Mostrando entradas con la etiqueta Vinos Castellano/Leoneses. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vinos Castellano/Leoneses. Mostrar todas las entradas

sábado, 7 de diciembre de 2019

CARLOS “MÁGICO” GONZALEZ aka GC, LA TOCA DE MARAVILLA: Cumpleaños #50, y otras desventuras.



Mucha gente desprecia y considera la ignorancia una ofensa. Yo no, y dirán ¿porqué?
Pues porque el considerarse ignorante o aprendiz de todo; como a mi me pasa. Me hace curioso, pasional y emocionado de encontrar quien me enseñe el brillo de la luz en la oscuridad, y la chispa que produce la combustión del descubrimiento.
En realidad, aquellos que te enseñan o te llevan de la mano con un empujoncito, no son sabios, sino transmisores. Y es lo que desearía ser yo ahora que tengo 49 años: Un mero transmisor de pasiones y experiencias. Es el único objetivo noble que nos queda en la vida caballeros y señoras: COMPARTIR Y DESCUBRIR LO INESPERADO COMO UNA PEQUEÑA Y COTIDIANA AVENTURA.

Hoy me he despertado con la satisfacción de recorrer de adelante y hacia atrás, toda mi vida, a través del líquido vínico aka vinílico. La experiencia de llegar a un punto del camino, mirar atrás, ver el camino hecho, el punto en el que estamos y lo que nos queda por recorrer. Una maravilla envejecer así amigos.
El cumpleaños de uno de mis compañeros de viaje en la excitante travesía por conocer vinos, descubriéndose a uno mismo y a la naturaleza de nuestros sentidos humanos. Nos ha dejado ahora mismo en un punto del trayecto, donde las sintonías, diferencias y distintas perspectivas se traducen en auténtica amistad.
He mirado a mi alrededor y me he sentido bien acompañado por otros que se han unido, y a los que también les brilla la mirada. Han explotado carcajadas incontroladas, verdaderas e infantiles por el divertimento. Nos hemos reencontrado y echado de menos como significado del aprecio y sobretodo:
Hemos jugado como niños en un parque de atracciones sin hora de volver a casa. Justo, cuando la luna grande se acurruca hacia una luna nueva.

Realmente no se si me apetece hablar de los vinos que este cincuentón ya, dispuso para su camada. En ese paciente arte de guardar para luego compartir y experimentar en grupo su misma emoción. Y cierto, lo veo así, ahora que ya llevo yo cinco años guardando vinos, esperando la llamada secreta del alma. Que te avisa del momento idóneo.
Pero no me entretengo más. Pues sería una injusticia no constatar en este diario, lo que se interiorizó. Teniendo en cuenta que he extraviado mi cuaderno de anotaciones, y al final solo me sacia el relatarlo para retener.

Un GRAMONA ENOTECA del 2000, desgorjado el 2012.

Sí, ahí es ná. Diecinueve años de laaaargísima crianza, a quien se le dio el pistoletazo hace siete años.
Un pequeño milagro sin etiquetar que Linda Díaz (una encantadora y pasional embajadora de la bodega, a la que ya tuvimos el gusto de conocer y que rebosa generosidad). Le regaló hace años en una cata.
Se oyó que estaba un poco cansado en boca, aunque sinceramente mi inexperiencia en espumosos solo me da para alucinar con el paso del tiempo y el efecto que produce en los vinos de larga crianza y mimada elaboración:
Exuberantes y embriagadores aromas a bollería, repostería y esa reducción que asoma los ligeros oxidativos, que a mi (personalmente) me pierden. En boca la acidez ligeramente astringente salva ese cansancio; aunque yo creo que es el efecto de la burbuja integrada: Que se ensambla de tal manera con el espumoso, acabando por convertirlo en un vino de carácter mítico, concentrado y licoroso. Pese a que deja un final cítrico limpiador, fantástico.

VIÑA TONDONIA RESERVA de 1969

Yo que tanto me vanaglorio por nacer el 70 y considero el mejor año. Sinceramente envidio nacer en el 69; connotaciones eroticosexuales aparte (o no).
Orgasmo o sí, mi sugestión temporal no alcanza a imaginar in situ, lo que significan 50 años de vida en un vino.
Es como sensación de eventualidad y nimiedad por la novedad que tan excitante hace hoy a la mayoría de las personas. Digamos… que es como postrarse ante la inmortalidad de quien se cree que la clave del éxito es la inmediatez.
Está claro que desgraciadamente ya no se hacen vinos como este. Pero es imprescindible para entender el presente, ser capaz de materializarse aquel año y ver todo lo que ha ocurrido hasta hoy. Para elogiar y maravillarse con la estupenda nariz sin rastro alguno de terciarios (cuero, animal).
Ya que no siendo un Gran Reserva, se supone que no debería estar preparado para envejecer tantos años con tal prestancia; pero que se lo digan al Viña Cubillo del 85 que saltó más tarde.

El simbólico Rioja dio paso a un primer peso pesado: Otro estilo, otra época.
LAS LAMAS del 2003, o esa versión Top más frutal que los sobrinos de Álvaro Palacios elaboran en el Bierzo junto a Pétalos, Corullón o Moncerbal.

Hermético en un principio, pues es un vino Atlántico que define como nadie una zona y su climatología. Preparado para envejecer musculando taninos, mineralidad y acidez. Pero que 16 años más tarde y tras paso de ronda para que se airease. Ese primer envite de cueros, de animal y de cerrajón, ves que por arte del oxígeno se transforman en seda, concentración deliciosa y profundidad.
Es como un paseo por un bosque de castaños en pleno otoño: Con el perfume de las bayas, las trufas, el musgo y un ligero toque mentolado hacia el final, que lo hace intenso pero refrescante y extraordinariamente vivo. Un vino al que se le presienten muchos años todavía de vida, un guaje vamos.

