lunes, 6 de marzo de 2017

METHYL ETHEL_EVERYTHING IS FORGOTTEN: FRESAS DE TEMPORADA CON ABSENTA




Caer en la crucifixión de nuestros días, es como recorrer los pasillos de una mastodóntica superficie, y no poder resistir la tentación de abalanzarse sobre ese producto radiante de guiños a lo frívolo, a la mecánica tendenciosa y al orden pretoriano del consumo.
Sí hermanos, hay voces ahí que nos llaman. Ya se han convertido en no solo alucinaciones, porque las oímos a todas horas: En los silencios de retreta, cuando nos desvelamos a las cuatro de la mañana para orinar, e incluso en el minuto de silencio por la enésima muerte en el campo de refugiados. Las desgracias y dramas de nuestros días se revuelven tanto en pases de modas, como en ese instante de pena y compasión... Para que la rueda siga triturando.

Y si me dicen si es posible seguir tocando con firmeza en el suelo. Asquearse por las mismas miserias; las nuestras y las de los demás. Confieso que la barbarie apenas se asoma en la tristeza como en la euforia.
Ponerse la palma de la mano para mirar al horizonte y no deslumbrarse, cuesta lo mismo que usarlas para apretarse el ceño de agotamiento. Acercarse y mirar indistinto con condescendencia como quien se apena por los pobres y se tapa la nariz. Es la misma fórmula que aferrarse al conflicto constante, en vez de regalar a los intransigentes un baile a lo Gloria Gaynor o de Womack Womack.



Por eso sentí pena y miedo cuando los primeros acordes de “Ubu” sonaron. El recuerdo de Jack Webb sobre el escenario semivacío del Addidas Club, donde se van los asqueados de la multitud cuando el PS devora a sus fieles. Esos pantalones tobilleros araposos y desaliñados haciendo malabares con las cuerdas, la voz y el eco presente. Los de Perth; los hermanos tontos de Perth. Nos regalaban esa primera sensación certera de rebobinar hacia Cocteau Twins y Echo & the Bunnymen, los dos juntitos amancillados para enaltecer su selo 4AD.
Lo de ahora no, parece un espejismo o un mal sueño. Suenan tan radiantes y desparpajados, que me cuesta creer lo que vi hace un año en el Parc del Fórum. Me asusté lo admito, no solo por miedo real sino por esa alegoría de desconfiar de aquello que va en contra de nuestros ¿principios?; como si los tuviésemos.



EVERYTHING FORGOTTEN no solo tiene once hachazos a la altura de espinillas. Sí sí, de aquellos que te dejan clavado en el fango gritando como un bendito. También un disco imbatible que hace gala de una ligereza melodramática deslumbrante.
De principio ese asco por el Mousse empalagoso igual que el de una Copa Dalky sin atenuante. “Drink Wine” por más que comulgue con el lema, tiene ese tono de Funk electro para remontarnos a los Associates o a la Human League de ascazo molón. Porque sí, porque todos sabemos que en nuestros más oscuros deseos, hay una escena de baile que vive de la luz igual que de un momento de arrebato redentor. No porque intentemos emular una felicidad absolutista por más mierdas de perro que pisamos; y las bailemos a lo Fred Astaire y yastá. “Ubu” la tiene ahí: infecciosa, taladrante y perpetua.

La banda de Perth se ha vestido de traje de pata ancha y lentejuelas brillantes. A encendido la bola de neón a toda mecha y les ha quedado infinitamente mejor que a Arcade Fire cuando lo intentaron.
Quizás porque METHYL ETHEL pese al cambio radical, no han perdido su fulgor Pop. Cuando da un poco lo mismo si lo vistes de ensoñaciones o lo subes a una carroza de tules vaporosos. Y es la prueba indiscutible que no es cuestión de sonar más o menos comerciales, enrocarse o atrincherarse, cuando de resultas las canciones son buenas porque si; como es el caso del segundo disco de los Australianos.

