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domingo, 17 de marzo de 2019

JOE JACKSON_FOOL_2019: VECINDARIOS, HABITANTES EQUIDISTANTES Y MELODÍAS EXCITANTES.


Conoce de algo al señor Joe?
- Ha tenido alguna relación, conversación o conocimiento de sus actos en estos últimos años? Inquirió el inspector de mi conciencia.

No, señor. Apenas nos hemos cruzado, infinidad de veces, eso sí. Pero en cuarenta años que llevo viviendo en esta colmena de seis portales dobles y quince plantas con casi mil viviendas, no hemos mediado palabra. Y tan solo me ha trascendido su existencia por su cabellera de albino platino y su excentricidad vistiendo.
Todo el mundo lo conoce eso sí, de oídas. La mayoría dice haber estudiado en su mismo colegio y de amigable sonrisa, saluda cada mañana así lo veas cinco veces en una hora o cada cinco años. Pero en verdad nadie es capaz de darte demasiados detalles cuando indagas con enjundia.Yo recuerdo hace muchos años; cuando mi madre se iba a comprar a escondidas y me dejaba solo. Y lloraba desconsoladamente por la ventana mi canguelo congénito, como a quien le sale el demonio de adentro:
- Bendíceme señor!! Bendíceme señor!!
En grito histérico igualito al de una grupie de Los Pecos en el trágico Abril de 1980.
Solo me consolaba ver a una rubia germánica bailar con el hula hoop en el mastodóntico edificio de en frente; seguramente allegada suya, deduzco yo. Ya que en mi barrio, pocos rubios había.
Sin embargo ya por entonces, deambulaba aquel extraño caucásico de deslumbrante melena. Al que apenas entendíamos. Cuando nos contaba historias inverosímiles para los mortales que poblábamos aquellos barrios inundables, vaguadas sin asfaltar y exploradores de descampados llenos de ratas.
Pero yo, que por aquel entonces unía gripes, resfriados, bronquitis, fiebres tifoideas y miedo a la gente. Solo lo podía observar desde el ventanal de la habitación o experimentarlo en mis salidas al practicante o a la consulta del Dr. Padrós.


Pasaron los años. Y un buen día de hace poco: Cuando ya casi te has olvidado, perdido el interés. Y es como un fantasma cotidiano invisible.
Entablas conversación en una soleada y candente terraza de febrero. Mientras das muerte a un café, a ti mismo con un cigarrillo. Y con un chupito de whisky bendecirte esta vez sí. Para caer en la cuenta, de que toda tu vida allí; en esa barriada multitudinaria donde todos se cruzan, chocan y se quejan. No te ha dado apenas para ver las minucias traslúcidas bajo la radiante y deslumbrante luz del estrellato.

Los anónimos (por muy respetables que sean), como Joe Jackson. Solo socavan galerías bajo nuestros pies en silencio, con las uñas y son como las crisálidas transparentes: Se convierten en el vecino de toda la vida que todo el mundo sabe de él por oídas, pero que en realidad nadie conoce con la suficiente profundidad para etiquetarlo, criticarlo, o incluso odiarlo. Pero en realidad, son bellas Saturniidaes.

El miedo a lo desconocido o a lo que no sabemos asociar como reconocible o familiar, en tanto no encaja en unos gustos que son como cómodos cojines de un sofá donde recostar las lumbares y descansar las piernas. Y los códigos unipersonales que cada uno tenemos implantados para empatizar, o temer por no saber explicar la tentación prohibida. En definitiva.

Sin embargo este ya sexagenario avanzado, nacido en la rivereña Burton de los Midlands del Oeste y socio generacional de Elvis Costello y David Byrne. Jamás ha sido un tipo demasiado consecuente con ninguna tendencia, estilo o corriente musical. Y sí un escapista maqui de abrir trochas o explayarse en exposiciones, como se dice ahora: conceptuales (y desconcertantes) para el público más general, como un Jim O’Rourke, pero en una versión omnipresente.
Sus códigos de lenguaje a menudo han sido tan particulares. Que el vecindario no ha sabido de él, mas por su mimetismo con el padre de Michael Jackson, que por lo que tocaba y cantaba (y me incluyo en el desconocimiento más absoluto).
Ese tipo que bajaba la bolsa de la basura en punto como un reloj. Quien cedía la tanda a las abuelas que se colaban nonainoná. Y al que solo se le oía, al salir en defensa del vecino más detestable con un: “cada uno es como es, y tiene lo suyo”.