Y llegamos al primer bicho de la noche o como diría yo… De entre todos los disfrutes, divertimentos y experiencias varias que te proporciona la vida. Aquellas que se diferencian de las demás, porque te dejan huella y subrayan un antes y un después:
Como los enamoramientos juveniles que uno rememora por puro masoquismo placentero.

CLOS RENÉ POMEROL 2008


Ya descubrí este verano la lujuria de los Merlot fríos en Sudtirol. Pero en vinos franceses, lo admito, soy un absoluto ignorante de tomo a lomo.
INCREÍBLE sin más. El Merlot de esta afamada bodega de Burdeos es una de esas experiencias que se deberían tener; sino fuera por su elevado coste y la guarda que precisan. Yo no me la puedo permitir, está claro.
Es uno de esos vinos que podrías estar oliendo toda una vida, y de la que si algún lumbreras le diese por crear su perfume. Yo sería un comprador fiel y sumiso.
Y es que es taaanto, lo que te puede dar el olfato cuando lo entrenas, practicas y estimulas… Diría que es lo que más aprecio en todos estos años intentando entender el vino, y el efecto cordial que ejerce sobre el género humano y sus relaciones.

Equilibrado en su voluptuosidad, preciso, encantador, seductor… Yo que sé!! Esos fresones maduritos y licorosos pintados de cacao; pero muy ligeramente eh? Ese ver sin más código o explicación, que estás ante una obra de la naturaleza ayudada de la humana que marca la diferencia pero sin excesos; todo sutilidad.

GRAMONA III LUSTROS 2011


Sencillamente infalible y poseso adicto a este todo en uno de la estirpe Gramona. Donde insisto: Se da un poco el alma de esta bodega independientemente de la añada; aunque mientras más viejuna mejor.
Bofetón de frescor, complejidad y limpidez que arrastra por un instante el peso de los anteriores vinos. Y para que mentir, siendo ya enofílico perdido de este cava de larga crianza donde el vino base es el protagonista. No podría ser imparcial (lo siento), y me río un poco por lo bajini del Celler Batlle y el Enoteca. Aunque se esté subiendo un poco a la parra con el precio.

HENRI GERMAIN BOURGOGNE MEURSAULT CHEVALIÈRES 2012


Remarco mi ignorancia en vinos, territorios y peregrinajes varios al país vecino; no por nada en especial sino por falta de abarque para abrazar.
Pero como empezaba: No hay como ignorar, para despertar interés y dejarse sorprender.
Y en eso y en otros menesteres, Carlos siempre ha sido el más explícito de los catalizadores cuando se habla de sentidos, y expresiones que los ilustren; sus caras son todo un cuadro de Monet en forma de sensaciones,amigos.
Algún Borgoña he probado y tengo por ahí guardado. Pero nada como tener la oportunidad de sentir lo que significan ciertos años. En blancos con peso y acidez suficiente para que convertir los mismos, en ese truco(tachaaaán!!)de magia, y, flipar sencillamente:
Crocante, es la única y más socorrida de las definiciones que se me ocurren.
Dentro de esa espontánea palabra, se abarca: La untuosidad de las lías, la fruta y la flor blanca, el terruño ligeramente mineral (calcáreo y ligeramente salino), los recuerdos a hinojo, esparto o retama… en fin. Un todo en uno de gran longitud, fondo y volumen que expresa un gran Chardonnay, que ni el mismo Joop Zoetemelk lograría; si se diera el caso y se pudiera beber.
Supongo, o creo, que a eso se le llama “equilibrio” o “estructura”. Pero yo creo sencillamente, que me mojé.

CONTINO ROSADO 2016


De crocantis y exquisitas acidezas seguimos hablando, con este Rosado de alma tinta. Que mágicamente reúne las mejores virtudes de un tinto y un blanco.
Graciano 55%, Garnacha 40% y Viura 5% dan un equilibrio perfecto a este Rosado con personalidad y desparpajo; para se siga tratando con desprecio a los rosado o vinos espontáneos.
Un socio perfecto para deglutir cualquier elemento graso y marino, y una virguería para descifrar los placeres de comer y beber per se.

VIÑA CUBILLO CRIANZA TONDONIA 1985


Una de las sorpresas gordas de la noche; entre muchas, pero para mi, la más curiosa. Y confieso que siendo drogodependiente de Viña Tondonia, los Cubillo no me entran ni a tiros.
No estaba muerto, estaba de parranda!! cuchíbiri cuchíbiri cuchíbiri.
No señor. Ese Cubillo con la ropa hecha jirones y 34 años a sus espaldas. Conservaba esa acidez de salud de roble, y ni rastro de terciarios, cuero o signos de desfallecimiento. Una ricura de esas que te ponen el contador a cero, y demuestra una vez más. Que no hay mejor antídoto contra la mediocridad que la espontánea sabiduría de la anomalía; la que te cura en el fondo, de los malditos formu(a)lismos.

TINTO VALBUENA DE VEGA SICILIA 1985


Y fue así a traición y cuando las carcajadas sonaban más a oquedad por semejante festín. Que los ojos alumbraron como platos igual que un cenital sobre el protagonista.
Que apareció en escena un mito. Y digo un mito, porque yo, que algunos confunden con algún tipo de reputado experto en vinos, o yo que sé. Jamás he probado un Vega Sicilia y otros tantos. Igual que tampoco he escuchado en profundidad ni a los Rolling Stones, ni a los Kimks
¿sentimiento de culpabilidad, remordimientos o vergüenza? Ninguno!!
Eso sí. Fue una experiencia que solo la puedo comparar con la de mi primer Pingus: Como alguien del que todo quisqui habla y venera, y que sobradamente colma tus expectativas.
Perfección sería la palabra. Y mira que he bebido grandes vinos y los que te rondará.
Todo en su sitio, elegante aunque también austero, expresivo pero sin estridencias, generoso a más no poder en perfumes, recuerdos y vida de ida y vuelta. Como una de las buenas de Bill Callahan, la delicadeza de Miles Davis o el poder de Nina Simone. Un regalo para los sentidos. Y fácil de beber a más no poder; no hace falta ser un entendido para levitar.

