jueves, 19 de julio de 2018

RICHARD SWIFT NOS LEGÓ EL DETALLE, Y AL ÚLTIMO NATHANIEL RATELIFF.NO LO ROMPÁIS.



Si algún día la muerte me coge por sorpresa, no quiero ni una sola lágrima.
Subir el volumen de la fanfarria, e incinerarme con una Ola de Calor. Y que ni se os ocurra maldecir lo que pude, hacer o deshacer; como si en el lecho de muerte yo estuviera repasando la lista de la compra.

Desde donde estén (mis artistas muertos); no sé si cielo, infierno o valhalla. Igual se ríen de nosotros, los mortales, todavía en deuda con la vida. De verdad que no lo sé. Pero tras la pena inmensa al recibir la noticia el Martes 3 a manos de mi amigo Txarls, del repentino fallecimiento con tan solo 41 años, de Ricardo Siglfredo Olivarez Swift-Ochoa aka Richard Swift: A consecuencia de una larga enfermedad y la falta de recursos para financiar su costoso tratamiento en la sanidad Americana. Y coincidir por sorpresa y de casualidad con mi primera escucha de lo que sea, la última producción de lo nuevo (del bueno), del achuchable y mofletudo de Nathaniel.

Me prometí escribir esto, más por esa primera sensación al escuchar por primera vez la nuevas canciones que como ya digo; descubrí de potra. Que por cualquier manera de regodearme con la pérdida, la manera asquerosa del desenlace, su burocracia o el comprensible desasosiego. Y el ostracismo en el que cayó su carrera como solista, miembro de otros proyectos, o la de productor vista la poca atención que generó pese a ser un geniecillo de visión espectral impresionante.
Por simple obligación de constatar la magia de su felina visión a la hora de musicar ideas.
Todos sabemos que si como cantante ya fuiste un futurible don nadie, como productor, ingeniero o masterizador, en la actualidad. Eres un fantasma al que solo mencionan los viejos enfermos de la música. A sabiendas de que la era en la que comprábamos discos desinformados, tan solo por quien había tras los mandos. A pasado a la historia, desde que el Mp3 y Mp4 sean ya los tiranos de nuestro tiempo.



Por eso no quiero que sea, o parezca, el típico muro de las lamentaciones de facebook. Sino mejor la buenaventura de lo que dejó; que es mucho. Incluso que sin apenas saber si fue él o la idea de Nathaniel de girar 360 grados su festivo debut con los Night Sweats de hace 3 años. Que sea el hablar de un puñado de providenciales grandes canciones, las que lo tributen y no nos olviden; por favor. Ni se presignen ni se resignen.
Que sea como una coreografía de baile con esos ángeles cantando el “que será será” que lo despidió. Donde se puede escuchar en cada nota, ajuste y detalle; que los hay a borbotones en este nuevo disco.
En la riqueza sonora que sustituye a lo intuitivo de su anterior disco y la paleta variada por donde deambulan estas doce canciones + dos. El santo y seña más que evidente de Richard Swift de discos como Walt Wolfman o The Atlantic Ocean.
No por estilo estrictamente. Sino por ese flow suyo cabaretero y de variedades que se mestizaba con la onírica psicodélica, queriendo a cualquier estilo o atmósfera que se le arrimara.

TEARING AT THE SEAMS es muy distinto al disco de presentación del combo de Nath; no por esencia, pero sí por estructura.
Canciones que se multiplican en texturas pese a ser prácticamente los mismos músicos. Aires de Nueva Orleans en unos vientos contorsionistas como los que abren el telón con “Shoe Boot” primos de Johnn Nemeth. Algún vestigio como parte de la evolución del homosapiens cuando coge velocidad “Be There”.
Pero en rasgos generales, es el Rythm’blues blanco el que suple la inercia Soulera y Gospel que dominaba su anterior disco el los temas más emblemáticos del mismo. Siendo canciones como “A Little Honey” o “Hey Mama” las que se llevan la palma, arrastrándonos a la “casi” propiedad emocional Van Morrisiana. O “Baby I Know” por ejemplo, que tira sin piedad de esa fibra melódica de la que dicen, tanto costaba sacar a Nath en sus inicios de cantautor Folk. Cualquiera lo diría.
Hacen que este disco disfrute de un recorrido infinito, más saboreable y menos gaseoso.
Tampoco creáis que hay una obcecación.
Intro”; justo a la mitad del viaje. Podría resucitar al bueno de Richard, quien adquirió seguro, ese flow para la melodía de impacto directo en su gira con los Black Keys: Puro Funk de negro tizón y suelas deslizantes son las que engrandecen a este hit ¿tipico?, pero demoledor.

