Solo
pido que llueva a borbotones para que el sol salga aún con más
fuerza. Y en el propósito por invocar a los apóstoles paganos y
padres de las tradiciones menos litúrgicas, solo veo Pop en los
destellos y reflejos más casuales de la luz matinal.
No
es cuestión de vivir/disfrutar del día, las semanas o la vida. Son
los instantes; tantos e incontables en una porción de día más o
menos mesurable. Que poco o nada importa el mañana si se diese el
caso de que cada nota y melodía, pudiese ser como la escasa vida de
un espermatozoide fruto de un multiorgásmico éxtasis.
Un
ramillete de floridas tonadillas recogidas camino de la escuela, por
esos campos de Los Cañones; visores del litoral Badaloní de aguas
planiformes. Que paradójicamente han cobrado todavía más sentido
al entrar de pantorrillas en el primaveral 2019; aunque sean unas del
pasado año y otras tantas, de este.
Pero
es que la verdad, poco creo ya en la idoneidad de escribir sobre la
hipotética actualidad, cuando todo fluye a una velocidad de vértigo.
Estando como estamos en este mundo para detener el tiempo.
SEAZOO
por ejemplo, no entró en mis listas del pasado año pese a lo mucho
que molaba “Shoreline”. Una canción con cierta
electricidad, pero que Ben Trow canta igual que lo hiciera Neil
Hannon en “The Pop singer’s fear of the Pollen Count”: Con ese
deje new wave victoriano tan británico, a pesar de ser Galeses.
Una
nimiedad si la comparamos con la atizadora “Dig”:
De esas canciones que todavía raramente se dan a día de hoy. Donde
solo en las ciénagas dan rienda suelta a las guitarras elásticas y
sempiternas sin miedo a parecer de otro tiempo.
Los
fogonazos de Beulah, Olivia Tremor Control o inclusive los Pavement
más poperos. Que aterrizan desde la distorsión popi de Yo la Tengo
o la Velvet. Y decoran este disco de Altpop con algo más de lo que
se intuye cuando se cita al Pop como referencia , pero que igual que
el Rock. Se queda corto cuando la inspiración momentánea, hace
circular pequeños guiños de otros costales que lo engrandecen.
En
eso, Galeses, Escoces e Irlandeses son especialistas al igual que los
de las Antípodas, cuando al igual que en la viña: las
particularidades identitarias nos descubren bandas que parecen “una
más”; pero no.
El
debut de este joven quinteto, por suerte, es uno de esos discos sin
pretensiones; ni siquiera una portada bonita. Pero con un espíritu
palpitante heredado de los 90, que además está plagado de canciones
sencillas, apetecibles y notables.
La
dulzura de “Cyril” o los gráciles casiotones que
campan a sus anchas en “Roy’s World” o en “St
Hilary Sings”. Dan ese aire a los treinta y pocos minutos
escasos, de inmediatez. Aunque también sería de necios subestimar
el talento urgente de las composiciones de Ben, cuando “Bad
Day at the Polythene Plant” cierra el disco y a uno le
llega la sonrisa de oreja a oreja bailando como un memo.
Después
hubo también un día regresando de casa de la mama hacia el trabajo:
Mañana
fría de Enero y humedad penetrante.
Que
de un solo acorde se convierten de sopentón en Cocoa Beach, viendo
en el Sonny’s Porch a los zagales de THE
NUDE PARTY en pelotas picadas.
No
amigos, no es una ilusión. “Feels Alright” tiene
esa capacidad Velvetiana ahora festiva, para que el buen humor y el
positivismo sean un estado perenne de narcótica mirada. Estos mendas
han parido un segundo disco tan glorioso para paliar las mierdas de
la vida. Que bien podría, sino curar la enfermedades terminales,
hacernos por lo menos más dulce la huida de este mundo ahora
infecto.