Como si no hubiera sido suficiente y entre el barullo de jadeos, gemidos y suspiros; laaaargos suspiros.
Va y aparece un 
 
ÚNICO DE VEGA SICILIA DE 1991


Máxima expresión. Y no hay muchos adjetivos que añadir, o que por lo menos puedan abarcar con más o menos certeza el sinfín de evocaciones que provoca este vino.
Dicen que no puedes morirte sin probarlo aunque sea una sola vez en la vida. Y no seré yo, que desmitifica a cada paso; el que ponga en entredicho esta afirmación. Pues seguramente sea la brevedad de una copa, quien lo corone como “el mejor vino que he probado nunca?
Lo cierto es que… una vez así. No crean que lo que define a este tipo de vinos sea la voluptuosidad, solemnidad intimidatoria o imponente personalidad; que va. Es más bien como una explosión cegadora donde los sentidos, tienen que calentar, estirar y darlo todo para acertar a definir en pocas palabras todo lo que da. Porque además, el cabrón es tan fácil de beber, que te olvidas de qué es lo que te seduce concretamente.
Flechazo o amor ciego, que es como también lo llaman.

Por si alguno se preguntaba a esas alturas de la noche, mientras iban subiendo platillos de la sala baja del ODDVAR: Un rest/pub/bar/gastroreducto/y… nuestro campamento base desde hace un año. Y que en los casi 20 años que llevo viviendo en Cerdanyola, no hay un solo día que me lleve una sorpresa por sus atrevidos.
Sabes? Ese tipo de cosas que hace que cada día que te quitas las legañas y te lavas la cara, no sepas con certeza, que sorpresa te va ha dar la vida.
Y es un poco eso, amigos. Salir de cacería como los primeros pobladores del planeta. Sin saber si comerás, o serás cazado. Aventura.


VIÑA REAL GRAN RESERVA 1975


Saben lo de la inmortalidad? Nada heroico ni superpodérico eh? Sino más bien de ese tipo de personas que se cruzan en tu vida y dejan huella. Esa sensación de haber perdido el amor de tu vida, ni que sea por ese latir en la boca del estómago o ese nudo en la garganta. O la felicidad que da sentirse acompañado por amigos?
Pues la de este vino antiguo; de los que ya no se hacen, cuidao!!
Contaba yo con cinco años y tengo ahora 49.
Solo pensar eso, hacerse una idea de que ese vino tiene la misma vida aproximadamente que tú; o por lo menos la reclusión en vida. A mi que queréis que os diga, me alucina y me hace pensar lo leves que somos en realidad, circunstanciales vamos.
Sin rastro aparente de cansancio o arruga, y si te dijeran que se ha embotellado hace 8 años, hasta te lo creerías.
Acidez, fruta, longitud y zancada larga como la de un fondista incansable. Notas de madera en descomposición en medio de un bosque de eucaliptos, volumen y amplitud como tu madre abriendo las ventanas por la mañana. El perfume de la mañana, claro; como el día.
Increíble. Que gozada. Y que bien sabía quien seleccionó esa añada para embotellar esos Grandes Reservas, solo cuando reunía las condiciones de añada excepcional.


Dejamos las ínfulas del grandiosismo y hasta pudimos vislumbrar con la palma sobre el entrecejo; en lontananza. Esa primera botella de vino que compraste con veinitipico años; como si te bautizaran de nuevo.
Esa botella imponente de todos tus ahorros tirados en líquido. La que sería (o debería ser), el detonante de tu afición al zumo de uvas.
Por lo menos la mía fue.
Una botella de Viña Ardanza que disfruté igual que mi primera vez en todo.
De hecho, todavía y cada cierto tiempo, me vuelvo a regalar una. Para revivir como si fuera ayer, mi primera gran botella de vino; la que hizo afición.
No fue una del 69; claro está. Pero fue esa botella cómplice para cerrar la noche. Sin importar demasiado si estaría a la altura de todas las que no bebimos aquella noche.
Está claro que no. Pero poco importaba
Beberse un VIÑA ARDANZA DE 1969, era esa especie de homenaje que todos deberíamos rendirnos. Igual que repasar aquellos discos de adolescencia o quedar con los viejos amigos del barrio para conmemorar nuestra existencia.


Se habla estos días de la bota de oro de Messi. Pero para bota de oro la 25 de Manzanilla Pasada de Navazos, y las cabriolas que hizo Carlos GC aquella noche con el balón.
Entre vítores y oles que salimos con él a cocoletas.

Felices 50!!


P,D: In Memorian de Lluis Pablo
Maestro sin título ni honores oficiales, que nos abrió nuevas rutas de disfrute en esto de los recónditos Riesling Alemanes de Mosel & Co. Con eso que no se mide ya con puntos, medallas o fama: La autenticidad y el terruño.
Y que por ende, nos hizo aún más felices siguiendo la estela de su sonrisa eterna y pasión por la aventura.
Nos ha dejado muy muy muy solos, tristes y desamparados con escasos 51 años. Pero afortunados por haberlo conocido y seguido; aunque sea de 15 minutos como es mi caso, en una comanda conjunta con Carlos.
DESCANSE EN PAZ




