Abrí
los ojos entre la nebulosa de cables, ventosas y pinzas de la UCI. La
cama se movía; doy fe. Y entre morfina, pitidos y los vaivenes del
colchón, yo, soñaba con universos que se construían con piezas de
colores y plástico blando: Unos con las manos, y otros con manuales
como los de IKEA.
No
era ni el fin ni el objetivo del dilema, sino el dilema en si mismo.
Un bucle sin veredicto que me empujaba a pedir agua a todo aquel que
se cruzaba ante el quicio de la puerta del box -Una
mica d'agua si us plau?
Pensando que así me harían más caso.
Pero a veces
la ignorancia es el más cruel de los castigos. De labios cuarteados
y paladar pegajoso como cola de impacto. Recobrado diez días más
tarde mi pleno juicio. Solo me consolaban las canciones de mis
queridos THE SMITHS, y el murmullo del último concierto horas antes
de caer en coma. Regreso trece años más tarde a mi exigua memoria
de directos premonitorios de CHUCHO; en año trece. Y cuatro desde
que Lázaro salió andando renqueando.
Cuando
desperté apenas sin fuerza y con la antepierna cuarteada. Y no podía
más que repetir sin apenas fuerza los textos de Fernando en ese CD
de Hermanos Carnales comprado en Músicas de Régimen y su debut 78,
igual que un autómata . Como si esos días de lapsus reanimador solo
hubiesen sido un tiempo muerto más largo de lo normal.
Melodías
que en pleno estado catársico volvieron a entrar licuadas vía
parental, directamente a mi corazón. De atrás hacia delante. De la
explosión de júbilo pedregoso, metálico y saturado de sus
guitarras como “Gente Abollada”y “Rifle de
repetición”.
Se apareció
también como una perfecta ilustración de mis noches discontinuas
bañadas en morfina, nolotil y sedación reseca, cuando de repente.
La noche nos caló hasta los huesos: cuando son los míos para ti,
en perfecta declaración de amor animal.
Mirábamos
hacia el cielo cuando retumbó “¿que
clase de animal?”, cantábamos: Carne
dura como un hueso, como hueso negro, ya no quepo en mi cuerpo, el
traje me está pequeño. “La
oración del desierto” sonó a salmo
tenebroso, porque los textos cantados de Fernando y con un
inconmensurable Carlos Cuevas a la batería, así se deben tomar:
Como salmos excomulgantes para los no creyentes del gominoso rock. Y
sí del Rock de catacumbas; de donde volvieron a salir los
Albaceteños.
Pudo ser más
alegre, sin acabar de saber si es el excremento que planea por
nuestra vida diaria el rey de la depresión, la vuelta al cole sin
drogas, o esas tareas de la casa que mamá y la mierda que te come te
obligan a cumplir.
Pero en
cualquier caso, hay una cosa clara que no se puede parar: El hambre
público para celebrar el bautizo de uno mismo (y su banda fetiche).
Como el reflejo de uno mismo y su juventud en el espejo de la noche.
Esa especie
de inventario que inevitablemente le viene a uno a la cabeza cuando
son esas canciones tan básicas como la cartilla de leer de primaria,
las que nos repescan. Y comprobar que éstas a su vez, han conectado
generaciones: Las Post todo, las pre indie, y las de ahora. Aunque
fuera para esperar impacientes hacia el final, y escuchar “Hermanos
Carnales” y “Fuerte”;
que hacen eterno a éste, su trabajo con más difusión de
aniversario.
Casi una
hora antes con un puñado de testimoniales incondicionales, Ángel
Valiente aka. KAREN KOLTRANE. Convirtió el eco de sala semi vacía,
en un denso y voluptuoso manto sonoro.
Él, además
de diseñador de interiores. Se las apaña para pasar del
plano/lienzo digital (pulcro, minimalista y funcional) al directo,
toda una idea que sobre el papel, y valga la redundancia. Es capaz de
trascender con la misma claridad, y además crecer tornándose
muchísimo más real. Un discurso de Postrock sintetizado y
atmósferas entre el dreampop y el Shoegaze, que bien podría
diluirse o ser uno más.
