DIEZ DISCOS Y VINOS GUACHIMOLIS DEL 2024 (number siete)
07: CAMERON WINTER_HEAVY METAL Vs. LA LOMA 2021 de
Miguel Merino, Briones(La Rioja Alta)
Hay discos que llegan a punto, justo a tiempo.
Cuando parece que todo va a descarrilar, y empiezas
a arquearte y recargolarte, lo mismo
que cuando estabas en el vientre de tu madre; solo que de viejo. Aparecen a
veces, canciones sigilosas y silenciosas que se te cuelan por la pernera con
ese tacto cálido que te afloja las caderas.
Su medicina (la de esas canciones), basada a veces
en los fracasos, la fragilidad o la inseguridad. Escarba como nadie con uñas
rotas, padrastros y llagas, en eso que todos llevamos bien adentro y que nos
horroriza sacarlo a que les dé el aire, se ventilen, y nos exponga.
Quien nos las canta en este caso, es un enviado de
esos luceros que pululan de tanto en tanto por la red para blocar incógnitas y
descifrar ideas (Stradanakis aka Roger Estrada); sería esta vez el correo
del Zar.
Y yo, el asalta diligencias oportunista que se
conchaba con la banda de Dick Turpin
¿o iba solo?
Este espigado chaval líder y cantante de los
contorsionistas y poliédricosGEESE. No ha esperado a consagrarse,
desfondarse y hacer parada y fonda para publicar su primer trabajo en
solitario; como se supone que haría cualquier hijo de vecino.
Y en el impasse
entre el último disco de la banda de Junio del 23 con 3D COUNTRY, y el 15 de Diciembre del pasado 2024; fecha en la que
apareció esta joya. Se nos cuela en pijama y descalzo sin importarle los
preparativos y la gala de eso que to
quisqui llama: LO MEJOR DEL AÑO (corre que se acaba y el 1 de Enero, se
enflorece y ya, pa tirar). Con una de
esas cosas de las que te puedes encariñar tanto si los fastos navideños te
deprimen, como si la escapatoria a la felicidad obligada es para ti: la
melancolía, la reflexión y si quieres, la recreación del dolor precisamente
para aliviar eso mismo.
En Heavy Metal tenemos a un barítono Cameron Winter
sentado sobre la cornisa de un edificio alto de su natal Nueva York. Observando
igual que un héroe con las típicas dudas existenciales que le provoca su
desagradecida clientela: Sin saber si dejarlos a su suerte, oreconvertirse a supervillano aniquilador; y no es para menos.
Para nuestra suerte, y mientras se decide.
Las diez canciones que nutren esta especie de oda
surrealista que como en los sueños. Conectan lo real, con lo caótico e
inverosímil, desencadenando esa misma sensación perturbadora que los sueños te
provocan, cuando tienes la certeza de que hablan sobre ti, pero que eres
incapaz de descifrar.
“The Rolling Stone” siembra esas
primeras semillas para emprender la travesía poética redentora de Heavy Metal,
exigiendo que abandones el equipaje y te dejes llevar - Como Brian Jones, nacímos para nadar.
Después llega mi particular manera de disfrutar de
esta mágica obra. Donde los típicos patrones de gusto y preferencias se diluyen
y van cañería abajo. Y sucede, que la forma narrativa con que nos canta/cuenta
Cameron Winter. Tan solo necesita la música justa, que igual que los sonidos
mundanos y con esencia minimalista, de guitarras sutiles, con saxos, oboes,
percusiones aparentemente desasociadas, pianos que pululan, y notas que
aparecen como motas de polvo en suspensión.
El discurso de este tipo se refuerza con “Nauisacaä
(love will be Revealed)” con
un soul más convencional y familiarizado con Van Morrison o un primerizo Rufus
Wintwright. Como sucederá en la mágica “Cancer of the Skull” o “Can´t
Keep Anything” y los santísimos coros que aparecen de tanto en tanto
para hacer más llevadera la travesía.
Cameron se ha implementado tanto en su propio yo y
en su viaje interior de fuerte inspiración para con Ton Waits y Leonard Cohen;
dicho esto por él. Que cualquier intento de contexto personal del oyente, puede
resultar un esfuerzo inútil y en vano.
Pero que curiosamentey voilà!!.
Funciona de manera mágicamente inexplicable y
conforme se incide en sus escuchas. Igual que un recurso propio a un viaje
interior y contemplativo donde la música, poesía e instrumentación poco
intrusiva ejerce como una especie de influjo lunar.
Digamos así para entendernos. Que Cameron Winter ha
dado a luz uno de esos discos nacidos no convencionales. Pero que conecta
perfectamente por una -hipotética- necesidad de cortar de cuajo el cordón
umbilical que nos arrastra a la inercia social actual. Con códigos que nos
hacen cómplices sin saberlo muy bien.
Y es que la música y la lírica tiene esas cosas que
tampoco hay que explicar al dedillo y convertir todo lo artístico en una
confesión al cura delbarrio; de verdad,
no hace falta, son canciones y ya.
Podrás sentarte junto a él al filo de la cornisa
contemplando el vértigo del caos reinante.
