y la necedad del ser humano ha superado con creces cualquier posibilidad de reacción. Y no dudamos ni un instante en dar detalles de nuestra agónica extinción con la petulancia del marisabidillo; no sea que alguien menoscabe nuestra sabiduría nescafé.

 

Una pena, la verdad.
¿Hay alguna posibilidad de romper filas y volvernos la piel como un calcetín para mirarnos adentro?
Pues no lo tengo demasiado claro, oigan.
Lo que si tengo más o menos nítido y cristalino. Es que los aullidos de Gerard Langley (ahora mismo); como los de otros que vinieron y se fueron sin hacer demasiado ruido. Me sirven con bastante rigor y precisión, para creer a pies juntillas en ese falso mito de que la buena música y la protesta no son solubles; que no confundan con la sabiduría instantánea, ni con las neuronas solubles.
Esto amig@s, es rock de rebeldía disoluta.

 

Dudo que a estas alturas sea de recibo reincidir en la rémora de “banda más minusvalorada de la escena británica”; yendo por delante mi devoción histórica enfermiza por las músicas parias. Y la ventaja o inconveniente que pueda tener escribir sobre algo que no le interesa ni al tato. Sabiendo como deberíamos saber, que esa, es en parte la magia de la música así, en general:
Por más tiempo que dediques a escarbar con uñas y dientes, siempre habrá una anomalía musical docta en influencias variopintas, que surja para propinarte una cleca con la mano abierta a grito de: - Ves criaturica de dios, ¿que no hay spotify, publicación de prestigio, ni festival masivo, o influencer que abarque todo lo que la música nos puede abastecer? (por suerte, oigan).

 

 

Y ya ven, en estas lindes nos vemos.
Desde que en 1978, Gerard Langley fundara con su hermano y el danzante Domochowsky ARTS OBJECT, y tres años más tarde la comunidad THE BLUE AEROPLANES. Son cerca de una veintena de álbumes los que han publicado ininterrumpidamente: Entre discos de estudio, recopilación de innumerables caras b, versiones, revisiones y reinterpretaciones.
Digamos, que los de Bristol, son de las pocas bandas que han aglutinado y digerido mejor sus 45 años de trayectoria sin ni un solo paso en falso.
Tanto es así.
Que hasta los hipotéticos pasos en falso o evoluciones musicales, como fueron en su día: Swagger 1990, Beatsongs 1991, Life Model 1994, o el más reciente Welcome Stranger del 2017. Revisados ahora, y comparados con la media actual o de bandas con su longevidad. Resultan tan atemporales y poco afectados por las tendencias musicales como su cortante Tolerance del 85.

 

 

CULTURE GUN no solo no es una excepción. Sino que apostaría que es el disco más crudo, hermoso, y valiente posible. Considerando que se empezó a fraguar en 2018, que se interrumpió por el diagnóstico del cáncer de su frontman, y que la pandemia lo sumió en un letargo forzoso.
 

 Parte de su hermosura radica en la estructura dura y afilada de las canciones en su versión más “rockera”.

Hips Like Cigarettes” por ejemplo:
Es un puñetazo en la mesa y el mejor retrato de la sociedad actual: Eléctrica, indolente, y con esa mala baba que pone cachondo.
A partir de ahí todo te puede parecer una nebulosa de art pop, con melodías que no se ponen freno ni son deudoras de las plantillas estilísticas de ahora:
Waking in the Ghost Removal Van” contiene una de esas maravillosas guitarras que bien podría ser del Tolerance; como siempre.
Gerard no se muerde la lengua haciendo del veneno poesía; como siempre.
Arremete con “Building an Ark for the Anthropocene” y las alentadoras segundas voces de Bec Jevons, sacudiendo con fuerza; como siempre.
Y ascienden con “Apostle Spoons” al más puro estilo “Cardboard Box” conmoviendo; como nunca.
Ni siquiera hay la más mínima intención de ocultar ese estado de furia, que se ha ido macerando y reescribiendo en estos cinco años de obstáculos y nuevas realidades.

 

Pasa, a veces, que el desaliento se convierte en melancolías con esencia de adormidera. Pero siempre he pensado, que las adversidades es mejor convertirlas en buenas razones donde convertir esos nuevos escenarios en poderosos estímulos.
Y “Someone (in the Arms of No One)” desde luego, es una prueba más que evidente la constante en el colectivo de Bristol:
Con las voces de Mike Youé y Bec Jevon  en pleno estilismo regenerador y procreador; como uno los pasajes más bestias y lindos. Y la icombustible resiliencia de Gerard Langley para seguir siendo uno de los mejores letristas de las islas.
Half Crown” emerge como una de las joyas más emotivas del álbum junto a “20/20”: Ese momento mágico en el caes en la cuenta de que apenas si hay una sola banda que mantenga en vilo el aliento de cuatro décadas, sin perder un ápice de personalidad y calidad liricomusical.

 


THE BLUE AEROPLANES, acostumbrados a ese extraño e injusto estatus de “banda de culto”, ha vuelto por la puerta grande, no lo dudéis ni un segundo; como siempre.

Destinados a sacudir desde abajo los cimientos para abrir las heridas y purgar la pus de la apatía. Con la lírica y el contorsionismo de su afilada música.
Ya sea con la nueva versión de Rodney Allen, convirtiéndose en un nuevo felino la vieja escuela new wave de los 70 en “(An Unlikely Hit Of) Adoration”. Acompañado Bec Jevon y ese prestidigitador saxofón final, que enaltece aún más la extraña belleza de este estimulante regreso.
La eléctrica “Bulletproof Coffee & Snake-Oil Shot” jaleando el opio del pueblo: Fake news, los falsos ideólogos, el establishment podrido… La realidad
O la extenuante belleza final entre oboes, acústicas, vientos mágicos, de “Lapdogs in the Wind”.
Citándonos en el futuro con una incómoda y a la vez emocionante rara poesía. Narrada desde una especie de abismo que eriza el bello.

 


The Blue Aeroplanes aparecieron fantasmagóricos el 28 de Abril del presente año; un día después de mi aniversario.

Cinco meses más tarde, como el designio de un sueño vacuo o profético. Me los encuentro sin saber cómo:
Los quehaceres, la estrategia del entorno para embelesarnos con los desastres del entretenimiento, el babeo que nos provocan los demonios invisibles. O quizás, el éxito más indiscutible del caos y la penuria de la desinformación.
EL MIEDO

 

PD. No creo en el destino, pero sí en la poesía sanadora y salvadora.