Ese compendio trotón que gemas tintineantes que como “Femme Maison/One Man House”, consiguen elevar a genialidad atemporal eso que suena tan brillante como clásico. Esa especie de felicidad marchita que te puede hacer llorar de felicidad, o de pena. Como por ejemplo “L'Heure des Sorcières”, ese otro castañazo sintetizado de drama a lo Future Bible Heroes, o según su día a Eyeless In Gaza.
Atesoran también esa capacidad para cambiar el paso y revalorizar el Pop a golpe de acierto. “No 28” es así la canción que desarma por su sencillez, porque el Pop ha de ser así por fuerza y no por el mismo ímpetu ceder en pos del sucedáneo. Como si la funcionalidad de un sacacorchos o un chupete debiera perder su esencia por cuestiones estéticas. O bajarse al mundo para desnudarse como los trajo su madre al mundo al dejar de la mano de las cuerdas a la angelical “Act of Contrition

El disco les ha salido redondo amigos; valga la redundancia. “Groundswell” podría incluso acercarlos a los teoremas de Woods, pero sinceramente sería una pena quitarles mérito por agravio comparativo. Más que nada porque creo de verdad, que hasta la fecha es el único disco capaz de aunar divertimento, complejidad bien encauzada y baile a raudales sin apenas resentirse ni pedir cuentas a sus anteriores creaciones.
La serpenteante y cóncavo/convexa “Weeds Through the Rind” es una jodida genialidad. Se contrae y expande, es oscura e inquietante pero tan enfermizamente hipnótica, que hace de lo experimental un chascarrillo de Chiquito. Y con la sensación de acabar el jolgorio de una manera tan turbadora como inflexiva cuando siguen con “Summer Moon”, y la decapitan a golpe de destral.
Sin duda lo mejor de su último trabajo: La manera de jugar con la electrónica sin vender el alma. Resultar coloridos e inquietantes a la vez que luminosos y amargos. Conseguir sin bajar el ritmo ni un segundo, que un disco sea igual de entretenido que interesante por la mera belleza de sus canciones. Chapeau!!

 

viernes, 3 de marzo de 2017

SHADOW BAND_WILDERNESS OF LOVE_2017: DE SUS VIAJES Y NUESTROS DESTINOS





A veces, basta con que el loco Febrero nos tienda una emboscada a punto de agonizar. Y nos cambie una tostada soleada de Melocotón, por un rocío helador de tizne. Para que discos como el debut del combo SHADOW BAND, den sentido y peso al íntimo universo de Wilderness Of Love/Kemado Records/2017, dentro de la tumultuosa vorágine de ruidosos adelantos.
No solo por meras cuestiones de estados anímicos, de desear con fuerza la llegada de la luz solar y el verdor de los campos, o el revertir los tonos grisáceos con rabiosa energía. En otras ocasiones basta con capturar la instantánea del momento de paz residual después de un largo día de trajín, para tumbarnos mirando al techo y viajar sin pasaje.

Las recaídas accidentales en este tipo de paisajes sonoros, tienen la misma vaga explicación que el encanto por las películas de cine mudo: Despreciar el envoltorio o la instantánea, para quedarte con el plano, la fotografía, incluso con la tonalidad. Y a día de hoy, donde cotiza al alza el impacto súbito, decidir adentrarse machete en mano en la espesura de esta colectiva banda residente en Filadelfia quien sabe si podría convertirse en un ejercicio hedonista de alto riesgo.
Cuando desde New Jersey Mike Bruno decidió coger los bártulos y trasladarse a Filadelfia en busca de nuevos escenarios. Igual no se imaginaba la cantidad de socios que se le acabarían uniendo al proyecto. Primero como mero entretenimiento, y progresivamente por simple asociación melómana. Hasta conformar los siete jinetes del apocalipsis: Sean Yenchick, Megan Biscieglia, James Christy, Morgan Morel, Matt Marchesano, Jules Nehring y él.

Todos ellos más alguno más, hacen sonar más de una veintena de instrumentos. Los que dan forma a un álbum donde la multitud y diversidad no da lugar ni al caos, ni al sinsentido.
Doce canciones que se mastican como la tierra y el polvo que levantan los carruajes, en una travesía con destino incierto, pero igualmente definida. Wilderness Of Love arriba con una exactitud ligeramente marchita al oasis deseado. Donde no es el agua el elemento saciador, sino un espacio abierto casi espiritual y litúrgico que tiñe de folky gótico la psicodelía que otros pintan de colores y sol. Aquí el astro dorado da más sombras que deliciosos bronceados. Y aunque los bocados californianos intentan abrirse paso, es una oscuridad tórrida de Western Blusero, la que persevera en el caminar agonizante y redentor de toda la obra.

