Dos
mil veinte; este año raro e incómodo que está poniendo a prueba
nuestra sensibilidad y aplomo. Me ha otorgado la tregua y segunda
oportunidad suficiente. Para digerir y degustar la vuelta de Jesse
Tabish tras varias intermitencias, y el abandono propio de quien se
olvida del camino a casa.
Un
disco de un empeño sonoro y delicadeza tan extasiante. Que merece
mínimo, tres escuchas y un examen oral para que el mantra cure.
Medicina natural y honestidad a borbotones.
Hace
nueve años, descubrí a esta banda de Stillwater (Oklahoma). Y me
quedé encantado con esa especie aura que me ubicaba en un recuerdo
más o menos lejano e incierto, pero totalmente placentero del Tamer
Animals (TBD Records):
Las
primeras referencias de Dead Can Dance, Days of the New, Lorena
McKennitt, Sigur Ros, Shearwater, Tommigun o sobretodo Lorien; de
quien algún día os hablaré. Y un sinfín de sonoridades que, lejos
de relacionarlas con un estilo concreto o un parecido relativo. Yo,
personalmente asoció por emociones, o por texturas que me sugieren:
Naturaleza, paisajes y si se quiere, una pizca de espiritualidad.
Un
disco – resumiendo – Soberbio de principio a fin, y que además.
No me me decepcionó lo más mínimo en su puesta en escena sobre el
escenario del mismo Primavera Sound:
Sonido
envolvente, rico, meticuloso y delicadamente enriquecido con esos
mismo arreglos que se ensalzan en su disco. Y que solo buscaba la
intimidad y el recogimiento, cuando quieres ligar el folk, con algo
que se puede emparentar perfectamente con la épica y misticismo
acogedor de la música tradicional anglosajona y centroeuropea.
Su
trabajo por aquel entonces, me impactó y tanto necesité junto al
también curativo NEW INHERITORS de WINTERSLEEP. Que de ambas bandas,
necesité tiempo, sugestión y desconexión. Para volver a asimilar y
retomar con la suficiente higiene y disfrutar de nuevo de su música.
Dos
mil veinte; este año raro e incómodo que está poniendo a prueba
nuestra sensibilidad y aplomo. Me ha otorgado la tregua y segunda
oportunidad suficiente. Para digerir y degustar la vuelta de Jesse
Tabish tras varias intermitencias, y el abandono propio de quien se
olvida del camino a casa.
Un
disco de un empeño sonoro y delicadeza tan extasiante. Que merece
mínimo, tres escuchas y un examen oral para que el mantra cure.
Medicina natural y honestidad.
A
veces pienso que soy yo; y quizás no me equivoque. Aunque le echemos
la culpa a la calidad de los discos, nuestra falta de concentración,
o al equilibrio que todo melómano de buena boca busca, en la
variedad.
El
caso es que, pese haberlo escuchado el día de su publicación. Y
advertir su calidad, y no ser capaz de asumirla como quien está con
la mente dispersa como un mal cronificado en pleno confinamiento.
A
las puertas del fallido intento de convertir tus 50 años (27 de
Abril hora zulú), en el evento apoteósico necesario para remontar.
Jesse Tabish intentando salvarte a grito pelao, y tú. Ahí bailando,
grabándote y diluyéndote en alcohol vínico, como un jalipollas.
He
necesitado (ahí es na), casi cuatro meses y un trayecto en coche.
Para reconocer al instante, el esfuerzo que ha dedicado la banda para
retomar su sonido y discurso lírico. En un disco que, cuanto menos,
rebosa coherencia, estructura y claro – lo más importante – diez
magníficas canciones.
Pese
a que su arranque titubeante en “Sound of Violence”,
recuerde en sus primeros acordes a más de lo mismo. Hay un halo
flotante fruto de sus estupendas orquestaciones, que lo convierte en
una especie de testimonio de crooner marchito. Muy a lo Neil Hammon,
Cherry Ghost o Get Well Soon.
Pero
en realidad y pese a la dureza de sus letras a la hora de asumir las
miserias personales o el estado mismo del mundo actual.
Canciones
como “Lost Day” o “Cops”, alzan
el vuelo y acaban devolviéndonos la mágica esperanza de su música.
Como si su reclusión en la cabaña que preside su portada, fuera
toda una declaración de intenciones para soltar lastre e ilustrarlo
en una colección de canciones que se escapan de la desmesura un
tanto barroca de su anterior obra.
“All
Eyes/For Their Love” roza la utopía escénica; pues parece
salida de una filosofía sinfónica parecida a la de John Cale en
Paris 1979; un disco imprescindible, dicho sea de paso. E imposible, quizás, de
llevar a cabo en una hipotética gira.
Con
sus seis minutos necesarios, donde se despliega un verdadero paraíso
orquestal, juegos jazzísticos, y unos envolventes coros que llevan
en volandas un canto al amor demoledor.
La
sentida “Dead Lenguage”: mínima, desnuda y precisa
en sus textos. Como uno de los valores de peso para otorgar el
verdadero aprecio a este gran regreso. Y que aunque muchos hayan
elogiado con la boca pequeña, debería ser sin duda uno de los
discos de este deslucido 2020, salvador en este caso.
La
solemne y oscura “Nites Out”, que
afila el tremendismo amoroso hasta límites góticos. Hace de Jessi
Tabish y su banda, unos de los pocos valientes fieles a su sonido y
titánicos defensores de un/su universo personalísimo.
Si
Ennio Morricone en un repentino estertor alzara la cabeza. Igual
podría esbozar una sonrisa de placer al escuchar “We Wait” y seguir durmiendo tan tranquilo:
Un tributo encantador a la forma de entender la música, las
orquestaciones y su indistinto uso sea la disciplina que sea.
Tarda
en llegar, pero es en el corte 8 donde “Hey Hey!!”
aparece como el hit definitivo: Coros sublimes, soulazo de
altos vuelos, ganas de bailar; pues FROM THEIR LOVE también se baila
arrapado, suelto o desnudo por el monte. De la mano de la tribal
“Who’s Gonna Love Us”, con ese talento especial
que Jesse Tabish, su esposa Kim, Jonathon Mooney, Josh Onsttot, y
Danny Reisch saben desplegar en la soledad de su nueva casa en Cooper
Mountain, muy lejos de Portland. FROM THEIR LOVE se erige lejos de
ser ese disco pomposo que le atribuye a las orquestaciones y
sensibilidad reflexiva de sus textos, como una obra honesta, sincera
y poética.
Basta
con escudriñar la moraleja y mensaje que se extrae de “Sideways”;
que cierra el disco. Con un lema tan útil y necesario en estos
tiempos tan deshumanizados y egoístas, como determinante en el
objetivo y destino que esta banda ha emprendido aquí.
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