Viñas jóvenes de 5 a 15
años, ligera crianza en Roble Francés
Graduación: 13'5%
Servicio 14 grados, precio
aprox. 6 a 8 Euros.
En el año
2010 de la presente, encontraron a un comprador tenaz en una grieta
espacio/tiempo descubierta entre el pasillo de licores y snacks del
Alcampo de Sant Quirze del V.; o como se le conoce popularmente San
Quirico. Lo hallaron exhausto agarrado a una botella de
Paternina, como quien se agarra a la vida por un manojo de cabellera;
atenazado, desencajado y sudoroso. Desde aquel estremecedor suceso
que tuvo en jaque a reponedores, guardias jurados, y empleado/as de
la limpieza durante más de 24 horas. Las autoridades competentes
decidieron poner freno a semejante avalancha de aguerridos
consumidores, y diseñar un hábitat mucho más plácido y agradable.
Fue tan
terrorífico ver a ese sujeto parafrasear etiquetas de vino al revés,
que decidieron crear un vínculo que consensuara a paladines de
llamativos colores, aposentados condeduques, curiosones, y socorridos
amantes de caldos: Sembraron estantes, vitrinas, y expositores de
semillas jóvenes y llamativas, y acabaron florecieron pequeños
tesoros que se confundían entre tanto abalorio y botella de dudosa
calidad.
Allí donde
todos reniegan y esconden su as bajo la manga, donde se confunde la
elegancia, se mimetiza la burguesía más sofisticada del común de
los comunes. Allí donde todos negamos haber ido, y si lo hemos hecho
a sido arrastrados por alguna puntual oferta o por culpa de nuestra
consuegra. Jurando y perjurando que siempre compramos nuestro amados
y queridísimos líquidos espirituosos en nuestro selecto y pequeño
comercio de confianza: Aquel en el que depositamos toda nuestra fe en
su tino para seleccionar aquello que nos va a soliviantar el alma,
hacer redoblar los tambores de nuestro corazón, y espolear o
domesticar nuestro paladar según el caso. Sí ¿no?... ya.
El caso es
que como sabemos que esas grietas de espacio/tiempo se abren y se
cierran a la vuelta de cada esquina y donde menos te lo esperas; no
vaya a ser que nos cogiera una en un renuncio, nos abdujese y fíjate
tu que papelón. Mejor que nos encuentren agarrados a las nalgas de
alguna señora mayor que a una botella de vino de dudosa procedencia.
Así que pongámonos en situación: Imaginémonos en una gran
superficie (y ya se que será un esfuerzo titánico para alguno); va,
sin perder de vista nuestro pequeño comercio de confianza al que
acudiremos siempre; aunque sea por una mera cuestión de principios.
Nos conjuramos, nos santiguamos; mas líbranos del mal amén y
pa'lante!!
Es cierto y
evidente que aunque hagamos la compra mensual en una gran superficie,
y la tentación sea grande. Yo siempre recomiendo comprar el vino en
tiendas especializadas, donde encontraremos buenos consejos y una
selección por lo menos más amplia y emocionante. Apoyamos el riesgo
que conlleva montar un negocio de esta índole, encontraremos
pequeños productores con bastante más identidad y terruño que los
grandes latifundistas del vino, y sobre todo respeto por la materia
prima y los pequeños distribuidores (esto ya lo digo muy en serio).
Lo cierto es
que por suerte o desgracia; según se mire. Hay pequeños brotes que
a veces pasan desapercibidos entre tanta botella clónica, con
precios muy asequibles y con una muy buena calidad: Castell del
Remei, Cap de Ruc, Condado de Haza, los blancos de Laus, Remelluri, Muga blanco, y
alguno más que se me pasa por alto. Vinos de una RCP aceptable que
se pueden encontrar en algunas grandes superficies (algunas, todas eh?), y que nos pueden
sacar de un apuro en alguna ocasión.
