miércoles, 22 de enero de 2025

DIEZ DISCOS Y VINOS GUACHIMOLIS DEL 2024 (number ocho)

 


 

08: HOT GARBAGE_PRECIOUS DREAM Vs. UBE DE UBÉRRIMA 2019, BODEGAS COTA 45, El Carrascal_(UVT Cádiz)

En la vida y en el mecanismo del día a día, por más que uno se empeñe, se consagre, y persiga con obstinación ese precioso arco iris de osos amorosos y little ponys de colorines al recogerse en casa, cual línea de meta triunfal.

Sabemos de por sí y por más que te encomiendes en la fortuna del kiriki. Que en dos de cada tres intentos a diario por sortear infortunios, señores Murphy a la vuelta de la esquina, o alineaciones astrales para que te parta un rayo. Con total probabilidad, esos mismos, serán los que te devuelvan a casa de un pescozón, y hala, hasta mañana.

 

Y qué duda cabe que puedes maldecir, recontracagar y jurar venganza por la madre que te trajo al mundo; no digo que no.

Pero oye, yo opto por la opción de colgarme los cascos, o darle  dinamo al volumen del reproductor al subirme al coche de vuelta a casa con mierda de la buena. O en este caso, basura calentita.
HOT GARBAGE y su Precious Dream sarcasmo aparte, te lo dan concentrado, compactado y crocante como una granada de mano  garrapiñada.
Que mira tú. Donde esté conchabarse y arrimarse a lo oscuro, críptico y tenebroso, que se quite ponerle velas a Santa Rita de Casia.

 


 

No sé qué pasa en Toronto, pero la actividad musical de calidad procrea, fecunda y pare más bandas suculentas por metro cuadrado que un pez luna (Mola Mola en término científico) ¿mola, o no mola?

Gelipolladas aparte y ahora sí, en serio.
Hacía bastante tiempo que no me topaba con un disco de semejante solidez así, en toda su amplitud y conjunto.
Y no es que la banda de los hermanos Juliana y Alessandro Carlevaris inventen nada sobrenatural y novedoso: Que es como si metieras en una coctelera a Black Angels, Clinic!, y The Cramps pasados de fuzz, reverberaciones y ritmos apocalípticos.
Pero cuanto menos, es inquietante la manera como cuatro personas proyectaron es aislamiento post covid; momento en el que se escribieron estas canciones que escuchamos ahora, cuatro años después. Y lo vigentes que siguen siendo pese a que la humanidad, así, en general, haya estado todo este tiempo por borrar de su memoria semejante trauma colectivo. Más que por reaccionar ante la que se nos está viniendo encima en cuanto a libertades, violaciones de derechos y extremismos se refiere.

 

Lo cual, advierto y recomiendo efusivamente si pese al bloqueo de la mala baba. Por lo menos, quieres poner banda sonora a un decorado más propio de Utopia (la película de animación, aunque también valdría la serie Británica), que de una manifestación artística revolucionaria se tratase.

Garaje tenebroso, tensión ambiental, guitarras que chirrían y gimen, bogaloo maquiavélico, contundencia rítmica la de Mark Henein con una batería diabólica, y los órganos y reverbs de Dylan Gemble, que parecen sacados de una misa de psicodelia vudú.
En conjunto y resumiendo: Rock de alto voltaje para todo aquel que ame a Jesus & Mary Chain, Flaming Stars, y Loop a partes iguales, de refilón, o por separado. Y con el aval de la producción del zurdo Grahan Walsh (Metz, VietCong, Alvvays, Preoccupations)

 

Si la tensión es el atributo más significativo de este disco, a la par de la oscuridad. Vamos a ir por un vino, donde la tensión y pulso también es una de sus credenciales de presentación.

Entiéndase en el mundillo de los locos del vino como tensión: Esa peculiaridad que hace, sobre todo en los vinos blancos, que un vino ayudado por su mineralidad, acidez y salinidad, tenga un rasgo de viveza tensa y firme en su gusto final. La oscuridad la vamos a declinar hacia la música porque esta joya de vino de Cádiz, tiene luz y claridad como pocos.
Y la mano rota de Ramiro Ibáñez (Sanlúcar de Barrameda), un inconformista que ha elegido hacer la revolución desde atrás, o sea: Volviendo a los orígenes casi siempre enterrados en un desván, pero que bien enfocados y meditados son casi siempre el meollo del asunto.