FOOL por eso, es todo lo contrario a sus aventuras y diatribas por el Jazz modal o la experimentación de autoconocimiento.
Es como un alegato muy consciente recién cumplidos los cuarenta años de carrera, de su vida y el mundo que le rodea. Y una especie de ironía que sea con 64 años, cuando como él dice: Se sienta preparado para escribir una obra, donde reflexionar sobre la vida a modo de filtro como si fuera la suya propia.
Una virginidad y humildad madura, que lo ha llevado a componer ahora (40 años más tarde): Un homenaje juvenil en clave de tragicomedia Dickensiana con D.O.Q puramente británica. Que restaura la mejor identidad de las islas a la hora de cantar amargas ironías y miserias maquilladas con una elegancia extinta; o por lo menos olvidada en la música “moderna”.
Esa mañana intimamos lo que años de vida, ojitos y carraspeos que jamás pasaron de eso: De fracasados intentos por conocernos, hablar y constatar mi admiración por algo que ni siquiera conocía, ni podía explicar el porqué me atraía tanto.

Me contó que “Big Black Cloud” sube el telón con esa épica dramática que se presume de una obra teatral guiada por una orquesta. Y que de algún modo, hace de prólogo con tintes de profecía oscura. De la necesidad de vociferar con la misma vehemencia de su debut “Look Sharp/1979”, en un “Faboulosly Absolute” donde escupe sobre el radicalismo, la ultraderecha con brillantina y la sedación de pensamiento, sin morderse la lengua.
Tanto gritó, que soliviantó en plena noche a todo el vecindario y desde entonces supimos de su existencia.

Sin embargo es “Dave” la que enamora desde la primera escucha:
Su poesía recitada con una rítmica que marca un omnipresente piano y que seguramente, es la virtud más reluciente de este estupendo disco. Y que se cose a una historia de viajeros inmigrantes, desidia y amargura imposible de imaginar en toda su sencilla belleza.
Joe canta y recita por impulso musical jazzístico a la vez que POPular. Y la verdad es que las canciones ya sin más atributos, brillan con luz propia.
Strange Land” podría ser rescatada perfectamente de un repertorio de Nina Simone, o de Paul Buchanan. Y es toda una confesión de perplejidad ante las vistas desde lo alto. Una reflexión de quien en silencio y durante 40 años, ha operado desde la estratosfera sin el menor interés por entrar en los engranajes de la industria; ni de la vida en común.
Se da un respingo y desconecta con “Better Friend”, pudiendo hasta ser el socio de viaje de esa resucitada New Wave de pajarita junto a Elvis Costello y su rejuvenecedora “Suspect my Tears”.

No pierde la oportunidad de retozar en la fusión que tanta savia le ha dado, para ser el hombre que es ahora.
Cumbia, reggea, calipso, son cubano, y hasta ritmos orientales sintetizados en “Fool”, por más increíble que parezca:
Uno de los textos más explícitos y directos del disco. Y además una de las canciones más exfoliantes de este álbum en forma de abanico de pavo real.

32 Kisses” recoge uno de los mejores textos sobre una instrumentación que bien podría ser un homenaje a un joven Elton John. En una historia de amor asfixiada por la nostalgia donde no existen los estribillos, y la lírica toma un protagonismo tan hermosamente poético y suicida. Como el colofón de esta agradecida vuelta.
Alchemy” es una de las más grandes canciones de esta última década. Una de esas que prescinden de fecha, acuñado o género. Rozando a Shirley Bassey o Marc Almond, en una ejecución glicérica como las lágrimas de un generoso en la copa, ideales.
Esos largos postgustos que se adhieren al fondo de tu alma de por vida. Y que te acompañan sin alcanzar a discernir si es el recuerdo o la nostalgia.

FOOL es uno de esos discos por los que preguntarse ¿a que narices dedicaste tu vida? La excusa para enmendar lagunas y bucear sin bombona en la discografía tu vecino “el rarito”.
Y descubrir con asombro que, seguramente, hay un montón de razones para pensar que en esto de los gustos/hábitos. Hay lo mismo de cobardía como de prejuicios. Porque no hay nada más emocionante y revelador, que no conocerse a uno mismo lo más mínimo .
Y se acompaña por: Teddy Kumpel (guitarras y voces), Graham Maby (bajo y voces), Doug Yowell (Bateria, programación y voces), y Patrick Dillett (David Byrne, They Might be Giants, St Vincent, Sufjan Stevens) junto a Joe en la producción. Con una edición exiquisita en vinilo de 18 gramos.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

ESBJÖRN SVENSSON TRIO/VIATICUM: DEBORANDO MILLAS ESCUALICAPITULADAS.



