Las catas
nuestras de cada jueves dánoslo hoy, amén. Van
camino de convertirse en una continua celebración non-stop. Un
arranque tan fulgurante y trepidante la de este curso, que si no
fuese porque yo ya cumplí con mi cometido, aprovechando un paseo
estival por Porrera. Entendería a la perfección la duda y el
desasosiego de Dimi (Dimitchell, compañero Puertorriqueño del
grupo), cuando nos encontramos la tarde de todos los santos
camino de nuestra compra vinícola de rigor. Y con la suya en mente
para dentro de dos semanas.
Algo además
que me obliga a taquigrafiar cada uno de los hechos, para que no
te olvides, ni siquiera un momento. Y no es que sea solo el
motivo de celebración: El cumpleaños de uno de nuestros principales
guías de caldos allende los mares Carlos“Vadebacus Vdb Man”;
Barolos, Champagnes y Rieslings varios. Sino que cuando el mismo que
viste y calza (por los pies siempre), dice que será una cata
especial. Es la llamada selvática más salvaje y primigenia la que
nos reclama, como esos cánticos de la Calíope y Musa que nos
hechizan por curiosones y golismeros.
Con las
puertas del infierno abiertas ya a las ocho y cuarto tocadas, y esa
noche que se nos engulle con las luces del carro perdiéndose entre
sincrotrones desvalidos y autostopistas de dudosa reputación. Y como
si un mitómano George A. Romero empujase a practicantes adictos al
footing a perseguirme cual almas que lleva dios, tras la estela de mi
coche. Por aquellas circunvalaciones que cada dos jueves me llevan al
municipio colindante; Modo flipao On. En fin que no hay
intriga que no genere pajas mentales cuando suena en la cafetera el
último disco de Comet Gain; Amilanado, plácido y reconciliante.
Y es que lo
siento, pero no hay cata y trayecto de ida y vuelta que no genere el
deseo de escuchar una banda sonora y el poder asociativo para con la
cata. Lo inicié el pasado Domingo (el disco), cuando fui a hacerme
la segunda resonancia de mi rodilla. Y cuatro días más tarde lo
acabo de consumar de vuelta a casa, con el vapor del alcohol flotando
todavía en mis ojos y relamiéndome lo licoroso del GRAND FASSIAN;
la segunda botella que pruebo en mi vida, y la confirmación del
idilio.
Últimamente
apenas si cojo el coche, salvo mis escapadas para liberar presión en
un concierto, o de camino hacia las catas. Escasos minutos que sin
embargo me encantan: Escoger una música al azar, y regresar de
vuelta mientras las sensaciones aun presentes se mezclan concordantes
con esos discos que vuelves a descubrir, gracias a la magia del
momento. Y que el disco por cierto, acabe siendo también una
auténtica delicia.
Suena hacia
el final, conforme me acerco a casa “Confessions of a Daydream”.
Una de esas canciones; la más larga y diferente del último y más
Poppi de los discos de Comet Again. La más rematadamente
Velvetiana, sinuosa y sin embargo como un pase largo de BÜRKLIN-WOLF:
pase al hueco en el área, remate, y gol. Una especie de vigilia,
sueño despierto, que al cabo del rato todavía mantiene la tensión
entre la acidez y la golosería de los GRANDES Riesling Alemanes (Nahe, Mosel, Pfalz).
De vinos
Alemanes creo que ya he escrito en otra ocasión. Más que por
experiencia, que la mía es bastante escasa y limitada, por una
simple transmisión testimonial. La que Carlos activó con un simple
gesto - ¿gustas? Esas primeras botellas que encargué tiempo más
tarde de probar un primer Geltz-Zilliken Saarburger. Ese
primer pulso con los Dönnhoff Tonschieffer, los Emrich
Scönleber en sus tres vertientes más económicas, y el ascenso
a los cielos en brazos del divino Grand Fassian del 97.
