30#CHRIS
FORSYTH & THE SOLAR MOTEL BAND / INTENSITY GHOST
De unos años
para acá Aquarium Drunkard se ha convertido en uno de mis
nuevos catecismos. Y es que son pocos los rincones donde los viajes
de ida y vuelta al pasado y al presente, se hacen con una perspectiva
tan autista en lo concerniente a las modas, y tan regeneradora por su
gusto exquisito. Fue allí donde se publicó una de las primeras
reseñas de Chris Forsyth y claro de inmediato, si nos
atenemos al buen ojo de los mendas, no conviene pasar por alto los
cánticos que por allí pululan.
Un disco de
tan solo cinco cortes, y de un tipo que hasta la presente apenas si
se conocíamos su existencia; salvo la reseña por parte de New
Yorker de Solar Motel/2013. Pero claro, también es cierto
que estamos muy pero que muy necesitados de sonidos que no sean la
misma cantinela de siempre. Y lo mismo da que éstos vengan del
pasado con un ligero y tonificante poso, o simplemente se tire de
víscera y mala baba para ponernos a tono.
De echo, si
nos ceñimos al tema que abre el disco, “The Ballad of Free
Hollow”: Once minutos de progresiones mántricas y arabescos
guitarrísticos; puede que alguno se vaya por la pata (en + o en -).
Hay quien lo asocia con la psicodélia (afección la mar de
socorrida). Pero a mi (que por opinar...), me vienen a la cabeza esos
primeros malabarismos entre lo ambiental y conceptual de Maurice
Deemback (Felt); en su debut en solitario con “Inner Thought
Zone/1984”. Y es muy posible que “I Ain't Waiting”
fuese la que me diera esa primera sensación.
El caso es
que Chris Forsyth utiliza el género instrumental y experimental
alejado de la conceptualización. Y nos regala los oídos con un
repertorio que viaja desde el Folk, el Blues, el Rock progresivo y
sinfónico. Y todo, en clave de Post Rock ambiental y cromatismo
altamente sensitivo.
La habilidad
de Chris Forsyth y los músicos que le acompañan, a la hora de dotar
de elasticidad temas como “Yellow Square”, con ese
caminar pausado pero firme. O los altos vuelos de “Intensity
Ghost” que estallan para sembrar de brillos refulgentes su
final con “Paris Song”: Un The End, que pone el broche
final en una de las melodías más meditabundas y espirituales. A un
disco/chacra que resulta realmente reconfortante y donde se amalgaman
algunas de las mejores referencias históricas de la música Rock
Progresiva.
29#CIRCASSIAN
/ CIRCASSIAN
No dejamos
la espiritualidad ascendente de la música, para adentrarnos en una
de las primeras bandas que me encandilaron este año.
Cuando a
finales del verano decidí abrir un archivo de texto para ir anotando
esos discos que consideraba vitales de este 2014, el primero fue el
debut de Circassian. Una de esas bandas debutantes que me
aportan esa dosis de emoción primeriza, que me marqué como pauta
en los primeros pasos de esta bitácora. Y que dicho sea de paso,
tengo un poco abandonada últimamente (la pauta, que no el blog).
Bandas que para mi gusto, y teniendo en cuenta los pocos medios
promocionales e infinidad de obstáculos que han de salvar. Están
al mismo nivel creativo que cualquier banda consagrada.
Gracias a
plataformas como Bandcamp y a las vitaminas musicales que nos
proporcionan otros blogs. Descubrí a este cuarteto de veinteañeros
con la psicodelia krautrockera como bandera. Algo bastante extendido
entre las nuevas hornadas de “indie subterráneo”, pero
que en el caso particular de estos chicos difieren por el aspecto
cultural de su procedencia, que los hace distintos y especiales, la
Griega. No por exotismo, pues su idioma vehicular es el inglés. Sino
porque en vez de abrazar las influencias de la psicodelia
anglosajona, lo hacen hacia oriente y las de Anatolia y sus ancestros
Otomanos; curioso ¿no?
Pues no
muchachos, basta con darse un paseo por su flamante debut y echar a
volar en alas de “No proof=dedication”, “Source of
Nations” o “Creatures of Nesf-i-Jahan”. Y no es por
la simple rareza de sus referencias musicales. Porque los once cortes
de su disco son de un absorbente e hipnótico que bien podrían estar
entre mis 15 discos preferidos; si no fuera porque intento controlar
a mis impulsos.