Es noche cerrada y tras diez largas horas al volante, la mirada hipnótica se pierde diluyéndose con las infinitas líneas de la carretera. Se funde con las luces que se descomponen en incontables colores: El silencio del habitáculo, la soledad de la noche, los indicadores del salpicadero y el lento goteo de los kilómetros en el gps.
Con el quejido del violoncelo de Dan Berglund de fondo, se corta como un aullido la noche al dar alcance a “The Unstable Table & The Infamous Fable”. Que quiebra como el lamento de la huida, la serena templanza de Viaticum.

De vuelta a casa tras unas necesarias vacaciones en la Italia, que de norte a centro se pespuntea con diminutas excursiones: De Cuneo en el Piamonte hasta Turín, pasando por Asti. Ese perderse entre hileras de viñas de Nebbiolos y Barberas, alcanzando un flujo constante de paz interior quasi religioso. Dejarse caer rodando por los Apeninos sin rumbo fijo hasta Cinque Terre, para acabar estupefacto ante la desmesura humana de La Spezia.
Volver tras un tris tras de tres años a los aledaños de Bolognia, para comprobar que el inmenso Sauce llorón de la entrada sigue ahí; ante la casona rodeada de Sorgo y Remolachas. Y darse al abandono de la contemplación, del cacareo de los Faisanes, y el planeo rasante de insectos, que cada noche cenan con nosotros. No es por arrogancia sino por costumbre, que entran como Pedro por su casa y se llenan la copa, pica que te pica.
La historia que se cuenta por el final, porque cuando uno deja atrás añoranzas, casi siempre es el último aliento el que perdura. El que se queda grabado como un fotograma, y el que sin saber cómo, acaba siendo el icono de aquel año, la melodía, la imagen, el momento imborrable.

Y no es el cansancio de un trayecto que se estira como un chicle. Cuando el peregrinaje incalculable de cientos de viajeros tapona la sangrante herida de Ventimiglia. Ese que tras dos largas horas de procesión -en el que se te repenchan los mil kilómetros de trayecto- haciendo la huida más suicida y autómata aun.
Sino una especie de concentración de la que no eres más dueño que la sinuosa carretera: La piernas están extraordinariamente frescas pese a la distrofia de la que adolezco. Los brazos y las manos en una postura de insólita comodidad. Y dejar atrás la A54, para deslizarse por la autovía que pasa por Arles hasta remontar el Ródano, cuando de repente suena “Tide of Trepidation”: Una especie de sonata melancólica que me conecta directamente con Astor Piazzola y su difuminado Buenos Aires. Tan insoportable la melancolía, el abandono y la impenetrable noche, que ni la luna llena que pende del cielo estrellado logra iluminarte.
Viaticum tiene ese extraño poder: Nos atrae como las polillas a la luz cuando es la negritud de sus compases la que nos empuja a una sima sin fondo. Haciéndose dueño de antiguos actos de recelo y suspicacias. Y Dando sentido a toda la obra, llevándose de un soplo tantos miedos por cruzar el umbral.
Allí dentro hay otro mundo, que poco o nada tiene que ver con aquel JAZZ, y el terror infundado a verse aplastado por los años. No hay paciencia sino serenidad, ni delicadeza, solo acierto instintivo y natural. Un organismo vivo que se rige como las mareas por la luna y las estrellas, por los ciclos naturales y por los impulsos animales.
Tide of Trepidation es de un gancho amable que te acuna, cierto. Una prueba iniciática necesaria, para abrirnos paso hasta los arrabales de “Eighty-eight Days in my Veins”: Un paseo por patios andaluces de pámpanos colgantes, viñas que se retuercen por los alambres y se contorsionan como bailarinas, estrechádose hasta llegar al pozo cercado de claveles rojos. La Escandinavia cálida que Esböjrn tejió tres años antes de su muerte, atizando la llama de sus dos consortes. Algo tan aparentemente natural, que emociona.
No hay sueño capaz de doblegar tus párpados, cuando tu anhelo por cruzar la frontera es tan intenso como lo que se va quedando atrás. Te vuelves hacia dentro como el corazón de un pulpo agónico, y tus ojos con él te ven en el borde de la piscina. Allí, mirando despreocupado el tiempo que se detiene; un amaro agridulce en una mano, y un cigarro en la otra. “The Well-wisher” suena a inciso tropical; diabólicamente corta. Aflojas los brazos y te dejas llevar por el ritmo del agua, de la respiración #expulsas por la nariz, dos brazadas, las piernas tan ligeras y ágiles como en el pasado, y no hay cansancio...