FINCA
RESALSO es uno de ellos, por lo menos en mi caso uno de los pocos en
los que suelo confiar, y que destaca por una personalidad casi única
dentro del segmento de vinos jóvenes con carácter. Finca Resalso es
el por así llamarlo el “vino básico” de Emilio Moro; quien ya
va por la tercera generación familiar, y que hizo de sus grandes
reservas un buque insignia de los 90 en Ribera de Duero. Su vino
elaborado con las viñas más jóvenes destaca sin embargo muy por
encima de los vinos de su rango, y lo hace sobretodo porque tiene un
nexo inconfundible entre la tradición más familiar y las nuevas
generaciones que lo han creado.
De color
intenso y fondo escuro, Resalso es un vino con una estupenda nariz
confitada donde asoman discretamente los lácticos y la fruta
crocante que le confiere la porosa barrica Francesa. Con una
volatilidad alcohólica muy comedida donde se facilita la eclosión
de las frutos silvestres (arándanos, moras, picotas), el regaliz, la
piedra (basalto, grafito), un puntito de tinta china, y una
voluptuosidad tan agradable como tentadora.
En boca
tiene un ataque muy franco y acaramelado, la acidez realmente muy
controlada y unos taninos bien integrados. Cálido y fresco al final,
donde se dan la mano los mentolados con un toque final secante a
regaliz. Es un vino muy agradable y fácil de beber, que lo hace
mostrarse versátil para acompañar arroces, embutidos, un plato de
pasta e incluso unas gambitas de Palamós a la plancha.
Uno de los
pocos vinos en los que deposito mi confianza cuando pateo una
mastodóntica superficie, y que desmitifica leyendas urbanas sobre
los vinos y la siempre cierta creencia de que un elevado precio
equivale a vino disfrutable.
Además
aprovechando que estamos a las puertas de las Verbenas Sanjuaneras,
no hay mejor ocasión para formar una buena triada, que con unas
botellas de Craballas (Rueda), un Resalso, y un Cava de Mestres para
rematar.
Reparto: George Babluani,
Pascal Bongard, Aurélien Recoing, Fred Ulysse, Nicolas Pignon, Vania
Villers. Didier Ferrari, Pierre Blérau... ínclito
Es por las
pequeñas oberturas del calado de la persiana por donde se cuelan las
primeras luminosidades de la mañana. Un aliento de frescor, el rumor
de las cotorras... y su silueta. Esa estirpe, la que da forma a su
cuerpo y lo contornea para el gusto de mi borrosa mirada desde la
cama. Esa suerte de aroma natural de su cuerpo, la tersura de su piel
sin potingues ni ungüentos, y la calidez de su estampa de la que
gozo cada mañana cuando ella se levanta instantes antes que yo;
excepcionalmente y como un pequeño triunfo sobre mis enterrados
madrugones.
Y así con
esa extraña y vaga similitud, intento equilibrar en la balanza de
mis entretelas, amores carnales, espirituales y suculentos manjares
que me vigorizan el alma: EL CINE, con la mayúscula grandiosidad
con la que nos produce inéditas sensaciones, personificado en la
mayestática naturalidad de la mujer con la que compartimos vida. Así
es como lo quiero, sin perfumes, coloretes ni carmesí.
De la misma
forma que nos enseñaron a amar los ínclitos A. Hitchcock, F.
Fellini, F. Truffaut, o T. Richardson cuando el lenguaje del cine
Low Cost dedicaba la inspiración al arte de filmar. A convertir la
cámara en una extensión de la imaginación y del globo acular, y
plasmarlo jugueteando con nuestro subconsciente.13 TZAMETI, cinta de
debut del director Francés de origen Georgiano Géla Babluani. Es
una de esas tan escasas joyas de director total, donde el arte de
filmar cobra una de sus máximas expresiones. Un film que pasó de
puntillas hace nueve años y que logra con un presupuesto esmirriado,
lo que otros malgastan con tácticas disuasorias y cargan las tintas
con malabarismos argumentales rebuscados.
Aquí sin
embargo no hay trampa ni cartón, y mucho arte al manejar cámara,
dominar el ritmo, y transmitir sensaciones angustiosas a base de
capturar y domar nuestro subconsciente.