Coolin’ Out” es la otra canción donde aparecen los neoyorkinos Lucius. Dotando de una velocidad y frescura nada desprovista de la esencia que tan bien maneja Nath y sus Night Sweats.
Baby I Lost my Way, (but i`m goig home)” ruge erótica como el mismísimo Screeming Jay Hawkings o Dr. John empapados en boogie-woogie. Y aunque el ramalazo Black Keys de “You Worry Me” de algo la nota, tampoco seremos tan necios para negar los aciertos de Dan Auerbach; que igual pasaba por allí en espíritu también.
La cosa es que, de momento, Nathaniel Rateliff lo hace molón igual que Dr John en su milagroso Locked Down de hace 6 años. Y claro, para los que ya colocamos estrategicamente nuestros marchitos cabellos para eternizar nuestro glamour:
Still Out There Running”y sobretodo, “Tearing at The Seams” que da título al ungüento, y que podría ser esa plegaria para levantar de su nicho al mismísimo Sam Cooke. Son esa droga que… sino no nos rejuvenece, por lo menos nos envejece con agua de rosas.

Es fácil cerrar los ojos y sentir el amor incondicional por Nathaniel Rateliff. Que estas canciones provoquen ese sentimiento casi invisible pero inneglable, de las manos de Richard sobre un material dispuesto a dejarse querer.
No ya solo por la permeabilidad que ofrece un tipo como Nathaniel en estilos madre. También porque la verdadera magia de Richard Swift era crear un halo, un espíritu, o una marca como motivo de una idea intangible, sin apenas trascender sobre la compañía. Que flota sobre todo lo que toca, por muy injusto que parezca que nunca se apreciara lo suficiente su carrera en solitario. Y tuviera de alguna manera, que conformarse con la sombra alargada de sus tentáculos sonoros en aquello que tocaba.

La de Nathaniel es una de las carreras más impregnadas por su idea de cómo sonar. Me queda muy corta y desaprovechada su colaboración con The Shins. Un divertimento su periodo en vivo con Black Keys a la par que productivo a la hora de salpimentar su forma de confeccionar su idea de como debe sonar una canción.
Y su última producción propia con Damien Jurado; versionando algunos clásicos eruditos. Una joya de disco de un sonido y atmósfera fuera de lo común; una puta obra de arte que perdura hasta el último y presente disco de Damien.
Un epitafio, o a fin de cuentas. Un rastro del que por más que la droga mediática invisibilice. La marca de agua esa que te perfora el recuerdo por la pura casualidad del encuentro arbitrario. A MI, siempre me volcará el corazón al escuchar este disco.
LAS PERSONAS SE VAN. PERO EL SONIDO, COMO EL DEL VIENTO. PERDURA



domingo, 1 de julio de 2018

COSAS QUE PERDÍ EN BARBARASTRO Y ENCONTRÉ BAJO UNA COLCHA: SAY SUE ME_WHERE WE WERE TOGETHER & IT’S JUST A SHORT WALK!_2018





Regresar a sitios donde has estado hace mucho mucho tiempo. Tiene de añoranza tanto como de recuerdos que más o menos ilustran como paisajes, pesares, dolores dulces y momentos tan precisos, que hasta pavor dan:
Ver la rivera del rio Vero nevada por las semillas de los Chopos que lo franquean en Primavera. Un texto de Astor Piazzola que escribí, mientras desde la ventana miraba el gélido invierno. Y hasta la capitulación de mi padre con ese dolor de las pérdidas allí grabado, en la ruta tiralíneas de Lleida a Barbarastro.


Todo esto no es que compense ni mucho menos. Tan solo se aparecen igual que fantasmas; con la poca escapatoria de acogerlos como el rastro de los años que pasaron.
Intentas inventariar esa fecha, tu edad, que hacías por entonces. Y así intentar averiguar que sucede para que de repente todo se construya ante ti; justo cuando ya lo habías olvidado. Pero descubres que solo recuerdas aquello que te conmueve.