Y no dejo
mis decisiones en manos de la trotona y surfera “Mevlana”,
“Shunned House” o “Feels like Home”. Dos de
los cortes más increíblemente espirales del disco, y que bien
podrían incluso dejar a Ride, Tame Impala o Spacemen 3 en meras
chucherías.
28#
STEPHEN MALKMUS & THE JICKS / WIG OUT AT JAGBAGS
He de
admitir que tras escuchar y retozar con el Pop perezoso de su “Mirror
Traffic/2011”, había dado ya por perdida esa esencia disonante
e histriónica de The Pavement. Y cierto, también lo admito, puede
que sea un antojo egoísta, la del oyente que se empeña en seguir
oyendo la banda de sus amores en los caminos divergentes de sus
miembros, lo sé.
Pero la
música, el recuerdo y la nostalgia son así. Nos hacen niños
malcriados y crueles en la perspectiva que nos dan los diferentes
caminos de la música; al fin y al cabo se trata de eso ¿no? de algo
instintivo. También os digo una cosa: Entiendo esa manía rupturista
de los líderes por seguir su propio camino, lo más alejados
posibles de sus bandas. Pero al final se convencen de qué es lo que
mejor hacían, y vuelven al redil.
Es así, y
“Wig Out at Jagbags” tiene esa chispa paranóica y
disparatada de los Pavement, por más que le duela a Stephen. Yo no
creo que sea simplemente ese, el motivo por el que me gusta. Y
apostaría que al margen de la genialidad de “The Janitor
Revealed”, “Lariat”, “Houston Hedes”,
“Surreal Teenagers”, “J Smoov”, o “Independence
Street”. La grandeza de este disco es tan solo cuestión de
inspiración y de compresión en un disco, que está perfectamente a
la altura de “Brighten the Corners/1997” o “Wowee
Zowee/1995”. Dos por cierto, de mis discos preferidos de la
banda.
27#MERCHANDISE
/ AFTER THE END
Es cierto
que ordenar tus gustos de un año no siempre se ajusta a la cordura,
el criterio y la imparcialidad: Por un lado están las disecciones
escrupulosas y racionales, y por otra la inclinación por ciertos
sonidos o querencias. Nunca somos lo suficientemente cerebrales; ni
siquiera es saludable. Así que en esta banda de Tampa (Florida), he
depositado todas o casi todas mi debilidades.
Desde que el
pasado año me robaran el corazón con sendos Ep's, que bien podrían
haber sido un larga duración con todas las de la ley, por su nivel
envidiable. Y teniendo en cuenta que era el debut de una joven banda:
Su épico Pop salpicado de volantes, cenefas y bordados con infinidad
de texturas, les daban a favor un plus diferenciador con respecto a
la multitud de bandas con un mismo denominador. Porque pese a que
Merchandise me guste por ese toque vocal apesadumbrado y romántico.
Saben jugar en esa delgada línea entre el Pop brillante, culto y
elegante, y esa raza turbia de goticismo. Por suerte sin pecar en
estos inicios de una solemnidad demasiado evidente y etiquetable.
Para certificar esto que digo, solo basta con echarle el corazón a
“Become What you are” o “Axiety's Door”.
En esta
nueva puesta de largo han apostado con Carson Cox a la cabeza, por un
hilo conductor más definido: El Pop seductor sin tantas aristas, más
adecentado y trajeado pero igual de reluciente y efectivo. Puede que
se echen en falta esas guitarras sinfónicas y ribeteadas, linealidad
o una actitud excesivamente aposentada. Pero lo cierto es que al
escuchar “Telephone”, “Green Lady” o esa
excelsa balada que es “Life Outside the Mirror”, todo me
son elogios y salvas. A favor de ese punto de riesgo chulesco, al
apostar por ese otro Pop que tan pocos besos se llevó en los 80:
Esos primeros Aztec Camera, Prefab Sprout, Go Betweens, Bill
Pritchard, Raymonde o porque no, The Smiths. Esos practicantes de Pop
pagano y activista que alcanzaron más fama por los respetos de sus
predecesores que por los de su propia época.
Así que
para que mentir. Solo por haber escogido ese lado menos triunfalista
y decantarse por ese puntito de decadencia Popera, ya me tienen
ganado. Uno de los álbumes de Pop mayúsculo que más me han
endulzado las tards este año, junto a los de Craft Spells,
Electric Youth y Electric Litany.
