Ni me
acordaba, juro y perjuro. Me levanté en un amanecer de humedad de
turba, verdor y quebranta en medio del bosque, y poco más que tengo
que hacer un seguimiento tenaz de lo ocurrido en los últimos días.
Ah!! sí!!
ya casi medio recuerdo... Fue un jueves -he amanecido en Domingo de
ramos, entiéndase- difícil o casi imposible tarea la de pasar las
hojas del libro y volver al lugar de los hechos.
La banda
cuarteto de Brooklyn nos pasó a ver el Jueves de la semana pasada;
un poco antes de salir de procesión. Una visita ahora que por fin
“With Like and With Love/2014” y el aun humeante
“Love is Love/2017” parece haber premiado los doce
años de carrera y la decena de discos.
Y no es por
cantidad amigos, no. Es sencillamente porque de Woods, en tanto pasan
las modas, tendencias y costumbres modernas, parecen no verse
afectados por la corriente continua. Sus discos siempre suman,
licencian y testimonian que lo suyo no solo es hacer música, cumplir
y ya está. Cada uno aporta algo, te lleva de paseo por algún rincón
todavía sin explorar; o por lo menos sí meterle mano de otra manera
distinta. Y los cabrones se salen con la suya sabes?, es como el
enterao que te explica el porqué de las cosas y por mucho
asco que te de su sapiencia, al final, te ves asintiendo como un
sumiso y predicando su dogma igual que un testigo de Jehová pasado
de setas del amor.
Hace gracia
ver que pese a ser una banda que siempre pasa del aprobado alto en
sus discos. Sus conciertos siempre parecen no estar a la altura de su
discos en cuanto a público; y para cuando un remix bailongo de
alguno de sus temas. Ese día se hacen famosos del tirón.
Yo ya sabéis
que siempre voy tarde, medio desatacado y despeinao. Soy ese amigo
tontorrón y alucinado que siempre parece estar en la luna.
Mismamente como Jeremy Earl, esa especie de chiquilicuatre que un
buen día te propina un zas en toda la boca con su repertorio casi
inacabable de juegos de cartas instrumentales; solo que con bastante
menos talento.
Además el
jodido parece haberse rodeado de las mejores compañías; las que tu
madre quería: El asiático amable servicial y raro del barrio que
toca el bajo como los ángeles. Ese chico elegante hasta dar rabia
que siempre abre la puerta a tu madre y cede la tanda cuando el
cajero es más torpe y que toca la batería con un groove diabólico.
O ese otro tan guapo, salvaje y atractivo que sería capaz de tocar
la guitarra y hacerte el amor sin descanso hasta el amanecer.
Todo cuadra
amigos. Ahora mismo Woods están en una situación tan privilegiada,
que si le pusieran más grasa y sofrito al asunto podrían estar
tocando ante miles de personas un repertorio de más de hora y media;
porque lo tienen y bien bueno. Sin embargo, no sé si porque los
espabilados del Primavera Sound como promotores, hacen el mismo trato
que mi amigo Herrero (matón de barrio). Pero a uno le queda un poco
la cara de tonto al final del asunto: Esa rara sensación de haber
vivido una noche de sexo desenfrenado, y ver que te dejan con un
palmo de narices y hasta otra.
WOODS se
marcaron un concierto de libro. Se centraron en su último disco y el
maravilloso anterior; por este orden.
Arrancaron
con “Love like a Glass”, extendieron la alfombra de
hammonds sempiternos y se pusieron en marcha. A ratos vi a ese
maldito demonio que me apuñalaba cual flato, y otras... Otras se me
encendieron los ojos de amor suflé con ganas de morrearme con mi
amigo de al lado; a él todo le era gloria y lo entiendo.
A mi sin
embargo, aunque su clase y maestría a la hora de entenderse sobre el
escenario, de tocar y pulsar el botón adecuado del momento casi
mágico:
“Politic
of Free” y los crybabys saltarines de “Hollow Me”
nos arrodillaron pidiendo ofrenda sin condición; y a mi me faltaba
algo.
“Sun
City Creeps” llegó para abrirnos en canal las entrañas,
pues esa mezcla de Reggea de libro, afrobeat y pscodelia entrelazada
nos hace polvo a los que amamos y deseamos que los estilos bailen en
una turmix sin reglas ni normas. Su último disco tiene esa gracia
innata de tocar distintas teclas y quebrarlas como la gloria: lo
altcountry, lo alucinógeno y lo mestizo. Pero, o falta alma y
comunicación, o es el maestro de matemáticas incapaz de
convencernos de la magia de la matemática en la vida.
Sus discos
son tremendos y me atengo al espectacular “The Take”
que nos ofrecieron. Faltaron las trompetas y alguno más que por los
veintilargos euros que costó bien lo valía. A los que allí
estábamos nos daba un poco igual, eso es cierto. La niña de los
claveles nos bailó, y nos embobó cual prendaos sin facultad
de reacción.
Todo
encajaba y fluía porque en sus registros largos, enrevesados y
espirales lucen igual de bien que en su versión más campestre.
Saltaron los primeros ahullidos entre el público que ya es mucho.
Como si alguno quisiera o le faltase más salvajismo, más
comunicación entre el creador y sus acólitos; como lloro cada noche
mis veinte años!!
Pero sigo
creyendo con fiermeza por más que adoro sus discos y la dirección
que toman, que a veces y en directo no acaban de homogeneizar su
maravillosa libertad creativa, y sobretodo su perfección al
ejecutarla.
“Sheperd”,
“New Light” y “Call in a Cup”
juro que nos ablandaron igual que esa masa indeleble de nuestra
madurez imparable.
Ver que sin
saber bien si es el amor por los tonos dorados o el sol. O es el
“agustamiento” natural de tu edad el que te los lleva a
buscar el cielo y los ojos en blanco, con una de las escasas
concesiones a su repertorio post_exKevin Morby, junto a “Be All
Be Easy”.
Indiscutiblemente
todo tan Jayhawks, Wilco y Big Star que no pude evitar morrearme con
uno de los espectadores.
Al principio
creí confundirlo con mi amigo perico David, pero al final lo cierto
es que fue el amor reinante y el Ron con Cola que emanaba el mismo
dulzor de la caña de azucaaaaaarr!!. Sí, para que disfrazarlo
hombre.
Pero en fin,
que quieren que les diga. Considero, afirmo, exijo y me reafirmo en
mi creencia de que una banda con el bagaje, repertorio y maestría de
Woods debería venir a este y cualquier otro país a dar el manotazo
sobre la mesa. Y demostrar que lo grandes que son viene dado con un
directo ambicioso, exigente y mastodóntico; su talento lo exige.
Dar y tomar
esa hora y media de concierto que los Sadies superan sin apenas
esfuerzo. Y hacer que el acabose con “Moving to the Left”
y “Suffering the Season” nos consumiera de verdad.
Porque a
ver, después de darnos almibar. No pueden concluir con el excelso
subidón tan a lo Can de “With Light and With Love”,
y dos bis y adiós. Hora y poco por 25 euros aproximados y la
sensación de coitus interruptus.
Como hacer
el amor, encender la luz, y descubrir que estas en la cama con
Mariano Rajoy; que quieren que les diga. Mezcla de gusto y rabia. Un
merchandaising sin discos ni cd's, y una camiseta más fea que el
Fary comiendo limones. Y no se, esperar que algún día las bandas
estén a la altura de sus canciones; las jefas a fin de cuentas.