Saludas a esa señora mayor madre a la que le tiembla el pulso para activar la tarjeta de la habitación del Hostal. Preguntas por su joven hija que ya tiene a sus hijos criados, por su marido que murió. Y sin saber porqué, cada diapositiva, estampa y calle, suena a “Let it Begin”; atrapándote la melancolía desde el estómago hasta el espinazo.



Hay músicas que de igual manera. Sin saber ni preguntarte demasiado porqué. Emergen de la nada actual para recordarte el calostro que te amamantó de la misma manera que descubriste la electricidad al meter el tornillo suelto del sofá en el enchufe.
Ese escalofrío de POP sorbete que sin más, te hace chiquillo de riffs y versos inocentes.
Te volverías a enamorar de la primera que pasa. Confesarías tus más oscuros secretos con un Royal Crown compartido. Y seguro que te volverías a masturbar con tu vecino del segundo, para ver de nuevo que se siente al descubrirse.

Es esa magia musical que sin venir demasiado a cuento, rompe con la monotonía de lo predecible cuando miras debajo del somier.
Y te vuelves a asomar a la ventana apurando el último pitillo de la noche con ese Tilo gigante embriagador, el rumor del rio y el campanario de la Catedral de Santa María de la Asunción. Para que SAY SUE ME haga de cómplice.
Sabes sin temor a equivocarte. Que esta será otra estampa de nuevo eviterna.

El joven cuarteto surcoreano a conseguido con su segundo y más reciente Lp, lo que no ha logrado toda anglosajonia en los últimos 10 años: Volver a santiguarnos de sorpresa como quien vuelve a sentir ese cosquilleo de juventud.
No porque (que en parte sí), te rememoren una colección de tonadillas que se adaptan a tus edades más míticas. También y con sonoridad porque han publicado un disco donde hay casi de todo, en su sitio, y grabado/tocado como los ángeles:
Canciones redondas que arañan en el clímax por pura sensibilidad; y ya. Tan buenas, como para olvidar que la diana Pop aun pareciendo fácil y siempre subestimada. Pocas veces consigue que lo espontáneo suceda y engrane sin más.
WHERE WE WERE TOGETHER además, bebe mucho de un Pop sesentero que escapa del típico tweepop juguetón que tanto gusta a bandas niponas. Y en este caso, al margen del hipotético exotismo de ser hecho por una banda Coreana. Hay un poso impertérrito que retrocede más allá de las continuas revisiones al indie más reciente, y hurga por lo menos, con una exquisitez más propia de la Velvet de Nico, Left Banke o Nancy Sinatra; al menos como lienzo. Pues irrenunciables son sus referentes más obvios (Primitives, Camera Obscura o Woul-be-Goods).


Let it Begin” así lo certifica dejando una impronta de infinita melancolía. Con rasgos más propios del folkpop americano que del destino que va tomando el disco conforme avanza.
But I Like You” arropa con unas guitarras tremendas pese a la juventud de la banda, y van más allá con radiantes riffs; se nota que detrás del masterizado está Mathew Bamhart (The New Year, Metz, Superchunk, Bedhead).
Que les ha extraído una cantidad de sustancia a las canciones, bien hechas de por si, con unas cuerdas,voces y sección rítmica tan bien dispuestas. Que una simple sonata pop como “Old Town” gana un peso arrollador sin más armas que la melodía ideal. “Ours” se viste de gala para codearse con Sarah Cracknell and Co.

Antes de despegar hay otra joya, “Funny and Cute”. Donde la sombra larga de Nico reluce bajo el manto de una guitarra sencilla, natural, precisa… increíble.
I Just Wanna Dance” es esa canción que The Primitives hubieran querido grabar en su regreso para no seguir viviendo de Crash y Stop Killing Me; y que no hay duda que son sus padres putativos. “B Lover” perpetua el pop infinito. Y “After Falling Asleep” nos desmonta igual que Asobi Seksu lo hizo con “Thursday” hace doce años.
De todas formas, canciones como “Here” son las que marcan la diferencia. Escapándose de cualquier comparación simple y llanamente por su excelsa delicadeza y preciosidad.
No es una preciosidad de excesos ni ínfulas. Sino una belleza natural como las chapetas sonrojadas de una niña que juguetea bajo el sol de verano en los olivos. Igual que su instrumental lo es también de vaciamiento. O el remate de “Coming to The End” que sin manías, bebe más de emocore, postrock o shoegaze que de Pop aparente.