26#TY
SEGALL / MANIPULATOR
La
causa efecto de este rubio melenas con genética de Daniel El
Travieso se podría resumir en tres palabras: Instinto,
hiperactividad y talento. Puede que para muchos resulte una simple
pose fruto de las modas pasajeras. Pero lo que es innegable es que el
muchacho no tiene límite en lo productivo y en los sanos fundamentos
de los que se sirve a la hora revitalizar músicas pasadas. Por su
mente inquieta e hiperactiva deben pasar muchas cosas; como una olla
repleta de elementos que se formulan por la obra y gracia de la
reacción espontanea. Y además de generar reacciones químicas de lo
más incontroladas y destilar genialidades sin ataduras, lo cierto es
que siempre cae de pie como los gatos.
Con
tan solo 26 años y nueve años de carrera a sus espaldas, y la
sensación de ponerse límite. Esta vez, tras dinamitar la costa
californiana con seis trabajos en seis años, sin contar sus
numerosos e incontables colaboraciones y bandas paralelas. Se saca de
la manga Manipulator. Como un perfecto antídoto con el que
curar las cicatrices de la pérdida de su padre y su tormentosa vida
familiar, y de paso meterse en el bolsillo a aquellos que lo tachaban
de sucio y maloliente. Un manipulador vamos.
Dieciocho
canciones en las que Ty Segall, como viene siendo habitual, no
desecha nada. Dieciocho pildorazos directos al espinazo que van de
menos a más y en los que no se baja el acelerador ni un instante.
Con la sensación de estar más elaborados, pero con el mismo tufo a
garaje incendiario de guitarras espasmódicas, que tanto le gusta.
En
este puñado de temas, que aun pareciendo excesivos, se devoran como
un ciclón. Deja a un lado sus ritmos más pedregosos y abrasivos,
para pasarle un trapo y sacarle el brillo al Glam más rockero y
travestido de los 70. Un ejercicio en el que saca pecho de sus
influencias más lascivas: T. Rex, Mike Ronson, Black Sabath, Neil
Young o The Stooges. Todo batido de buena materia prima a la que él
le da ese toque totalmente frenético y libertino, pero respetando
claramente su esencia.
Se
puede desconfiar todo lo que se quiera de su autenticidad o pensar
que es una simple tendencia pasajera. Pero sería tan sospechoso como
la poca equidad de sus fervientes seguidores, no reconocer que
estamos ante uno de los trabajos con más temarráncanos por
miligramo de acetato. Toda una colección de agujonazos donde lo
acústico y lo eléctrico se equilibra a la perfección, y me
atrevería a decir que me produce las mismas sangrantes sensaciones
que el Doolite de Pixies; que ya es mucho decir.
Sí,
puede que parezca un atrevimiento, pero deslizar la aguja sobre
“Feel”, “Green Belly”, “The Clock”,
“The Feels”, o “The Singer”, y no trotar como
un condenado, se me antoja de un estrechamiento de miras bastante
poco saludable.
25#GALLON
DRUNK / THE SOUL OF THE HOUR
Gallon
Drunk ya fueron una auténtica anomalía en los gloriosos años 90.
Alcanzaron un momentáneo renombre con “Fron the Heart of
town/1993” pero aun llamando la atención de ciertas
publicaciones británicas, el suyo siempre fue un camino por los
bajos fondos musicales. El Blues oscuro y asfixiante de sus
composiciones contrastaba con el estallido del Britpop en las islas;
fucsia y pastel sobre negro satinado. Súbditos del rock chamaníaco
de Nick Cave, Tom Wits, y a medio camino del garaje de The Cramps.
Gallon Drunk siempre funcionaron como aquella banda de trastero en la
que asirse cuando las modas de papel cuché envolvían las pistas de
baile y los rotativos.
Volver
a tener noticias de ellos casi veinte años después del ostracismo
más absoluto, me parece un regreso mesiánico con el que salvarnos
de nuevo de las dogmáticas tendencias.
