Sentados
el uno junto al otro… En el coche, fumando y con la mirada un poco
al infinito, hablaron.
Hablaron
de las madrugadas sin frenos ni cinturones de seguridad.
De
los repechos de la vida, e incluso del vértigo del pasado cuando los
quieres envasar deteniendo
así, el pixelado de la
edad. De esos
cientos de sentimientos
que como estelas de
vapor de agua condensada
te
sobrevuelan
en nítidos cielos azulados, como
aviones sin aeropuerto. Y que igual que en
un simulacro de evacuación, te
acaban atropellando por
el pánico sin
posibilidad alguna de asimilar.
Cosas
que ocurren casi por casualidad. Y que
en un regateo frente a
las desgracias, inconvenientes y achaques, te
abandonan frente al
área chica,
perplejo ante Siver Hoyen (frontman). E indefensos
al capricho del oleaje de
aquello que amaste. Te
lo encuentras como en
una estación en
tránsito, y
solo te queda hacer buena tu condición de esparrin.
Sin
tanta ínfula y ceremonia: El efecto de la inesperada visita, de una
de esas bandas que te cobijaron hace 18 años y su impresionante
efecto.
La
veterana banda Noruega a resucitado veinte años más tarde, y con
ella: Un espíritu que
se diluyó injustamente como las acuarelas en los márgenes de las
modas, dejando por lo
que se pudo ver en la
sala barcelonesa. Un magnífico rastro de incondicionales huérfanos
de aquellos sonidos que
nunca tuvieron estilo o raza donde ubicarlos.
O
esas oportunidades de
aleatoria buenaventura que suelen
ponerte de nuevo en el buen camino, justo cuando mirando a tu
alrededor crees con desconsuelo que nada volverá a ser ya como
antaño.
Pero
hay una especie de suerte para los que peinamos canas; y no es que no
creamos en el presente ni en el futuro. Sino que el pasado fue
tan intenso e
identitario, que hay
una fuerte necesidad por repasar y releer la narrativa de tu vida. Y
así asegurarte de que
cada cosa que salió a tu paso, dejó una huella imborrable
que solo con los años
eres capaz de interpretar.
Algo
así como la madre que espera en vela la vuelta de su hijo de
madrugada, para dormir tranquila; como si fuésemos ya unos
vejestorios que solo así se reconcilian con el
legado.
Y
a luego? A luego está la síntesis que se define con una mirada, la
instantánea e inamovible imagen
de tu estampa, y el
deshielo que ya presientes como inolvidable.
SIVER
HOYEN tiene esa capacidad depredadora y encantadora de absorber el
murmullo distraído del
público con su
abovedada voz. Y MADRUGADA, la exquisitez de hilar blues oscuro y
arrabalero, épica
rockera, e incluso un
Pop que a menudo flirtea con lo gótico y el
folk americano más árido. Con
una precisión y fidelidad sonora muy por encima de media actual.
Una
ventolera de otra
época, deslocalizada.
Que
bien podría venir tanto de los páramos de Tucson
como de Storkmakners (Noruega); su lugar de origen. De la que nadie
diría que han pasado casi diez años de silencio desde su disolución
en 2007, tras la muerte
de su guitarra Robert Buras.
Aquella
cálida noche bastó con encaramarse a las polvorientas jácenas de
la
sala 2 de Razzmatazz. Para contemplar los primeros acordes
cristalinos de “Vocal”
y a ellos dos, allí, deglutiendo semejante hermosura.
Unos
primeros compases con “Belladonna”
y “Higher”
- acto seguido -
de los que solo cabía esperar una hipotensión emocional
ante el repentino envite rockero. Sobretodo,
para quienes hicimos
escala en el sosegado y más popular THE
NIGHTY DISEASE/2001.
Afortunadamente
la noche merecedora de uno de los retornos más necesarios. Iba a
descubrir la extraña invisibilidad en el fasto alternativo
populista, de una de las bandas más interesantes y sin embargo,
menos conocidas por el gran público; de
hecho, la reputada Pitchfork solo reseña uno de sus cinco Lp’s.
Y
aunque ya deberíamos saber los justos, que el crédito no siempre lo
da el prestigio o la éxito masivo.
Siempre
será una suerte de desgracia, que un repertorio como el de los
Noruegos siga a día de hoy siendo, uno de los secretos mejor
guardados. Teniendo en cuenta lo mucho que se desvive la gran marea
por Nick Cave, The National, Mark Lanegan o hasta Interpol.
fotografía: Ruta 66 |
Con
Siver Hoyen sobradísimo de voz, matices y magnetismo, junto a los
fundadores
Frode Jacobsen al bajo y
Jon Lauvland Pettersen a las baquetas.
Y maravillosamente acompañados por los estupendamente engrasados
Cato Thomassen a la
guitarra solista, y Christer Knutsen a la guitarra, teclados,
armónica y voces.
MADRUGADA
está ofreciendo una gira, llamémosla: de celebración de su debut,
y merecida reivindicación.
Dos
horas y media que dan una idea aproximada del potencial de su
repertorio, inacabable. Y que se permiten el lujo de separar el disco
celebrado, con otro montón de faroles por canciones. Sin decaer ni
un solo instante, e incluso paseándose al filo del precipicio con
espléndidas intensidades rockeras o poéticas y taciturnas baladas.
El
simbolismo mecedor de “Shine”; una de las canciones
más tremendas del vadeo entre 90’s y el milenio actual. Hizo temer
la imposibilidad de alcanzar un grado de melancolía tan emotivo.
Pero “This Old House” se encargaría de incluso
tender puentes entre la oscuridad y el radinate sol a lo Jayhawks,
como con “Electric”, o “What’s on your
Mind”; mudándose de The Sadies.
Y
explotar con ritual ascendente el extraño magnetismo de “Strange
Colour Blue”, como si fuera el hit de cualquiera de las más
míticas bandas de nuestro pasado, igual que un rejuvenecido Neil
Young.
Ese
halo fronterizo y a la vez electrificante subidón, que saben modular
con precisión quirúrgica cuando se hacen gigantes sobre el
escenario, atizados por Siver: Sonando “Salt”,
“Norwegian Hammerworks Corp.”, o arrancarte el
corazón al final, con "Quite Emotional" y “The Kids are On High Street”; elegantes sin igual.
Dan una idea de la enorme sombra de esta banda tras 18 sin visitar
nuestro país, y su capacidad para llenar salas más grandes de
fieles. Si no fuera porque el éxito y la relevancia, no suelen ir de
la mano cuando las modas modulan la información.
Pero
supongo que esa precisamente, es la magia del arte y sus fenómenos:
Nunca tendremos la certeza de llegar a todo y ni falta que hace. Si
se lo que se quiere es vivir una aventura sin necesidad de un
desenlace.
EL
CAMINO ES LA PROPIA AVENTURA.
Y
en ese trayecto. Encontrarte por el camino con “Majesty”;
que barbaridad levitar y casi llorar. Ir a ponerle unas velas a tus
juveniles aventuras con la redentora “Valley of Deception”.
Y penar los pecados de tu duda al paso de “Honey Dude”;
igual que si fuera una ofrenda bajo el balcón, todo serenata!!
Hasta
sacarla a bailar como Vincent Vega a Mia Wallace mientras te ponen en
la sinfonola “What’s on your Mind?”
Que
piensas? Te corroe el recuerdo?
Bueno
es
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