Ese ese plus de credenciales que presentan cuatro jóvenes de apenas 20 años. Y que como un estado de gracia. Saben que… si hay alguien que sobre el pop y sus melodías piense, que ya todo está escrito, es que ha perdido la esperanza en la realización.
Las cuatro gemas de su otro Ep de este año en curso, no son esos ases bajo la manga. Es el culto tan de 90’s, de Ep`s, singles y caras B donde estaba casi siempre lo bueno. En este caso cuatro versiones con mucho pedigrí:
La excelsa y preciosa versión de Blondie “Dreaming” se define así de fácil; basta con escucharla. Un baile de fin de curso (tímido, cursi, ruborizante), es “Do you Wanna Dance” tan tremendamente sixtie que resucita al incombustible Bobby Freeman de finales de los 50. O “Beginning to See the Light” de la Velvet, que hace y no soy amante de agravios comparativos, que no eche demasiado de menos a la última esperanza del Pop agitador: The Pains of Being Pure at Heart.
Que digo yo, que igual es cierto eso que dicen que el Pop es como menos profundo, más de mente en blanco, efímero, con caducidad, o un objeto de consumo que se agota con facilidad. Igual tenéis razón.
Mientras. Sigo creyendo que la prueba rocanrolera de la cover ramoniana que cierra este aperitivo: “Rockaway Beach”. Hace, por lo menos. Que acepte esa verdad a medias, y sobrelleve con alegría las recaídas y fidelidad a los ⅔ minutos instantáneos.
Que los disfruten

lunes, 25 de junio de 2018

THE ASTEROID N.º4_COLLIDE_2018 (13 O’Clock Records): DISCOS PANORÁMICOS PREDESTINADOS A MUSICAR EL VERANO





Ya he decidido no volver a dar la mano a clientes, recién conocidos y tratantes. Desde ahora, solo abrazos henchidos y constringentes de esos que serigrafían los latidos en tu pecho.
Desde que certifiqué así, que padecía una epicondilitis (codo de tenista); seguramente por mi trabajo y la recurrida excusa de la edad. Y de que justo el certificar mi dolencia, experimentara un querencia por marcos de puertas, ventanas y cualquier superficie duro para con mi codo; vamos, que no hago más que darme golpes en el punto exacto del epicondilo.
Que quien sabe, pudiera que pudiese ser la edad con su consiguiente pérdida de cálculo espacial y perimetral; no lo discuto. Es más, seguro que hay un estudio sobre eso, el acercamiento hacia los cincuenta y la pérdida inconsciente de ese don que tienen los murciélagos y que nosotros suplimos con la juvenil y grácil agilidad: ¿el torpe nace, se hace o se instruye según cuenta canas? Un misterio, gente.
En cualquier caso. Yo solo sé que desde hace cuatro años aprox, arrastro involuntariamente la planta del pie al caminar, voy al tanto con los tropezones igual que un Ñu bebiendo en una charca infectada de cocodrilos, y no hago más que darme golpes en el dichoso codo.
Y dirán…Y ahora?
Bueno. La solución no la he hallado en un medicamento, codera de porexpan o terapia alternativa. Sino en la música sí.


Desde que cayera en mis manos el noveno disco de esta banda originaria de Philadelphia y establecida en San Feancisco desde el 2011; con el cual conmemoran el 20 aniversario de existencia. Mi deambular por casa, solo obedece a los compases de Collide:


Me levanto a oscuras a miccionar a lomos de “Explore”. Voy de mi diminuto lavadero cargado de colada sin miedo al quicio de la terraza bailando con “Explore”. Y hasta girar en mi micro mampara de baño cual Derviche, con la voz de Emili Polle de crines acuestas de “Weeping Willow” mientras me ducho.
Desde ese preciso instante en el que la luz cenital apunto desde el cielo cual Mr Bean caído. Son los vaivenes acompasados de la banda de Scott Vitt los que rigen mi día a día, y han dejado en un recuerdo peregrino aquel Hail to The Clear Figurines del 2011, con el que los descubrí: Un disco que navegaba entre pleamares y corrientes marinas, de una psicodelia mucho más evidente que el disco que nos ubica; muy cerquita de los Black Angels.