 

Vinificaciones con fermentaciones espontáneas, crianzas biológicas sin extraordinarias oxidaciones con velo flor, y sobretodo definiendo pagos para vininificar por separado. Que es lo que en su origen debió de ser Jerez sin la oligarquía del mercado de exportaciones británicas, que acabó asfixiando un poco la identidad de la zona y devaluando en muchos casos esa extraordinaria personalidad única en el mundo.

 


En el caso particular de UBE El Carrascal (Las Vegas), tenemos un vino blanco de razas primigenias de Palomino y Listán de más de 100 años en el estrecho pago del Carrascal; el más próximo y alto al mar. En suelos de tosca cerrada y una leve crianza biólogica bajo velo flor y sin encabezar (fortificar)
Por lo tanto, no tenemos una manzanilla al uso, sino un vino blanco de mosto flor con perfume limpio y radial, que expresa como nadie su situación alta a merced de las brisas atlánticas. Con muy buen volumen en su nariz a membrillos, hierbas, laurel, y a playa. Su entrada en boca es una gozada, amplia y sápida al final pero con una expresividad de su varietal mineral, magistral.
Un vino blanco que demuestra una magnífica evolución y elegancia tras cinco años. De estupendo gramaje en boca que aprieta y acaricia a la vez. Y una longitud sostenida y levemente tensionada desde el principio a fin, que en pocos blancos he experimentado. Determinada sobre todo, por la privilegiada zona y donde se elabora:

Un antiguo taller de barcos junto a la desembocadura del Guadalquivir.

martes, 14 de enero de 2025

DIEZ DISCOS Y VINOS GUACHIMOLIS DEL 2024 (number nueve)

 

09: MARY TIMONY_UNTAME THE TIGER vs DOCTORA JEKILL 2017 CURII UVAS Y VINOS (Alicante)

 

Puede que para la mayoría de personas -en las que se incluye un servidor- esta mujer sea una perfecta desconocida.

Pero miren por dónde, que la prospección melómana y de golismero, que el aquí presente tiene como afición; y hasta cierto punto enfermiza (lo admito). Me ha llevado a zambullirme tras el atónito descubrimiento de su última entrega, de las muchas que atesora esta nativa de Washington.
Hasta el punto de hallarme entre el alucine, el encantamiento y el contorsionismo emocional.

 

Las credenciales que avalan una trayectoria de 24 años son las de: Pianista, guitarrista, violinista y bajista, a la par de sus inicios en solitario, parte vocal de The Spells con Carrie Brownstein de Sleater-Kinney(1990), en Autoclave (90/91) como guitarrista, con Helium (92/98) a las voces, en el supergrupo Wild Flag(2011), y la más actual y conocida con dos Lp’s de Ex Hex.
Todas ellas vestidas con distintas pieles: cruda y malavarista, de composiciones sofisticadas y rítmicas cambiantes, experimental y abrasiva, de combinaciones bicéfalas entre el riot girrl y guiños al math rock. Mínima y polirítmica en su faceta en solitario y de celebrable rock clásico en su último proyecto.

 

Pero en cualquier caso. Hay una marca de agua distintiva e inconfundible que unifica cualquiera de sus proyectos, colaboraciones, e incluso manera de tocar la guitarra. Para hacer de sus canciones, una especie de calcetín del revés donde las melodías, destinos y estructuras vertebrales de las canciones no van siguiendo las consignas establecidas.

Llevar los pespuntes de la puntera para afuera y el cosido bonito y confortable para adentro. Es como ponerse en manos del destino cambiante y natural de las melodías, para obligarte a perseguir los satisfactorios caprichos del mundo cabeza abajo.
Y en UNTAME THE TIGER, todo esto sucede de manera muy parecida. Solo que esta vez, y después de casi 20 años sin grabar en solitario, de una forma totalmente vuelta del revés y maravillosamente confeccionada casi hilo a hilo para pespuntear los desaires de la vida con dulzura de hiel.

 


Si bien fue la poco representativa canción que abre el disco: “No Thirds”, la que me enganchó de inicio. El encantamiento me sobrevino al comprobar que los derroteros del disco me recordaban enormemente a mi adorado SATAND UP (cosas mías, faltaría); donde Ian Anderson teñía de folk anglosajón el ideario psicodélico de Jethro Tull.

Y no es que sea por semejanza estricta, sino por la forma de cantar, de ceder el protagonismo a la acústica, y dejar que lo eléctrico solo ejerza de sintonía de fondo.