Sébastien
es un joven albañil de familia humilde, que se gana la vida
reparando cubiertas y tejados; en este caso la de una misteriosa
pareja asfixiada por la adicción a la Morfina de su propietario,
Jean-François. Que espera la llegada de una carta, para acometer
una no menos misteriosa empresa con la que ganar mucho dinero. La
llegada de la esperada carta y la muerte por sobredosis del turbio
sujeto, en medio de un circunstancial caos fruto de la obras y de la
asfixiante situación del joven. Hace que el documento caiga en manos
del joven, y éste decida en una acción desesperada suplantar al
tipo y aventurarse a recuperar el dinero invertido en la fracasada
obra.
En ese
instante Sébastien se verá inmerso en un misterioso y desconocido
periplo, que lo llevará a debatirse en una de las situaciones más
brutales y truculentas, jamás imaginada en su vida.
Pocos son
los directores noveles que muestran en la actualidad el pulso y la
firmeza a la hora de plasmar sus ideas, que demostró Géla Babluani
en ésta, su ópera prima. Una historia actual a la que el sincero
blanco y negro de sus fotogramas, nos transporta de lleno a los
ambientes policiacos del cine Francés de los 50. Y donde el ritmo y
la cadencia, junto a unos planos rebosantes de expresión, dotan de
una tensión y una desolación sin igual los noventa minutos (que se
hacen cortos), de esta conceptual y genial película. Además
consigue hacerla hipnótica, inquietante y cruel sin hacer uso de los
típicos recursos: ni violencia, ni sangre. Tan solo utilizar la
cámara como se debe, buscar ese miedo velado a los designios y
rodear todo ello, de la insensibilidad frívola de nuestros días.
Hacía mucho
tiempo que no disfrutaba tanto con la absoluta honestidad de un
director capaz de sintetizar tanto con tan poco. Toda una lección de
cabalista ultrasensorial, para los que gozamos de la simpleza de
ideas y de un buen manantial rebosante de sensaciones. Es más,
podría asegurar que tratándose de lo que se trata, sobran en su
mayoría las líneas descriptivas que me preceden. Al fin y al cabo,
es una película para disfrutarla con las mismas dudas y enigmas que
la hacen grande. Y sí, en esto le doy la razón VALE MÁS UNA IMAGEN
QUE MIL PALABRAS.
PD. En la red podréis encontrar versiones de mayor calidad subtituladas. Si no lográis dar con ellas me lo comentáis.
Tal día como hoy hora Zulú arriba, minutero asesino abajo, hace de esto ya cinco años, la picadura fue con nucturnidad y alevosía del todo letal. Fue una convulsión rítmica asintomática de aquellas que te dan cuando estás en la vigilia del sueño, y de los que uno parece como si estirara la pata cual agónico conejo. Y de la que hasta la presente no he podido encontrar antídoto alguno que me cure: Escribo luego existo, y existo para escribir.
FIRST IMAGE TO BLOG
Sin atender en absoluto a las primeras tres reglas que me impuse: No intimar con mis hipotéticos lectores; si los hubiese. No dejar que mi intimidad me traicionase y porsupuestísimo, no justificar mis escritos. Creo que la mayoría las he incumplido en su totalidad, mas alguna que por añadidura he ido descubriendo por el camino y que también he dilapidado #Arsa ese chiquillo bonico!!. Alto!! con orgullo y satisfacción, pues en ese forcejeo con tus emociones no hay mejor capitulación, que la que se hace a base de experimentar sensaciones inimaginables contigo mismo, y nuevos escenarios jamás imaginados.