Sin alcanzarlo a explicar con una lógica teórica, podrías estar en dos sitios a la vez; conduciendo camino a casa, y tumbado en una hamaca esperando a cuartearte bajo el sol. De echo lo estás. Puedo sentir la música de la Pompa Magna, y la delicia de ese Marchesi di Gressy erosionar mi paladar con guindas, bayas y los pétalos revolotear en mi boca como mariposas. Esa misma sensación equívoca de “The Unstable Table & The Infamous Fable” que arranca floreada hasta postrarse en pleno quejío flamenco; hondo, extasiante, en pleno equilibrio con el PostRock más pétreo y el Jazz multicolor. Se siente a cada corte el hilo de un viaje que te recorre, Viaticum no se entiende si no se cae de lleno en él. Solo así, uno puede hacerse a la idea de lo que supone la obra en toda su extensión.
Cuando alcanzas “Viaticum” en pleno ecuador, se entiende el mismo, como la poesía que alberga paso a paso. Una rendición, redención. Una derrota en toda ley, que extenuada se despliega con su piano arropado por la caricia de las escobillas, que se arremolinean como alados bombeando con el contrabajo.



La noche se sostiene por un hilo de piano que se afloja y tensa por cada golpe de acelerador. La luna inmensa y resplandeciente rebota sobre las aguas, y el camino se congela por un segundo interminable. - Es ese el poder secreto del Jazz? La digestión tranquila que uno necesita con los años de atracones, de velocidad adolescente, de tragar y regurgitar para seguir comiendo. La que hace que esas mismas filigranas que lo alejan del Jazz catedrático, lo enraícen también en los posos que dejaron tantas horas de músicas polifónicas pasadas.
Letter for the Leviathan” tiene ese mismo don contorsionista para mecerse según sopla la ventisca. Enderezarse flamenco en un último baile a la muerte. Y disiparse como las columnas de mosquitos sobre los árboles, para volverse a colocar en perfecta y armónica formación. Cuando llega “A Picture of Doris Travelling with Boris”, los dedos de Esbjörn ya vuelan sobre el piano mostrando porqué el Jazz puede ser tan maleable como anquilosados los términos que lo intentan acorralar.


La música como las vivencias y los instantes que las ilustran, nos han llevado por caminos inverosímiles: Las que hemos aceptado como propias y de las que hemos renegado como niños malcriados. De malas y buenas experiencias hemos aprendido a improvisar rectificando la trayectoria, tapando zanjas y tendiendo puentes sobre abismos. La música, sobretodo, me ha enseñado a darle forma e incluso con herramientas tan etéreas como los sentimientos y la pasión. A algo tan intangible y variable como la misma presión atmosférica o los elementos.
Quizás por eso no sabría explicar tal o cual melodía con un simple adjetivo, exclamación o teoría. Si todo fuera tan fácil en la vida, sería tan y tan aburrida como los patrones. Pasaríamos por este mundo como quien ojea en el estante de unos almacenes buscando su talla #L,M,XL,XLL. Y así sigo, a la deriva de las nebulosas que pasan y se van dejando heridas; y nosotros todavía sin saberlo. Pensando en el mañana, cuando el presente se nos cuela por entre los dedos y el aire agujerea nuestro torso.
VIATICUN apareció como un fantasma en pleno viaje, se agarró a las ruedas del coche y se subió en marcha. Desde entonces no vuelve a sonar igual, y no porque fuera el primero, el determinante ni mucho menos. De pequeñas apariciones está poblado el camino del caminante. Solo hay que caminarlo, hacerlo y deshacerlo, aprender y desaprender para medianamente entenderlo.
No hay que obsesionarse si no se comprende. Podría volver sobre mis pasos y desde el principio, narrar de nuevo el instante, la aparición; y nunca sería igual. Citar todo a lo que me recuerda y que se me viene encima como un Tsunami, y ser incapaz de cazarlo al vuelo, acotarlo, enjaularlo y resumir en un: - Esto es Jazz, y a otra cosa mariposa. ESBJÖRN SVENSSON TRIO hicieron de ese término, la misma libertad que lo define. El siguiente paso, el ramificarse y sembrar nuevos objetivos; la libertad y la inspiración del instante. El chispazo y la pólvora que corría sin temor a la deflagración.
Como el Kind of Blue de Miles Dives, el A Love Supreme de John Coltrane, el Waltz for Debbie de Bill Evans & Co., o el popular Time Out de The Dave Brubeck Quartet. El trío Sueco debería entrar a formar parte del abecedario Jazzístico, por lo menos de aquel que nos abre las puertas, a temerosos y afectados por la modernidad. Ellos hicieron suyo, un sonido tan propio, como evocador el perfume que flota tras su escucha: Rock, electrónica, folklore, experimentación... música universal y punto.



