Mientras suenan los delicados acordes del Crepuscolo sul Mare de Piero Umiliami, las tardes cortas donde el sol todavía nos regeneraba como a las plantas la fotosíntesis, se adueñan a golpe de melancolía.
El
otoño me entristece con un gusto casi masoquista y a cada año que cumplo, más
lo siento: Me falta la luz, tropiezan mis biorritmos. La desgana se atrinchera,
me arrastra, me seda, y solo las melodías me dan cuerda a ratos, y con
intermitencias.
Cuando
cambien la hora prometo no llorar cual zarzamora
Suerte
que mi tristeza y melancolía, me da en su mayoría. Para mirar por encima del
hombro a la angustiosa ansiedad que insufla el ser humano de hoy; en general y
sin señalar (suerte también). Y no ser arrastrado al lamento machacón de
nuestra desdichada existencia.
¡¡Y
de repente!!
La
intermitencia pulsa como una taquicardia en vigilia somnolienta.
Suenan
los acordes distorsionados de “These Pines”. Y de inmediato se me
enciende el corazón igual que una luz de gálibo marcándome mi pista de
despegue.
Creía
que el 2020 iba a ser el año aciago a superar, pero no.
Será
porque en 2021 se está sufriendo la sequía inspiradora de la pandemia. Pero en
lo personal, me está costando lo indecible coger el ritmo de pedalada y salvo
un par o tres de esperanzadores discos de principio de año. Caí sin esperarlo
en parón forzoso de esta bitácora, y hasta la presente.
Me
he agarrado desesperadamente a mis viejos vinilos, cd’s polvorientos. Y a un
diminuto reproductor de bolsillo donde guardo los 15 gigas de música que he ido
publicando en esta casa, a lo largo de doce años y sus sucesivas playlist. Tonificando
a golpe de elíptica, mis distrofiadas rodillas y un poco también mi
manera de entender la vida con, SIEMPRE, música.
La
joven banda de Illinois salió a mi paso en una noche insomne, como aquel tipo
que me pidió un euro para cerveza mientras iba a trabajar un Viernes a las seis
de la mañana; y que ahora envidio su arrogancia.
Y
desde hace dos semanas permanezco rampado a la desgañitada voz de su líder Joe
Schorgi, y a la locomotora rítmica de Rob y Tom.
He
intentado soltarme a patadas y revolviéndome como un gato panza arriba. Pero es
que cada vibra en forma de canción, es como si me rascaran la barriga y la base
de mi cráneo; babeo y me agito de placer.
El
Casio CTR 512 con el que arranca “Diet Genetics”, y que
incorporan como novedad y variable estilística al que es su quinto trabajo en
el sello Sister Polygon Records (si es que así se puede entender). Te puede
llevar a ese experimento de Adam Horovitz (Beastie Boys) junto a Amery Smith
como si de un viaje galáctico se tratase, pero…
Cuando
“Funeral Hugs” aparece en escena amigitos… ¡ay mama!
Se
te pueden aparecer en sueños y entre harapos: U.K Subs, Swell Maps, o The
Softies en versión reprise, por ejemplo. Aunque también podrían hacerlo los
Parquet Courts, eso sí; con un poco más descaro y haciendo más sangre.
Pero
ojo.
Si
algo hay que subrayar en fosforito y destacar como hecho diferencial en el
Tears of Joy de THE SUEVES:
Es
que hay una chulería innata que hace, que el disco conecte casi sin quererlo y
de igual manera con el rock’roll garajero de los 70 “Mop Bucket”,
“Find in the Right Fit” o “Deal”. Y a modo de
bisagra mágicamente con el Punk nervioso y marginal de The Saints y The Only
Ones en “Dande Dance Whatever” o “These Pines”.
No
es que esto sea algo excepcional para los que andamos rebuscando el origen de
las cosas que nos engancharon en los 80’s/90’s, infiltrándonos en la sabiduría
de nuestros parientes mayores. Sólo que ahora nadie se atreve a salirse del
redil Postpunk, y adentrarse en las corrientes subterráneas. Igual por ese
miedo de ser tachados de pollasviejas marginales y ¡hala! Al cajón de
los peludos marginales que huelen a humanidad. – Poco modernos que sois,
¡joder!
Ahora
sí, ya puedo balancearme con piernas y brazos al aire al unísono, ¿mientras
suena como colofón “Have you ever Killed?”.
Me
he abierto una botella de vino; ¿lo dudabais?
