07: QUIVERS_OYSTER CUTS vs. MALAYETO VIÑA ZORZAL
2022 (Navarra)
Como habrán podido observar, en este dispensario
tenemos remedios para casi la mayoría de males y de estados desanimosos. Tanto si es malhumor, como
si a ti lo que te pasa es que tus biorritmos suben y bajan como la bolsa. Así pues:
No os dejéis caer en la tentación de la estupidez, más líbranos de la mala follá, amor (ypa tiempre).
Y en estos menesteres de convertir la mugre reinante
en paz interior. Que mejor que este cuarteto Australiano de Melborne, donde Bella Quinlan y Sam Nicholson se reparten las tareas de voces, composiciones a la
par del bajo, la guitarra rítmica y teclados. Con la risueña Holly Thomas que toca la batería como un
primor y hace los coros, y el altote y adorable Michael Panton que pespuntea la solista y toquetea botoncitos
varios.
Si a poco que le eches la oreja a un par de temas de
su discografía, con tres discos en su haber. Veréis que su plétora está granada
de melodías confortables y por ende, de sensaciones de placer compartido.
Pero es que, no es una mera intención. Es que ellos
son majos y majas de verdad; y me ajusto a la bendita suerte de haberlos catado
en directo y en distancias cortísimas: SALA HELIOGÁBAL, Diciembre del año
pasado (todavía humeante).
Por lo tanto, adentrarse en el temario musical que
se extiende por este “Oyster Cuts”;
su disco más homogéneo y coherente. Sin desmerecer al anterior con el que ya
les eché el ojo. Veréis que os lo van a poner muy fácil tanto si son los Jayhawks los que os hacen tilín, como si
por el contrario, sois más de pop mimbrado al estilo Felice Brothers, Go Betweens o
Teenage Fanclub. Aunque como siempre
digo, no hay que hacer demasiado caso a las comparaciones, porque en sí, la
gracia de estos cuatro es hacer bueno un estilo más por sensaciones familiares
que por parecido.
Y viene ahora cuando saco las uñas para defender a
estas bandas que en ese objetivo de hacer buenas canciones. Prescinden del
efectivismo que tanto se demanda ahora para salir en las portadas. Cuando todos
deberíamos saber que por delante está la canción, y después toda la parafernalia
para convertirla en un estilo novedoso (que al final no lo es tanto). O un
efecto transgresor que a menudo es un ciclo más en las tendencias actuales,
solo que con un maquillaje que parece hacerlas algo supernovedoso e hiperrevolucionario.
Parte del mérito de este estupendo álbum, recae en “Never be Lonely”: Una de esas cancillas
sencillas que se sostienen en cuatro acordes y que se clavan como una fina
espina de higo chumbo en el corazón, y que hacen cosquillas cada vez que te
enterneces.
Lo que sigue, es una especie de pop nutrido de raíz al
más puro rescate ochentero donde nos podrían venir a la cabeza por consonancia:
Los Fleetwood
Mac más populares, o al Bruce Springsteen
de Tunnel of Love, y hablamos de calidez melódica.
La parte coral de “Appariton” de pura raíz americana setentera, o “Screesaver”, pasan del optimismo a la
melancolía en un chasquido de dedos. Y el resto es una perfecta sintonía
mullida de canciones que se pegan al recuerdo, a la nostalgia y a la tristeza
agradable, que no fallan.
Y es que…
¿Quién no necesita a menudo un disco para
retozar el los recuerdos tristes y alegres, para malearlos a nuestro beneficio
saludable?
De la misma manera, Xabier Sanz desde Fitero junto
con su padre y sus hermanos. Lleva desde 2007 apostando por dar valor a las
variedades autóctonas sin depender como antaño de Tempranillos, Cabernets o Merlots
que miraban más a D.O’s colindantes que
a la propia.
Su primer acierto fue un Graciano monovarietal
accesible, rústico pero molón como pocos. El Zorzal se convirtió en su etiqueta
insignia inconfundible. En quince años han tocado la cima con Señora de la
Alturas (95 puntos Parker). Y en su nuevo paso de parcelar y enfocar sus vinos
a la particularidad de cada viña; con su orientación, suelo y edad. Han parido
un MALAYETO de Garnacha, en un paraje único de suelos rocosos y pedregosos, con
arcillas, calizas y conglomerados.
Fermentado con sus propias levaduras indígenas y
criado en barricas de segundo año. Malayeto es un vino afilado y puntiagudo que
se complementa con fruta roja fresca, hierbas de monte y ligeros toques
tostados. Acabando en una boca fluida con mucha chicha, y una acidez
refrescante que bien podría recordar a una naranja sanguina confitada.
Un vino disfrutón,
cariñoso y de esos que pueden caer las botellas una tras otra. Pero es que
además de divertido, tiene una elegancia y finura que engatusa, y un empaque de
vinazo para flipar en colores; los suyos, que además son preciosos.