jueves, 12 de septiembre de 2013

HORACIO FUMERO TRÍO EN EL JAMBOREE, Y EL HECHIZO DE LA NOCHE_10/09/2013



Las noches deberían parecer todas idénticas pero no lo son, al igual que los días: Con sus Soles, sus silencios, sus bullicios... Las Lunas también cambian, y con ellas las noches. A veces son los ojos con que las miramos, otras en cambio es el latir del corazón que parece querer sincronizar, acompasar y fundirse con el de la ciudad y con el mismo resplandor de palpitante del satélite iluminado los que hace que esa noche, por inexplicable e incomprensible que parezca; sea diferente.
Aunque los seres humanos nos empeñemos en contagiarlas con el insoportable ruido del día, las noches siguen siendo distintas; calman, amansan, nos seducen, y consiguen con un encanto inigualable que todo aquello que nos atormentó, soliviantó, y violentó durante día; se conviertan en meras anécdotas intrínsecas a la insolación y en marionetas que controlamos a nuestro capricho, cuando cae la noche.



Así y de esta forma, con la insoportable carga de la actualidad sobre nuestras tuñidas conciencias. No hay mejor antídoto para calibrar y atemperar nuestra perspectiva, que sumergirse en las tripas de un lugar tan apartado de las mareas cambiantes como lo es el JAMBOREE de plaça Reial. Una sala que casi en pie por la caridad artística y por la inspiración vocacional.
No es que queramos darle o quitarle la razón a nadie, al fin y al cabo ¿que es la razón? si no un síntoma inequívoco de nuestra facultad como seres superiores de razonar; o al menos de ello nos vanagloriamos. Hay cosas como la música y las expresiones artísticas, que no atienden ha razonamientos técnicos. Tan solo son efectos sintomáticos de comunicar con nuestro cuerpo, sentidos, e inspiración; lo que nos dicta el alma. Quizás de lo poco en lo que todos o casi todos estamos por unanimidad de acuerdo.
Así que el echo de que una noche cualquiera como la del 10 de Septiembre. Las casualidades que nos brinda el criterio arbitrario de destino, nos convoque a Hermanas, Cuñados, hijos y al espíritu Santo ; incluyendo a la taquillera de la sala a quien solo faltó celebrar la asistencia de Padres, Yernos y criaturas alborotadas, a una sesión de Jazz adulto.
Tan solo es atribuible a la Noche, a la Luna o a ese extraño efecto que hace que cambiemos las cosas por el destino o por nuestro empeño de que nada sea como marcan los cánones.


Un honor de sesión a las que uno debe dar gracias a la vida porque ese tipo de cosas sigan ocurriendo a espaldas de la multitud:
Horacio Fumero quien desde hace treinta y pico años reside en la Barcelona hospitalaria, contrabajista de historial reconocido (Gato Barbieri, Tete Montoliu y un sinfín de músicos, que por mi ignorancia no me atrevo a relatar). Su hija Lucía Fumero al piano y a las voces. Y el percusionista Pablo Gómez quien participó en un viaje con su cajón y cachibaches. Y donde los ritmos latinos se entremezclaron con la Bossa, los Boleros, y la nostalgia Porteña que rezuman las composiciones de este arrabalero Contrabajista.. Quien abrió con “capullito de alelí” y que fue desgranando entre composiciones propias, y adaptaciones de Gilberto Gil junto a otras de autores Brasileiros y Argentinos, y un emotivo cierre con una espectadora de lujo a la voz, Maite Martín.

