A
veces la quietud, otras el silencio y luego la calma de contar el tiempo
mirando las pequeñeces. Observando lo diminuto con un interés tan obsesivo, que
roza la cópula microbiológica.
Pero
hubo un tiempo de ver poco en las distancias cortas y explayarme con los
grandes angulares; tan grandes, que costaba abarcarlos y abrazarlos.
Pasado
un tiempo. Entre lo diminuto, y la fascinación que me pueda producir la
sensación de lo inabarcable. Hay más una relación con mis emociones, que con
una unidad de medida al uso:
Me
gusta lo inapreciable, lo esencial y aquello que pasa inadvertido, a no ser que
hagas el esfuerzo de ir en su busca. Cuando me acerco y concentro mi atención
con ese fin. Menguo, y sorprendentemente mí interior se expande, siendo inútil
explicar la sensación de no poder abarcar sino de inocularte allí, en el
microcosmos.
Puede
pasar con infinidad de cosas sea cual sea su naturaleza, textura, o medio.
Importante es que lo ames. Eso sí es innegociable y de natural cumplimiento.
Así
pues, como podrán sospechar. El binomio GREEN GARDENS/VILADOMAT*ARAGÓ, aúna a mí parecer la misma sintonía: Música y
Vino, Tierra y Sustancia, Lírica y Evocaciones. Y por ende, esa cosa
inseparable que rueda a volteretas, juega y se entremezcla igual que dos
mininos.
Los
primeros: Jacob Cracknell, Chris Aitchison, Jacob Beaman y Bob Henderson;
bajista, guitarras y batería respectivamente.
Con
un disco de debut que es pura artesanía, mimo, y conciencia de lo que quieren
que sus canciones transmitan.
El
segundo: Gerard Maristany.
Un
elaborador al que su faceta en Vins de
Foresta se le queda corta, y decide reivindicar su origen familiar
centrándose en las variedades Macabeu
y Xarel.lo. Y en esa parte del
Penedés silenciosa y anónima, arrollada por el canibalismo del “progreso”.
Sea
como fuere y en la insondable distancia que separa Leeds de Pacs del Penedés.
Hay
un hilo tan fino como el de las arañas aeronáuticas de Southern Tablelands, que genera esa misma electricidad que para
unas es el vuelo sin motor y para los mortales, escalofrío emocional capaz de
convertir las distancias en roces cariñosos.
Lo
mismo da que precipites un Macabeu de nudo marinero entre Ignasi Seguí (Vinyes
Singulars) y la agudeza elaboradora de Gerard, con ese brillante dorado de rubias melenas brisadas en una copa, y
sucumbas.
Que
te recuestes sobre la misma tierra y eches a volar “This is my Fault”;
canción que da bautismo a esta joven banda y a su retoño.
El
efecto es idéntico.
Podrías
sin apenas esfuerzo, incluso encontrar analogías entre la pérdida de alguien
muy próximo; como expresa de esa forma tan ligada a esa materia etérea que
conforma la consanguinidad en esta canción. Y la determinación de ilustrar tus
lazos familiares, la invisibilidad, y aquello que polígonos y autopistas
expropiaron, para que sea el vino el que se exprese y hable.
Podríamos
decir que en ambos casos resulta
inaudito encontrar a estas alturas, discursos tan clarividentes como exentos de
artificios.
Siendo
“Thing’s
I didn’t Do” mi favorita de la
colección. Encuentro arrebatadoras las guitarras que me traen buenas nuevas de
Bedhead, Mark Linkous, Ben Cooper (Radical Face), Songs: Ohia…Y curioso que sea
una joven banda de Leeds la que siembre de nuevo el yermo terreno de esa
especie de slowcore, popfolk americano o como quiera uno llamarlo o etiquetarlo
-pero supongo que me entendéis ¿no?- que tan poco abunda últimamente.
“Akin
to Sap” en cambio, es una pastoral y deliciosa canción plenamente
paisajística. En la que puedes ver entre notas, instrumentos y vocales; lo que
tú desees.
Yo,
veo a Martí Torrallardona, al Ignasi,
a Fransesc Pascual, a Bàrbara Mesquida y a la Xarmada.
Salto
como una ardilla sobre “Billyful” y en el tono sombrío vocal
de Jacob, veo sin embargo un destello de sol matinal.
El
mismo que se ve con el alma, cuando olfato y paladar no pueden describir la
pureza del Xarel.lo de Pla Parcial 2019 y conmoverse con el destino incierto
que las viñas de 60 años del Serral de Porroig. Abocadas a desaparecer si el
plan parcial del polígono de Sant Pere Molanta se ejecuta.
Mineralidad,
verticalidad, elegancia, sapidez y carácter, en un monovarietal de
extraordinario paso por boca.