Se pueden olisquear guiños al Barafudle de Gorkys Zygotic Minci con “Indian Summer”. A Radical Free en esa artesanía que aflora en cada acorde, y un poso de sedimentos bárbaros que nos remite a un pasado tan ambiguo como omnipresente.
Pero lo verdaderamente maravilloso y seductor de estas doce canciones, es la tremenda aura que envuelve todo el disco. Ya no por un sonido inconcreto, que lo es en su sinuosidad. También porque logran trascender entre tanto intento fallido por excesos. El amanecer de “Green Riverside” con esa timidez que lo caracteriza, levitando entre el Low fi y las quebradizas guitarras en deuda con Bert Jansch. Y el cambiante sino entre lo que podría ser un simple ejercicio moderno de Surf pachuli bajo la influencia de The Zombies, cuando es la joya de “Endless Night” la que suena. Entre otras cosas, porque lo que otros muchos se han empeñado en afinar y contemporizar, ellos lo han convertido en simple genialidad.

Sería fácil escoger ese camino recto y cómodo, donde el trote vacilón inunda las pistas. Pero Shadow Band es otra cosa mucho más íntima y crepuscular, sin cargar las tintas del: - Oh dios mío, cuan desgraciado pero bello romántico soy!!
Y creo que en esta tesitura, ellos son los amos y señores de la sugerencia; que no de las atmósferas. Digamos que hacen de sus canciones por hermandad y juramento, dignas herederas de un Ennio Morricone veinteañero cuando “Morning Star” o su single “Eagle Unseen” dan con el contrapunto a su primera y apreciable languidez.
Su anunciamiento de debutantes no es esa cosa de parecer algo y perder en el camino la credibilidad. Dan sentido verdadero y sincero a lo importante en un disco: Que todo suene con fundamento, credenciales, y con un mensaje concreto. Sin tener nada que ver si se martillea en un sonido de culto, si te pierdes en el mensaje final o te mantienes fiel a un mito de factura heróica.
Para que te crean debes desterrar ese empeño latente en querer trascender. Porque al final, solo las canciones y la sensación final de profundidad, son las que el tiempo premia.

WILDERNESS OF LOVE entra lentamente por los poros deteniendo la velocidad de la vida. Te pone la zancadilla tan tontamente como el trastabilleo de recién levantado.
Parece que van a despegar con esa canción memorabílica y de repente, te meten la cabeza en plegarias dignas de santería con “Shadowland”. Camina infructuoso, pero todo va cobrando sentido por como las canciones se abren como brotes y floridos de no más de dos minutos y poco. Las flautas, los coros, las percusiones y guitarras suenan a duelo al alba con su tema bandera “Eagle Unseen”. Y vuelven a dormitar con tal dulzura penitente en “In The Shade”. Para luego voltearte las tripas y la bilis de madrugada a la hora de “Mad Man” con un blues araposo.
Y cuando crees estar tocando el cielo extasiado, lo que haces es flotar en una nube/pradera de filamentos finos cosquilleándote la pelvis en el más largo de los viajes de seis minutos a la hora de “Darksider's Blues”. Su cierre con “Daylight”, posiblemente una de las canciones más bellas del año.


Titubeantes de primeras, y enfermizos a medida que van tejiendo eso que quieren. Porque lo que a otros les reluce como un corte y pega, a ellos les sale del alma; pura sincronía. Con tanto encanto por lo evidente como lo sugerente. Suponiendo como supongo, que todos somos animales queridos de que nos arranquen eso que ni nosotros conocemos.
Por eso, supongo, que cosas tan extrañas, feas por fuera y bonitas por dentro nos encantan. Llámalo morbo.

miércoles, 22 de febrero de 2017

MIND MELD_MIND MELD_2017: SALVAJISMO PREESCOLAR



Es un echo más que contrastado en estos últimos seis años, el ingente bombardeo que nos llega de la Costa Oeste (Los Ángeles y alrededores) de bandas deudoras de los 70. Sobretodo ese obsesivo empeño por resucitar una escena, estilo y espíritu tan concreto como tentador a la hora de dar juego.
Ahora que para suerte o desgracia, todo involuciona hacia el pasado. Y que EEUU parece haberse tomado la revancha con el Reino Unido en lo que se refiere a bandas alternativas de distinto pelaje. Todos aquellos que olisqueábamos en los cuartos de hermanos mayores, primos, tíos o gurús de barrio para alucinar con lo que se cocinaba en 60's y 70's, estamos de suerte. Ya fuera el Glam, el Punk, el HardRock, Garaje o Psicodelia varia desde el progresivo, hasta el Krautrock de Can & Co. o el sinfónico. Creo que no hay estilo o banda que no se haya resucitado, mancillado en algunos casos u homenajeado en forma de grupo o tic.