Como
aterciopelado bellú, The Soul of the Hour puede resultar suave y
amable: “Before the Fire”, “Dust in the Light”...
o áspero y sangrante a contrapelo. Directos al bajo vientre cuando
se ponen broncos y apartan de un empujón aquel Blues reptante, y
acometen con violencia “The Speed of Fear” , “The
Dumb of the Room”, o “Over and Over”. Un sedimento
de todos sus años de carrera que se condensa en un álbum de siete
canciones denso y concentrado. Aquel Blues barriobajero pero no
exento de elegancia se convierte aquí en un retorcimiento de
melodías afiladas, pero también balsámicas. Esa especie de pócima
que tan bien representan Grinderman o The Drones. Y que evoca en
definitiva, a un trago largo y sin hielo de whisky añejo.
24#SONDRE
LERCHE / PLEASE
Cambiando
radicalmente de contexto y de paisaje, este año se ha colado en la
lista, para mi sorpresa. Uno de aquellos caramelos de fresa ácida
rellenos de chicle. De esos que de niño mojábamos adictivamente en
el sidral para saborear el chisporroteo del ácido ascórbico en el
fondo de nuestro paladar.
Sondre
Lerche, ese maquiavélico noruego vestido de inofensivo mozalbete.
Que nos decoró la primera década de este reciente milenio, con
pequeñas y escaliñadas joyitas pop y guiños a la bossanova más
soleada, que le valieron la etiqueta de cantautor. Regresa tras tres
años de silencio y un injusto abandono comercial. Lo hace bajo un
título tan descriptivo y sucinto como Please. Un disco en el
que cambia la guitarra acústica y los masajes corales, por una caja
de ritmos y la acidez predicadora de Momus.
Todo
una orquestación de cachivaches, percusiones y programaciones, de
apariencia desconcertante. Que solo él es capaz de hacer gravitar en
perfecta armonía para crear su Pop, entre lo futurista y lo
agasajador. Un corazón hecho pedazos, que como un rompecabezas
recompone tras una traumática ruptura en complejas tonadillas pop de
coloridos sabor agridulce.
Abriendo
el telón “Bad Law”, esa canción perfecta hecha de
contraste que se debate entre la felicidad y la rabia. O la salida a
escena de los actores en el primer acto “Crickets”, otra
joya que nos remite a Louis Phillippe y ese tono afrancesado que
destila gran parte del disco. Aunque es en los momentos más
melancólicos y emocionales cuando más fácil es captar esa facultad
de convertir lo austero, disonante y arcano en perfectas melodías:
“At Times we Live Alone”, “Sentimentalist” o
“At a Loss for Words”, son tres pedazo de canciones que
aciertan de pleno en la diana. En cualquier caso “After the
Exorcism” o “Legends” no le van a la zaga, aquí se
va de la euforia al desencanto por ese tobogán emocional que es este
disco. Uno de los más directos y rutilantes, si hablamos de Pop
mayúsculo, y con sustancia de la buena y rica.
23#HAPPYNESS
/ WEIRD LITTLE BIRTHDAY
Creía
de todo corazón que la travesía por el desierto en el que se debate
la joven escena musical británica, iba a ser como la maldición de
las siete plagas del apocalipsis. Y tampoco voy a decir ahora que
todo lo que de allí sale sea anodino, acomodado y falto de riesgo,
pero de aquí a los años gloriosos de las islas dista un trecho
#Opinión totalmente personal y de arranque viejuno.
Por
suerte para un servidor refunfuñón y cascarrabias, los brotes
verdes y prometedores aparecen cuando uno menos se lo espera. Y el
debut de una banda como Happyness, como poco es balsámica y de miras
amplias. De aquellas que cruzan el atlántico para buscar sus
simientes. Sí hermanos, Happyness no suenan a britania, sino más
bien a suburbio yanki.
Comparados
de inmediato con referentes sonoros como Beulah, Pavement, Yo la
Tengo, Sparklehorse, Grandaddy... Y es que la añoranza por los
noventa es tal, que venga dale y toma con las mismas puñeteras
comparaciones!! Weird Little Birthday tiene más cosas en común con
las sensaciones, texturas sonoras, origen o puede que estado de
ánimo, que con una banda en concreto; que por cierto, tampoco
patentaron ese sonido, faltaría. Una cadencia perezosa de medio día
soleado que te solivianta en momentos contados con un estertor
rabioso, “Refrigerate Her” o “Anything i do is all
Right”. Pero que predomina en una textura que me estaría a mal
relatarla por canciones. Es un disco para oírlo de pe a pa y
disfrutarlo por completo en toda su longitud. Solo así se descubre
su belleza marchita y luminosa a la vez, y se percibe su enorme
calidad y el conjunto de su acierto.