Pues la
sorpresa es que fue la perfecta antesala con la que elevar la sala, a
eso que se llama clímax ideal. Lo fue “Permafrost”,
“Cansancio Mental” o el cierre de “Ondas
Gravitacionales”; con la hija de Joaquin Pascual a los
coros. Corrigiendo la poca afluencia de público a su apertura del
bolo aniversario de los Albaceteños. Y combinando de alguna manera
la escuela Joaquín Pascual de reconocible influencia, con aquel
proyecto del Penélope Trip Tito Pintado (Telefilme/Anti). Eso sí,
mucho más amplificado y musculado.
Un paso de
gigante que todo sea dicho, a transfigurado los proyectos
doméstico/electrónicos, en algo con la misma magnitud que un
concierto tradicional de rock. Y una de sorpresas más gratas de la
noche.
Volviendo al
punto de partida y por si alguien se ha perdido en la ida, y la
venida. Sería “Viaje de Redención” la que nos
chutaría antes de entrar a quirófano: El frío todavía de la
gente, los instrumentos y el sonido por ajustar y modular.
Fue el
comienzo como el de las viejas camillas a las que las ruedas se le
desmandan, y chillan como la Acherontia Atropos cuando la cazan.
Hasta que exhalamos “Humo Azul” entrando en
sedación, con la mirada perdida al techo viendo desvanecerse las
luminarias quirúrgicas. Fue lento, suave, dulce y de continuado
éxtasis hasta “Lázaro”; mi favorita. Tras
“Efervescencia” (donde está Rosa??!!), y
continuando con orden casi militar “Angel Transparente”
que tanto recuerda a otras composiciones de Chucho. Pero reservando
estratégicamente las bazas de “Mis Huesos son para Ti”
o “Abrazo en un Terremoto” para equilibrar el set
con sus más esperados hits.
Me
sorprendió tremendamente “El Final de una Quimera”
y “ElCrujido del Cangrejo”, las que
más de largo, y más tarde que nunca el bajo de José Manuel Mora
por fin vibrándonos. Pero también como aquellas inesperadas que
renacen en directo “La Estación de las Lluvias” o
“En Otoño”.
Así nos
volvió a destripar el 25 aniversario de un disco mítico.
Posiblemente con el que delimitar ese antes y después mediático, de
una escena alternativa pujante desde las profundidades periféricas.
Pero aunque el más recordado por “Fuerte” y el tema que le da
título, no necesariamente el de mejores canciones.
Eso sí,
creo que pese al frío del tiempo pasado y las posibles diferencias
de concepto que puedan tener ahora los miembros. Creo que de obligada
celebración para reivindicar un temario digno de remasterización
como se debe. Y una deuda que todavía tiene la escena actual con
esas bandas que existieron invisibles en tierra de nadie, y que nos
forjaron el camino.
Escucho en
una mañana clareada de sol en sábado el “I've Changed My
Plea to Guilty” de un viejo concierto del 2007 de un
todavía reluciente Morrissey.
Una vieja
cara B del 91 en su época más mullidita que ha envejecido
fabulosamente; veintiséis años y ahí es nada la pedrada.
Veintiséis
años que podrían ser perfectamente otra vida nueva más por vivir.
Que me parece una eternidad por ridículo que eso parezca para
alguien mucho mayor que yo; mi madre por ejemplo.
Sin embargo,
hay momentos en la vida. Más cuando todo corre cuesta abajo sin
frenos y con las manos atadas a la espalda. Que, uno -en la más
inocente de sus treguas- intenta aplazar, ni que sea por unas horas
el desagüe del tiempo. E incluso deshacer la madeja de la vida que
tanto nos ha costado hilvanar, desviviéndola hacia atrás.
Había quien
atribuía poderes espirituales al Pulque, la Ambrosía,
el láudano de Sydeham, el Soma o la Absenta,
para emprender un viaje sugestivo al pasado o alcanzar la
inmortalidad. Nosotros sin embargo, solo necesitemos cerrar los ojos
y viajar a tiempos remotos y no tanto, a lomos del perfume licoroso y
almizclado de unas cariñenas de Porrera.