jueves, 12 de marzo de 2015

Encuentros catatónicos en.... DE MENCIA, Y EL HOMBRE/VINO TRANQUILO



Sucedió así, fácil y sencillo, de repente. Como esos encuentros inesperados que lo abordan a uno de renuncio y sin coartada posible a pie de calle.
Nos pasamos la vida meditando y sopesando tal o cual ensayo, acierto o quien sabe si pruebas fallidas. Temerosos cuanto más dudamos, y excitados cuan más carnal es el arrebato: bajo fondo que nos anuda el intestino, fervor que sacude las entrañas y relinche cardíaco. Nos gusta subirnos en marcha, saltar las barreras y soltar el pesado lastre del orden. Lanzar una y otra vez las agendas al río para cazar al vuelo las ocasiones, que son pocas, de conocer en persona a aquellos soñadores que trabajan en silencio con proyectos tan personales e idealistas como el de Nacho León.
Demencia de Autor es la mejor forma posible de bautizar una aventura, que por si sola. Ya es suficiente, para contagiarnos aquella osadía infantil que se desangró camino de nuestra madurez, y que a toda costa intentamos recuperar. Y aunque la recomposición del orden natural de las cosas, tras la vuelta al trabajo después de 15 meses, me haya obligado volver a calcular la elasticidad del tiempo y las prioridades. Después de casi ya un mes de aquella noche&nacho y sus botellas en casa, va siendo hora que la criatura vea la luz.

La semana del pasado 19 de Febrero se dieron todas las condiciones, para que se produjese tan ansiado encuentro: Que Nacho León estuviese promocionando su nuevo alumbramiento -Pyjama- de la mano de su distribuidor en Barcelona, Viteri Winery aka Israel. Que surgiese un hueco de la intensa agenda... Y claro, las ganas de compartir esos momentos que te hacen cómplice de esa chispa mágica, que son las intimidades de la elaboración.
Y Nacho nos cuenta...: con el ritmo sereno y sosegado de un metrónomo que nos marca la cadencia templada, tranquila. Como la de esos niños absortos que asisten a una de esas historias de mayores, al abrigo de la noche y frente a la candela de una lumbre. Son ese tipo de relatos desmigajados entre lo biográfico, personal y emocional. De alguien que salió de su Valladolid natal en busca de nuevos horizontes vínicos, de aprendizajes en bodegas Riojanas a sueldo, atento y presto en silencio. Hasta que en un momento poco exacto de su vida se cruzó el Bierzo en su camino y decidió ser él, el único dueño de su destino.

DEMENCIA DE AUTOR es una bodega/proyecto realmente joven, con 8 o 9 años escasos de vida. Un proyecto construido e imaginado desde cero echando a volar castillos en el aire; como esas cosas en las que solo cree uno mismo.
Nacho nos habla de campos abandonados. De unos procesos sociales abrasivos que nos alejan de la tierra, buscando quizás en fórmulas mágicas y efímeras la solución al abandono rural y consiguiente reconversión de la industria, en futuros todavía más inciertos. Posiblemente porque estamos demandando a gritos un cambio de sistema de subsistencia más libre, sincero y natural. Y en este punto, bodegas como Demencia entre muchos otros jóvenes viticultores de aires quijotescos. Son parte importante de esa revolución silenciosa dispuesta a desmontar los obsoletos paradigmas a la hora de elaborar grandes vinos, con uvas históricamente denostadas.
Son proyectos que desde hace una década aprox. han marcado un punto de inflexión en el tanto y cuando de los métodos de elaboración y producción en nuestro país, y lo más importante: la recuperación de algunas de zonas únicas, abandonadas a su suerte, o el intenso trabajo desde cero para dar la importancia que se merece la viña, y no tanto las obsoletas D.O . Una vuelta al punto de partida o mirada atrás para recoger aquel paquete de se nos cayó por el camino hace un ni te cuento de años. A los orígenes, a la simpleza o a los cuatro acordes perfectos que dan con la melodía única e irrepetible. Así que sin perder el hilo de las explicaciones que nos dio aquella noche uno. Que en su lucidez reflexiva y casi oriental de su forma de ver con sus ojos el Bierzo, nos contó el porqué de ese idilio que mantiene. 

Por pena, pero más por orgullo y demencia que por compasión. Nacho  & Co. decidieron invertir sus ahorros e ir comprando algunos microcultivos: Pequeñas parcelas, minúsculas, fruto de la idiosincrasia familiar de antaño, en la que se solían repartir las tierras de padres e hijos de manera tan equitativa que a día de hoy, El Bierzo, está prácticamente hecho de pequeños retales. Muchos de ellos a la deriva. Porque seamos francos, la juventud no está por la labor de dedicar sus vidas a levantar un cultivo diezmado por años de pesticidas, malas praxis, poco rentables y exigentes en cuanto a dedicación.
Una decisión idealista y alocada a simple vista, pero llena de fundamento si se ve esas tierras Leonesas con los mismos ojos que Nacho: Desde la perspectiva que da la configuración única e inigualable de sus campos y sus viñas.
Una de las pocas zonas de España donde se conserva el mayor número de viñas viejas, cada una de una madre, sexagenarias, de retorcidas, emperifolladas y otras con más belleza interior que atractivas curvas. Caprichosas cuando intentamos seducir sus tesoros más preciados; los pámpanos con sus racimos. Exigentes con el tiempo y el momento exacto de recolección; si se quiere tener en buena dote el frescor de sus bayas: Ni pronto, ni tarde para que el líquido preciado se desnude pleno de frescor, fruta y piedra.
Que bebamos de su vientre, y cerrando los ojos podamos leer en el bajo relieve del paladar lo que pasó aquel año: Los recuerdos probablemente, de instantáneas citas bajo la mirada atenta de la luna, vigilante de oscuros hermetismos y de aquellos carnosos labios de arándanos y grosella, con su fragancia a tocador a kohl.