 

Aquí, Mary Timony, es donde brilla con luz propia alimentándose de las disonancias melódicas, pero con un objetivo más espacioso y rico en detalles. Con canciones de prestancia más optimista, pero que realmente son la cura o la tirita de unos años donde la separación de su pareja y la pérdida de su padre anciano primero, y de su madre justo al final de armar el disco.  Convierte a éste, en un álbum de textos melancólicos exorcizantes de tristeza y con guitarras rabiosas de domar la soledad.

Con la ayuda del baterista de Fairport Convention Dave Mattacks en “Don’t Disappear”y David Christian (Karen O, Hospitality) ayudándola, Dennis Kane al bajo como co-productor, y con un conductor (productor) de la nave tan solvente como Dave Fridmann (Flaming Lips, Mercury Rev, MGMT).
Mary Timony nos entrega así, un disco que transmite serenidad y templanza teniendo en cuenta su duelo. De detallista estética folk, con destellos de psicodelia confortable y luminosa. Y con unas deliciosas guitarras en suspense, que parecen querer explotar pero que son como pequeñas cargas de profundidad que te dan caza y te atrapan con un control de los tempos implacable.

 

 

Esta maravilla de obra es de obligado disfrute con una botella de Dra. JEKILL al lado.

Un vino elaborado por Violeta Guitérrez de la Vega (hija del maestro Felipe Gutiérrez de la Vega), mano a mano con Alberto Redrano (Premio Nacional al mejor sumillier 2009). Con unas Giró viejas de 70 años en terrenos pobres que han ido recuperando a lo ancho y largo de la Marina Alta y concretamente en el municipio de Xaló.
Se habla de su consanguinidad con la Garnacha Tintorera, e incluso con un hipotético parentesco con la Fogoneu Mallorquina. Pero lo maravilloso y flipante de los vinos de la familia Gutiérrez hechos con esta variedad, es simplemente su singularidad. Que va de los rústico y agreste, y de su mano rota para embellecerlos sin alterar su estoica personalidad.

 


Vinos de tierra cálida y agricultura heroica en un territorio castigado por el calor y  las inclemencias climáticas de nuestro actual paradigma. Que como en el caso de este Doctora Jekill, esquivan la concentración y sobre madurez a cambio de una deliciosa entrada en boca que remata de complejidad y taninos rugositos, para hacer de los inconvenientes virtudes.

Aquí vamos a encontrar un vino con personalidad y mala leche, pero de un beber intrigante y amable. Si intentas relacionarlo con algo que te remita a la típica garnacha de frutitas rojas frescas típicas de suelos arcillosos, cagada la hemos.

 


Con efluvios a pimientos asados, moras maduras, o mermelada de tomate. Con la evolución de esta botella de 7 años ya, aparecen recuerdos a hierbas de monte, ligera mineralidad y fino cuero, todo el conjunto se unifica, se destensa, y se diluye en conjunto que te vuela la cabeza a base de reminiscencias a veces inubicables en tu memoria olfativa. Pero todas buenas.

Aunque lo rotundo y genial viene en su paso por boca. Untuoso, amplio, ligeramente compotado y con un final entre lo picante y rugoso.
Elegantes notas de cedro, espliego, fruta roja madura, ajo negro, y una profundidad que aturde llenando el paladar. Muy largo, y muy presente en el recuerdo.
Un vinazo de solo 300 botellas y precio la mar de asequible, que evoluciona maravillosamente en botella. De beber agradecido y generoso.
Si te las pierdes -cantante y vinatera- pa que vivir ya.
 

sábado, 4 de enero de 2025

DIEZ DISCOS Y VINOS GUACHIMOLIS DEL 2024 (number diez)

 

¿Ves como no pasa nada? Ven, venga, va, dame la mano y da el paso.

Si solo es cruzar el umbral joder.
Una mañana te levantas de un año, y antes de que te vayas a acostar ya estás de otro.
Todo sigue igual: la misma humedad que cala los huesos, el puto anticiclón que nos ahoga con la polución, los rastros mañaneros del Plutón verbenero con la lata de cerveza vacía sobre el quicio de tu ventana; esa de la farra de todos los días y, eso sí, igual. Con la boca pastosa y la cabeza como si te la hubieran rellenado de porexpán.
Que le dicen resaca, pero yo estoy convencido que es el peso del paso de los años.

 

Y había pensado yo; mientras veo pasar bajo mi piso el maquiavélico trenecito navideño atestado de gente, tocando la jodida campana.