Un paseo melancólico que supo situarnos en ese lugar imaginado de las ciudades y las vidas de paso, donde el Jazz latino se convierte en un vehículo inigualable para los que como yo, somos amantes de autores como Astor Piazzola o los ritmos Bossanova. Y por el que debo dar gracias a esa serie de sucesos casuales y sobretodo a mi cuñado, de quien me separan aspectos generacionales, que luego siempre acaban encontrándose gracias a nuestro amor por la música. Los mismos que nos redescubren como personas moldeables y hambrientas de sonidos e historias, sin intermediarios que nos condicionen.

Un final feliz, para una historia que se urdió como un plan imaginado entre bocado y trago de cerveza en La Castanya. Allí es donde surgieron benditas reflexiones como aquella idea que albergaba yo de jovenzuelo, en la que no entendía como mis cuñados amamantados en la más pura de las psicodelias y metaleras de las músicas; años más tarde podían abrazar al Blues y a la música de raíz, como a sus verdaderos padres: Los años nos moldean como las ramas de una trepadora que busca donde asirse y escapar hacia el cielo. Y nosotros lo hacemos a nuestra manera, sin cerciorarnos que todo es tan natural y casual, como sucumbir al embrujo de la noche y probar suerte con el destino acudiendo en pleno Raval a una sesión íntima con nuestros hijos.


La historia acabó un poco como el “fueron felices y comieron perdices” de los cuentos. Y la Luna emborronada por las nubes, fue testigo de una alternativa doble: La de mis hijos como espectadores de un Jazz liberador; sin saber si hoy en su primer día de colegio entrará a formar parte de un recuerdo inolvidable que ilustre su redacción de principio de curso, o se evaporará como otra que les contemos en nuestra futura vejez. Y la de la hija de Horacio Fumero, llevando de la mano a su padre en un repertorio Jazzístico a aquellos terrenos universales de la Bossanova, del Latin, de la canción y el Chá cha chá. Donde todo se entremezcla, y felizmente lleva a un equívoco, aquel artículo de Diego A. Manrique que leí horrorizado hace unos días y que se cierne tenebroso sobre nosotros.
Todos sabemos que por desgracia, ésta es la excepción que confirma la regla; hagamos lo posible porque así no sea. Y que no dependa de salas como Jamboree, donde sean promotores, artistas y espectadores los que hagan de trapecistas sin red en conciertos de solo 8 euros y para todos los públicos.
 

lunes, 20 de junio de 2011

ESBJÖRN SVENSSON , Y LA INCONTINENCIA DEL SOL Y LA LUNA.



ESBJÖRN SVENSSON  , Y LA INCONTINENCIA DEL SOL Y LA LUNA.



Hay noches en las que por un extraño motivo aún por desvelar  los elementos se ponen de acuerdo , y en un ceremonial rito despliegan toda su belleza y misterio  para formar entre todos una estupenda orquesta sensual: La enorme luna llena engalanada con un hermoso y luminoso vestido de nácar , se recuesta sobre las laderas de las montañas para iluminar la silenciosa noche. A ella no le importa que se abra el día , pernocta por la noche y continua por el día , como si el sol la invitara a un paseo matinal.
Las madrugadoras golondrinas planean sobre los tejados y campanarios , siguiendo el ritmo de una música imaginaria , y el griterío de los niños quiebra el silencio reivindicando la quema de los libros de texto en una enorme e hipotética hoguera , entre petardos , cohetes y tracas de final de curso. Quedaron atrás los días de lluvia , de fresca y de rebequita socorrida , el Sol y la Luna se han puesto por fin de acuerdo , y ante dicho plan solo nos queda proclamar a los cuatro vientos ¡¡¡EL SOLSTICIO DE VERANO YA ESTÁ AQUÍ!!!



En semanas como esta , donde: Entre eclipses de Luna ensangrentados por erupciones volcánicas , hogueras de San Juan , de mañanas primaverales y mediodías estivales. Con tanto y tanto ritual espiritual y natural a nuestro alrededor , me parece imposible no caer en la melancolía.
Encaramado a un terrado mientras observo al atardecer , todas aquellas montañas frondosas que rodean cónclave de Girona , Olot y Anglés , arropadas por el verdor del bosque de Perarnau , del bosque de Maldecor o el de Puigdeftou.
Allí , no hago más que pensar en la casualidad de toda esa coincidencia de elementos , el de mismo día que nos abandonó el bueno de ESBÖJRN. Se que puede parecer una chorrada , seguramente forzada por esa idea que hacía tiempo me rondaba por la cabeza: Rendir un pequeño homenaje. Ya no por su transcendencia en el tan globalizado mundo de la música , si no por lo interesante de la propuesta para todo aquel que como yo , disfruta abriéndose paso en otras músicas.