Esos
primeros y clarividentes encuentros, si de algo me sirvieron, fue
para certificar y evidenciar que es muy posible que te enamores de
los Riesling a primera vista; puro flechazo vamos. Que tras semejante
primera cita y con el corazón todavía palpitante y resquebrajado,
intentes tener otra cita. Que no obtengas respuesta, y tras mover
cielo y tierra, admitas que por muchas botellas de Riesling Alemán
que veas a precios tentadores y no tanto: Kerpen, Barzen, Dr. Lossen,
básicos de 10/12Euros, y lindezas varias que puedas encontrar en
alguna gran superficie. Incluso si te da por buscar aquellas
sensaciones en Alsacianos o en nuestro territorio. Te desengañes y
jamás vuelvas a tener oportunidad de revivir ese momento; entre
sollozos y suspiros.
Es cierto
que aunque de forma limitada y on line, se puedan adquirir algunos
Rieslig de productores de confianza como Kühling-Gillot,
Dönnhoff... etc. Sabes a ciencia cierta que como en todo o casi
todo, hay dos mundos paralelos que se rozan y casi se tocan pero que
no son iguales. Te puedes conformar y resignar, no digo que no, pero
sabes que son inalcanzables y aun así, imposible de eludir la
tentación y no caer en ella.
Pues bien,
la especialidad a la que se refería Mr. Vadebacus Vdb Man era
esa. Y me consta que con el cariño con el que guarda en sus dos
vinotecas de 100 bot. cada una, lo infructuoso de conseguir además
esas que por excelencia y contactos son imposibles de ver mas que
veces contadas en la vida. Y la inversión medida y cuidadosa que
tiene por buen gusto y exigencia.
El echo de
que tenga el detallazo y generosidad de compartir con los cómplices
que allí bajamos, obedece; y esto lo suscribo y confirmo por
semejanza. Que no hay mejor forma de disfrutar de lo que a uno le
gusta, que expandiendo, contagiando y compartiendo con los demás,
eso que a uno le llena.
Los que por
aquí me leen desde que decidiera hace cinco años escribir mi
primera entrada sobre otra de mis pasiones, el vino. Sabrán que en
mi torpeza, curiosidad y aprendizaje suponía una especie de prueba
escribir sobre algo que aunque me gusta y llevo años disfrutando de
el; como la música, o sea lo que sea. Considero que es imposible no
reescribir esos primeros años cuando vuelves la vista atrás.
Todo cambia,
pero más cambiamos nosotros a lo largo de los años en la percepción
de las cosas y la opinión que nos merecen. Y no se trata simplemente
de perder de vista la intención que aun conservo y tengo por
indispensable: La de saber aprender a disfrutar tanto de lo básico
como de lo excelente.
DÖNNHOFF
HERMANNSHÖHLE GG del 2007
En este caso
no hay baremo posible ni posibilidad de comparar. Sabíamos que esos
tres vinos tardaríamos en volver a tener la oportunidad de medirlos,
por más que pareciese un agravio comparativo; incomparables entre
si.
Un primer
DÖNNHOFF HERMANNSHÖHLE GG del 2007. O lo que vendría a ser un
Grand Cru o un Pago excepcional, dentro de las complicadas y
enrevesadas categorías en que se dividen y subdividen los Riesling
de Nahe. Y con ese recuerdo pasado grabado a buril sobre el
hipotálamo todavía presente de aquellos Tonschiefer del 2010:
Blancos impúberes para un bebedor más impúber todavía, juventud
desatada para vinos aun por domar... y al cabo del año, encontrarte
con el padre y tener que rendir cuentas. Un semental con siete años
de botella; los correctos para consumirlo sin morir en el intento. Y
comprobar un cuerpo fibrado y estilizado sin perder de vista la
increíble mala hostia que gastan los Dönnhoff en su más alta
expresión:
Vinos como
el Dönnhoff que demandan paciencia más que nadie, podrías estarte
horas encantado mirando su color infusionado; pocos vinos con ese
color tan sugerente como el de los buenos Riesling. Te acercas con
timidez, agitas, olfateas... Flores blancas secas, madera húmeda,
bajel, puerto y trasiego. Te lames el antebrazo y notas la sal del
mar en la piel. El perfume sugiere, ¿dulzor quizás? Vuelves a
agitar, desaparece el volátil y por fin ahí los hidrocarburos
(gasolina, gases subterráneos, grisú). Pero esta vez al estallar en
deflagración con esos años que da la botella, se dan más evidentes
los albaricoques, la cáscara de mandarina de cítricos, verdor a
hinojo, algo de mantequilla... la untuosidad.
