El
inesperado regreso de THE CLAIM es de tal apabullante cotidianidad.
Como ese camino a casa después del trabajo, o a la inversa.
El
rasgado de sus guitarras podrían ser como la inercia de nuestro
cepillo de dientes saltando el sarro y el mal aliento de nuestros
excesos. Una mirilla a la vida (la tuya), y sus melodías el colirio
con el que aclarar el horizonte o si se da el caso, la mirada atrás;
no sea que olvidemos las llaves del corazón.
Y
con un montón de canciones Pop de manual infalible. Que son casi
como la memoria que nos encamina a diario hacia nuestras tareas. Y
sus notas, la banda sonora que ilustra el traqueteo del tren, las
caras de sueño o el empujón en metro o bus.
Catorce
canciones de intachable factura que conservan intacta la esencia
confitada de principios de los 80. Incluso haciéndola tan necesaria
ahora, como el relato de nuestras desventuras diarias. En este caso,
nada tan ideal como aquel Pop cotidiano de Kinks, Jam, The Smiths o
The Prisoners, para dotar de hermosa poesía los paisajes
industriales y desnaturalizados de Kent o cualquier otra inhumana
ciudad.
La
ya de por si inusual historia de esta banda del Medway (Cliff), se
ciñe prácticamente a los escasos dos discos que publicaron en la
década de los 80, y apenas un Ep. Que se resumen perfectamente en
BLACK PATH: RETROSPECTIVE 1985-1992; que publicó Rev-Ola en 2009. Y
que reivindica himnos como “Picking Up the Bitter Little
Pieces”, “Say So” o “Sunday”
que básicamente fueron el boceto/idea en el que se basaron infinidad
de bandas del Britpop, el sonido Madchester, la scalidelia o como
narices queráis llamarlo.
Desde
entonces y bajo un silencio casi sepulcral, han sido santo y seña
para unos primerizos Manic Street Preaches, o incluso para los
debutantes Blur o futuribles Bbritpoperos. Y sus canciones, una
especie de puente entre las corrientes que venían de América, el
Dunedin Sound y un pedigrí puramente Británico alimentado por esa
música Pub del proletariado que tantos himnos nos proporcionó.
Es
más. Las vidas de David Read (bombero), David Arnold (sindicalista),
Stuart Ellis (policía), Martin Bishop (proveedor de cocina y baño)
son tan aparentemente inofensivas. Como el resorte que movió su
vuelta con “Journey”, a raíz del referéndum del
Reino Unido.
Y
este puñado de catorce gloriosas salvas. Seguramente sea el súmmun
de la idealidad para por lo menos, musicar tiempos que se me antojan
tan cercanos pese a su distancia temporal.
Pocos
discos de la presente campaña 2019, serán los que nos abastezcan
esta vez de tantas e inmejorables canciones, como el que me ocupa.
La
pastoral instrumental “Johnny Kidds Right Hand Man”
descorre las cortinas: Entra el sol relampagueante con la directa a
la conciencia “Journey”, en un mano a mano de
guitarras bronceadoras. Sientes el calor en la piel que a todo reptil
de piel cuarteada y melenas platino da vida, energía, y fe.
THE
NEW INDUSTRIA BALLADS es un acto de fe despojada de credos,
pecados y penitencias que no sirvan para otra cosa que no sea la
reconversión sobre los cimientos del pasado todavía vigente.
Y
si no, fíjense en “Smoke and Screens”: Es una
maravilla de comedidos arreglos de cuerda, en la justa medida que una
gran canción lo precisa. El poder de la canción, que en definitiva
es lo que reluce sobre esta colección de canciones donde apenas
algún teclado o metal, entra sin apenas alterar la esencia. Los
requiebros de cuerdas colectivas que bien podrían ser del bueno de
Max Eider en “The Haunted Pub”, con una exquisitez
británica de pureza artesana. Y la voz de David Read al punto de
madurez y grano grueso, para que sanguina, carboncillo y pastel, nos
dibujen estos magníficos paisajes.
Otras
tonadillas como “Light Bending” de pureza
caminante. De aquellas que decoran un viaje con su camino y sus
estampas. El genial empaste que hace el cuarteto de tantas y tan
buenas referencias musicales. La armonía que flota en todo el
trayecto, como cuando se junta a un puñado de amigos con tanto de
que hablar y recordar.
Engrana
las batallitas con la misma docilidad que la distinta “Hercules”
lo hace con predecesora.
Y
es el principal atributo de este disco aparentemente largo, pero
increíblemente digestivo.
A
medio camino cuando otros pierden el aliento. Aparecen preciosidades
Pop como “Music Pictures”; una de mis favoritas,
sin más argumento que la escucha. Evidenciando el puro carácter de
anécdota que tiene su single de adelanto “Just Too Far”.
Y no lo es precisamente por flojo, sino porque podrían ser tantos
los elegidos…
Toda
una declaración de intenciones de “30 years”,
resumiendo en un alegado a un más que justificado regreso de prosa
musical. Y la bajada de telón con el Folk desnudo de “Under
Canvas”, abrazando tanto a Ber Jarsch como a Michael Head.
En uno de esos privilegiados discos que se dan tan de tarde en tarde,
y que de seguida tiene esa certeza del amor a primera escucha.
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