La mejor manera de tomar el pulso a las constantes vitales de este ejercicio de creatividad inconformista; después de aquella primera botella tres años atrás (la de su segunda añada 2007). Es por tanto, pasar a la acción y cogerla por la cintura para sacar a bailar los encantos de sus vinos.
Un primer PYJAMA de entrada y con la inercia que da la tertulia de pie en barra. Un vino extraído de Mencías más jóvenes quizás o simplemente distintas por composiciones de tierra y orientación. Y que nos acerca al verdadero significado de Demencia, como un vino que habla con franqueza del origen alimenticio y del vino de pueblo. Que nos acerca al verdadero objetivo del vino; el del diálogo. En este caso, Pyjama ejerce de contrapunto, de bisagra entre el vino base y el trabajo de selección con el que encontrar la dignidad del vino de copas, de poteo y picoteo. El de cháchara y el de la justicia hacia vinos más inmediatos y directos como lo es también el CACHICÁN (otro invento inconscientemente maravilloso de este colectivo, e instigado por su socio Bruno Arias).
En Pyjama encontramos motivos suficientes para adentrarnos en la espesura de la Mencía. De su singular hábitat y propiedades exigentes de su cultivo, y el resultado asombroso cuando se la trata con mimo y cierto grado de locura. Del trabajo minucioso de la cata de cada barrica, de cada viñedo y de cada zona nace esta selección que por características concretas no entra dentro de la complejidad de su hermano mayor, Demencia. Sin embargo han dado con la clave, o con el complemento ideal con el que darle sentido a su filosofía.
Un tinto directo al paladar, sin esa carga de extracción y volatilidad de su hermano mayor. Con un primer golpe a flores (violetas, geranios). Al tiempo que van apareciendo tostados, pan, brasas candentes conforme se acomoda a la copa tras mecerse con el movimiento. Al rato una ligera oxidación, pero no una oxidación como defecto, sino como un cambio natural. En los vinos de Nacho León el error no condiciona el resultado, sino que lo hace franco, cercano y apetecible. En sus vinos habla la fruta sin filtros ni disfraces, hay que entenderlos así: vinos vivos, transformistas y elásticos.
El ataque en boca tiene esa misma franqueza, sin aristas que enmascaren el verdadero carácter fresco y frutal de la Mencía. Pero a su vez si mantienen cierta complejidad, toda ella muy transparente y adictiva. Con taninos muy pulidos y con una acidez nada agresiva, que va de cabeza al final del paladar y que limpia la boca para ser todavía más delicioso y refrescante. Detalles ahora de cacao, sutilmente mineral, con un final ligeramente amargante que recuerda a la piel y la carne de las ciruelas.
Una Mencía redonda que armoniza en desenfado y cierto misterio, de aquellos que te invitan a analizarla llevado por cierto grado de incosciencia.

Después pasamos a palabras mayores con su estandarte; DEMENCIA en sus añadas 2008 (casi agotadas) y su más reciente 2009. Un juego de trileros para ver de verdad como dos vinos pueden preservar su identidad y ser tan distintos entre si.
Nos ganó el pulso su añada más reposada y tranquila, la 2008; pese a ser una cosecha complicada. Tiene un empaque casi magistral, seductor, una concentración maravillosa y de puro elixir. Que lo hace a uno meditar con tal de no dar fin a tan buenas sensaciones: una concentración que tizna copa y paredes, que deja huella y el grabado de su inexistente clarificación. Nariz de inicio secante, a estancia antigua de sábanas recién lavadas y almidonadas. A polvos de tocador y carmín con cierta feminidad, imponente e intimidatoria. Sin embargo y pese a esa feria de aromas balsámicos, intensos y turbadores. Su ataque en boca es sedoso, con un tanino tan bien integrado en la profundidad de su paso que es puro masaje. Su acidez es rica, nerviosa, e invita a seguir bebiendo. Hay frutas negras, algo de tabaco y regaliz, estimulante y reconstituyente.
Se notan y mucho los bazuqueos con respecto a su última añada recién comercializada, la 2009. Con un ataque mucho más directo al fondo del palatar y mucho más tranquilo, sereno. En nariz de inicio es más volátil y tarda un poco más en abrirse que su compañero. Bastante más mineral con recuerdos a café verde, puede que algo de mentolados y verdura cocida. Sin duda muy distinto al 2008 e incluso a ese 2007 que me desvirgó. Se ve claramente un claro cambio de concepto en la vinificación, y diría que hay un antes y un después respecto a sus primeras añadas; ni mejor ni peor, diferente.

Esta 2009 tiene cualidades de fondista, con bastante menos extracción que su antecesor y eso se nota mucho en su paso en boca. Más longitudinal, fino, armónico, y me atrevería a decir que mejor preparado para una larga guarda. Esto quizás tenga algún inconveniente si carecemos de la paciencia que necesita este vino para extraer todas sus cualidades, pero creo que con los años en botella nos dará grandes satisfacciones. Claro que esto a veces no se entiende, me refiero a esos cambios tan manifiestos y a esa demanda de espera, de botella o de guarda que algunos no estamos dispuestos a tener. De echo las primeras opiniones del Demencia 2008 allá por el 2012 fueron diversas y encontradas, lo cual me confirma como decía Nacho que es un vino que necesita tiempo y botella; algo realmente complicado en producciones tan pequeñas y alternativas como DEMENCIA DE AUTOR.
DEMENCIA es una apuesta de riesgo un tanto experimental, si así se la quiere definir. Exige entender la idea del proyecto: el ensayo y el error no como un defecto, sino como una virtud de un proyecto vivo y en constante progreso. Una idea sobre la elaboración del vino, su franqueza, del ejercicio del mismo al expresar, de las sensaciones que produce y sin intervención alguna: exfoliantes, renovadoras y fieles a las historias anónimas y ancestrales.
Puede que esos progresos a veces no sean entendidos por aquellos que buscan vinos fiables. A veces poco fieles con los cambios naturales de las plantas, la climatología de cada año y su distinta ubicación; en demasiadas ocasiones conservadores, inmovilistas y acomodados. Sin embargo, si sois de los que entendéis los disfrutes de la vida, como un ejercicio para experimentar y avivar las ascuas de la curiosidad, digamos que infantil. DEMENCIA es la bodega o colectivo que mejor lo representan y lo llevan a cabo sin presiones comerciales.