Esa criatura a la que dejé apagar las velas en su tercer aniversario y que corría descarriado como cabra al monte, pues no tengo fidelidad suficiente para celebrar ni descerebrar cada año, ya tiene cinco #Y rima con ahínco. No es que la ocasión merezca tal celebración por desenlaces traumáticos que no vienen al cuento, y que me reservo para mi intimidad. Ni tampoco por ser un número redondo, que va. Pero fíjate tú que con esta inyección orgásmica que me confiere esta joven banda de Atlanta (Georgia); allí donde Dominique Wilkins,Spud Webb y Cia. hicieran estragos aquel invierno del 86. Atizan las ascuas de los recuerdos alegóricos que confieren esas insignificantes minucias, dotando de sentido el caminar abrupto de la vida. Atizan, avivan y crepitan con el rugir de las guitarras la sonámbula celebración, que busca consuelo en el estruendo ensordecedor. Ahí donde no entran ni se oyen los sollozos, las penitencias o las mortificaciones. Y donde hacemos de la medio valentía/cobardía, un don infantil al que agarrarnos.
Los Ositos dorados vuelven a estar allí arriba en el techo de las aulas. Pegados junto a bolas de papel ya resecas, a los restos de guirnaldas cursos pasados con las siluetas de los borradores, junto a los pupitres con olor a goma de borrar. Aquellos diminutos ositos de gominola duros como los mismísimos diablos, que humedecíamos con saliva para ponerlos en órbita contra el techo de las clases, y que parecen regresar con ánimos de revancha. Los tengo aquí enganchados, ahí en el corazón chupando como posesos lo malo y podrido. Insuflando con carreras nocturnas por las calles y callejones de todo mi sistema sanguíneo, haciendo diabluras con su POP revolucionario y ácrata.
Hace tres años me inocularon esa emoción perdida por el PopPunk sin sigilo que valga. Un virus con forma de disco veloz y atroz que asalta a golpe seísmo, colapsando el sentido de la prudencia. En ellos encontré la droga perfecta con la que espantar los fantasmas de la perfección, de la excelencia y hasta de la comodidad por pulir los defectos cuando me susurraban al oído “Are you falling in Love”; ¿estás enamorado?. Con riffs nerviosos e hiperactivos que se salen de los márgenes de la plantilla. Y con rallotes como los de mi niño chico, que cambian el color y la forma de las cosas para buscar la belleza de las melodías Pop ahí detrás del estruendo. No como la mala broma de Pains of Being pure at Heart, que se acaban disipando en una especie de truco con el que captar fieles de oídos susceptibles.
Su regreso al cabo del tiempo en forma de Dalliance/2014 vía Slumberland Records, lo hace con el mismo ímpetu y celeridad; pero con las consecuencias +/- del enamoramiento como estandarte. Si bien sus bofetadas han conseguido precisar el K.O técnico o por puntos con temas como “I Hope They're Right”, “Fathers and Daughters” o “Hey Sophie”, el salvajismo pre-escolar sigue intacto. Y sí Sres. sabios, me gustan por eso, porque odio con toda mi alma la postura de lisoja y de adulación hacia los cánones que nos imponen las modas y los paripés que con tanto estilo usurpan nuestra natural rebeldía de juventud. Y claro está, porque GOLD-BEARS son la clara consecuencia de nuestro Pop antepasado más primario.
Siento la simpleza de The Thermals en “Chest” y en “Yeah, Tonight”. La inocencia de Talulah Gosh en “Punk Song nº15”, la sentencia a muerte de la Velvet en “From Tallahasse to Gainesville”. Los amores quebrados por la inocente juventud de Wedding Present con “Hers Fears”. Y también puedo sentir los ecos perdidos de Ballboy con “Death with Drums” y “For You”. Esa brutalidad hiriente y sangrante que esculpía a golpe de Punk el Pop ferviente que crecía en los márgenes y las grietas irregulares de las quebradas aceras de las barriadas.
Dalliance es un endiablado disco de Pop instantáneo, con ese porcentaje poco prudente de Punk efervescente. Uno de aquellos trabajos de una sola toma que tanto escasean en la actualidad, y que nos remiten a la sencillez del pasado para capturar el instante del momento: Sin artficios, sin posturas forzosas ni rotulaciones ostentosas con las que parecer lo que no se es. Esa misma sensación de regreso a las pequeñas historias del pasado con las que nos hemos dado fuerzas en dos días de duelo; con sensaciones encontradas, aterrizajes forzosos al lodazal de la realidad, y con esa espectacular transmisión verdadera que nos enseñan los más pequeños de la casa. Y que por aquella magia de la naturaleza humana, nos protege contra toda la dureza de una semana de pérdida; la soportabilidad del recuerdo vendrá a buen seguro después.
