Han pasado
diez años desde aquel, ese primer encuentro del 94. Y echa uno la
vista sobre el hombro, y parece haber sido un suspiro: un breve
espacio, sucinto, lacónico y concreto en tiempo. Sumergidos en
manteca para sacar lustre a las líneas de expresión y brillo a esas
canas que ya despuntan en el alba, pura rebeldía la suya. ¿Han
cambiado tanto las cosas desde aquella noche de media entrada?¿acaso
no entendíamos por entonces los mensajes cifrados cuando ya se
barruntaba el BritPop eurodiscotequero? ¿o será que con los años,
más solos, precisamos de más templanza y melancolía?
Mientras
muchos de los presentes quemábamos cartuchos a lo largo de este
decenio. Por fortuna, la banda de Dean Wareham se han conservado
frescos como el rocío de la mañana, como si durante todo este
tiempo hubiesen permanecido ahí, jugando en la playa con cubos y
palas. Volviendo a desenterrar de la arena diez años después, igual
que las Chelonioideas, en una especie de ciclo renacentista.
Para recordarnos a olvidadizos, oportunistas y melómanos. Que si
bien la carrera de esta banda Neoyorkina pasó por los excelsamente
felices 90 como un ángel pasajero, para salvar a desapegados y
displicentes con más pena que gloria.
Es ahora con
los pecados expirados, cuando su alargada sombra se cobra aquello que
la mayoría no supo ver: Un repertorio de aquellos por los que el
tiempo pasa, para hacerlo todavía más grande. Con esos arranques
inciertos, susurrantes, discretos y hasta esquivos, a los que hay que
dejar aire como a las cometas para que cojan vuelo. Y con toda una
feligresía boquiabierta en un puro acto de contrición.
Así que con
lo puesto y tras un mes florido de tentadores conciertos, teniendo en
cuenta lo aciago que me prometía este final de Abril. Al final, va a
ser que el destino tiene para uno algún tipo de premio: regalos
imprevistos para disfrutar de lo que se presenta, con espontaneidad.
Para que el menda vaya ya escarmentando con eso de planificar a largo
plazo; con lo gratificante que es acometer lo que se presenta con un
chasquido de dedos.
La sala
Bikini no la pisaba desde hace unos cuantos años -cinco
concretamente- aunque debería remontarme más atrás, cuando lo
hacía asiduamente quince años atrás. Allí sucedieron entre los
90 y la disipación del cambio de milenio, algunos de mis mejores
recuerdos: De sonido envidiable, tamaño ideal para conciertos
domésticos, y como único inconveniente la distancia; allí donde
dios perdió la parca. Stereolab, Cast, Auteurs, Deus, Dodgy,
Luna, Chameleons, Pavement, Jack, Hefner... grandes noches las
que me deparó, una de los locales con mejor acústica de Barcelona.
Luna no fueron menos, y si hace diez años ya sonaron tremendos, el
del pasado Jueves fue pura Bendición.
Con las
nueve y media pasadas, como alma que lleva el diablo, allí me planté
en solitario con el pito en el culo. Y es que el tráfico de la
Diagonal encorsetado él, nos privó de poder ver al completo, el set
de FLOWERS; los teloneros. Una banda Escocesa que deambula
entre el TweePop de mimbres frágiles, y las atmósferas etéreas de
Pale Saints o Cranes. Dos canciones, las suficientes, y el aval de
acompañar en esta maratoniana gira con diez citas. Bastaron para
abrirme el apetito y seguir atentamente el último lanzamiento de
esta joven banda: “Do What you Want to, It's What you should
You”, producido por Bernard Butler.