Todo esto aunque pueda parecer una filosofía suicida. Nos lleva a un terreno o a un estado etéreo, imperceptible por el que descubrir a los nuevos impulsores de otro nuevo modelo de viticultura. La que tiene que ejercer de auténticos ideólogos. La del cambio hacia nuevos escenarios con los que cambiar nuestra percepción del vino, los pequeños productores y su importancia en la evolución/involución de nuestra cultura de consumo. Ellos son los verdaderos artífices, y a cambio solo piden abrir nuestra mente y sentidos.
 
Tanto como el colofón fin de fiesta que culminó con CARABALLAS: Un Verdejo que Israel (Viteri Winery) -otro demente que se encarga de distribuir junto a Demencia y otros vinos “distintos”- y que puso por cuenta propia. Todo ello con un mismo fin: volver a tener frente a frente a uno de los Verdejos de tierras Vallisoletanas más sorprendentes, evolutivos y auténticos que he tenido el gusto de probar. Nada que ver con esos verdejos con sabor a colonia Nenuco, que está ahogando de éxito el consejo regulador de Rueda a productores capaces e inundando estanterías en grandes superficies. A base de permitir sobrexplotaciones, precios ruinosos y la consiguiente desbandada de la D.O de aquellos que pelean por un Verdejo con terruño.
Ya lo hice hace dos años cuando nos conocimos en una degustación de Cristina Guillén en 2012, creo. Aquella tarde cayó en mis manos su preciosa botella, entre lo elegante y austero diseño: sin inventos ni parafernialias, puro cultivo ecológico vigía. En aquel tiempo todavía joven ya apuntaba maneras. Un año más tarde cuando probé la misma añada con dos años de botella, crecía exponencialmente, que gustazo de evolución!! Pero la noche de autos, para limpiar el gaznate de taninos y ambrosías, que mejor que los restos de la batalla del 2011. Ojo, que se dice rápido un blanco ecológico con tres años y pico de botella. Un verdejo sin crianza ni trabajo de lías que debería venirse abajo con el tiempo... pues no!!
FINCA CARABALLAS en esos tres años tiene la elegancia arrabalera de una dama forjada a base de currito. Era muy prometedor por entonces: toques herbáceos con buena acidez, longitud, pequeños apuntes de mineral, de sal gorda, pero con el frescor floral de su juventud. Pero volver a dar con él, con el tiempo que da no tener una distribución masiva; por suerte. Hace que el reencuentro sea aun más efusivo. Más todavía cuando se demuestra para incrédulos, impacientes, y amantes de la velocidad, que el tiempo juega a nuestro favor. Saber esperar y guardar aquello que por limitaciones productivas y de negocio sostenible no se puede envejecer en bodega. Y descubrir un vinazo que combina en exotismo, el paso largo amable, aterciopelado, y ese carácter varietal que podría echarle un pulso a Borgoñas o vinos que duplican el precio del mismo.
Con una nariz impresionante a hinojos y hierva fresca con fondo frutal a orejones o paraguayos. Con reminiscencias exóticas a coco, a mango... turbador. En boca es delicioso y sabroso, combina a la perfección una ligera untuosidad con su acidez luminosa. Preserva intactas esas cualidades de ligera salinidad y mineral muy bien integradas en esa boca amplia, larga de las que llena el alma sin empalagar; muy al contrario, engancha. Da otra imagen menos típica, ligera y aguada de los Verdejos actuales, y contiene un marcado carácter de terruño; puede que el del auténtico Verdejo. Algo que por cierto, lo dignifica y mucho; sobretodo porque su vinificación es de lo más natural y veraz que podamos encontrar en el mercado.


Así pues, tras achucharnos entre espías, bañarnos de fuera para adentro y alargar la velada hasta la madrugada. Disfrutar de la cercanía que da el diálogo de quien ve los vinos desde la perspectiva del origen y el destino incierto pero fiel. Y descorchar contrabandos personales, como el Barolo PIRA del 2004 que allí se coló y la fiesta se plantó (vino para todos y algo de comer).
 Solo me quedó darle un abrazo y dos besazos; acto surgido desde la inconsciencia demente. Eh!! pero sincera. Nos hacen falta muchos Nachos León para aparcar la premura y la impaciencia. Que la velocidad sin control solo deja una estela borrosa; con lo hermoso que queda el paisaje inmóvil, silencioso y paciente.
SALUT & VINOS!!


sábado, 29 de noviembre de 2014

THE BEAUJOLAUS DAY: CELEBRATION GOOD TIMES, COME ON!!




No, no pongan en duda ni por un momento mi capacidad de dosificar la euforia. Celebrar el alzamiento de telón y la salida al escenario, de en este caso los vinos jóvenes, es tan lícita como buscar en la mochila de nuestro viaje anual, los restos aprovechables de nuestros naufragios personales: Sacarles brillo con nuestro antebrazo, exhalar vapor de nuestra boca, y volver a frotar para que resplandezcan pese a lo morboso de rememorar caídas y levantamientos.
Si hacemos efectiva esa misma misiva o proposición de enmienda, lo importante al fin y al cabo no es el motivo de la celebración; bueno o malo, ya sea motivo de felicidad o de simple nostalgia autolesiva. O si en verdad, hay que buscar un motivo para reunirse en fraternal comuna para conocer aspectos de nuestras naturalezas humanas más allá del - “que majo es”.