Pero él nos quería así, riendo y no llorando. Haciendo piña como la base de un gran castell, y más fuertes que nunca. Así que esta celebración de quinto aniversario transcrita en una la semana más dura de este año de autos 2014, va a ser así: sin aplazamientos y orgulloso de que sean estas mismas canciones, las que me acompañaron en los numeroso vía crucis hacia un sitio para olvidar. Las que nos den la bienvenida al calor del verano, y a la abrasadora desazón de un solo objetivo, la felicidad.
Es evidente a todas luces que la escena musical vuelve a convulsionarse como años atrás. Y si la escena alternativa, o como más popularmente se la conoce “indie”, se encuentra en el dudoso paradigma por el cual se define a la música como: comercial o para minorías. También podríamos hablar de un fenómeno donde se ejemplariza con clarividencia, el efecto que ejerce la popularidad sobre capa freática de los movimientos socio/musicales, y su consiguiente sublimación hasta sucumbir en la inocuidad.
Del mismo modo quiero imaginar, que nadie en su sano juicio se habrá llevado a engaños con la relación puramente circunstancial del efecto llamada de fenómenos como el Primavera Sound o el Sonar. De echo, desde que David Bekhan se dejara por primera vez la cresta y las modas se apropiaran de lo más significativo de cada tribu urbana, nada volvió a ser igual: - Lo importante a toda costa es lucir con estilo. Todo lo demás es ser exageradamente rancio y pasado de moda. Pues con la música pasa igual. Si los ingredientes son demasiado exóticos... - Estandariza muchacho estandariza!!. Si no, que vayan y se lo pregunten a la cocina Asiática.
Sentimentalismos y pajas mentales aparte. Que solo el aburrimiento de los plumillas, en los que me incluyo como simple junta letras, nos atormentan. Al final lo que manda sobre todas las teorías, es la fluctuación inconsciente de nuestro propio criterio indiscriminado. Lo mismo que le pasa a las mareas, que periódicamente suben y bajan en forma de estilos, tendencias, corrientes, géneros y subgéneros: Un pasado inamovible, y un presente/futuro convulso e inquieto.
Al final cabalística y chuminosamente a parte, lo verdaderamente importante, es nuestra capacidad para adaptarnos a los devenires sin perder de vista ese poder natural de mutar que todos llevamos dentro. Y por mucho que nos empeñemos en homogeneizar aquello a lo que se quiere llamar raro, exclusivo y minoritario. Siempre habrán dos divisiones que aunque compartan parentescos: Unos se bañan en grandes fastos de confeti y otros sin embargo, que dan sentido al término más estricto de lo “alternativo”, como otras sendas que recorrer.
Esa súbita aparición de bandas que emergen desde las catacumbas. El florecer de nuevos picapedreros de ritmos primitivos y seculares, no hacen más que alentar el ciclo natural de las música. Es así pues natural y cíclico el bullir en los suburbios musicales donde de la luz como en las selvas Amazónicas, llega en cuenta gotas. En definitiva, el rebrote de paladines del Rock pedregoso, el Punk o el Garaje más deudor de la serie B musical. Así nació la New Wave Americana: como un cúmulo de inquietudes musicales que bebían del testamento Rockero y Punk de los 70. Otro paso más para esquivar la masificación y crear, más como un acto de fe que como un objetivo multitudinario.
Al, Rob, Polly y Aaron son 1-800-BAND, surgidos de la efervescente y Neoyorkina barriada de Brooklyn. Tan directos y concisos como su propio nombre nos sugiere, como si se tratase del serial de un bastidor de un viejo Mustang, o de un destartalado Camaro del 67. Con un Ep , un Lp corto y el más reluciente “Diver Blue/2014” a sus espaldas y todos editados hasta la fecha de forma totalmente autodidacta o con el pequeño y garajero sello Almost Ready Records.