COLLIDE sin embargo, sitúa a la banda mucho más cerca de nosotros. Sobretodo y más que nada, porque su sonido se aleja discretamente de ese toquecito de Americana, que hacía y hace, que su música no sea la de ese tipo de banda que se aferra. Sino que la libertad a la hora de dejarse llevar por los caprichos de la naturaleza, sea la que da quilates a su trayectoria y discurso.
Este bocado corto de ocho canciones, nos pone de cara u orientados hacia una latitud más británica: The Church, House of Love, Lloyd Cole y los Commotions en ocasiones. La intensidad de los primeros Mazzy Star de esa canción que os citaba al principio; “Weeping Willow”. Y que nos remonta y rememora aquel rock americano parte Janis, parte Soulwomens de rasgos más Underground. E incluso a unos 60 mágicos, volátiles y tan románticos como la de los Rolling de Brian Wilson.
Esa miscelánea en definitiva, que hace que el rock anglosajón beba realmente de infinidad de charcas, épocas, híbridos y tics culturales, igual que las especies y las esporas viajan.
Y que en este disco se dan cita como un halo de belleza azucarado y tremendamente melancólico. Por obra y gracia de ocho canciones mágicas, de las que uno, no puede separarse ni un minuto. Seguramente porque que dan de pleno en la diana del bien denominado temazo.
Lo mismo da que empieces desde el principio, o de atrás hacía adelante.
Cry for Osana” por ejemplo, modula su épica orquestada hacia territorios espirituales y mágicos. De los cuales, sus nueve minutos y medio jamás abusan del bucle y sí del vuelo: sin motor, estupefaciente o paranoia que valga. Solo paisaje y cromatismo sonoro. Antes “Remedy” hace una ecuación entre Cass McCombs y los Jayhawks. El resultado, un vals que me lleva en volandas sin tan siquiera acusar la más mínima torpeza; ellas me elevan.
Los slides y tremolos de “Finest of Mines” que inician este tema, que bien podría tratarse de un corte de una banda cualquiera de Shoegaze de los 90; curiosamente, muta. Siendo en realidad de un rock clásico que flirtea sin rubor y que delega la grandeza, en la canción sin más. Podría tratarse de lo que quisieras: Neil Young, Big Star, The Byrds, Slapp Happy... o cualquier otra referencia que amortiguara el tiempo y todo lo que vienes escuchando. Pero sinceramente solo puedo quedarme en este caso con las canciones; “Weeping Willow” es una prueba palpable, paradógicamene como el nombre de otra de mis amadas bandas.

Collide”; la que da título a este maravilloso disco. Tiene esa magia un tanto mainstream que a mi personalmente tanto me recuerda a una época de la que nunca fui en absoluto devoto. ¿soy yo el único que atisba esas odas pomposas de los 90’s tan indies? Aun y así me gusta, y sería lo mismo que decir lo que aborrecí a bandas como Verve, y adoraba sin embargo esos mismo ejercicios en manos de Suede o de Pulp; con más gusto claro.
Y al final pues supongo que no se trata de lo que se haga, sino como. “Sagamore” también tiene ese ramalazo de brazos en alto, corear, y hasta llorar como un eterno enamorado de la moda juvenil. Pero mola aun y así. Sin ni siquiera preguntarme si es la edad o la nostalgia.
Explore” y “Ghost Garden” son tan enormemente sencillas y de sonrojado encanto natural, que bien valdría seguir girando como si nada. El umami perfecto del torrezno que se funde en tu paladar como una droga prohibida. De la miel de tomillo cristalizada, o de la Panela estremeciéndose en el azucarero cuando hundes la cuchara.
Un disco pura delicia, que desde su primera escucha ha sido cabecera y candidato al Plinto del año. Y engrandece a una banda prácticamente desconocida, con una riqueza musical inalcanzable para otras, empeñadas en forzar los engranajes hasta pasarlos de rosca.
Para THE ASTEROID #4 todo es más fácil, orgánico y congénito. Posiblemente por el talento de quien no rinde cuentas a la maquinaria. Todo un homenaje a la llegada desde ya, del Verano eterno. 
Y que además los tendrémos paseando su exquisita discografía por nuestro país, este otoño.
TOUR EUROPEO 2018

 

lunes, 28 de mayo de 2018

TERENCE TRENT D’ARBY_INTRODUCING THE HARDLINE ACCORDING TO… 30 AÑOS SON OTRA JUVENTUD





Cumplí los 17, y pese a que mi padre tan solo ingresaba 25.000 ptas a la semana fondando envases (lo que se dice cerrar el tonel a fuego): Barricas de grandes dimensiones para Torres principalmente, en una empresa de la Avda Icaria en el Poblenou, ya desaparecida.
Me regalaron una ansiada minicadena Sanyo, con su giradiscos y todo; principal anhelo de adolescencia. Después de que cinco años antes se precipitara desde el Romi del lavabo: Otro radiocassette familiar Sanyo, también, que pesaba media tonelada. Y que acompañaba nuestros baños con música sinfín.

