Sí hijos
míos, la vida cambia. Y aunque esto suene a un consejo paternalista
de vuestro tío el batallitas, que bien pudiera ser; de echo igual lo
es depende de quien me lea. Quien iba a decirme a mi casi veinte años
después, que estaría escribiendo una crónica sobre una de mis
bandas primarias sin quererlo ni deberlo.
Es cierto
que tras la inclusión en la banda sonora de Lost in Traslation: Esa
película icónica (vayan a saber porqué), que resucitó ese
espíritu por amar algo distinto; o simplemente por ser... más
exclusivo y diferente (que eso también nos ha pasado a todos). El
caso es que cinco años después de su disolución y de ir socavando
a la vez que vanagloriándose de su fama de autodestructivos,
asociales y bordes a base de lapidar conciertos. De golpe, Jesus &
Mary Chain con la tierna “Just Like Honey”,
consiguió lo que no pudieron sus cuatro y más memorables primeros
discos; enlazar vía pinícula, a tres generaciones: Las de
antes del Britpop, la de en medio y la del indie tardío converso en
moda.
Ahí a lo
tonto a lo tonto, han pasado 25 años desde que los vi con 22 en
Zeleste presentando su Honey's Dead/1992. Puede que el disco en el
cual empezaron a caer empicado vía desfases alcóholicos y
psicotrópicos, tan mal carácter como malas relaciones y en fin,
todo aquello que se le atribuye a una banda auténtica y de mala
reputación como eran ellos.
Parece que
fue hace cuatro días sí, pero es cierto que cuando uno está en una
cita como esta, rodeado de gente tan variopinta. Te llegas a creer
que no ha pasado tanto tiempo: Ves gente adulta que no parecen tan
distintos a ti, y coño!! tienen 10 años menos alma de cántaro. Los
más jóvenes ni te cuento, igual ni siquiera llegaron a ver la peli
de Sofía Coppola en edad moza. Con lo cual, como no des con un
cincuentón mínimo, nadie se hace a la idea de lo que eran sobre el
escenario Jesus & Mary Chain en el año 1992 del siglo pasado.
Sí, es
verdad, todo ha cambiado una barbaridad. No se si a bien o a mal,
pero a cambiado.
Aquel 27 de
Abril del 92; manda cojones!! El día de mi cumpleaños, y casi
exactamente un cuarto de siglo de distancia entre si. Prácticamente
una edad moza de por medio; está claro, nos hemos hecho viejos y
suerte de poder contarlo disfrutando con la misma energía de la
música y el directo.
Pues eso,
aquellos días no eran muchos los que iban a ver a bandas como los
Jesus. Llenar Zeleste en el 92 no estaba al alcance de muchos, pues
la música alternativa era realmente minoritaria y sin difusión
alguna. O eras heavy, o calorro; no había más. Ah!! o normal, con
tu jersey de pico y tu indumentaria neutra. Sino, pues ibas lo más
raro posible (pantalones rotos, marteens, ojos pintados, pelo
electrificado...) Más o menos como ahora, pero con cuenta y riesgo
de que se rieran de ti en tu barrio de periferia.
Y soltada
esta parrafada situacional, a sabiendas de lo mucho que me extiendo y
lo poco que importan las batallas Pliocenarias. Tenía y debía;
aunque sea solo por entender el efecto deja vu que generan estos
vaivenes generacionales. Situarme en aquí y ahora, y porque no,
viajar si se me permite a mi espacio mocico/viejo; aunque sea por
puro placer egoísta.
Que digo yo
que alguna reacción sintomática debe generar escuchar, así, de
repente: y de una tacada “April Skies”, “Head
On”, “Far Gone Out”y “Between
Planets”. O no era esa la intención de los mendas,? que
para qué jugársela de entrada con experimentos de vanguardia.
Cuatro temas
que prácticamente miden y acotan el momento de más alta popularidad
de la banda escocesa. Tanto de los que veníamos de escuchar el Post
Punk primerizo de finales de los 80, como los que bien entrados los
90 juntaron Brit Pop con el Grunge.
Jesus &
Mary Chain fueron sin apenas ser conscientes de la importancia de la
hazaña: La primera banda rematadamente Británica, capaz de unir
Beach Boys, Ramones y la Velvet Undergoud, a un Pop venenoso. Dándose
la mano con el Rock Americano, y sin perder un ápice de dulzura en
su sangrante propuesta.
Me apenó
horrores verlos derretirse sobre el escenario del FIB a lo bonzo y
bañados en alcohol en el 98. En el 2008 volvieron muy dignamente con
unos músicos de lujo y sacados de ostracismo, y aunque bastante
mermados dieron uno de los mejores conciertos del último Summercase.