Hubo un
timonel (Albert Costa Miralbell), hijo y relevo del inmortal
Albert Costa, e ideólogo junto a Lluis Llach del CELLER VALL LLACH;
proyecto vinícola y renacentista del Priorat esencial: El Priorat
austero, social y heróico, espectador del más mediático de
Gratallops; con sus cinco “pioneros”. Pero seguramente el Priorat
igualmente real y salvaje que hizo de la filoxera, la penuria y la
decadencia, una razón de ser, de existir y de revolucionar lo que
ahora es el Priorat. Al margen de internacionalización de algunos de
sus vinos más preciados en los mercados que colocan el origen en lo
más alto de la cima.
También
unos grumetes con horas de navegación, pero más ganas de reaprender
por la mera cuestión de viajar a pie sobre las aguas; igual que los
Basiliscus. Que de doctorarse en algo que solo entiende el límite de
la sabiduría si se está en estado ya de putrefacción, o al borde
de la muerte; así por lo menos lo entiendo yo.
Como nos
decía él en una charla sobre las historias que hay detrás de un
vino. Y que realmente deberían ser las que nos capten en esta
adictiva cofradía: No solo por el valor estrictamente de calidad de
un vino, sus variedades y la capacidad de éstas para sorprendernos y
embelesarnos. Sino en otra virtud infinitamente más cautivadora: El
territorio donde se produce la sincronía entre TIERRA (como
lugar donde habitan gentes), TERRITORIO (donde la naturaleza,
el clima y el pasado ancestral geológico hace único lo que allí
nace), y LAS PERSONAS (que de alguna manera, por la tiranía
de las dos anteriores y por su capacidad de supervivencia) No luchan
por imponer su hegemonía, sino que conviven y se ponen al mismo
nivel de las primeras.
Aunque sin
duda, el valor diferencial y particular más emocionante de VALL
LLACH, sea por si solo el fin del mismo:
Un proyecto
entre dos amigos de la infancia y el pueblo de la madre de Lluis
Llach (Porrera); teniendo en cuenta su abstinencia alcohólica y la
obstinación de introducirse en un mundo, el del vino, desconocido
para ambos. Y el fin de volver a Porrera con el objetivo de intentar
dar a Porrera, todo el esplendor vivido hace 100 años tras la
despoblación que sufrió el pueblo de 1000 a 300 personas escasas.
PORRERA
tiene la particularidad de encontrarse bajo mayor influencia
mediterránea. Que hace que el vino que allí se produce tenga el
carácter único por sus terrenos de inclinaciones imposibles, pobre
de tierra y rica en pizarra (licorella) y las viñas postfiloxéricas
que se replantaron hace más de cien años: Garnacha , y Cariñena (en
el caso de Porrera) principalmente. Pero también Cabernet Sauvignon,
Merlot, algo de Syrah, o incluso la Cariñena blanca que ahora se
está recuperando.
Pero
sobretodo el paisaje que a mi, por ejemplo, ya que me ensartó hace
cuatro años. Cuando tras un 2014 titánico en la recuperación de
una grave enfermedad que padecí. Me enseñó la luz de las
misteriosas tierras de Prades, Montsant, Siurana y mi descubrimiento
final de Porrera, con su silencio, vinos y gentes.
Así pues.
Esta interacción en el marco extraordinario de Padró i Solanet;
donde se cimentó la idea del Tast Team. Tiene tanto de viaje
sonámbulo a momentos que se estiman ya a estas alturas claves, para
uno mismo. Como de sesión espiritista para los que formamos este
grupo, donde la amistad ya supera con creces al colectivismo en pos
del vino: Pegamento invisible que nos unió y une, y que bien podría
asociarse al volátil hipnótico que emanó de las copas la noche en
cuestión.