Cuatro auténticas bofetadas más un tema “directo” al mentón, con las cuales disipan de un plumazo cualquier tipo de sospecha/pose/disfraz sobre el tan extendido... - A mi en realidad es que me abdujo una nave y se me aparecieron este, aquel y el de la moto. No no no, en realidad crecí entre las cajas de vinilos de mis padres y por pura sinergia absorbí de lo bueno lo mejor. Que va, en realidad lo mio es una mezcla de Psicorock espacial, bailable pero profundo... sí sí eso también lo escuchaba yo... Al carajo!! Porque estamos emperraos y hasta convencidos de que la música es así Tchas!!, libre y naturalmente inspiradora. Y aunque muchos estén decididos a dictar lo que ahora toca o lo que no, todos sabemos que es una pura patraña para dotar de una novedad inexistente, lo que llevamos toda la vida escuchando. Ojo, que me parece genial que se recupere cualquier recoveco de nuestra extensa historia musical, pero sin tanta parafernalia.
Y después de semejante tostón de analista purulento, algo que ni ellos se jactan en su escueta carta de presentación; con un intriganteToll-free Rock como definición. ¿Y que se esconde tras esas misteriosas siglas y sus dos últimos trabajos?: “1-800-BAND the album/2012” y “Diver Blue/2014”: puro Powerpop trufado de matices.
Basta con pegar la oreja al arranque que da título a su 7” “Diver Blue”, y tener echándonos el aliento en el cogote a Ric Ocasek y sus The Cars. Ese Órgano barítono que se convirtió en compañero inseparable de tantas bandas New Wave Americanas de finales de los 70 y principios de los 80: The Feelies, Talking Heads o el rabioso Powerpop más incisivo de los primeros Cheap Trick, Greg Kihn, Rubinoos, o The Clean, que acabaría derivando en verdadero Rock & Roll que alimenta a todos estos referentes.
“Here Comes Summer” y la alentadora joya final “Many Happy Returns” le siguen a la zaga. Y no hacen más que avivar la innata curiosidad de fisgón que todos llevamos dentro, para abalanzarnos sobre su anterior trabajo de hace un par de años. Donde se puede certificar la falta de complejos que tienen estos cuatro elementos de los que además de divertirse, tienen la vocacional virtud de legitimar al Rock como elemento vehicular. Sin dejar de lado la facilidad pasmosa para crear himnos Power Punkpop y de Rock tan luminiscentes como infeccioso, y dar la sensación que es toda una declaración de intenciones con personalidad propia. Y a las pruebas me remito:
Con ese “Tropical Meds” tan Stoniano, la tremenda “Would you Believe It”, la deliciosa “Just a Pretender” con Polly a las voces, o “Donna” que retrocede a principios de los 70 y nos puede hasta recordar a Grateful Dead. Dos discos para dejarse arrastrar definitivamente hacia la deriva de la piedra angular que es el Rock; con todos los matices, recuerdos y defectos que les podamos encontrar. Y donde el tiempo seguramente nos pondrá a todos de acuerdo: A los que nos enseñaron a amar el Rock, a los cuarentones que volvemos sobre nuestros pasos, y a los veinteañeros que con el tiempo espero nos den la razón.
Fermentación en Inox. y
crianza de 9 meses en roble Americano y Francés
Vendimia tardía a
mediados de Septiembre y finales de Octubre
Volumen Alcohólico: 14%
Precio aprox.: 10 a 12
euros
Volviendo
sobre mis pasos a las puertas de un mes de aniversario. Y cuando
apenas si hay motivos para celebrar, ni tan siquiera algún atisbo de
brillo inspirador. Son los pequeños detalles de nuestro sino de
depredador natural y de hambrientos insaciables, los que nos obligan
a aventurarnos en busca del estímulo lenitivo que nos haga volver a
sentir vivos. Ese acto si se quiere egoísta, pero que hace posibles
nuevos escenarios: y no me refiero a volver del revés nuestro
universo personal, si no a reubicarse para buscar otros brillos,
otros matices, otras percepciones en definitiva.