En boca la
acidez característica de los vinos de Hermann cobra todo el
sentido, sin ella sería vinos pesados y empalagosos. Sin embargo
estos Riesling son vigorosos y resueltos, te empujan a beber más. Su
incipiente acidez se agarra a las foliáceas y te hace salivar, es
allí donde se descubre el mineral, la pizarra gris de su cuna. Notas
la terrosidad que te deja a lo largo de la lengua y de repente, entra
en perfecta armonía con la untuosidad del paso por boca. Es como un
vals, como ver al endiablado Wolfgang Amadeus componer
hiperactivamente; recital, público en pie y ovación final.
DR
BÜRKLIN-WOLF FORSTER PECHSTEIN 'R' AUSLESE DE 1990 (PFALZ)
Dicen
aquellos pocos que fueron testigos y sobrevivieron a aquellas
añoradas jornadas de Vinalia,
con Michael Wöhr al
frente y bien escoltado por los paladines P.
Roca & Lluis Pablo. Que una vez se cae
por el vórtice que te arrastra hasta las tripas de Pfalz (Pechstein
y Kirchenstück más concretamente), difícilmente vuelves a ser el
mismo. Es mentarles Bürklin, y de inmediato les invade la
melancolía, les brillan los ojos; balbucean algo aunque no se les
acaba de entender. Y al fin, una sola lágrima se precipita por su
párpado inferior (el izquierdo en concreto).
La situación
privilegiada de los pagos de esta bodega, confieren una personalidad
única a sus elixires: El basalto de origen volcánico, la situación
e inclinación de sus parcelas, la edad de la viñas que allí
cohabitan... En fin, una serie de particularidades que hacen de
Bürklin algo especial, y de este Riesling en concreto un inigualable
hallazgo. Con 24 años a cuestas, que se dice pronto. La
particularidad de ser una añada que resultó de una especie de
milagroso descubrimiento, perdido en el fondo de una bodega, olvidado
y aquí, en extinción total. No perdáis el tiempo en buscarlo
porque Golum lo lleva haciendo décadas, vamos, como el anillo del
poder; el que lo posea se puede dar por afortunado.
Con ese
brillante color amielado de irisación verdosa que te ciega e
hipnotiza. Explosivo en nariz, y aquí no hay cerrajón ni hermetismo
que valga. El Bürklin es todo amabilidad, mucho más accesible y
generoso de sensaciones en un primer contacto que los Dönnhoff. Los
años que le han dado la botella y ese reposo en el tiempo parece que
exploten al liberarlo de su encierro: Fragancia herbácea, que se
mezclan con el basalto y en segundo plano los Orejones que te azotan.
Al cabo del
rato según se va abriendo emerge la fruta, las notas minerales pasan
a quedar detrás, ahora es más claramente Albaricoque, melocotones
paraguayos.
Se pueden
ordenar por capas o estratos la forma con la que se combinan las
sensaciones: Ahora son hierbas aromáticas, eucalipto, Marialuisa,
tisana, plátano. El ataque en boca refrescante con el eucalipto y
melocotón ya maduro más perceptible. Untuoso y glicérico pero en
realidad es un vino seco, por más que queramos buscar la dulzura que
da ese paso tan sedoso.
Este tipo de
Rieslings tienen esa particular personalidad que les da su baja
graduación, pero en realidad no son vinos estrictamente dulces. Lo
parecen pero no, son de echo como dice Carlos, apetecibles,
deliciosos y reconstituyentes. Y lo verdaderamente milagroso es que
pese a que son complejos por la multitud de sensaciones, a veces
desconcertantes, por esa intriga que siempre dejan al final del
paladar en su longitud. Todas ellas te llevan a la misma conclusión:
Son terriblemente adictivos, y siempre dejan una duda final que
despejar. La de que hay algo indescifrable en ellos, y que nunca te
ha hecho sentir cualquier blanco que hallas probado.
GRANS-FASSIAN
APOTHEKE AUSLESSE 1998
Para el
final y en una conclusión de argumentos que se definen en este
magnánimo vino, el GRANS-FASSIAN. La celebración no tuvo más
narices que desembocar en aquel que debería ser de obligada toma,
por prescripción médica, EL VINO. La que aporta esta rara avis de
los vinos generosos; en realidad, una especie de híbrido de los
vinos dulces.