Mi abuela Rosario por parte paterna “La Meona”, era una excelente cantante. Así que mi padre heredó esa virtud/talento por igual y supongo, por eso, antes de que se encendiera el día en casa, sonaban a todas horas: El Cabrero, Porrinas de Badajoz, Juanito Valderrama y el Niño de la Huerta, entre muchos otros; como una banda sonora non stop. Al igual que la radio, o un tocadiscos Dual de maleta con S.T.R.E.T.C.H, los Beatles, Boston o Rod Steward como un contrapunto rebelde juvenil de mis cuatro hermanas.

El canto como expresión era a una, nuestro altavoz emocional melómano. Sin llegar a dedicarnos como nuestro padre al flamenco de manera aficionada, pero sí en la intimidad de cuatro paredes o celebraciones comunes.
Hemos crecido con música, y exteriorizado sin pudor la euforia de cantar lo que nos emociona. Que es la música sino cantarla y celebrarla bailando? Nada. Así que tras la dramática pérdida del tronío de nuestro viejo radiocassette, y la resignación de adquirir otro de bajo coste y peso pluma. No llegaba el día en el que por fin pudiera tener un tocadiscos y poder comprarme aquellos vinilos que impacientemente se enmohecían en los cubos del Disc Center; una tienda de barrio que había repecho arriba de mi calle.



El primer vinilo que me compré con 17 años, además de los ansiados primeros dos discos de mi banda fetiche The B-52’s, fue el INTRODUCING THE HARDLINE ACCORDING TO.
Datado en el 1987 bajo el auspicio de la multinacional Sony, no fue hasta 1987 cuando alcanzó el número UNO con Wishing Well. Y de ahí para adelante creo que la historia de este talentoso artista de Manhattan es por todos conocida; o no. Porque realmente pasada la treintena de años toda una juventud, de él ya se sabe poco, e incluso de este tremendo disco enterrado por un fracaso comercial posterior.
Pero aquí no vamos a hablar sobre el efímero éxito, el fracaso, la expectativas cumplidas, objetivos u olimpos musicales, no. Lo vamos a hacer de algo que está muy por encima de esa escala de medir popular; la sentimental. O la que relata la vida propia de quien ilustra épocas, con canciones; mucho más bella, donde va a parar.


Sonaba el otro día en el salón de casa: Porque son estos discos los que no se prodigan en escuchas, que así lo requiera la melancolía oportuna y traicionera. Cuando de golpe crees (y sabes), que toca recordar y amasar el corazón, con no solo canciones. Sino con conjuntos como atadillos o manojos, que como nadie ni nada son capaces de definir la grandeza de lo irrepetible.
Un disco con su protagonista. Fagotizado por esa industria a la que dicen que la ilegalidad a crucificado. Y que se merendó a un joven y prometedor artista de tan solo 25 años.
Pero todo flota, que no solo la mierda. Y es lo irrepetible de algunos acetatos lo que acaba sublimando en el tiempo. Por encima de la comercialidad que se le atribuía o la simplicidad de reducir a un artista a sus canciones más populares: Wishing Well (quien cumple su número uno 30 años ahora), Sing Your Name o el If You Let Me Stay de Michael H. Bauer.

Un Soulfunk de raíces gospel, que por herencia materna impregna gran parte de su modo cantar. A la par de un swing digno de Nelson Pickett, James Brown o Little Richard flotando sobre todo el disco, sin caer en la obviedad de un temario tributo, y sí en un debut con verdadera esencia.
Además de aparecer en un año en el que los sonidos de raíz no se creían con gancho comercial. Y la escena andaba algo huérfana de iconos negros auténticos que no cayeran en el Pop fácil; salvando a Prince y su Sing ‘O’ The Times.
Introducing To Heardline Acording emergió para más inri, en una de las añadas con más discos esenciales de la década de los 80. Y sobre todo eso, y para mi en particular. Fue aquel disco que ejerció de puente entre lo que supuestamente crees comercial, tus gustos más alternativos, y la indiscutible grandeza de aquello que no cae en el producto estándar. Por eso igual, cuando Terence intentó seguir su camino, sucumbió a la bulimia del sistema.