Los
himnos nihilistas “War is coming”, “Paper
Trail Money”, o los ramalazos rollingstonianos de la
bendita “Records”. Son la sucesión de melodías
más diabólica posible. El Twist surfero de “Live Like Me”,
o las arrabaleras “Wild Coyote” y “Astral
Man” que solo hacen que preguntarme que… ¿de verdad, de
verdad necesitamos venerar como a Lola Flores, a Alex Turner?
Por
favor!! la vida sigue.
Y
nosotros, los precisos que andamos desbrozando tanta miseria humana
como la propia, sin más ilusión que atisbar un claro en la
espesura. Es ver un riff casi extinguido con los anteojos del alma, y
arrancarnos por bulerías. Sabiendo como sabemos; o deberíamos. Que
la vida es más efímera que la espuma de una cerveza en pleno mes de
Julio.
Yo
ya veréis que tengo mis ratos.
Veces
que decaigo en un romanticismo Baudelaireano, como que me pongo
palote con unas guitarras bien ácidas; es la edad, supongo. Que a
las puertas de los 49, noto el aliento en el cogote de la
cincuentena, como la escena de la ducha de Psicosis o la musiquilla
de Tiburón.
Así
que me he agarrao al segundo disco de BUSINESS
OF DREAMS, como Robert Crumb a un culo.
Ripe
for Anarchy (Slumberland Records_2019) es, se dice así? El disco de
la maduración?
La
banda Corey Cunningham; originario de Tennesse. Cita a Sandra
Cisneros y su poema “One Last Poem for Richard”, para dar título
a RIPE FOR ANARCHY.
Una
disco que me va al pelo, pues su cancionero va (tras la muerte del
padre del autor), sobre vivir el momento y liberarse de la
contaminación a la que nos somete la actualidad del mundo.
“Cuando
me vaya, no llores por mi, concéntrate en el momento, sé libre”
Dice así el tema de apertura “Chasisng That Feeling”:
Un indie pop de manual que vuelve a arar sobre unos páramos
actuales, necesitados de Pop honesto.
Sin
embargo, aunque el disco trate de manera premeditada de homenajear a
Grant McLennan, Field Mice, o incluso tiña con exceso y menos
acierto que Dan Bejar en Kaputt una producción llena de mullidas
brumas, igual de forma inconsciente. Hay un trasfondo que es más
tangible, conforme avanza el disco. Que a mi me recuerda a cosas muy
chulas aunque menos evidentes, como a: The Lucy Show o a ese binomio
lírico/experimental que tejieron bandas como Eyeless in Gaza y
Comsat Angels: “Keep the Blues Away” o “The
Hatchet Song” tienen esa impronta por ejemplo.
Aunque
lo cierto es que la impresión más inmediata, es la de Pop de
luminosidad no exenta de melancolía y plomizos. Que remite a una
colección de referencias ancestrales tanto indieAor, como de
exquisitos y delicados detalles encantadores.
La
expansiva tan “Tango in the Night” fleetwoodmaquera de “Naive
Scenes”. Otras que espolvorean de talco perfumado cada nota
de “La La La La”o “My Old Town”
convirtiéndolas en verdaderas odas popis. Miradas al pasado más
pretérito con tamizados de The Zombies/Stone Roses hacia el final,
con la preciosa guinda “I Feel Dread”. O la
quebradiza “Don’t Let Our Time Expire” que
separa como con pétalos de flores secas, un álbum que engaña
totalmente por su apariencia enclenque y pálida. Pero que puede ser
perfectamente el disco Indiepop con pedigrí, de este presente 2019.
Cómo me gusta esa frase sobre Nude Party: tiene esa capacidad Velvetiana ahora festiva, para que el buen humor y el positivismo sean un estado perenne de narcótica mirada. Abrazos.
ResponderEliminarEs mi mejor compuesto vitanímico del presente año. Gira y gira y gira en mi repructor por aire y tierra. Y mira que ni mne cosqué como para que entraran en mi lista del 2018, pero de un tiempo para acá, disfruto más de los álbumes con la pausa y el tiempo que marco yo jajajaja
EliminarAbrazo boomerang Mr. Johnny!!