La
sensación de saborear lo efímero cuando nuestra existencia es tan sumamente
material. Tiene ese algo que nos empuja con los años, a capturar las
sensaciones de nuestra maleable memoria. Y el vértigo de los fantásticos
arreglos vocales y de cuerdas de “A Cradling”, son otra especie de
privilegio que no tambalea, emociona.
Pero
lo cierto es que la experiencia de escuchar en unos auriculares, la enorme sima
poética que es “Homeshredder” agarrado con dos manos al CAMP EL D’AVIACIÓ 2020 100% macabeu. Supera con holgura cualquier falta
de movilidad, cimbreo sexual, o intento en vano de huir de mi cautiverio
forzoso.
Es
cierto que podría explicaros con algo de credibilidad y rigor científico lo que
para mí supone una Macabeu bien parida (Viura en La Rioja). En consonancia con
una canción o música que da la mano así, sin forcejeo. Para disfrutar de esa
complejidad de compás, arreglos y textos. Que no lo son como tales, sino que
ofrecen tantas variantes y como ricas rutas emocionales.
Siete
minutos y pico que igual que en una obra, consta de introducción, entreacto, y
desenlace. Creciendo a medida que se incorporan los susurros de Claudia Fenoglio y Ton Kettleton al saxo. Y brotando los versos igual que la simbiosis
natural de la tierra, los elementos y el paisaje.
Haciendo
también de este majestuoso vino, un remolino de detalles y sensaciones que
juguetean con tu memoria visual, olfativa y gustativa en pleno festival de las
papilas:
Los
frutos secos sin tostar, la resina, retama… Y una espectacular boca donde la
Macabeu expresa un frescor inverosímil, sin rastro de reducciones pese a los 3
años de botella. Y una acidez adictiva envuelta en tostados, hierbas de monte,
con una mineralidad ligeramente salina final que la dota de una impresionante
estructura; un vinazo de 10.
Disculpen
si respiro hondo y me enjugo las lágrimas. Pero no quiero escatimar en
aspavientos y gemidos.
Quizás
así les ahorre la vergüenza ajena de ver mis ridículos movimientos
estereotípicos en la silla rodada del ordenador; único medio de transporte en
mi reducido itinerario diario. Mientras le doy pastilla a “Oslow” y remato con “This
is not your Fault”.
La
primera de pleno júbilo pese a que paradójicamente habla de la soledad, con una
franqueza y vulnerabilidad desarmante.
Pero
balsámica, en esa condición de delicadeza y clímax que han sabido plasmar en el
conjunto de la obra. Cuando precisamente es en la culpa, la vulnerabilidad y en
la exorcización de demonios donde se halla la cura de sus canciones.
Y
la segunda; la que da título a este atrevido disco de debut. Perfectamente atribuible
al supuesto sentimiento de culpa (si es que lo hay) que aquí el menda pueda tener al descorchar un
vino y acompañarlo de música de la manera más pagana posible.
En
cualquier caso y con ayuda de la canción que cierra el disco; pecando eso sí de
algo de frivolidad. Me absuelvo por el poder que me da mi instinto animal;
siendo como soy siervo y confeso del señor Darwin.
Hablando
en serio, ahora sí, de esta maravilla de disco. Las canciones de Jacob, Chris,
Henderson y Jacob(2) tienen un mérito fuera de lo común:
El
primero es la forma como abordan temas tan peliagudos e íntimos como la
pérdida, los sentimientos de culpa, la fragilidad ante la salud emocional, e
incluso la ira ante el duelo o como el ser humano es incapaz de gestionar algo
tan complicado como los momentos de ofuscación, con impotencia.
Teniendo
en cuenta que esa lírica tan bien empastada con los arreglos musicales y el
tono de las canciones. Tampoco es que hagan un juicio sobre el tema. Sino que
lo lleva a un contexto extraordinariamente natural y orgánico, usando la tierra
y la naturaleza como vehículo.
Y
sabido esto. Evidentemente, la belleza de la música; que no es poca. Alcanza una
valía mayúscula sencillamente, porque hay una intención muy clara y respetuosa
para que todo fluya: Los cinco años que llevan trabajando a forja su música, la cripta de una iglesia donde se grabó, los arreglos
vocales, las guitarras y todo el conjunto.
Algo,
además, que aprovecho para puntualizar:
Los
vinos no industriales. Los que se elaboran con el objetivo particular del
elaborador, de contar una historia y un paisaje. Los que no tienen ningún
interés monetario, sino de supervivencia y de vivencia.
Hablan
con el lenguaje de los sentidos, y evidentemente. No necesitan esta parrafada
ni mensaje alguno dentro de la botella.
Escúchalos,
todo es música.
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