Quien
conozca Barcelona... No la de los labios y uñas pintadas, la de laca
y afersun, sino la de orín, fritanga y verdad. Sabrá que hay una
arteria vital fuera de las rutas turísticas, que mide el pulso de la
noche; por lo menos lo hacía antaño.
El Carrer
Escudellers era aquel sitio al ibas con 17 años en busca de la
sensación placentera del miedo y lo prohibido. No era lo que es
ahora ni mucho menos, aunque es lo poco de la Barcelona que preserva
ese olor a realidad. Esa belleza agreste que resiste a que la
maquillen, porque al final todo aflora. Y donde todavía el Club como
cultura resistente y peculiar, le echa cada noche un pulso a la
mediocridad avainillada del turismo efervescente.
El Café
Marula y el Club A Wamba Buluba es el caso; y no crean que eso es
fácil con la Rambla de costado.
El pasado
jueves celebraban lo que vienen siendo sus cuatro años de vida,
programando conciertos y actividades lúdicas alrededor de los
sonidos más grasientos y musculosos de la noche Barcelonesa.
Rock&roll del bueno, reggea que se debate entre el ska y el soul,
Garaje, Rythm&blues etece etece etece. Un viaje al pasado para
recuperar los sonidos verdaderos que tanto buscan algunos, y que casi
siempre se encuentran en pequeños artefactos ancestrales.
Y aunque
muchos no acaben de encontrar esos secretos y prácticamente
invisibles hilos de conexión. En la presente, caer tanto en FLAMINGO
TOURS con sus ritmos maleables y tórridos. Como en THE SADIES, donde
todavía hay un enviado al infierno para marcarlos cual reses; sin
éxito. Y dejarse llevar de finales felices con el desquiciado de Keb
Darge a los platillos y sus secuaces. Probablemente fuere la mejor
opción para un Jueves de celebraciones: La de los que la siguen y la
consiguen, o de quienes siguen las migajas de glotonería soulera.
Sobre las
nueve de la noche Miriam Swanson nos atizaba sin piedad, con
esa mala baba venenosa que tanto nos gusta, pero ni con esas
conseguía arrancar un baile a los siesos. Esos sí, electrizante
soulrockero el que nos bombeó desde el minuto cero:
Ejecuciones
perfectas, con alma, rabia y esa indefinible sensación de bajarte a
las catacumbas. Y un repertorio de encanto que se va desde su disco
de debut, temarios perdidos y el más calentito de sus trabajos
todavía por publicar.
Guasona e
invocando a los midas de forocoches y hurgar hasta ver que no, no
estábamos dibujados. Pero es que hay que admitir que -no sé si solo
en Barcelona- es preocupante la apatía reinante que hay en según
que concierto. En uno de músculo rockero no, por dios!! Una de Blues
rockero que sacaba punta a los slides, otro de arranque por Surf
Bogaloo instrumental para abrir boca. Y un desenlace que se fue
abocando entre el frenesí de “What Makes You so Cold”
a grito de: - De aquí no hay quien nos eche!! Temarráncanos
despatarrantes y excitantes los que maneja esta muchacha sobre el
escenario con la troupe que le acompaña. “Racing Monsters”,
“Malyshka Twist”... Tremendos nenes!! Y una pena
que a estas alturas no seamos capaces de apreciar la buena música
que se hace en los bajos fondos del estrellato; unos tanto, otros tan
poco.
Sin mucho
más margen para hidratar el gaznate con una cerveza y echar un poco
de humo a las puertas. La sala cobró de repente vida. Y lo que
parecía ser instantes antes un bolo deslucido, de repente se
convirtió en una escena digna de George Romero: Como si la Swamson
hubiera invocado a los muertos vivientes bajo el suelo del Marula. Al
final algarabía y alboroto. Sala llena y en ebullición -que no sé
si fuimos nosotros los formadores de cumulonimbus mediante el vapor
corporal ascendiendo por los registros de ventilación- o la fogata
que prendieron los Canadienses sobre el escenario.
Lo mío era
una especie de rito iniciático, pues desde siempre sin ser seguidor
a pies juntillas de este cuarteto liderado por los hermanos Good; a
quien el apellido les cayó como una bendición. Y desde que me topé
hace tres años en su colaboración con el loco de Gord Downie, con
profundidad y dedicación.
Las puyas de
cerbatana de mi amigo Johnny también ayudaron evidentemente, cuando
nos conectamos vía telepática mediterránea.
Dos horas o
casi de directo muchachos!! Dos o tres surtidos de bises pues acabé
perdiendo la cuenta. Me sobraba la ropa, el chaleco de ante, y la
rebequita. Me faltaba líquido refrigerante ante semejante arsenal de
idas y venidas por el Altcountry, el surfeo a lo Spaguetti Western,
los masajes en la sienes cuando va y se ponen balsámicos y en
definitiva, el rock de quilates que construyen y deconstruyen como
unos niños jugando con plastilina.
Decididamente,
estoy convencido -ahora- que son posiblemente los únicos capacitados
para hacer del Hillbilly una novedad aplastante que se ríe de las
probetas con casera. No es esculpir sobre la roca solamente y
arrodillarse ante los santos. Es enriquecer géneros a base de
tocarlos con la misma energía que caballo loco cargadito de agua de
fuego danzaba alrededor de la fogata.
Así pareció
de desbocado y poseído Travis cantando al fin de los días. Hasta
pasada media hora no sonó ningún tema de su último y más relajado
trabajo: “Through Strange Eyes” de arranque, “God
Bless the Infidels”, o el salvajismo de “There are
no Words”. Los besos detrás de la oreja de “The
Good Years” viendo ya casi al final gente que estaba más
por lucir tontería que por el concierto; penoso. Suerte de las caras
de felicidad reluciente y exultante que se veían a las espaldas del
escenario. Y poniendo tierra de por medio un repertorio que nos
llevaba del Country más heterodoxo, al Garaje de madera y hamaca
veloz. Rompiendo esquemas con microsurfeos instrumentales
revivientes, de unos Shadows convertidos a Cramps.
Capaces de
inventarse las canciones como unos magos con chistera, o simplemente
refundarse porque su música se retrae y contrae como una Drosera en
ayunas: Ascendimos con “Cut Corners”, trepantes de
mil cientos acordes imposibles “What's Left Behind”
, “16 Mile Creek”, “Ridge Runner Rag”
de pitch pasado y omnipresente su picoteo en el Pure Diamond Gold del
99; del que sonaron muchos temas. Puede que insuflados por el
carácter del Club homenajeado.
Fueron
cayendo “So Much Blood” o “Loved On Look”
con Travis desatado de cualquier camisa de fuerza que se
tercie.“Story 59” con un Dallas Good más solemne y
empalado por una columna que invito a derruir pese al peligro de
hundimiento. No nos amargó la existencia, pero nos hizo mover más
el cuello que la cobra tacataca. Calentamiento para acabar engrasando
coyunturas, tendones, isquios y vertebras con KEB DARGE: El maestro
de ceremonias perfecto para acabar de triturar el garaje sesentero, o
el equilibrio más cálido de GOFFRY, FONSUL o TURISTA BANG BANG.
Tan solo
basta con masticar un instante el “Searching” de
THE OMENS; casi me descoyunto oigan. La columna tuvo la culpa: la de
la sala y la del parking vamos!!