Otros quisieron ser recordados con solemnes duelos , con lutos y con llantos. Pero ESBJÖRN (Borja para los dislálicos) , desde donde quiera que nos esté observando , apuesto mis dos orejas a que nos aplicaría un serio correctivo si tan siquiera soltáramos dos lágrimas por su ausencia.
Este Martes día 14 se han cumplido tres largos años , desde que un accidente de submarinismo en Estocolmo nos dejara huérfanos del piano más inquieto del JAZZ europeo , con tan solo 44 años , casado y con 2 hijos .
Pero no vamos a llorarlo , sería imperdonable reducirlo a una mera leyenda , cuando su música aun sigue tan viva.



Esbjörn decidió un buen día de mil novecientos noventa emprender un viaje incierto , desde el más puro instinto hasta la euforia más desatada. Sus ojos vivaces y su cabeza perfectamente rasurada se agazapaban sobre las teclas de su piano , como aquellos felinos que en un éxtasis de sangre y voracidad engullen las notas y los compases , como si el mundo se fuera acabar tras el ocaso del día. Las venas se dilataban , se contorsionaba sobre el blanco y negro de su teclado , pellizcaba las cuerdas , sudaba , y sonreía como aquellos niños que tras construir un enorme castillo de piezas , admiran como mantiene su equilibrio estoicamente. Para de un manotazo destruirlo y volverlo a construir.
Escarbó bajo las copas de los arboles , los trepó y avistó en el horizonte. Subió montañas para volver a bajarlas , se encaramó a las escalas musicales para destriparlas , diseccionarlas , cercenarlas y recomponerlas mientras en las alturas , el Sol y Luna se sumergían en una sinfonía de arrumacos y caricias.
En el camino de tal locura se cruzó con dos personajes: MAGNUS ÖSTRÖM y DAN BERGLUND que se unieron a la infatigable búsqueda de aquel misterioso cruce de caminos , aquel mismo del que hablaba Bob Dylan cuando se refería a ese intangible estado gaseoso de la inspiración más primaria. Aquel que te hace recorrer caminos para volver sobre tus pasos y reinventarte una y otra vez.



De aquella comunión accidental nació el proyecto SBJÖRN SVENSSON TRIO. Un triángulo piramidal donde piano , percusión y contrabajo tejían melodías sin fin. Desde su primer tratado polifónico “WHEN EVERYONE HAS GONE 1993” hasta el póstumo “LEUCOCYTE 2008” lo que nació como un trío acabó por ser una perfecta banda cooperativista , donde piano y cuerdas se repartían las tareas de composición y arreglos , para que Magnus acabara de dar ese toque de percusión rock en su justa medida.
Sin embargo el logro sin igual de este trío , dentro del complejo y hermético mundo del JAZZ va mucho más allá de una simple revolución conceptual. En sus inicios menos valorados , se halla la verdadera esencia de todo aquello que estaban dispuestos a incorporar al Jazz sin por ello desvirtuarlo. Sus composiciones son capaces de sonar frescas como el rocío de la mañana: Alimentadas por todos esos guiños al vasto legado artístico y cultural Europeo , renovadores , fieles a una idea propia , fusionadores sin caer en la imitación.
En definitiva , a lo largo de su discografía consiguieron crear un estilo tan propio como respetuoso con los sonidos más clásicos , que al escuchar todos sus trabajos (catorce en total). Uno tiene la sensación de no saber si realmente está escuchando a una banda de culto o a un conjunto de puros alquimistas.
Realmente resulta difícil pensar como lograron sonar de tantas maneras diferentes sin caer en la frivolidad , con una trayectoria tan homogénea y coherente como innovadora. Su tratado es de aquellos que demuestran como un genero tan purista como el Jazz puede llegar a cualquier oyente ajeno o temeroso y a los círculos más exigentes como es el Americano , ajenos tanto a críticas como enfervorizados elogios.