Supongo que en el contexto cíclico de la música ya es natural. Sobretodo si tenemos en cuenta que muchos de nosotros peinamos canas y las hemos visto de muchos colores. Y que cuanto más viejuno es uno, más tiene con qué comparar lo que ahora se cuece.
Yo dicho sea de paso, lo llevo bien. Juzgo lo justo, y finalmente me quedo con las canciones que son las que mandan. Me da un poco lo mismo si me recuerdan a esta u otra banda, pues acepto que la música y modas van y vienen. Es más, hasta me congratula que algunos rincones oscuros de la música se vuelvan a retomar y actualizar; sobretodo si son de mi gusto.
Cuando les da por algo (Noise, Shoegaze, Folk, Pop, electrónica o experimentación carbonatada) pueden llegar al hartazgo, no lo niego. Pero cohabitar con la industria, perfiles y estándares ya es trigo de otro costal y un mal vicio de nuestros días, que no tiene porque impedirnos mirar el dental o ejercitar la intuición más primaria.

En este caso el trío Californiano que nos ocupa, MID MELD, pueden pagar el peaje de lo anteriormente dicho. Tener en mente el MANIPULATOR del puñetero y omnipresente Ty Segall, y creer que es un calco a lo éste hizo. Por más que el muchacho se empeñe en dar cada vez un salto más mortal y dejarnos el regusto de... ¿le falta la sal, la pimienta o el majao?
Pasar de largo, y obviar un notable debut con más concreción que pose. Y olvidarnos que pese tener la manía de juzgar por comparar, los discos son buenos o malos sin más.

Avalados por el apoyo en directo con FIDLAR, supondrán que aunque los asocien sin más con la escena angelina sin matizar, su propuesta se acerca más a Mikal Cronin por sonoridad, y a Black Sabath o a los Cream por deje. Y huelga decir que su puesta en escena y actitud bebe más de la escena underground californiana, que de la más mediática.
Arrancando desde el minuto cero con “The Blizzard”; siendo este el corte que más recuerda al rubio querubín de mil diabluras. Ha de ser a fuerza de engranar con el caminar de su disco de debut, cuando descubriremos un auténtico pepinazo sin tregua alguna. Ese trotar de cuerdas estiradas, amagos y ramalazo rockero transformista. Esas guitarras que solo Bernard Butler fue capaz de abrillantar con el debut de Suede y que tanto echamos de menos. Y un camino medio entre el HardRock, el Glam más sucio y muchas más cosas que se van aunando en un puñado de pegajosos perdigonazos de sal.

The Viper”, su primer single, me parece una auténtica diablura. Pero no es hasta la tercera escucha, cuando entran en alza el resto de temas, que alejándose más de sus referencias más cercanas y claras, le dan el auténtico mérito a este debut.
Brain” o “Lonely” son dos joyas de salvaje inercia, sin maquillajes y en pelota picada. “Hole”, “The Ego”, “You're Not Free” o “Mouthbreather” modulan el disco como algo más que un mero revival. Convirtiéndolo en un sano ejercicio de concepción clara y directa. Canciones hechas y pensadas para sonar en vivo, a pelo y con digestión inmediata.
No hay inventos ni ambages, que vivan más del querer parecer o el empeño en pretender recrear algo decididamente original. Y sí dar aquello que en definitiva se quiere.
Ese tipo de bandas que van al grano sin rodeos y se quedan con la esencia ¿se ha hecho miles de veces? Y se seguirá haciendo amigos.
El problema a veces es querer convertir lo clásico en algo moderno cuando no existe ni una cosa ni otra. Tan solo pensar, actuar y hacer que las canciones hablen por si solas inmortalizándolas.

domingo, 19 de febrero de 2017

BEAST SONGS 2016_ POR UN PUÑADO DE CANCIONES...