Pocos discos de los cientos que pueblan mi atestadas estanterías, que tengan un repertorio tan impecable e imprescindible. Ni una sola canción imprescindible.
La espiritual apertura del telón con “If you All Get to Heaven” que roza lo épico. Hasta el tremendo “Who’s Loving You”; una de mis preferidas. Allí parecía tomar a un William "smokey" Robinson como suyo y a otros tantos del Soul melódico sempiterno.
Sus canciones hicieron tomarme a chirigota, tantos que sonaron por aquellos años y que querían que creyeses que la verdad del éxito consistía en anular el bombeo salvaje de la sangre para caer en el bucle espiral y machacón. “Ill Never Turn My Back on You” con la soltura del pantalón de pata ancha y esa facilidad para desplegar ese híbrido de Funk & Soul inmediato.
El tu tu, tu tuuu podría haber sido otro single más; de echo todos lo son sin excepción. Lo que sería Dance Little Sister”, un bombazo sin más: infeccioso, adictivo, estertorizante.
Seven More Days” gira la esquina de la cara; cuando escuchar un álbum requería de la atención y al igual que con los libros: pasar la página y marcar con el punto el surco grueso de la canción. Una canción radicalmente distinta al resto, con slides, paisajes propios del Blues. Hechizante.
Y emprende con “Let’s Go Forward”, un paseo por Inwood, el Soho o Bowery. Es una canción que igual que “Sign Your Name”, impregnándolo de contemplación y registros angelicales. Dando a este disco una personalidad distinta y poco predecible dentro de su estilo. Incluso esa pincelada jamming de “Rain”, y que desemboca en un acapella como es “As Yet Untitled

INTRODUCING THE HARDLINE ACCORDING TO es un disco atípico que entró como un rayo de luz, en tiempos de abalorios, hombreras y decoraciones brillantes un tanto impostadas. Su brillo sin embargo, estaba impreso en una voz inusual: la de Terence Trent D’Arby. En una ejecución y puesta en escena prensada sobre un maravilloso disco, que sin embargo, quedo eclipsado por algo tan de nuestros días como la estética, la moda y el hit.
Pero que treinta años más tarde, si os envalentonáis en su escucha. Veréis que contiene muchos de los atributos que ahora se ensalzan. El carisma, la belleza; no solo estética, el alma, y la inmortalidad que cede el tiempo a los estereotipos que tanto suelen esclavizarnos y distorsionar al instinto más humano



 

sábado, 19 de mayo de 2018

DIS_PLAYLIST EMOCIONAL #1_NO QUERÁIS TANTO, QUERER MEJOR





Debería ser ésta, una primera playlist cronológica: Con sus rutilantes novedades, sus reseñas propias de los discos que han colgado de mi mente difusa, la banda sonora 2018.
Debería incluso, haber sido estricto en mis escritos y en el hábito higiénico de relatar tal o cual disco recomendado de cada mes. Haber cumplido con el propósito anual de escribir tres entradas mínimo y así, concentrarme en esa rutina propia de quien con la misma, pretende seguir una vida ordenada, complaciente y rigurosa. No sea que en el caos uno se pierda, se deje, y al final peine moho en vez de melena.