A mi me atraparon desde el mismo instante en que los pude disfrutar en un video de su actuación en el 2000 , en su natal Estocolmo. Allí ante una atenta y educada concurrencia reconstruían parte de su primer temario , quizás el más subversivo y espontaneo de toda su carrera. Cuando como unos alocados Lemming se arrojaban al mar en plena exploración de: Sonoridades , timbres , cambios de registro , revisiones , y un constante afán por explorar sus instrumentos hasta extraerles sonidos inauditos en el Jazz.
Con un carácter que los define como una banda de Pop-Rock , pero que los expande hacía espacios que permanecían abandonados. Se les puede ver transformar el “ The face of Love” de Nusrat Fateh Ali Khan en un profundo y solemne vuelo hacía terrenos experimentales: El contrabajo de Dan alcanza texturas de otra galaxia , las percusiones de Magnus se zambullen en una polifonía de caricias sutiles , y los dedos de Sbjörn hacen a su vez de Sufí y de contrapunto.



En sus dieciocho años de carrera artística , Esbjörn Svensson ideó su banda no como un grupo jerarquizado sino como un taller de trabajo. Los músicos no urdían un plan perfectamente planeado , si no que se abandonaban al antojo de la música , en ese vaivén caprichoso ellos tan solo abrían puertas hasta ahora cerradas y de ahí surgían toda esa cantidad de sonidos y efectos logrados de forma impulsiva.
De su música se pueden extraer infinidad de giros y piruetas: En los momentos en los que se mantienen sosegados y melancólicos , cuando salvájemente rompen el ritmo de la melodía para caer en una espiral , si las cuerdas del violonchelo comienzan a exprimir efectos inverosímiles , en sus momentos más vanguardistas cuando agasajan al drum'n'bass de lirismos abrumadores , o en las escenas de tensión al más puro estilo del cine negro.
Jamás estancados en la contemplación de su ingenio , siempre escarbando en nuevas texturas. De sus distintas fases se puede disfrutar de mil maneras: En sus inicios , en el momento de su máximo esplendor con un sonido bien definido , o cuando sin miedo a las críticas añaden pinzeladas electrónicas. Su sonido alcanzó una cota de autenticidad tan alta , que era indiferente el rumbo que cogieran.

De este pequeño y modesto homenaje que he querido dedicar desaparecido artista , se pueden extraer numerosas reflexiones: Tanto si somos amantes de músicas diametralmente opuestas al Jazz , como si lo vemos con tanto miedo que pensamos es demasiado sesudo para nuestro oído , o tal vez si alguno piensa que al hablar de Jazz me las quiero dar de sibarita , nada más lejos.
En este interminable camino de la música o de cualquier representación artística , los que deciden un buen día abrir aquellas puertas o ventanas que de un modo metafórico nos prohibían abrir nuestros mayores. Se hallan a menudo ante todas aquellas situaciones que de un modo arbitrario mueven nuestro destino.
Los filtros con los que se puede ver la vida , las casualidades que nos puede deparar un instante o un paisaje mental , y lo hermoso que es contemplar las contradicciones de la música , que a menudo nos llevan a una encrucijada donde convergen todas.
La música de este Sueco y sus secuaces , es para disfrutarla en la quietud. Con la paciencia suficiente para observar como se va transformando progresivamente. Con esa inagotable fuente de detalles y efectos que extraen en el más puro de los instantes. De echo el Jazz debería explorarse como la consecuencia de un estado , que varía según cambia el estado anímico del artista , nunca es igual y muta tal y como lo haría la misma naturaleza a lo largo de las estaciones.



Para el deleite de aquel atrevido que quiera perder el miedo a la exploración. Os invito a que escuchéis por un lado , la versión en audio de aquel magnífico y virginal concierto del 2000 en Estocolmo. Donde se hallan algunas piezas de su primera época , transmutadas en toda una interpretación en directo (con todos los cambios de registro y metraje que eso conlleva). Y con uno de los discos en los que me sumergí cuando los empecé a escuchar , “VATICUN” de su última etapa en el año 2005.
De todas formas , elegir un trabajo para iniciarse en su escucha es realmente complicado , por su calidad y por los innumerables cambios de tonalidades
Os podría recomendar el pausado y melancólico “LEUCOCYTE 2008” , “FROM GAGARIN'S POINT OF VIEW 1999” o “GOOD MORNING SUSIE SOHO 2000” son también dos de mis favoritos , o el monumental “SEVEN DAYS OF FALLING 2003” perfecto para captar el meridiano de su madurez , y la transición entre dos periodos bien marcados de su carrera.

Solo una cosa , disfrutadlo y marcar el tempo paciente y pausado. Veréis como el tiempo se detiene , y se saborean mejor los instantes del presente.

Información en TOMAJAZZ: http://www.tomajazz.com/perfiles/est/

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