THE BLUE AEROPLANES_CULTURE GUN (2023): DE LOS DESASTRES, HAREMOS POESÍA
(LA PRÓXIMA
REVOLUCIÓN SERÁ TRANSMITIDA POR STREAMING, DE PAGO POR EVENTO, Y EN DIFERIDO).
Desde la era escrita de Asimov y J.K Dick, hasta la
audiovisual de Spielberg y Nolan. La ciencia ficción, o bien se ha adelantado
sirviéndonos de inspiración, o nos ha pillado a oscuras y con los pantalones en
los tobillos.
Sea como fuere, la arrogancia y la necedad del ser
humano ha superado con creces cualquier posibilidad de reacción. Y no dudamos
ni un instante en dar detalles de nuestra agónica extinción con la petulancia
del marisabidillo; no sea que alguien
menoscabe nuestra sabiduría nescafé.
Una pena, la verdad.
¿Hay alguna posibilidad de romper filas y volvernos
la piel como un calcetín para mirarnos adentro?
Pues no lo tengo demasiado claro, oigan.
Lo que si tengo más o menos nítido y cristalino. Es
que los aullidos de Gerard Langley (ahora mismo); como los de otros que
vinieron y se fueron sin hacer demasiado ruido. Me sirven con bastante rigor y
precisión, para creer a pies juntillas en ese falso mito de que la buena música
y la protesta no son solubles; que no confundan con la sabiduría instantánea,
ni con las neuronas solubles.
Esto amig@s, es rock de rebeldía disoluta.
Dudo que a estas alturas sea de recibo reincidir en
la rémora de “banda más minusvalorada de
la escena británica”; yendo por delante mi devoción histórica enfermiza por
las músicas parias. Y la ventaja o inconveniente que pueda tener escribir sobre
algo que no le interesa ni al tato.
Sabiendo como deberíamos saber, que esa, es en parte la magia de la música así,
en general:
Por más tiempo que dediques a escarbar con uñas y
dientes, siempre habrá una anomalía musical docta en influencias variopintas,
que surja para propinarte una cleca
con la mano abierta a grito de: - Ves
criaturica de dios, ¿que no hay spotify, publicación de prestigio, ni festival
masivo, o influencer que abarque todo lo que la música nos puede abastecer? (por
suerte, oigan).
Y ya ven, en estas lindes nos vemos.
Desde que en 1978, Gerard Langley fundara con su
hermano y el danzante Domochowsky ARTS OBJECT, y tres años más tarde la
comunidad THE BLUE AEROPLANES. Son cerca de una veintena de álbumes los que han
publicado ininterrumpidamente: Entre discos de estudio, recopilación de innumerables
caras b, versiones, revisiones y reinterpretaciones.
Digamos, que los de Bristol, son de las pocas bandas
que han aglutinado y digerido mejor sus 45 años de trayectoria sin ni un solo
paso en falso.
Tanto es así.
Que hasta los hipotéticos pasos en falso o
evoluciones musicales, como fueron en su día: Swagger 1990, Beatsongs 1991,
Life Model 1994, o el más reciente Welcome Stranger del 2017. Revisados ahora,
y comparados con la media actual o de bandas con su longevidad. Resultan tan
atemporales y poco afectados por las tendencias musicales como su cortante
Tolerance del 85.
CULTURE GUN no solo no es una excepción. Sino que
apostaría que es el disco más crudo, hermoso, y valiente posible. Considerando
que se empezó a fraguar en 2018, que se interrumpió por el diagnóstico del
cáncer de su frontman, y que la
pandemia lo sumió en un letargo forzoso.
Parte de su hermosura radica en la estructura dura y
afilada de las canciones en su versión más “rockera”.
“Hips Like Cigarettes” por ejemplo:
Es un puñetazo en la mesa y el mejor retrato de la
sociedad actual: Eléctrica, indolente, y con esa mala baba que pone cachondo.
A partir de ahí todo te puede parecer una nebulosa
de art pop, con melodías que no se ponen freno ni son deudoras de las
plantillas estilísticas de ahora:
“Waking in the Ghost Removal Van”
contiene una de esas maravillosas guitarras que bien podría ser del Tolerance;
como siempre.
Gerard no se muerde la lengua haciendo del veneno
poesía; como siempre.
Arremete con “Building an Ark for the Anthropocene”
y las alentadoras segundas voces de Bec Jevons, sacudiendo con fuerza; como
siempre.
Y ascienden con “Apostle Spoons” al más
puro estilo “Cardboard Box” conmoviendo; como nunca.
Ni siquiera hay la más mínima intención de ocultar
ese estado de furia, que se ha ido macerando y reescribiendo en estos cinco
años de obstáculos y nuevas realidades.
Pasa, a veces, que el desaliento se convierte en
melancolías con esencia de adormidera. Pero siempre he pensado, que las
adversidades es mejor convertirlas en buenas razones donde convertir esos
nuevos escenarios en poderosos estímulos.
Y “Someone (in the Arms of No One)”
desde luego, es una prueba más que evidente la constante en el colectivo de
Bristol:
Con las voces de Mike Youé y Bec Jevonen pleno estilismo regenerador y procreador;
como uno los pasajes más bestias y lindos. Y la icombustible resiliencia de
Gerard Langley para seguir siendo uno de los mejores letristas de las islas.
“Half Crown” emerge como una de las
joyas más emotivas del álbum junto a “20/20”: Ese momento mágico en el
caes en la cuenta de que apenas si hay una sola banda que mantenga en vilo el
aliento de cuatro décadas, sin perder un ápice de personalidad y calidad
liricomusical.
THE BLUE
AEROPLANES,
acostumbrados a ese extraño e injusto estatus de “banda de culto”, ha vuelto por
la puerta grande, no lo dudéis ni un segundo; como siempre.
Destinados a sacudir desde abajo los cimientos para
abrir las heridas y purgar la pus de la apatía. Con la lírica y el
contorsionismo de su afilada música.
Ya sea con la nueva versión de Rodney Allen,
convirtiéndose en un nuevo felino la vieja escuela new wave de los 70 en “(An
Unlikely Hit Of) Adoration”. Acompañado Bec Jevon y ese prestidigitador
saxofón final, que enaltece aún más la extraña belleza de este estimulante
regreso.
La eléctrica “Bulletproof Coffee & Snake-Oil Shot”
jaleando el opio del pueblo: Fake news, los falsos ideólogos, el establishment
podrido… La realidad
O la extenuante belleza final entre oboes,
acústicas, vientos mágicos, de “Lapdogs in the Wind”.
Citándonos en el futuro con una incómoda y a la vez
emocionante rara poesía. Narrada desde una especie de abismo que eriza el
bello.
The Blue Aeroplanes aparecieron fantasmagóricos el
28 de Abril del presente año; un día después de mi aniversario.
Cinco meses más tarde, como el designio de un sueño
vacuo o profético. Me los encuentro sin saber cómo:
Los quehaceres, la estrategia del entorno para
embelesarnos con los desastres del entretenimiento, el babeo que nos provocan
los demonios invisibles. O quizás, el éxito más indiscutible del caos y la
penuria de la desinformación.
EL MIEDO
PD. No creo en el destino, pero sí en la poesía
sanadora y salvadora.
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