Cuando los volvieron ha recuperar para el Primavera Sound en el 2013
la verdad es que no había forma posible de explicarle a nadie veinte
años más tarde, que quien estaba sobre el escenario fue una de las
bandas más fieras de los 80/90's. Y como es normal, supongo que uno
renuncia a vivir del pasado, e igual actualmente y con varias
generaciones por delante, incluidos aquellos que no los siguieron en
su época gloriosa; pues no fueron una banda masiva (quien lo fue en
los 80?).
Somos
injustos por tanto (y lo seremos de por vida), con el paso cruel del
tiempo. Salvo, se entiende, si uno ha pasado igual que el tiempo: de
la mano, en volandas y a su paso. Entonces, es posible que alguien
dispuesto a viajar: Atento y con la misma mirada de un niño ante la
fogata y su abuelo. Sea capaz de captar por un instante, la
heroicidad aventurera de aquellos tiempos ignotos.
Eso, o creer
quizás en lo imposible y volver a ver sobre un escenario a los Hnos
Reid. Esta vez sí, con los pantalones bien atacados y por la labor.
Aunque sea con más humildad y amor, de darnos ese daño que se
merecen sus canciones generacionales. Y vaya si lo hicieron.
A los más
puristas nos puede parecer un mal chiste de producción su último
disco. Pero sobre el escenario y con ánimos de revancha, el discurso
de los Escoceses es infalible y demoledor.
Y si bien es
cierto que los viejos del lugar añoramos el salvajismo militante de
un público, tan comedido como pulcra fue la ejecución de un temario
escogido con pudor. Ver a Jim Reid cantar como nunca, fue lo más
parecido a un crooner (por más que suene a broma), con ganas de
zanjar la imagen pasota que arrastraron en sus tiempos míticos.
De su último
disco fueron contadas las canciones, y enmendada la capada producción
que ha hecho que sus últimas canciones no parezcan tan buenas como
son: “Amputation” que abrió la velada, “War
on Peace”, “All Things Pass”, “Mood
Rider” y “Always Sad” (con coro femenino
y todo). Tuvieron el detalle de regalarnos en una primera ronda de
bises algunas de sus joyas más emblemáticas, en especial una de mis
favoritas “Nine Million Rainy Days”. Y por si fuera
poco “You Trip Me Up”, “The Living End”,
“Taste of Cindy” y el “Never Understand”
una de sus primeras canciones que escuché en ese cassette quemado
hasta el sinfín. No faltó por supuesto “Just Like Honey”
y se encendieron mecheros. A mi de verdad, casi se me escapó la risa
entre lágrimas. Pero el público estaba entregado y seguía el ritmo
de las canciones con las palmas en el aire. ¿Que quedó del pogo
barbárico que sacudió la vieja fábrica de Poblenou? ¿Se lo llevó
la distrofia, la artrosis reumática, o la lumbalgia mal curada? Es
evidente que 25 años son los que son, y nosotros eso, acomodados.
Pero es que
aunque guarrotas ellas, las tocaron tan bien los jodíos. Que
hicieron puede... de la actitud, profesionalidad. Eso que ahora se
pide tanto y que no entiende de la pureza primitiva de 80's y 90's. Y
que hacía que todo sonase en la memoria de otra manera: más real,
directo, visceral y aferrado a unos tiempos en los que todo se vivía
al límite. Uniendo las distintas razas del Punk y el Rock, en una
misma familia de mil orígenes.
Consiguieron
con el despegue y hasta la catorceava canción, engranar un temazo
tras otro; porque siempre los han tenido. Sobretodo cuando William
Reid se deja llevar por la cordura de su hermano y la banda, aunque
anodina, suena tan engrasada como una máquina recién salida del
taller. “Blues For a Gun”, “Teenage Lust”,
“Cherry Came Too” de mi adorado Darklands, que casi
me desmayo. Y luego te dejan caer como un mazazo “The Hardest
Walk”, la canción que mejor conjuga el Rock&roll, la
Velvet y todo lo que llegó después: Noise, Shoegaze y hasta el
Britpop más nuevaolero.
Lástima que
la falta de unas baquetas a la altura de Steve Monti echara por
tierra con una penosa versión del “Reverence”, la
fabulosa interpretación del “Some Candy Talking” y
“Halway to Crazy”.
En fin, todo
lo que cabe esperar de una banda de pasado turbulento, que no se
encerraba en un estudio desde hace casi veinte años. Y que hacía
otros tantos que no se decidía a hacer una gira con pies y cabeza,
para postergar el magnífico legado musical que dio a casi tres
generaciones.
De echo no
son tantas las bandas que se deberían declarar patrimonio inmemorial
de humanidad (musical) contemporánea, o alternativa: Pixies, REM,
The Smiths, Sonic Youth y por supuesto The Jesus & Mary Chain.
Alguna se me olvida, seguro, y podéis añadirla. Pero por favor, no
os olvidéis de los hermanos Reid.