Vuelvo a reincidir sin ser capaz de evitar acordarme donde estaba hace un año por estos días: Postrado en una cama de la UCI atravesado por mil tubos y cables, y a punto de salir de un coma en el que plegaba y desplegaba universos paralelos. ¿Porqué será que nos pone tanto imaginar un viaje al más allá o la simple posibilidad de fenecer? Será porque no sucedió lo fatal. Y si estamos aquí narrando estos detalles del pasado y la coincidencia del aniversario, es sin duda porque estamos para contarlo. Pormenores y mejor aun, celebraciones.
Eso sí, entre la posibilidad de ejercer de mártir o disfrutar de la compañía de los que compartimos cariño y herramientas para convertirlo en felicidad, me quedo con lo segundo.

A la llamada grito en boca y pie de guerra de nuestro principal ángel custodio el pasado 21 de Noviembre, Xavi. Pocas son las causas de fuerza mayor que me impididan acudir a la cita. Y es que aunque nuestros encuentros de catas formales y “rigurosas” de cada Jueves sean asiduas e instructivas, no hay mejor manera de estrechar lazos que una cena de hermandad.
Para semejante evento no es cierto que se necesite gran liturgia o un restaurante emperifollado, que va. El vino, ese líquido reflejo de la magia de la naturaleza, el fruto, y el hombre, ejercen un vínculo tan esotérico que es la chispa suficiente, para imaginar un ágape y echarlo a andar. Lo único que se precisa es hambre de aventura, una pizca de inconsciencia y la idea. Cierto es claro está, que los anfitriones tienen en gran medida esa facultad casi mágica del conjuro y los cuatro pases para llevarla a cabo. Pero al final, todo depende de ese mecanismo que se activa y te empuja fruto de la improvisación, el que nos hace la vida un poquitín más excitante y hasta sexual. Un aquí te pillo aquí te mato, como se suele decir.


Tampoco vamos a quitarle méritos al mecanismo que activa la chispa que nos echa a andar el corazón. Que no es otro que el arranque de la temporada de vinos jóvenes, o como se dice en mi tierra, del Vi novell: "Per Sant Martí mata el porc i enceta el vi".
Unos meses de aquí a Navidad, ideales para perderse por la geografía vitivinícola y disfrutar de la esencia juvenil y desenfadada del vino joven. Más aun si somos de los que apreciamos esa explosión de fruta, fermentación todavía palpitante y el echo de que estos pequeños tesoros duren lo que el salmón tarda en desovar; para la primavera empiezan a perder cualidades y vigor.
Pero para ser totalmente sincero, alentados por la promesa de profanar uno de aquellos Riojas que Carlos guarda como oro en paño. Y con el perfume todavía revoloteando de aquel Viña Tondonia del 67 al que dimos debida cuenta un día cualquiera. Pese a que por desgracia no acudiera por indisposiciones arbitrarias. Los que sí pudimos, lo hicimos con la presión y el reto de acompañar ese veterano de guerra, con vinos dignos merecedores de tan magno evento.


Con Xavi & su mujer Montse como inigualables anfitriones, quien en su arte imaginativo del maridaje nos prepararon una cenita arreglá pero informal; como cantaba Martirio. La cosa transcurrió en formato tapa con los siguientes presentes: Una miniensalada de salmón con sus retoños y todo, una crema de acelgas y mascarpone de Parmesano, unos raviolis de morcilla con cebolla caramelizada y textura de tomate fresco (que me inventé en casa). Y para rematar Presa ibérica con crema de ceps, Ternera con crema de escalivada y una tabla de quesos con todas las denominaciones en formación (Idiazabal de pueblo que nos trajo Edu de sus numerosos viajes al País Vasco incluido). Claro, y un Panettone de pasas con un Cava Mestres Visol para rematar.
 

Se imaginarán porqué digo así que uno no necesita reservar mesa en un buen restaurante, para gozar del MOMENTO. Basta con dar los tres pases maestros de la cocinera Montse “Sweet Solanet” en un alarde de Mary Poppins y Abracadabra chas!! No era el supercalifrasqui el que sonaba de trasfondo, sino u “White Horses” Stoniano.


El Beaujolais Noveau de Joseph Drouhin/2014 correteaba por el salón salpicándonos de yogur de fresa a los comensales, frutillas rojas y juventud chispeante. Allí en su casa se sincronizan relojes por esas fechas, y las calles del Beaujolais desperdigan vinos frescos por doquier.
 Un adolescente Titán del Bendito del 2009 intentó en su precoz madurez poner cordura al momento: Un vino de Toro de altos vuelos que elabora un tocayo francés, Anthony Terryn; viajante de tierras francesas, Chilenas, Americanas y Portuguesas establecido ahora en el viejo pago del Jara. Viñas de 50 años que dan un elixir con cerrajón que solo los dedos hábiles de un decantador saben descifrar la contraseña de sus perfumes a baya, a marrasquino, efluvios enfrascados que hacen pensar en un típico Toro tánico y austero. Titán del Bendito sin embargo y pese a sus escasos años de botella tiene botines y no va descalzo: Tiene una entrada deliciosa en boca, amable, de insaciable acidez y con fondo mineral de los cantos rodados donde crece, que se amancilla con cacaos, bálsamo, huya y hoja de tabaco fresco.
Todo un alarde de inmediatez y de prometedor envejecimiento por un precio bastante razonable.

