Y
engrane plato grande y a rodar de aquí una semana, cuando lo más
probable es que pierda la cabeza en esos mismos frascos de cristal
que Fernando.
Dicho
de otra manera. Empiece a trabajar.
Me
gustaría volver sobre mis pasos; y no os penséis que es un intento
vano por invertir el tiempo y empezar de nuevo. Ya me gustaría. No.
Pero
sí para recobrar el hilo que dejé días antes de plegar. Ya que
prácticamente, en estas tres semanas no he vuelto a escuchar ni una
sola novedad de este año que llevamos a cuestas. Dedicado
íntegramente a meter en 4 cd’s, toda esa música sin preferencia
alguna, que decoraría los 4000 kms que he hecho este verano en coche
por Francia, Italia… y más Italia:
Valles,
lagos sin horizonte, líneas continuas y discontinuas que delimitaban
carriles, carreteras e intersecciones. Tapices de viñas
perfectamente alineadas y elevadas sobre la tierra que las sustenta;
como conejos de las praderas que otean.
La
infinidad de tonalidades que puede tener el verde según le da el
sol. La diversidad casi inclasificable de humanos, rasgos y hábitos
que pueblan los rincones. O incluso el peso de la historia sobre la
altiva trascendencia que nos otorgamos los mismos e insignificantes
humanos.
Yo,
casi podría resumir todo eso y mucho más que me dejo: En la
inmensidad y serenidad de las aguas en abundancia. En lo
intimidatorio y a la vez protector que puede ser el silencio de la
noche. Las viejas casas, o el que debería ser nuestro justo
depredador: EL REINO ANIMAL (el único al que le rindo pleitesía y
ante el que postro).
Todo
lo demás son solo datos que almacenamos como estímulos, y que
según el caso, la capacidad, o el interés. Conservamos durante más
o menos tiempo. O ya se convierte en un recuerdo con el rebomborio
que cada uno le quiera dar, según lo traumático o simbólico que a
uno le resulte. Vaya usted a saber.
En
mi caso.
Es
el de los pocos cabos a los que asirme, cuando este ardiente verano
no hacía más que extenuarme con el agónico paso del tiempo.
No
llegaban las vacaciones ni a tiros.
Todo
el mundo colgando sus instantáneas, historias, localizaciones y odas
al “qué bien estoy (pero QUÉ bien estoy) de vacaciones”;
con hasta esa melodía de megafonía de estación/aeropuerto de
fondo. Lo juro!!
Y
yo (por fin) atado al que posiblemente, es el primer disco de este
año, que me ha robado verdaderamente el corazón: BENJAMIN BENECICT
aka (Ben Rubinstein), y su TRUANT (2019_Sugarcoat Records.
Que
lo admito. Me pilló a traición en un momento muy blandito de mi
vida: Sin rumbo, desamparao, acalorao, y sin vida ociosa con la que
ahogar mis penas. Que en julio esta muy sola la ciudad.
Creo
que lo descubrí de pura casualidad en primavera; espera que miro en
Playlist de Spotify. Ves, pues no, fue el 24 de Junio; para esto y
para la memoria difusa va muy bien el puñetero Spoti.
Cayendo
de inmediato en su tercer corte: “Tell me If you’re
Lonely”. Y esa maldita inercia por escuchar los tres
primeros cortes con más o menos atención, y pasando de puntillas
por el resto.
Un
tema que divaga entre la psicodelia oriental y el trote krautrockero,
pero con ese aire de Pop decadente que a tantos ya se les dio tan
bien, y que a ti. Te hace arquear las cejas, y poco más.
Rebobinamos…
Y sin embargo. “I Spy” te baja la lívido a
mínimos. Cuando lo último que quieres en plena resaca de verbena
San Juanera, es rajarte las venas pensando en los dos largos meses
que te quedan hasta vacaciones.
Y
ahí se quedó aparcado hasta un mes más tarde.
TRUANT
no es ese simple disco de posado que me embelesó, añorando a CHERRY
GHOST, I AM KLOOT, THE CZARS o a la lágrima fácil de ROY ORBISON.
Hay más cosas y sin orden ritual aparente.
Y
aunque esa primera impronta de Pop gregoriano, sea lo que prevalece
en la panorámica. Truant es un disco que se mimetiza, igual sin un
sentido claro y un poco inconexo si se quiere. Pero con una dulzura
licorosa vocal arrebatadora, que lo hace totalmente encantador e
irresistible.
Remonta
“Ain’t Easy” con Pop de pura cepa y un texto que
pisa descalzo sobre las irregularidades de la realidad cotidiana;
sintiendo lo que duele hasta que el pie se hace callo, pero siempre
sintiendo. La susodicha Tell me If you’re Lonely”.
Y
hasta “The Way You Talk to Waiters”, que empasta a
trazo grueso y rugosidad llena de matices una poética oda a la
persona: la amada, venerada, y etérea figura de quien se añora.
Pero
hay un receso que vacía cualquier sensación de duda. Cuando Ben se
desnuda como si fuera Johnny Mathis en Open Fire Three guitars, Bob
Lind, Richie Valens… o el mismísimo Roy Orbison sin orquesta. Y
sus canciones se alzan o sumergen en las profundidades del pasado;
según se vea. Dotando a este maravilloso disco de otro aúrea bien
distinto, y ya digo, desconcertante según sea la idea del viajero a
la hora de pintar de turísticos sus destinos y paisajes.
“Halo”
y “Change your Mind”, son dos preciosidades que si
por exigencias del guion no estuvieran, serían una especie de
traición a esta aventura que inició el exPeggy Sue y The Mariners
Children hace tres años.
Igual
que la grandeza de “Culture War” y “Alone”:
Dos de las gemas que se acomodan en la cara B de este magnífico
álbum.
Y
que disimulan textos que con la facilidad de quien canta a los
sentimientos, ensartados en melodías brillantes y acertadas. Para
que logre cautivar: Primero por su música y preciosa voz, y después
por la honestidad de su lírica (el amor, la injusticia, la miseria o
la nostalgia). Concentrada en “Baby’s Crying”,
que como en un “Common People” en clave redentora, relata las
realidades humanas a veces no demasiado cantables, si el oyente solo
quiere evadirse.
Hacia
el final, “Dreaming” es capaz de elevar ese sentido
Fleet Foxes mucho más cercano y palpable, que el atractivo
envoltorio que se le ha dado al Folk pastoral llena estadios. Quizás
porque Benjamin Benedict no intenta en ningún momento mutilar el
fin, a costa de justificar los medios y el alcance de su música.
Para
mi,perfecto.
Y
así, por lo que supongo. Cerrar el disco cagándose en la
recontrapu..ta tan repetidamente, tiene cuanto menos, una sanadora
exorcización de las mierdas que nos rodean, aunque sea como
paliativo. “Motherfucker” se llama.
Hay
mejor actitud con la que firmar un segundo disco? Lo dudo.
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