Esa
que con un mensaje dentro y etiquetada in situ, me dio Santos Masegosa &
Brotha. Un dia lluvioso de estío finiquitado, sellado y archivado; como si el
cambio de tiempo fuera una puta premonición de lunes, vuelta a casa y – ¡Se
ha acabado el verano/vacaciones y lo que se quiera añadir, chaval!
BRUTAL; así lo bautizó Santos, y nunca mejor:
Una
bocanada de luz en un día plomizo con devastadores designios, que igual que el
azufre capturando la luz. Secó mis pies, lo mismo que ahora broncea mi carcasa
en los preludios de un anticipo invernal. Y al que salió a su paso Mr. Masagosa
mutando en un Bob Lindner Tarraconense, antes de que Josep Pinyol lo destinara a
engarrafar. Para jolgorio y gozo de los contertulianos de EL CORTIJO. Y todo
aquel que como yo, se descarriara por el barrio portuario de Tarragona.
Lo
bautizó in situ, atendiendo a mis plegarias tras llevarnos a la boca: Un
Bacalao con sanfaina, unas migas con jamón, Jamón asado, tortilla de papas, y
unas gambas con morros de aquellas que te recorren el espinazo hasta bramar
fuera de ti y sin control vocal (lo que unos llaman posesión), y yo euforia: - Osssstia!!
(alargar la “s” es imprescindible para entender el exorcismo en si mismo).
Bien
es cierto (dato importante). Que todo esto sucedía mientras Santos nos iba
desfilando un Sinestèsia de Pinyolet Vinyaters 2020 de boscosa y
crocante garnacha. Al que volviendo al hilo de mi plegaria, rogué loco de
placer: - ¿Dónde se compra esto?; contestándome él: - Aquí mi niño.
Bien
escoltado por un Tuets Tot 2019 clarete de Mas Tuets
(Aiguamurcia) de Parellada, Macabeu, Garnacha Blanca, Chenin Blanc Moscatel de
Alejandría, Ull de Llebre y Syrah; ahí, en orgía. Y un Jove Nini 2020 de
Gaitano Pellisa Pellisa con una Garnacha y Syrah rústicas y rotundas.
Y
volviendo al principio de una treta/voltereta, que es ese vino/mensaje in da
brutal bottle; lo que me trae este discarral clip.
Hablemos
de ese nómada vino que bajo el etiquetaje de BRUTAL WINE CORPORATION, engloba
(sospecho), a muchos de los “punkis” asociados al H2O Vegetal que organizan en
la Conca de Barberà, Laureano Serres y Joan Ramón Escoda. Que va camino de
convertirse en un fenómeno de referencia de cónclave de elaboradores de vinos
naturales (menos 10mg de sulfitos, sin levaduras, y con mínima intervención);
sin maquillajes vamos.
El
de Josep Pinyol, es un vino joven con partes de otros vinos que elaboran en
Pinyolet Vinyaters: Merlot de su Irònic, prensado directamente sin barrica. Y
una parte de garnacha del Sinestèsia.
Curiosamente
es muy diferente al Sinestèsia, que es más complejo y con notas de bosque y
fruta negra. Y en este copage, encontré una frescura y luz extraordinarias.
Fruta
en flor que se desliza con tanta armonía como escalofrío, de ese primer
chupetón a los Dráculas de Frigo de tu infancia: La Cola, la fresa ácida, la
licorosidad que da el volumen de la Merlot; que si bien no ese corazón de
vainilla, podría ser ese licor de fruta roja crocante y ácida manzana. Con la certeza de que tenías algo rico en tu boca; sin más.
Un
vino de beber ¡pim pam! Que abre el apetito como La Quina San Clemente con yema
de huevo que te recetaba tu mamá. Y que convierte las grasas alimentarias e
intensidades gustativas, en la mecha que prende los cohetes de colores.
La
historia de su etiquetado tiene también su qué. Porque como casi todas las
cosas que brotan las buenas conexiones, las historias mundanas son también
parte de su copage:
La
etiqueta iba a ser el tatuaje de una simpática y salerosa barrendera Ecuatoriana,
que cada mañana hace su ruta ante El Cortijo del Carrer dels Rebolledo. Pero la
idea quedo ahí, suspendida por siempre en el aire, y Santos Masegosa como todo
lo que suele hacer guiado por su espontaneidad lo bautizó….BRUTAL, y bien está; palabra de un cortijero.
Y os lo cuenta otro hijo de cortijeros también; de Grañena a Casablanca.
SALUT!!
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