Se han arrancado por Soleas en manada y bravías. Creía que era el chiquillo zangolotino con gusa de guiso, pero el leve murmullo no era llanto sino canto. Ese echar mano del radio despertador jugueteando con los dedos entre botoneras y a manotazos, y percibir que los dedos -paso adelante y atrás- entraban en baile compulso a ritmo de “Sweets for my Sweet”.
Me tiraban de los pies mientras dormitaba, y mordisqueaban las comisuras de mis uñas, padrastros y pulpejos. Encogí las piernas como el resorte de un viejo plegatín; igual que el cosquilleo que te recorre desde el pulgar hasta el erizado vello de la nuca y el aletear las paletillas. Y hallelujah hermanos!!;que me gritaba como desde lo adentro de mis entrañas Sam Cooke: - “It Won't Be Long yeah, yeah, yeah!!

Anduve de puntillas de charco en charco por mis sueños húmedos de año nuevo, y bueno?. Las galaxias contemplativas que desde el filo de baranda se ven, en perfecta perpendicularidad. Hormigueando calle abajo y arriba:
Un anciano corriendo a las siete de la mañana piolet en mano, sin camisa y en pantalones cortos. El tren que se escapa y que no espera ni al viajero o al pausado. La abuela que gana el rebote en la cola del pan y el taxista repenchado en su supermiriafiori apurando el rosly abre pulmones como la ventana del dormitorio por la mañana... Quiero ser siempre chico mama!!

Que no sea por el miedo a que las condenadas melodías nos devoren, sino por el arrojo de saltar de la cama y servir de comida a eso mismo que nos fusila.
Me bajé remangado hasta las pantorrillas, noté el frío helador del loco febrero y el primer mordisco en el talón. Casi doblo las rodillas, y aun así solo fue un leve temblequeo de mis desentrenadas nalgas. El 2017 nos llama a gritos como la loca del cuarto cuando azuzaba a Cristobalín defendiendo sus maldades a pedradas como el General Custer. Pero son todavía algunos moribundos del pasado año los que llaman a la puerta.
Estas treinta deshijadas pueden no ser las mejores: Ni me sacan al sol cuando hace buen día, ni siquiera me aguantan la puerta al entrar. Eso sí, me sacan a bailar de la mano por miedo a que me coman las tripas. Ni lo bueno o lo no tan malo, fluctúa como la noche al día. Y lo realmente grande de la música y sus discípulas, las canciones, es que tienen tanto de caprichosas como el humor al tiempo.

Una treintena de canciones para resumir este 2016 como un momento cualquiera. Porque al fin y al cabo, no es el tiempo o sus casillas las que me dictan las pautas de la vida; o no debieran. Sino las pequeñas y diminutas bestias, las que muerden allí donde hace un rato no había vida y solo la necrosis de la realidad más putrefacta.
Es una gozada liarse a resumir un año en 40 discos, pero al final, son las canciones las que me vitaminan. Las que modulan las constantes o a la inversa, para que algo suene en ese preciso instante tan especial y glorioso. Agrupar, anotar, ordenar como quien siente la necesidad de asociar imborrables vivencias a una banda sonora. Medicarse melodías para curar el mal de espanto, los sumideros de tragaderas anchas y pocas manías, y las tormentas que estrangulan la felicidad y libertad para serlo.
No solo para olvidar el solivianto sino para combatirlo. La música evade, pero nos debe empujar a no claudicar ante la ANTICULTURA. A mi me remueve ¿a ti no?
Así pues... LAS BESTIAS DEL 2016

01_COMO VIVIR EN EL CAMPO_el grande
02_REDSPENCER_talk
03_BILL PRITCHARD_heaven
04_TROUBLE IN THE WIND_the good stuff
05_HALLELUJAH THE HILLS_the dangers are doubled
06_EZ BASIC_bruise boy
07_KEVIN MORBY_dorothy
08_PITY SEX_a satisfactory world for reasonable people
09_THE MONKEES_me & magdalena version 2
10_GREGORY PORTER_in fashion
11_HOPE SANDOVAL & THE WARM INVENTIONS_let me get there (feat Kurt Vile)
12_HISS GOLDEN MESSENGER_biloxi
13_VARRY BRAVA_flow
14_DR DOG_survive
15_THEMONOCHROME SET_fêlè
16_OF MONTREAL_different for girls
17_THE DRONES_boredom
18_SCOTT & CHARLENE'S WEDDING_end of the story
19_CFM_habit creeps
20_UNIVERS_mecànica moderna
21_DIIV_under the sun
22_COSMONAUTS_be-bop a loser
23_ELI PAPERBOY REED_cut ya down
24_DINOSAUR JR_love is...
25_CAR SEAT HEADREST_(joe gets kicked out of school for using) drugs with friends
26_MERCHANDISE_crystal cage
27_THE KVB_never enough
28_WOLF PEOPLE_ninth night
29_GOGGS_falling down
30_THE PARSON RED HEAD'S_it's hard for me to say