Por lógica
plausible y en una escala natural, la que da el orden de cata por
diferencias entre ellos. Para poder apreciar el potencial de estos
vinos con años de botella, en el momento óptimo de consumo,
debidamente decantados y con sus 12 o más horas de apertura. Y
claro, con las indicaciones precisas del homenajeado. Quien pese a
poder darse por licenciado en los misterios de los Riesling Alemanes
por horas de rodaje. Sigue dejándose sorprender, y trasmitiendo esa
misma pasión de quien demuestra que no hay tope en el aprendizaje:
Se hace al absorber, sintetizar, compartir... y vuelta a empezar; al
menos yo lo veo así.
Fue como una
especie de reencuentro. Había pasado un año más o menos desde
aquella primera cita, y se me antojaba una eternidad; y supongo que
huelga decir quien me lo recomendó, e intercedió para que nos
conociésemos. Nunca estaré lo suficientemente agradecido por su
contagiosa y pasional forma de visualizar las peculiaridades de los
vinos. Y ese otro aspecto más arriesgado de uniformidad que se
necesita para escarbar y entenderlos. Pero halagos y flores al
margen, vayamos al vino en concreto; que si tanto me ha costado
escribir sobre las catas, es porque conozco mi incontinencia verbal.
Que contar
sobre Grans-Fassian que no pudiese contar en esa primera entrada,
¿que lo he encontrado distinto?
Lo cierto es
que repasando el historial creo que al final no le dediqué unas
líneas. Pero vaya que aquí estamos para resarcirnos de semejante
extravío. Imposible entender su jerarquía dentro de la exquisitez
de los vinos que actúan como colofón, redoble de tambores y triple
salto mortal. De color luminiscente y prometedor como aquel El DORADO
de el Muisca: prometido y deseado, hacedor de locuras
incomprensibles y de comportamientos irracionales. Como el amor que
te atraviesa con daga el corazón, y al que no te puedes resistir
echando mano al raciocinio.
Descorchado
y decantado durante todo un día para que se expanda, retoce y se
desperece de tan largo sueño. Todavía es capaz de perfumar toda una
estancia con la fragancia a ceras, miel y farmacopea que posee.
Impresionante
en nariz con ese toque sutil a ahumado que queda atrás cuando los
que cobran el protagonismo son los higos, la miel licuada, los
hervidos... Grans Fassian es un vino imponente para nada empalagoso;
que es una de las grandes virtudes de los Rielsing dulces (Auslesse).
La entrada en boca difiere sensiblemente de lo que uno puede esperar
por color y nariz ¿quizás un típico vino dulce para aperitivo y ya
está? ¿imposible de maridar por su exceso de azúcar 93 gr/l? Y
tantas y tantas ideas que nos pueden asaltar en ese momento. No, y
digo no en voz alta, subrayado y en mayúsculas.
Grans
Fassian del 98 es bestial en boca; quizás me atrevería a decir que
más complejo y expresivo que el 97 que probé. Sedoso y licoroso,
de entrada aterciopelada pero en consonancia con su acidez, que la
hay cuando cae en cascada. Equilibrio perfecto de acidez y azúcar
(totalmente natural en estos vinos y moldeable con el paso de los
años). Es esa su verdadera magia, la sensación de que aciertas con
las evocaciones (olores, sabores, recuerdos), pero siempre con una
incógnita que te descoloca, noquea y aturde. Quizás esa amplitud
enorme que llena el alma, boca y paladar, tiene una longitud de
corredor de fondo alucinante; de echo llegas a casa tarareando la
canción y relamiéndote.
Con toda esa
licorosidad tan rica y ligeramente yogurosa sería impensable
imaginar ahí el mineral, pero lo está. No pierde identidad pese a
ser un vino dulce y excepcional. Al cabo del rato unos ligeros toques
oxidativos muy tenues, aparecen en el retrogusto, las pasas, la
pastelería, las flores blancas siempre secas, las cáscaras de limón
que olvidaste en el cajón de tu escritorio... va mutando, se
cantonea, y se pueden apreciar claramente esas capas de las que
hablamos. En efecto, los grandes Riesling tienen eso, se multiplican
en perfumes y paladares como los Gremlins. Igual de juguetones y
malvados sí, pero donde va a parar, mucho mucho más seductores y
peligrosos.
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