sábado, 1 de febrero de 2025

DIEZ DISCOS Y VINOS GUACHIMOLIS DEL 2024 (number siete)

 

07: QUIVERS_OYSTER CUTS vs. MALAYETO VIÑA ZORZAL 2022 (Navarra)

Como habrán podido observar, en este dispensario tenemos remedios para casi la mayoría de males y de estados desanimosos. Tanto si es malhumor, como si a ti lo que te pasa es que tus biorritmos suben y bajan como la bolsa. Así pues: No os dejéis caer en la tentación de la estupidez, más líbranos de la mala follá, amor (y pa tiempre).

Y en estos menesteres de convertir la mugre reinante en paz interior. Que mejor que este cuarteto Australiano de Melborne, donde Bella Quinlan y Sam Nicholson se reparten las tareas de voces, composiciones a la par del bajo, la guitarra rítmica y teclados. Con la risueña Holly Thomas que toca la batería como un primor y hace los coros, y el altote y adorable Michael Panton que pespuntea la solista y toquetea botoncitos varios.

 


Si a poco que le eches la oreja a un par de temas de su discografía, con tres discos en su haber. Veréis que su plétora está granada de melodías confortables y por ende, de sensaciones de placer compartido.

Pero es que, no es una mera intención. Es que ellos son majos y majas de verdad; y me ajusto a la bendita suerte de haberlos catado en directo y en distancias cortísimas: SALA HELIOGÁBAL, Diciembre del año pasado (todavía humeante).
Por lo tanto, adentrarse en el temario musical que se extiende por este “Oyster Cuts”; su disco más homogéneo y coherente. Sin desmerecer al anterior con el que ya les eché el ojo. Veréis que os lo van a poner muy fácil tanto si son los Jayhawks los que os hacen tilín, como si por el contrario, sois más de pop mimbrado al estilo Felice Brothers, Go Betweens o Teenage Fanclub. Aunque como siempre digo, no hay que hacer demasiado caso a las comparaciones, porque en sí, la gracia de estos cuatro es hacer bueno un estilo más por sensaciones familiares que por parecido.
Y viene ahora cuando saco las uñas para defender a estas bandas que en ese objetivo de hacer buenas canciones. Prescinden del efectivismo que tanto se demanda ahora para salir en las portadas. Cuando todos deberíamos saber que por delante está la canción, y después toda la parafernalia para convertirla en un estilo novedoso (que al final no lo es tanto). O un efecto transgresor que a menudo es un ciclo más en las tendencias actuales, solo que con un maquillaje que parece hacerlas algo supernovedoso e hiperrevolucionario.

 

Parte del mérito de este estupendo álbum, recae en “Never be Lonely”: Una de esas cancillas sencillas que se sostienen en cuatro acordes y que se clavan como una fina espina de higo chumbo en el corazón, y que hacen cosquillas cada vez que te enterneces.

Lo que sigue, es una especie de pop nutrido de raíz al más puro rescate ochentero donde nos podrían venir a la cabeza por consonancia: Los  Fleetwood Mac más populares, o al Bruce Springsteen de Tunnel of Love, y hablamos de calidez melódica.
La parte coral de “Appariton” de pura raíz americana setentera, o “Screesaver”, pasan del optimismo a la melancolía en un chasquido de dedos. Y el resto es una perfecta sintonía mullida de canciones que se pegan al recuerdo, a la nostalgia y a la tristeza agradable, que no fallan.
 
 
Y es que… 
¿Quién no necesita a menudo un disco para retozar el los recuerdos tristes y alegres, para malearlos a nuestro beneficio saludable?

 

 

De la misma manera, Xabier Sanz desde Fitero junto con su padre y sus hermanos. Lleva desde 2007 apostando por dar valor a las variedades autóctonas sin depender como antaño de Tempranillos, Cabernets o Merlots que  miraban más a D.O’s colindantes que a la propia.
Su primer acierto fue un Graciano monovarietal accesible, rústico pero molón como pocos. El Zorzal se convirtió en su etiqueta insignia inconfundible. En quince años han tocado la cima con Señora de la Alturas (95 puntos Parker). Y en su nuevo paso de parcelar y enfocar sus vinos a la particularidad de cada viña; con su orientación, suelo y edad. Han parido un MALAYETO de Garnacha, en un paraje único de suelos rocosos y pedregosos, con arcillas, calizas y conglomerados.


 

Fermentado con sus propias levaduras indígenas y criado en barricas de segundo año. Malayeto es un vino afilado y puntiagudo que se complementa con fruta roja fresca, hierbas de monte y ligeros toques tostados. Acabando en una boca fluida con mucha chicha, y una acidez refrescante que bien podría recordar a una naranja sanguina confitada.
Un vino disfrutón, cariñoso y de esos que pueden caer las botellas una tras otra. Pero es que además de divertido, tiene una elegancia y finura que engatusa, y un empaque de vinazo para flipar en colores; los suyos, que además son preciosos.