sábado, 11 de febrero de 2017

CASS McCOMBS en C.A.T (Centre Artesà Tradicionarius) 5/02/2017_ TERNURAS Y ENCANTAMIENTOS



Fue este pasado domingo en un coqueto auditorio del atrincherado barrio Gracia, en el marco del MiniFestival Ronda, organizado por la incombustible Heliogàbal: (Fajardo, Melange, Matagalls). Y como colofón, nuestro Personal Jesus patrón de las causas encontradas; Cass McCombs.
A este paso, y vista la condición de semi adoración que le debemos por estos lares a fuerza de retranque, pa que sufrir; que todo quede en familia. Que me está mal decirlo, pero en vista del efecto Vicente de la muchachada (pero a donde coño va la gente?!), hay cosas que mejor disfrutarlas en deliciosa minoría. Una pena según se mire. Pero mejor cuando las causas por perdidas que parezcan, se comparten con tan extraordinario placer y sabor de boca.


Empaquetamos arriba en las golfas un jugoso 2016 plagado de conciertos. De esos que sacan lustre a las adversidades, al montón de festivales ansiosos de abarcar más que apretar, y a un panorama cultural infectado de impuestos con pernada incluida.
Contra eso: imaginación, supervivencia e inventiva. Y de eso, el colectivo Heliogábal tiene armarios repletos de manuales sin letra; ya sabéis que nos hemos hecho eco infinidad de veces por estas lindes.
Que fueran Depósito Legal los primeros en acercárnoslo y ahora la gente del Helio, los honra. Y que sea el de Concord el que nos ponga en camino este 2017 pues... no sé. Pero viendo tal como se me presenta el año que recién acabo de caminar en cuanto a obligaciones y trabajo se refiere. Que queréis que os diga, sin creer en la fortuna, me parece un regalo del destino si tengo en cuenta que por estas fechas hace tres años me perdía su primer visita por mi convalecencia.


Desde entonces, son tres veces con esta las que he tenido la suerte de verlo en directo. Y tres maneras distintas de descubrir a un artista, que con cada paso nos abduce a un mismo mundo con distintas vistas.
Explicar la magia de su particular universo, sin la oportunidad de escucharlo en las distancias cortas es posible, pero ni de lejos asumible. Y a la prueba de su discreta repercusión me remito. Es cierto que no hay disco que no coseche buenas críticas, pero aquí, en nuestras tierras y por más asequible que sea su oferta, los mismos cuatro gatos de siempre.

La del pasado Domingo fue una cita celebrable, con lleno y aforo discreto en el C.A.T de Gracia. Pero sigo pensando que siempre somos los cuatro que van a la busca y captura de pequeños formatos; los mismos 50, 80 o ciento y pocas personas. Mientras tanto, allí afuera hay mucho ruido, pero siempre más o menos el mismo y al mismo tono narcótico.
La propuesta de una tarde de domingo borrascosa con la que enfriar un sábado de gélidos aires, fue como el temple a fuego y frío que las tijeras de un sastre fino precisan. La puesta en escena de un palpitante MANGY LOVE sobre la mesa de disección, como quien se dispone a recrear algo tan arbitrario y variable como las indómitas ráfagas de Portbou: Vientos de virulencia imprevisible que se cuelan entre grietas montañosas y buscan dementes, la salida.
Sus discos vagan por la armonía deliciosa, se acomodan en tu estado juguetón y se esconden igual que la gallinita ciega tras la cómoda inamovible de la abuela Facunda. Esa donde perdiste el juego de cartas que nunca apareció. Fiel a esa posibilidad de que las cosas ocurran porque sí, y no porque así lo deseas. La discografía inquieta de este señor de ancestros de los Highlands, no discurre repanchingada en el butacón del tío Frasco, que se empeñaba en descabezar cigarros con la firme idea de perpetuar los Celtas Cortos sin boquilla.