 
Al tanto que correteaban alrededor de los platos en vertiginosa persecución. Tuvo que ser la serenidad de un adulto Jean Leon del 2003 el que hiciera entrar en razón a los cabritillos desbocados.
Jean Leon sigue siendo el rey, y pese a la adquisición de la bodega por Torres hace años, sigue ahí. Siendo el Penedés por antonomasia que conjuga clasicismo, elegancia y puro equilibrismo en la cuerda floja de una D.O que ha sufrido un sinfín de avatares. Una opción que nunca falla y que de manera estoica nos sigue dando uno de mis Penedés preferidos por un precio tentador. Los 11 años de botella le han dado una longitud refinada en boca, un toque afrancesado casi inigualable en tiempo y saber estar: Los toques de pimiento asado del Cabernet Sauvignon brillantes y pulidos, ese color a madera de rosetón maduro y una boca donde casi se puede notar el granulado del mineral, las fresas, el cassis...

Para la bien entrada noche con la seducción de sonidos, suspiros y felicidad conjunta. Tuvimos que acunar a los niños, reverenciar al cuarteado Jean, para que en plena ceremonia fuesen el Priorat Pasanau del 2004 Vell del Coster y un imponente Sot Lefriec del 2003 los que nos enseñaran con la perspectiva de los años, lo que significa el silencio.

Dos vinos de altos vuelos tan distintos a la vez que entrañables, en esa forma de detener el tiempo comprimido en un recipiente de oscuro brillo; como uno de esos trajes de vieja franela. De los que la impresión por austeridad y pocas palabras, nos recuerda a ese abuelo intimidatorio y sin embargo de bondadosa hechura.
Pasanau es uno de esos Priorats auténticos, extremos en el reflejo de la esencia de un paisaje: Sus pendientes extremas, el silencio de sus calles, el trazado de sus carreteras acordes con el capricho de su accidentada orografía, y su belleza exenta de rimel y colorete.

Explosión de volátiles en plena concentración de resinas, epoxy y pegamentos... Inhalas y se abren los alvéolos como las compuertas de una presa saturada de esencias. Los Priorats son así, impactantes, no entienden de prisas y plazos de entrega. Sigues charlando, comentas lo que suena en el reproductor, las bondades de menú nocturno, risas y más risas... Y cuando menos te lo esperas lo tienes ahí. Un vino ya abierto como los geranios al borde del precipicio invernal, y con los escasos rayos de sol necesarios para que se aferren a su floración recia y combativa. Es entonces cuando aparece la golosería de estos vinos; de sopetón y sin previo aviso. Una vez aireada esa intensidad que los ayuda a envejecer en la botella, aparecen las confituras, los frutas rojas maduras, los higos en almibar, las compotas y ese final largo y persistente que va desde el dulzor y el bálsamo, hasta el mineral y las maderas finas.
Todo un goce de sensaciones extremas y radicalmente distintas al resto de vinos que probamos.

SOT LEFRIEC es otra cosa, es como esa vertiente oculta y misteriosa del Penedés. Rompe con todos los estereotipos de esa zona, sin embargo mantiene en un hilo de tensión su tipicidad. Quizás porque sin pretenderlo estamos todavía pensando en determinadas zonas vinícolas de una manera un tanto clásica y predecible. Lo cierto es que igual que pasa con otros tantos vinos de bodegas relativamente jóvenes. Hay otro escenario realmente distinto al de hace algunas décadas: Vinos que se aferraban a una identidad clásica y conservadora, y que se cerraban en banda a las infinitas posibilidades que puede llegar a dar un territorio, sin por ello perder su esencia.

Sot Lefriec es una de esas puntas de lanza con el Cabernet Sauvignon y el Merlot como claves de su identidad, pero con la entrada de las viejas Cariñenas (Samsó o Mazuelo) ha otorgado a las nuevas generaciones otro rango de personalidad. Evidentemente no es solo por ese detalle intrascendente, sino por la verdadera trascendencia de su trabajo en la viña y en sus suelos: Baja producción para aumentar potencial, el análisis y la selección de los suelos y un tratamiento totalmente natural y meticuloso. Por eso y por otros tantos detalles que nos llevan a tiempos muy pasados en los que no había posibilidad de intervencionismo. Laurent Corrió y su mujer Irene Alemany elaboran uno de los Penedés más inigualables de la actualidad.
Un vino longitudinal y fondista que requiere tiempo, paciencia y mucha concentración para descifrarlo por completo. Aun y así resulta hipnótico y tremendamente seductor en la primera cita. Con aromas a moras confitadas, hierbas balsámicas, maderas tostadas y un sinfín más que aparecen mientras se le da tiempo. Boca elegante y muy refinada, estructura perfecta en la que son muchas las notas y evocaciones sin que ninguna sobresalga como para afirmar con rotundidad. Nadie diría que es un Penedés, y estos dos jóvenes avezados han conseguido una extracción tan redonda y generosa en sensaciones, que nadie apostaría con total certeza las posibilidades de evolución que tiene con el paso de los años.
De momento estos 11 que lleva a sus espaldas todavía le otorgan una acidez y tanicidad viva y refrescante, sin despreciar su excelente profundidad.


Mientras los niños ya dormían acurrucados en la panza de los bueyes; donde no nieva ni llueve. Y los más viejos nos enseñaban misterios tan profundos como el Abismo de Challenger. Sonaban los ecos de nuestras voces entre temitas de Nina Simone, Estopa, Serrat, Bregovic, Albert Pla... La música celestial que promueve el vino, la buena compañía y las amistades en una armonía multidisciplinar que te forma. No de una forma académica y estricta, no, más bien relajada a pie de barra de aquellas que uno quiere prolongar y eternizar. Aunque solo sea con un puñado de canciones, una anécdota o una lección testimonial.
FELICIDAD!!
Y es que el vino tiene esa virtud. Agudiza los sentidos que nos otorgó la madre naturaleza: La vista para contemplar, el olfato para evocar, y el paladar para ampliar rangos inescrutables antes. Pero lo más importante es que estrecha lazos y hace de su consumo, un alimento para compartir y disfrutar en compañía.

SALUT Y MUCHOS VINOS PARA CONOCERNOS