Pero también podrías encaramarte a una loma; la de
Miguel Merino. Para arreciarte con los paisajes únicos de la anómala parcela
plantada en 1946, que da este vino tinto puntiagudo y rara avis. Con una copa,
y abrazado a la botella de este riojano de Tempranillo y una pizca de garnacha.
LA LOMA 2021 tiene el privilegio de ser uno de los
100 puntos del pirado de Tim Atkin; y
que me perdonen si no comparto esa ida de olla de otorgarle atributo de
perfecto a cualquier cosa en el mundo.
Pero eso sí, admito que este tinto de La Rioja Alta
que poco o nada tiene que ver con los convencionales y prestigiosos Tondonia,
Castillo Ygay, La Rioja Alta 890, Artadi etc etc. Me robó el corazón en esa
suerte del destino que mi amigo Carlos GC tuvo a bien compartir con el grupo en
el que me enrolé hace ya más de diez años.
Y para poneros en precedentes, podríamos decir que
Miguel Merino pertenece a la nueva corriente de elaboradores riojanos que huyen
despavoridos para mi suerte, de: Esa forma de elaborar convencional, en la que
el prestigio del vino se impone sin piedad ninguna sobre la viña, el terruño y
la particularidad del suelo, con tal de no decepcionar a su cliente potencial
que busca voluptuosidad, cuerpo y músculo para guardarlo eternamente.
Y ojo, te puede gustar La Loma (o debería), pese a
que disfrutes como también hago yo, de un Gran Reserva Tondonia, un Mas La
Plana de Torres, o un Pagos Viejos.
Pero claro, es que la vida es muy corta como para
que te atrincheres en ese tipo de cosas (las que sea), que no hacen más que
ponerte condicionantes a la hora de disfrutarlas, o incluso por tu mismo bien y
que no se te robine el sistema
cognitivo, criatura mía. Y ciertamente, las cosas deberían también ser, fieles
a su origen o por lo menos mostrártelo sin querer agradar o contentar a
todos/as; ser honestos y consecuentes con la identidad de su origen.
Así pues. Lo que encontramos en La Loma, es un vino
de una finca curiosa y única por situación y composición geológica a la par de
los 80 años de sus viñas. Que la familia Merino por fin adquirió en 2021, pese
a que la explotaba arrendada desde el 2015. Y donde una veta arcillo-ferrosa
rarísima en la zona, atraviesa la escasa una hectárea y media de este viñedo.
Junto a su composición calcárea salpicada de gravas para que drene bien y
obligando por su pobreza, a que la misma profundice hasta el infinito y más
allá en busca del mineral que le otorga su particular carácter y delicada
tanicidad.
Pero bueno, ¿y que pasa después de este tochazo que
os estoy soltando?
Pues que Miguel Merino y su mujer no hacen una
vinificación intrusiva al uso, y se aprovechan de esas extraordinarias
particularidades para el vino nos cuente con más detalle, lo que pasa cuando
hablamos de vinos de paisaje, paraje o como narices queráis llamarlo.
Selección exhaustiva grano a grano e incluso
repetida si la añada ha sido más complicada coma la 2022 en curso; con el curro
que eso comporta. Maceración prefermentativa en ínox durante tres días a
temperatura controlada. Suaves y ligeros remontados para no extraer en exceso y
buscar su sutileza. Y tras la fermentación su paso por bocoys de roble
franceses de 500 litros, donde de forma
espontánea y con sus levaduras indígenas el vino realizará la fermentación
maloláctica final.
Dando un año y poco en barrica usada, el tiempo de
crianza del susodicho vino.
Y a ver, lo que os importa de verdad ¿Qué nos dice
el vio?
El vino es una mezcla curiosa de carácter, harmonía
y sutilidad.
La parte del carácter se la da su personalidad
mineral ferrosa y calcárea donde pueden despuntar notas de naranja sanguina,
salinidad, y especiados. La sutilidad por la cual se combinan los frutillos
negros (moras, arándanos) de la tempranillo, con esa parte láctica a yogur de
fresas ácidas y florales de la garnacha. Y la espectacular armonía que tiene en
su paso por boca donde todo lo anterior se convierte en una sinfonía de placer
absoluto. De taninos precisos y delicados, y un final largo, envolvente y
refrescante.
Uno de esos vinos donde al primer ataque puedes leer
ese mimo con el que se ha hecho, y que obedece al bajo rendimiento de sus viñas
viejas. Y donde no se pretende perpetuar en una guarda eterna, sino en una
lectura del presente más inmediato en la que la heroicidad primordial es la
sabiduría de estos viñedos.
Así pues, que queréis que os diga. Que si bien la
inaccesibilidad por precio y escasez de este preciado pepino pueda suponeros
una quimera. Hacedme caso y considerad que la vida es demasiado corta y
frenética para privarse de detener el tiempo con estas dos preciosidades. Que
desde luego, os costarán mucho menos que un móvil de última generación o un año
en una plataforma digital de esas que te condenan como una hipoteca.
Abrazos gordos, y solo espero que no me demore tanto
en el próximo maridaje vínicomusical.
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