A tiempo
para ganarnos un rinconcito en las primeras filas junto a algún
conocido (Pin&Pon Dj's), que montaban guardia desde tempraneras
horas. Cerveza en mano y poco más, expectante por volver a revivir
uno de los repertorios más injustamente escondidos de los 90. Porque
estoy seguro que aquel temario tan incomprendido, en tiempos donde
se estaba del lado de los ganadores, o de los perdedores; sin
medianías posibles. Quizás no fueron lo suficientemente “indies”
para captar la atención de la masa enfervorizada, ni unos puristas
en su lado más velvetiano. Y creo de veras que esa es una de su
magia: la de juguetear con la Psicodelia, el ArtiPop, o el Poprock
más ambiental sin acabar de ser nada concretamente. Luna, igual que
Galaxie 500, forjaron un estilo genuino de hacer canciones. Y caer
en la telaraña de sus sonido, supongo que solo es cuestión de
dejarse atrapar. No sé, posiblemente ahora estemos más preparados
para digerir algunas músicas; bien sea por la difusión que ofrece
internet, por edad o por simple cultura musical.
El caso es
que una vez encima del escenario. La banda Neoyorkina, desde el
minuto cero ya irradiaba una conexión inverosímil sobre el público.
La magia de acometer un extenso repertorio sin rendir cuentas de
promociones, giras de presentación u obligaciones, planeaba sobre
las cabezas desde el primer punteo de “Slide”. Como
chiquillos con sus cachivaches nuevos, sobre la arena, en la orilla
tal y como vinieron al mundo, se antojaban felices a más no poder;
sobretodo Sean Eden, que lo tenía justo delante. Construyendo
arpegios milimétricos y sin embargo tan libres, agarraba Sean el
mástil como si de un amante se tratase y los castillos se construían
solos.
Empezaron a
caer incorruptibles bellezas de la talla de “Chinatown”,
“Sideshow by the Seashore”, “Malibu Love Nest”;
esta última con una hermosura desconocida. Se podía ver planear la
sombra eterna de Lou Reed en una ofrenda idónea, y algunos ya
flotábamos con ellos. Hubo rosas rojas de Sant Jordi para Britta
Phillips en los aledaños de una preciosa “This Time Around”.
Y sobre los cánticos a coro de la sala, para un oportuno cumpleaños
hacia el tímido Lee Wall, “Tracy I Love You” -el único
tema que sonó de sus Pup Tent/1997- acabó por llenar cada rincón
de Bikini, de estiradas notas inalcanzables. Para entonces la
velocidad de crucero de un exultante Sean Dean ya era ingobernable:
aspavientos, pelos desarrapados, mordiscos de guitarra, aullidos …
y yo, yo en estado de vegetación emocional.
Tiñeron de
soleado ocaso una noche mágica entrando con determinación a su
repertorio más delicado: “Cindy Tastes of Barbecue”,
“Going Home” mientras el imperecedero de Lou se paseaba
por la platea silbando “Lost in Space”; la hacía suya.
Como un masaje en el parietal con el que acometer el final de la
semana, la banda de Dean Wareham desplegó un manto de encajes y
guitarras propias de sinfonía sideral. No es que sonaran bien, es
que si en algún momento alguien no comprendió la belleza íntima de
sus canciones: Su forma de crear acordes que se arremolinan como
vórtices, esa especie de psicodelia mullida y mimosa, algo que no
acaba de ceñirse a ningún género concreto y que solo se debería
definir como belleza infinita. Seguramente ahora mismo, se estará
perdiendo uno de los legados más imperdibles de los 90, fuera de
acotamientos generacionales.
Sean Dean,
además de dar sabias lecciones de como crear un diálogo distendido
y brillante entre cuerdas, platos y graves ondulosos. Se marcó un
“Still At Home” a las voces, como para proclamar a los
cuatro vientos la grandiosidad de un subestimado Rendezvous/2004; con
una voz además envidiable. También cayeron inesperadas joyas como
“Superfreaky Memories”. De aquellas que lastimosamente, el
tiempo ha engullido en su garganta oscura de pantagruel generacional.
Dejándose hacia el final retrepar sobre algunas facetas menos
conocidas como “Bewitched” o “Friendly Advice”;
un final extraño. Rematado con “23 Minutes in Brussels”,
una de mis favoritas de uno de mis discos insignia.