La mayoría
de las veces recurrimos a recrear el pasado, a alabarlo e incluso en
ocasiones lo proclamamos como un pensamiento único. Pero no hay nada
como desbrozar senderos en desuso y aguijonear esa apatía por la
aventura, con imaginación .
Esto es
válido para cualquiera de nuestras más devotas costumbres, pero en
este caso me refiero al vino en concreto, y en general a mi limitada
jurisprudencia rutinaria: Esos itinerarios a los que me somete mi
baja laboral y que hacen del día a día una especie de suplicio, sin
más remedio que tirar de imaginación y rebeldía.
Por lo
general no es que mi vida fuese la alegría de la huerta en lo que se
refiere al disfrute de aventuras; y no voy a contaros mis penurias ni
mis concisas tribulaciones. Pero por lo menos los brillos
resplandecían antes; aunque fuese a fuerza de “dar cera, pulir
cera”. Por probar he probado de todo, que bien lo sabe el dios
de las alturas:
Cambiando
travesías que se repiten una y otra vez. Escogiendo al azar los cd's
que atiborran de datos la guantera de mi coche; en un intento de
descartar rayados y variar mi dieta musical. Hasta intentado sembrar
mi afición a la lectura en barbecho, y desenterrar aficiones en
desuso: (hacer doble nudo en zapatillas, volver a ponerme
camisetas de juventud con olor a humedad, comer Shitake de forma
compulsiva, y hasta entablar conversaciones con desconocidos).
Los paseos por la calle hacia mi recuperación o hacia cualquier
destino, siempre inciertos, dubitativos. Dando rodeos para ir a los
mismos sitios de siempre, y con la incomoda sensación de que la
gente te observa y te siente translúcido; con esa apariencia de
duda, de sentirte perdido y de estar ahí cuando no debieras.
Y sí, lo
admito, puede que sea un signo de inmadurez con un cierto grado de
imbecilidad bochornosa. Pero otros lo hacen suyo egoistamente y lo sufren en la
intimidad como las almorranas; yo por
lo menos lo confieso, admito, y... lo comparto (eso también).
Hacer además estas cosas, más dignas de un verdadero esquizoide
que de un hombre de bien, tiene sus pequeñas glorias. Y es que en
ese pasar inadvertido y buscar los brillos entre la gente, a golpe de
esquina, y en el tiralíneas de las calles de tu aldea, uno se da
cuenta de cosas que habían pasado inadvertidas todo este tiempo (y
esto también tiene delito). Apunto y anoto siguiendo un rito
escrupuloso:
Me
levanto, me visto y bajo a comprar el pan a la ocho en punto. Reparo
en la desbandada de testigos de Jehová que pasean a esa hora por mi
calle, todas féminas, en pareja (como los guardia civiles); quiero
imaginar que en tiempo de crisis buscan pobres de espíritu. Llevo a
mis tiernos mancebos al cole, observo a las madres mientras sorteo
las cagadas de perro. Tiempo justo para desayunar y encaminarme hacia
mi rutinaria rehabilitación, una vez allí analizo escrupulosamente
al personal (entablo conversaciones para parecer normal). Y de camino
a casa circunvalo dando un rodeo sin sentido, con la sola excusa de
pasear por calles por las que nunca lo había hecho (por variar
vamos).
Vuelvo a
reparar en la cantidad de tiendas, llámese gourmet, delicatessen, o
sabe dios como denominar a negocios con apariencia de cualquier cosa
menos para lo que han sido concebidos: Bares con apariencia de
peluquerías, bazares chinos que parecen tiendas de moda, peluquerías
que se asemejan a tiendas de discos, restaurantes minimalistas que
parecen casas de citas, y tiendas de vinos que parecen haber
seleccionado las botellas más para decorar, que para cualquier otro
menester. Y voalá, allí estaba ella.
