01: BILL RYDER-JONES_ LECHYD DA Vs ERRO B 2020 DE QUINTA DO MOURO de Miguel Viegas (Estremoz)
Al parecer, mi
relación con la música desde bien chinorri fue como ese flechazo a primera
vista. Del que justo cuando empieza a curar la herida y la costra pica, te la
arrancas para que quede la cicatriz ahí, pa
siempre.
Llegaría ¿quizás
con el single “If The Cap Fits” de S.T.R.E.T.C.H?; al que mi hermana sacaría
fuego a fuerza de ponerlo y ponerlo cuando contaba con apenas ocho años. O ¿ese
otro hipnótico y marciano single del “Trans-Europe Express” de los
Kraftwerk que a mi padre sacaba de sus casillas?
En cualquier
caso, entre un punto y otro, la eclosión satanizadora
al más puro estilo ceremonia budú. Ocurrió si no mal recuerdo, un fin de año
cuando tras ingerir a hurtadillas los culos de chupito que mi familia en plena
celebración dejaba: de licor de café, licor 43 y pipermín con apenas diez años.
Rompí en baile
esperpéntico y sin estar yo dentro de mí, propiamente y mismamente, mientras
sonaba el “Helter Skelter” del disco blanco de los Beatles a toda hostia.
Y hasta la
presente y sin que este preámbulo chuminoso,
vejehistórico y cebolleta caiga en
vano; pues es esencial para el devenir del relato. Mi relación con la música en
sus distintos estados, contextos y formas.
Es por así
decirlo, como la única posibilidad salvadora que ha evitado que ahora mismo
esté delinquiendo, vendiendo mi cuerpo a la ciencia en un sanatorio, o echado a
perder como mano de obra barata a tiempo parcial.
Tampoco creáis
que mi vida, por mimetizada en la vorágine humana y social regularmente
aceptable es que sea ejemplar. Pero doy el pego y paso inadvertido.
Con este regreso
tras seis años de su mínimo Yawn, y
sin contar la reinterpretación del mismo a pelo (piano y voz), un año más tarde.
Quien fuera guitarrista
abrumado por el éxito “multitudinario” de The
Coral; y ya van diez años de aquello. Ha enfatizado más que nunca su
pausado camino hacia el minimalismo instrumental, muy a favor de la máxima
expresión emocional. Con esa cara de no haber roto un plato en su vida y
sonrisa picarona, contando sus canciones por puntillitas de aguja y pellizcos
en el corazón.
Por lo menos en
el mío, sucede que tal como echó a andar el 2024 con la mortaja de la resaca
navideña todavía presente. Convaleciente y frustrado por una accidentada
recuperación de una fractura. Lo que mis piernas no podían solventar en el
difícil arte de… Y para esto me tengo que parar a rebobinar, pues van a ser ya
casi año y medio de aquello.
¿Volar con las
vísceras a falta de pericia psicotécnica y biomecánica para caminar tanto por
el firme como por los sinsabores de la vida?
En todo ese 2024
hubieron pulsos invisibles con esa función de padre para la que nadie te
adiestra, dudas propias y ajenas para gestionar la salud mental. Y un largo,
muy largo año para comprender, tender la mano, sentirse solo, y a la vez
arropado.
Una sequía
creativa y curativa que ahora intento solventar sin más garantía que la de eso:
Intentar, siempre probar.
Y el sentido más
amplio de la liberación cuando las maravillosas secciones de cuerdas que inundan
cada lamento de Bill. Son esas alas invisibles para volar pero también para
sufrir un poquito, vistas las circunstancias. Que han tirado de mí en ese año
de vacío.
Así pues,
retomando el inicio.
Os hablo de
músicas que no solo satisfacen el placer de regalar nuestros oídos y
arrancarnos una sonrisa o un ligero balanceo de caderas. Si no de ser parte
misma de nuestros quebrantos, llantos y lamentos cuando la tristeza, también pudiera
ser ese descenso a la negrura, para encontrar la luz al final como objetivo.
Esa “I
Know That It’s Like This (Baby)” que descorre la cortina con una
escuálida y fresca brisa. Para que en plena noche de calurosa canícula diurna,
la piel se nos rice al compás que imaginó el difunto Phil Spector aun lúcido. Y
descubrir al entornar los somnolientos ojos para arroparte. A un mozo Chet
Baker sentado en el pretil de la ventana susurrándote como él solo sabía hacer
“A
Bad Wind Blows in my Heart part.3”.
“Thankfully
for Antony” reduce al mínimo las pulsaciones, en un estado de profunda
melancolía de la que solo se puede salir con esa fuerza que solo da el abismo.
Sin embargo, no
crean que debieran temer a esos estados de melancolía extrema cuando parecen
convertirse en tristeza:
“I Hold Something in my Head” también
sabe cómo sacarnos a que nos dé el aire, con la ayuda de los cielos
estrellados, los horizontes e incluso las ciudades nocturnas y su ajetreo
anónimo. Y llegar por fin a mi venerada “This Can’t Go on”; que quien sabe si
en el hipotético caso de que atesorase esa habilidad innata de la cabrilla
montañesa. Bien podría ser el premio, escapar al risco más alto para
inspirar bien fuerte hasta el desmayo de
placer.