Que si las franquicias decidieron hace mil, adelantar los fastos de lumínica navidad. ¿Quién iba a decirme a mí algo, por alargar eso de poner lo mí#mejor# del año? ¿Eh? Quien, quien.
¡Vamos hombre!

 

Así que ahora que he cogido carrerilla después de no escribir una línea desde San Juan; que se dice rápido; joder, seis meses.

Pues nada, que he decidido hacer de mis… ay, que me da vergüenza… De mis TOP TEN; ¡hala!
Una entrada por cada… yo que sé. Cada uno, va. Así pues, con un vinito de compañero la letra densa y torpe pasa mejor. Y de paso y merecidamente, me explayaré en explicar qué de bueno podéis encontrar en cada pack de dos: Disco y vino. Que se lo merecen joder.

 

Que no digo que no sea una gilipollez ¿eh?
Pero para pasar el mes de enero de mierda y lo mismo el de febrero, tampoco es mal plan, es gratis, no cobro, podéis hacer la cobra. Vosotros/as mismos/as.

 

Ahí van los primeros yieeeep!!

 

 

10: TEEN MORTGAGE_TEEN MORTGAGE  Vs. Terme de Laureano 2021

 

Hace unos días escuchando el podcast del colegui Txarls (Pa 4gatos); el cual aprovecho para recomendar encarecidamente. Me enteré que los incombustibles METZ, se daban un descanso indefinido dejando un discarral enorme. Todo y sea dicho, muy lejos de aquel hardcore ácido que los hermanaba con los Nitzer Ebb pero en plan guitarrero, de su segundo disco II.
Los canadienses han pausado su camino con un magnífico disco más próximo al shoegaze, que a aquel artefacto  que les valió la reputación de demoledores allá cuando nos visitaron en el BAM.
Pero como no hay mal que por bien no venga. Mira tú, que este año nos ha regalado la eclosión de este par de perlas de Whasintong D.C para paliar esta falta: James Guile y Ed Barakauskas.

 

Un disco de debut vestido de largo tras cinco años de carrera a salta mata de singles y Ep’s. Para sentar cátedra en esto de hacer música de combustión espontánea. Y dar a luz un disco con 17 cortes que arranca como una bestia desbocada con “Doctor”, y donde cazaréis al vuelo su relación con la furia de Metz que os comentaba al principio.

Pero no. No todo es meterse entre pecho y espalda un símil de otra banda, porque Teen Mortgage le dan con soltura al garaje con guiños a The Cramps, al punkrock psicodélico y desquiciado de los primeros Thee Oh Sees y ante todo, dignos herederos del movimiento “do it yourself” de su ciudad natal.
Y lo más importante y esencial. Es que el material que recoge su disco homónimo. Es una apisonadora de principio a fin, sin bajar pistonada, y con una entidad y coherencia incontestable; pese a ser un compendio de todas sus perlas desde el 2019 hasta la fecha.

 

 

Evidentemente, tratándose de una banda con tan solo guitarra y batería. Los argumentos para defender su mensaje de ira y hartazgo, son pura energía de trazo grueso e inmediatez; el disco se te va pasar tan rápido como el cabreo por el día de mierda que demande semejante paliativo.

Aunque también es verdad, que si te lo quieres merendar acompañado con una botella de este Macabeu despelotado de la Terra Alta. El asunto del disfrute alcanzará cotas bastante más óptimas y alegres.


 Laureano Serres es ese tipo de pillao (en el buen sentido, o no). Que tiene los santos bemoles de plantar su bodega garaje ante la Catedral del Vi en Pinell del Brai: Monumento del cooperativismo modernista de principios del siglo XX, y claro ejemplo de la elaboración tradicional.

Para elaborar vinos sin sulfuroso ni maquillajes, con métodos que se basan en sus ancestros (recipientes abiertos, fermentaciones espontáneas) y a ritmo de reggea; o sea, justo lo contrario a lo que se hacía en la cooperativa.
Y cuando nadie se atrevía a defender esa idea primaria de hacer vino en tierra de Garnatxas. Resulta que hace unos Macabeus para flipar en colores, que ya quisieran bodegas tradicionales con mil artilugios.

 

Si tienes la suerte de pillarlas con un par de años; sus botellas digo. Verás cómo sus Macabeus evolucionan con nobleza y elegancia.

Nada de reducciones, sápidos, de acidez crocante, y con una gama de expresión olfativa, de éxtasis y telele por miedo a beberte semejante elixir quepaqué.

Los mejores Macabeu (Viura en la Rioja) de España, los de Laureano. Y punto.