Caladas ondas a pulmón que elevan la presión arterial hasta sentir el latido de tu corazón en los oídos, “Bum Bum Bum”, cristalizaron de golpe la noche. Público entrado en años y de pulcro respeto, que solo quebró la noche con sus aplausos.
Cass McCombs venía como de costumbre, acompañado con lo justo: Bajo, batería, Él y un teclista que desplegó el tapiz por donde discurrieron como gatos de angora, cada nota, brillo y perfume. Con la dulzura de caramelo tostado que envuelve su último disco; a salvo de esas precisas descargas de oscuro pasado que flota en sus ambientes. “Opposite House” rizaba las caricias de su guitarra, y como quien camina desnudo sobre la pradera montándose a pelo y a la carrera sobre un corcel salvaje; “Big Wheel”: Esa oscuridad de la que hablo. Sí, Cass juega a lo más dulce y también a lo más malo. Camina por las noches de luz deslumbrante, te ciega y después te guía; excitación sin más. Con una facilidad y naturalidad que acojona, pero te sientes seguro.

El Centre Artesà Tradicionarius sonó y abrazó con la misma fidelidad que Cass da a sus canciones. Melodías que se retuercen trepadoras y se alargan hasta la eternidad por simple inercia. Desde la psicodelia al elegante rock, solemne y dócil, tropical y sofisticado, afable y seductor... Cuando menos te lo esperas, pasa de las suaves formas del Soul, a una crudeza salvaje pero llena de agradables contrastes.
Robin Egg Blue” reformula el dietario de Go Betweens y nos acuna con “Medusa's Outhouse”; descomponiéndonos con esos inéditos falsetes. Las enormes manos del estilizado y multidisciplinar Dan Horne, los tambores del viejo conocido Jesse Lee, y un enorme Lee Pardini que entre el Piano Yamaha, el Rhodes y un Roland, nos elevaron a un estado de puro bautismo mántrico; tremendos los cuatro.

Apresurado sería decir así, de sopetón, y con el año recién nacido, que este puede ser uno de los conciertos más hermosos del 2017. Pero es que la pena es que uno tenga que postrarse ante este hombre, cada vez que nos abre otra nueva estancia. Por más que lo escuchemos en sus obras y no cejemos en dudar si es la devoción, la equidad, o intentar recapacitar para no dejarnos llevar por el desenfreno sin criterio alguno.
Cinco temas cogidos con la delicadeza de la prudencia, y llegar “Brighter” para desmontar tu teorema: Un de esas debilidades en forma de canción en su día cantada por la desaparecida Karen Black; quien se nos apareció también en la transformada oda/jazz del precioso “Dreams Come True Girl” del Catacombs/2009. Y admitir que ahí, ya no atiendo a razones. Hubo también tiempo para resucitar pasados prácticamente desterrados como “That's That” y tener la sensación del tiempo perdido, estando como están enterrados sus cuatro primeros discos desde el 2003, hasta el día que más o menos se dio a conocer con Humor Risk/2011, aun estamos a tiempo.

Mangy Love fue omnipresente y ciertamente, el disco que por fin ha atraído a público más variado y redondeado su extensa discografía. Empezando por la sensual “In A Chinese Alley”, y acabando con “Cry”: Uno de los temas que mejor proyecta ese sutil toque de Soul acolchado que reina en su último disco, y que alcanzó dentro de sus reinterpretaciones un grado mágico increíble.
En el terreno del directo, Cass McCombs vuela rasante y crece magníficamente a lomos de ese talento innato de recomponer su temario. Lo mismo da si retrocede y toca canciones premeditadamente crudas y ásperas, o somete su sonido a una sofisticación más renovadora que pretenciosa. Es creativo sin más, y desde luego sabe lo que quiere dar en cada momento. Solo ver la transición de “Cry” hacia el clásico “Witchi Tai To” de Harpers Bizarre, es suficiente. Remató esa “Run Sister Run” de ritmos caribeños con la fabulosa “County Line” del aterciopelado Wit's End a ritmo Dub; porque yo lo valgo. Vacilón, versátil y transformista como quien sabe que sus canciones, en realidad, nunca acaban de ser definitivas.
Con los créditos de final de noche y en penumbras, “I'm a Shoe”. Un autor, hacedor de diminutos microcosmos en constante procreación