Pero ya puestos a ser arrastrados y o empujados de boca sobre la arena por la bravura del oleaje. Definitivamente quiero que sea un disgusto en voz alta; a grito pelado. A verdugos, pladiñeras, y las escasas grietas que al otro lado nos salvaguardan con AMOR, mucho AMOR.
Un HOMENAJE a la poesía de amigos/as & ambiguos que tienden cabos para auxiliarnos del cenagal que nos ahoga. Y quienes no distorsionan su mirada con prejuicios y estigmas de conducta fácilmente basada en educaciones sectarias. A quien critica sin convivir, sin conocer, y en la lejanía horizontal exprés que tanto alimenta el tópico típico.
Esperando que estas mismas canciones repletas de mujeres y trobadores, sean las que fulminen al suceso con sus víctimas. No por el echo de lo odioso del suceso, sino por la cotidianidad y aceptación del mismo. Un homenaje no, mejor un altavoz para quienes comen cárcel por cantar, para quienes tienen que dar explicaciones y justificaciones por su libertad, para las miles de mujeres que sufren abusos y juicios populares por su condición. A las que los sufren en el silencio del barullo y a mis cuatro hermanas que también los sufrieron en los 70’s mudos por la propina de la transición.
También a los invisibles, a los que por ser anomalías y no formar parte del patrón para etiquetarlos, solo existen para acusarlos. A quien calla para no ofender a la ignorancia, y a quien abre la boca bien grande para reír la gracia a los “payasos” y comerse a los sensatos.
Y que de paso, sirvan para que cada golpe de acorde, bajo y percusión haga de gran pala para enterrar de una vez por todas. A quienes se creen poseedores de la verdad absoluta, a quienes convierten el drama de la injusticia en un circo mediático o llenan de colorantes, conservantes y sabores artificiales la información y la ¿cultura? fast food. Y sobretodo, para los que hacen de la desconfianza el miedo, y del miedo el odio; no solo ellos, tú también.
Besos y más besos de terciopelo y labios húmedos para los que pese al que dirán, pisan la raya y tiran contra tablero el tiro LIBRE. Los que no tienen miedo a hablar de lo que no toca y están cansados de que todo siga igual, o dan sin esperar a cambio. Y los que de igual manera se avergüenzan de hechos que para la mayoría son ¿normales? -Habituales. El ombligismo que solo se indigna cuando la sangre le salpica a él, ficha con hashtag, y limpia su conciencia con vinagre.

Me avergüenzo del ser humano sí, en general. Y no aprovecho las circunstancias pues es algo que arrastro desde siempre y ahora es tan evidente e implantado. Que hasta resulte raro y antisocial revelarse abiertamente sin temor a ser señalado y anillado como un pollo de criadero; que es lo realmente bochornoso amigos.
Recomendaría encarecidamente visualizar THE SQUARE. Una cinta del sueco Ruben Östlund, donde sube a la red y juega de tú a tú con nuestra hilarante aunque dogmática vida pública: La que queremos que los demás vean y acepten, bien envuelta con lazo y papel cuché bonito. Se ríe y nos divierte con nuestra misma mierda con tal elegancia, que nos planta nuestras miserias en las narices, y encima jugamos a hacer muñecos con ella.
Pero en el fondo, lo que flota es el desprecio y la miseria humana que se derrumba como una falsa fachada ante nuestras narices.

Tengo la certeza, que su visionado resumirá más o menos la parrafada con la que intento ilustrar mi malestar. Aun sabiendo, que es inútil confesar y definir el hastío que soporto, cuando el objetivo es distraer.
Pero no me hagáis mucho caso. No quisiera con esto incomodar, dar pie a corrillos o encender las luces en momento álgido a la fiesta. Llevo muy bien ese dicho tan nuestro de: “a las penas puñalás”. Pero, que tal si rompemos el silencio?
Con música, por supuesto.
O NO


Track_a_Track:

00_DTSQ_montgomery
01_PAPAYA_amor o sexo
02_CAROLINE ROSE_talk
03_SLOWCOACHES_complex
04_LUKE HAINES_oh michael
05_SR CHINARRO_de piedra
06_ANDY KETCH_oH, summer
07_THE BREEDERS_spacewoman
08_PJ HARVEY & HARRY ESCOTT_ace acre of land
09_COURTNEY BARNETT_need a little time
10_LOMA_white glass
11_MGMT_when you die
12_AIR FORMATION_a.m
13_JADED JUICE RIDERS_ready to go
14_FINE CHINA_feel not
15_THE ASTEROID Nº4_explore
16_KEVIN MORBY & WAXAHATCHEE_the dark don't hide it
17_JONATHAN WILSON_theres a light
18_THE WELL WISHERS_gravity waits
19_GUIDED BY VOICES_i love kangaroos
20_TRACEY THORN_face
21_SUNFLOWER BEAN_i was a fool
22_WYE OAK_i know its real
23_JACKSON REED_cathedral groove
24_PETE ASTOR_golden boy
25_UNLIKELY FRIENDS_all the cameras in japan
26_THE NINTH WAVE_new kind of ego
27_THE DECEMBERISTS_everything is awful
28_WHYTE HORSES_ectasy song
29_TROPICAL FUCK STRORM_ruber bullies
30_ELEANOR FRIEDBERGER_in between stars
31_THE MEN_so high