Ocultando
con rubor su atractivo no sin cierta austeridad, y rodeada de un
sinfín de socorridas botellas, allí estaba el brillo, rutilante en
la esbeltez de su botella. Podría ser uno de tantos Montsant, y
aprovecho para denunciar el exceso ante no digo yo que no #¿avalancha
de vinos de precios medios, que no son más que clónicos entre si?
Es cierto!!
en esto de las fluctuaciones de la demanda y de ésta a la moda
abrumadora, no hay más que un paso. Del que uno solo puede salir
airoso a base de pericia HérculesPoirotesca; toma exabrupto!!
Pero es que no puedo evitar el envite de curiosear en las tripas de
estos “nuevos” comercios; incorregible como soy y a
sabiendas que su proliferación obedece más a un llamativo
frontispicio, que a la verdadera vocación aventurera de sus
comerciantes.
Se que no
siempre es así, pero en la mayoría de los casos son más las
botellas de Riojas jóvenes y atractivos de 4 euros, y los vinos de
Rueda tan de moda ahora: joviales, florales y femeninos que buscan el
típico comprador sin apenas profundizar en los pequeños productores
con terruño. Con lo que acojo estas novedosas iniciativas con cierta
prudencia y desconfianza.
Por suerte
no siempre es así. Y entre esa legión de vidriosos envases con
diseños modernos, nombres recurrentes, y etiquetados atractivos, no
por fuerza se han de hallar la mayoría de las veces caldos para
tragar. Una artimaña demasiado extendida, para parecer lo que no se
es y convertir así el brillo en deslumbre.
TERRÍCOLA
es uno de esos casos anómalos, sin ser por ello un vino excepcional
y jugar en esa liga controvertida del secretismo. Pero pese a no
desvelar los porcentajes de cada uva que conforman su complejo
cupatge, y soterrar clamorosamente las virtudes de sus cuatro perlas
negras con una sobremaduración quizás desmesurada. Sigue
sobresaliendo con una sorprendente identidad, por su provocador
precio y sobre todo por como se desmarca de la inconfundible
impronta de esta subzona del Priorat.
Empezando
con ese intenso color picota y lo que nos sugiere: Intensidad,
caramelo, profundidad... La capa alta y la densa lágrima que decora
nuestra copa. En nariz es disparatado con ese primer golpe a resina a
pegamento, que para muchos es un desagradable inconveniente, a mi
sin embargo me espolea a pesquisar. Se desvanece el alcohol con una
volatilidad inusual y aunque se hace más presente ese tufo a
pegamento, comienzan a aparecer las ligeras notas a verdura asada, la
madurez, los geranios, y el verdor bastante más agradable de los
pimientos junto a los trigueros . Se intuye su identidad mineral
aunque muy lejana: basalto, pizarra, grafito quizás.
Su entrada
en boca sin embargo destaca por esa maduración excesiva que pese a
ser agradable y sedosa, empacha ligeramente; puede recordar
remotamente a los Amarone o a L'embruix de Can Llach. Boca amplia con
unos taninos casi imperceptibles, con un postgusto agradable con
toques florales y de mineral. Y un final largo entre lo balsámico y
lo amargo del Cabernet.
Un vino
curioso que apunta longitud, aunque con el paso de los días decayó
un poco acusando esa sobrecarga de madurez y esa remembranza química
de su pegamentoso aroma. Y del que valoro sobre todas sus discutibles
cualidades, el factor de la sorpresa y del riesgo. Que hace que las
aventuras por avivar la llama de la sorpresas derriben de tanto en
tanto el orden establecido de las cosas.
Uno por
suerte no sabe nunca a ciencia cierta si la razón está de su lado,
o si todo debe ser así o asá. Para eso y todo lo demás está el
subconsciente instintivo, ese sexto sentido que rompe con las ideas
preconcebidas y que nos moldea con naturalidad cuando no seguimos
preceptos y doctrina alguna. Y lo necesario que de vez en cuando
dejemos de sacarle brillo a nuestro orden de preferencias, para
buscarlo allí donde sea y expandir así nuestro espíritu; la
conquista de nuevos territorios, como se suele decir.