Algunos
esperábamos, no lo niego, un fin de noche con “Bobby Peru”,
“Math Wiz” o “Slash your Tires”, quien sabe si
un “Bonnie & Clyde”; aunque sé que jamás me sonaría
igual sin Letitia Sadier a las voces. Lo harían mucho mejor, regate,
centro y remate de cabeza por la escuadra. La cita soplaría las
velas con dos versiones que dicen mucho de por donde van los tiros de
Luna: “Ride Into the Sun” de la Velvet Underground, y
“Indian Summer” de Beat Happening... maestros incluso en
el guiño.
Fue algo
curioso, como un momento, nota o detalle envasado al vacío ¿sabes
como cuando presientes tan álgido el momento, que no deseas marchar
del lugar del crimen? Pues eso. Allí quedó por un momento detenida
en pura instantánea, por melancolía, el gentío implorando una
cerveza más. O porque sabes que otra vez volverán ocupar ese
minúsculo espacio en tu escasa memoria, tan solo activado por
estímulos del pasado. Quien sabe.
Fue un
concierto grande sí. Entonces es cuando agradezco estar en la otra
punta del mundo, allí solo, sin nadie con el que cruzar mirada para
dar fe del momento; por egoísta que suene.
Pero si algo
que me encanta, es volver a casa al volante, cruzar la ciudad: con
sus luces, su silencio, toda esa gente que no sabes donde va, y la
música todavía revoloteando, mientras el pitillo te, y se consume
entre los dedos. Alargando al máximo la cita, como cuando el amor te
aprieta la garganta.
Ni puta idea, oiga. Voy a echarle un vistazo, que a éstos me los salté.
ResponderEliminarPues ya vas tarde Alex!! yo que fui bastante desapegao para con el Brit Pop y el Grunge; salvo contadas excepciones. Hallé en bandas como Luna, Pavement, Pj Harvey y otras tantas, un perfecto asidero para no sé, ver las cosas desde lontananza, con otra perspectiva. Seguro que te agradan si eres de los que gustan de La Velvet, Lou Reed o Television.
ResponderEliminarQué gustazo leerte, y qué envidia, ya me habría gustado, y a tu lado más. Ese estilo genuino, galáctico, sideral. Grandes!!!!
ResponderEliminarPues sí Johnny, un concierto para enmarcar y colgarlo de por vida en el salón. De las tres veces que los he visto, con diferencia el mejor. No se si porque con el paso de los años, el alma solicita ese tipo de masajes regeneradores, por la edad o simplemente porque se echa mucho de menos dejar que las cosas simplemente fluyan: naturales, como caricias, puro masaje...
ResponderEliminarEstoy seguro que hibiésemos flotado en esa altura media donde se ven mucho mejor las cosas, en la distancia. Y lo que uno se acuerda de las buenas compañías cuando la cosa sale así, sencilla y mágica. Pero ya verás, Robyn Hitchcock si al final puedes verlo, nos conectará en la distancia.
Abrazo grande y lunático, amigo
Ay, que envidia querido fratello! Luna ha sido siempre una banda que tengo en un pedestal, incluso te diré que siempre he comulgado más con su propuesta que los Galaxie 500 que antes activó el bueno de Wareham (aunque también me encantan estos). Me hice adicto a sus canciones a partir de ver hace un prrón de años, un vídeo de 'Bobby Peru', que me encandilo en lo visual y en lo musical.
ResponderEliminarHubiera ido a verles en vivo de no ser porque ando más tieso que la mojama económicamente hablando. Que pena. Sin embargo me consuelo leyendo esta magnifica crónica y sabiendo que tú lo disfrutaste como en los viejos tiempos.
Un abrazo!
Pues más o menos por esa época les cogí yo también el paso Txarls. Es una pena que te lo perdieras porque, y no es por joder la marrana, uno de los conciertos más disfrutables de estos últimos años. Pero no sufras, si falta de pasta es por otros disfrutes bienvenida sea, uno tampoco ha de obsesionarse ya llegarán tiempos mejores.
ResponderEliminarSaludo y fuerte abrazo, con ganas de vovernos a encontrar ante un escenario amicci.