Sin pasar por
alto la elegía optimista de “If Tomorrow Starts Without Me” donde
pinta de aventura el arte de desaparecer y el ocaso.
Bill Ryder-Jones
no solo ha guarecido su piano del estrépito, con holandas de violines y
violonchelos expansivos preciosos, por mera estrategia ornamental. Su travesía
desde que abandonara The Coral en su
faceta de productor más que como compositor, ha brillado especialmente en esa
otra forma de producir y toquetear. Donde son más las texturas con múltiples
capas, tonos, calidez y abrigo que le supongo por sus problemas agorafobia con
una sutilidad casi invisible. Las que han suplido las producciones más
típicamente intrusivas.
Y como ejemplo
están sus trabajos con: By The Sea, Hooton Tennis Club en ambos debuts, muy
diferentes y recomendables. O los de Brooke
Bentham, o las últimas a contrato fijo con el exPale Fountains/Shack, en
los últimos y más brillantes álbumes de Michael
Head & Elastic Band.
Así que parte de
la singularidad de este disco al margen de que por supuesto, me parece una
gozada sin eludir el detalle de que su escucha agradecida se potencia con una
predisposición muy alejada del imperativo actual:
Prisa, estímulos
constantes y efímeros, novedad/caducidad/novedad/caducidad...infinito
La ansiedad
latente tampoco ayuda con este déficit de atención pandémico. Del que yo
-presente- alzo la mano con otra en el bolsillo; donde guardo mi estrategia
infalible para con una patada voladora, disfrutar del gusto por detener el
tiempo.
Algún adagio más
épica atribuible a los Elbow así, a dedo “Nothing to be Done”, que n enturbian
en absoluto la grandeza de este conjunto de 13 canciones. Y que no digo que no,
igual adolece un pelín de cansancio hacia el final.
Pero de la misma
manera que uno se despista con el vuelo de una mosca o con el history de lo
putu Insta. Perderse “Christinha” o “How Beautiful I am” (aquí
me sobran los coros, lo admito) pero… ¿”Thankfully for Anthony”? ¿Para qué
otro te lo cuente cinco año más tarde?
¿En serio?
Majadero/a!!
Esto a
propositísimo salvo decapitación de la Real Academia de la Lengua Española, me
lo voy a pimplar esta misma tarde mientras preparo la maleta para mí huida a
tierras ASTURES.
Y no es otra que
una más de las tantas botellas de ERRO
B, Quinta Do Mouro que cayeron el verano pasado en el Alentejo portugués y
postrimerías. Obra y arte de mi heroico amigo Mannel Serrano (actor, filósofo
de la vida y distribuidor de vino portugués multidisciplinar y majareta
concienzudo), al que tal como si fuera una peregrinación a Fátima. Si mi
fractura de tibia me impidió visitarlo el maldito verano del 2023, se corrigió
en 2024 con una resurrección a lo Ave Fenix digna de un todavía convaleciente
Mannel; lo que no nos impidió hacer de testigos de lujo en una terraza de
Estremoz.
Un blanco muy
fuera de la norma vinificadora de la zona de Alentejo, hecho por un no menos
inusual elaborador ex dentista (Miguel Viegas Louro), que ganó la bodega en una
apuesta a las cartas. Que convive con sus pieles el periodo suficiente como
para convertirlo en un extraño híbrido. Donde una ligera untuosidad cargada de
volumen y estructura, se armonizan con aromas a flores blancas y fruta de hueso
más un chispazo de hidrocarburo herbáceo más típico de un Riesling, que de un
vino de la zona. El vino de su hijo, NO NOME también tiene ese estilo
particular el que conviven el estilo jerezano o de Jura, sin prescindir de la
parte floral, sapidez y frescor que lo hace un verdadero truco de magia con lo
mejor de ambos estilos.
¿Qué te gusta la
evolución sin prescindir de la frescura, golosería, salinidad y esa sensación
de que bebes un blanco con arrugas de expresión pero capaz de bailarte un
Es tu vino
contorsionista.
Arinto,
Verdelho, Rabigato y Alvarinho son las variedades que forman esta fantástica
cuvée fermentando espontáneamente y permaneciendo 12 días con sus pieles, más
un año de crianza en inoxidable. Y que el irreverente de Miguel saliéndose de
la línea, como a él le gusta. Nutre su gama de Erros con vinificaciones en
blanco o tinto como el Merlot, el rosado o el Vinha Do Camião. Donde no hace
referencia a una viña, si no a la uva que vino del Douro de Camião y que
también elabora del revés como buen cachondo y L’enfant terrible que es.
Salut!! y nos
leemos y bailamos tras culines y viandas