22#THE
ORWELLS / DISGRACELAND
Lleno
de orgullo ferviente y felicidad desmedida la que me produce
encontrar por fin, bandas como los Orwells. Un quinteto de
veinteañeros encabezados por un grandullón y desaliñado Mario
Cuomo, con más pintas de heavy reciclado que otra cosa. Y que
resucitan el powerpop más punkarra con coronas de laurel y todo. Un
empujón necesario en estos tiempos que corren en nuestra contra y
que poniendo a caer de un burro a Artc Monkeys tras una gira de
teloneros con ellos, ponen muy claro y sobre la mesa aquello de que
las bandas de ahí arriba nos acaban haciendo bostezar; cierto!!
A
ver, suena como una puñalada trapera pero leche, es cierto!! Y es
que The Orwells de momento tienen aquello que atesoraban los primeros
Artic y que ahora, en un ejercicio de madurez no tienen, actitud. Lo
mismo que transmitían Strokes con su disco de debut, pese a que
muchos les achacasen ser hijos de papá, y que se ve perfectamente
reflejado en “Who needs You”. O ese poder asociativo en
una mezcla perfecta de “The Righteous One” con el “The
Happening” de Pixies, que me viene a la cocorota cada vez que
la escucho. Eso se llama mojo, esa cosa indefinible que poseían las
bandas de los 80 o 90 para equilibrar en su falta de medios técnicos
un potencial de personalidad. Y que bandas de ahora no tienen, pese a
disponer de medios para hacer que un disco suene cojonudo.
El
caso es que al margen de estas dos canciones la mar de pegadizas e
infecciosas, el Disgraceland de estos muchachos tiene en ese otro
puñado de canciones, aquello que de manera natural irradiaban
Ramones o The Clash. Nada de parecidos estilísticos, pero una
actitud natural sin artificios ni trucos técnicos que hace que sus
canciones suenen directas, sencillas, arcaicas... pero tremendamente
frescas y salvajes.
21#THE
WHITHERED HAND / NEW GODS
En
nuestra última playlist ya hablamos de las virtudes de este disco y
de la particular proyección de este modesto Escocés. Dan Wilson
comenzó a tocar con treinta años de manera casi accidental tras la
muerte de un amigo. En ese tiempo aprendió a tocar la guitarra que
se compró y al cabo de trece años, en el 96, grabó su primer
disco. Cinco años después regresa con un segundo disco de estudio
grabado con una banda casual formada por miembros de Belle &
Sebastian y otros músicos: Pam Berry de Black Tambourine, Eugene
Kelly colaborador de The Pastels, BMX Bandits o The Vaseines, y
también la ayuda de Frightened Rabbit o King Creosote.
Una
de esas historias que parecen salidas de un testimonio televisivo, en
la que un tipo desengañado por su adoctrinamiento religioso decide
hacer girar su vida como el tambor de un oxidado Colt. Fruto de esta
curiosa historia tiene lugar New Gods. Un echo al que quizás debamos
darle las gracias al señor o al destino, por habernos dado la
oportunidad de conocer a este renacido Dan. Y que con esa dedicación
a tiempo partido sea capaz de parir un disco como New Gods, merece un
aleluya hermanos; aunque sea por simple paganismo espiritual.
Once
cortes en los que la luminosidad de su Pop envolvente nos broncea,
con la misma intensidad que su cuarteada voz levita por su temario.
Esa sensación confortable que produce el equilibrismo adolescente de
sus canciones. Ese rozar el vacío y sentir la seguridad de sus
armonías entre el Desert Songs, y los Promise Rings más domésicos.
Las coordenadas certeras de Neil Young en ,“Lover
Over Desire”,
“California”...
las intermitencias Dylanianas que se quedan entre los dientes con
“Life of Doubt”.
El levantar el vuelo con “Black
Tamburine”
con el planeo de Big Star. O esas instantáneas de IndiePop cuando
“Horseshoes”
desarropa este fabuloso disco lleno de reflexiones sobre el efecto
del paso del tiempo: La añorada adolescencia, la serena madurez y
avance imparable de la vida.
New
Gods además de ser un disco monumental en su visión nostálgica de
su sonido. En sus textos nos ofrece una visión de la vida muy
íntima, rozando la confesión y un cierto desencanto que da la
longitud, la experiencia propia y una filosofía libre de ataduras y
con un alto grado de desapego.