Siete vinos
y una esencia con la cronología que dan las distintas añadas de
Vall Llach (99, 05 y el Mas de la Rosa 2015). La medida del paso del
tiempo en la primera añada del Embruix 1998. El nuevo Vi de la Vila
2014 de apabullante franqueza. Y dos de los tres vinos que elabora el
anfitrión Albert Costa, con su espontánea juventud al tiempo que
homenajea a la parte inolvidable de la historia:
Las mujeres
ahora abuelas octogenarias o centenarias como La Catalina, que
llevaron el peso de la vendimia en su origen. Esas infatigables
personas poseedoras del incalificable poder de la austeridad, la
inclemencia y la verdad más absoluta y natural del Priorat. La
Joaquina, un blanco elaborado con escanya-vellas (uva que se plantaba
delimitando las hileras para que las mujeres que vendimiaban pudieran
comer durante la jornada). Y La Catalina, una tinta joven sin crianza
de Garnacha del Montsant. Que junto al rosado La Matilda componen esa
pequeña concesión que se dan a la locura y como no, al compromiso
con estas tres ancianas que incluso decidieron el detalle de las
etiquetas.
Los tres
vinos por cierto, vinificados en ánfora y con el precioso final
benéfico de destinar su recaudación a proyectos para la gente mayor
del pueblo.
Ahora bien.
Para entender el alma que atesoran los vinos del Priorat; y en
concreto los de Vall Lach. Es primordial saber que estas plantas de
Cariñena centenarias, por edad, climatología, composición
geológica y el esfuerzo que esto supone para las viñas ahondar
varios metros para encontrar el sustrato. Necesitan hasta cuatro
plantas para producir una botella de vino, ojo.
Después
está la idea clara, lógica y generosa que tuvo la bodega a la hora
de impulsar de nuevo esta zona del interior de Tarragona. Que no era
otra que pagar el Kgr. de uva acorde al trabajo que supone las
exigencias del terreno y de la viña: 3eu/kg, cuando en el Penedés
por ejemplo, se paga del orden de 30/35 céntimos.
Si tenemos
en cuenta que en la Champaña se paga a 3'80eu/kg, cuando es una
producción más intensa y fácil. Y en Vall Lach el arado es con
mulos, la recolección de alto riesgo con desniveles del 80%,
totalmente natural, su poca producción, y el objetivo de elaborar
vinos de alta calidad dispuestos a competir con Burdeos, Borgoñas o
Brunellos. Con un cuidado casi de jardinería. Entenderemos que no
solo los vinos del Priorat no están sobrevalorados, sino que dan la
importancia que se merece a algo tan subestimado como la agricultura
con conciencia. Por lo tanto, cada sorbo de estos impresionantes
vinos, tienen tanto de justicia económica, como de entender todo lo
que hay detrás de cada botella: Historia, paisaje, trabajo,
sacrificios, heroicidad y sobretodo, compromiso con una filosofía
forjada a mano.
Todo esto no
tendría sentido claro está, y se convertiría tan solo en un
imaginario bonito. Sin el significado que tienen su principales
emisarios; los vinos.
El desnudo
de sus vinos sin crianza ilustrando el carácter rudo pero generoso
de la zona: Los anisados y hierbas de montaña mentoladas, la pizarra
mineral de su fondo, o la fruta oscura y fresca de sus garnachas.
El cara a
cara con el EMBRUIX del 98 aterciopelado en toda su longitud.
Esa sensación de entrar en la alcoba después de tantos años
creyendo que su concentración y sobremaduración (hace dos días que
se vendimió, la más tardía de la zona). Se ha convertido en talco
de rosas rojas y nácar pétreo.
Que el suave
deslizar descubre cristales de licor de cerezas, bayas y fresones de
Sant Pol licuados. La licorella está omnipresente, pero con los años
de botella estos vinos evolucionan fabulosamente. Todo un lujo tener
a disposición estas botellas del cementerio, que el padre de Albert
como buen notario que era, documentó para que no se comercializaran
y se bebieran solo en pos del placer (300 de cada cosecha).
Antes del
Embruix, el vino que a mi más me cautivó por melancolía emocional.
Probamos un vertical y puntiagudo VI DE VILA 2014 con un
pequeño porcentaje de Garnatxa. De esos vinos transmisores de una
zona en toda su franqueza: Directo, equilibrando el clasicismo
característico de los vinos de Vall Llach hacia una arrogancia
agreste natural de la tierra que lo cría.
Sería como
aquel viejo loco que corre montaña abajo, poseedor del instinto
adolescente. Se bebe muy bien pese a los pocos años de botella.
Diría que es la perfecta piedra de toque para entender a sus
hermanos mayores, y con muchas menos condiciones para consumirlo: Se
nota esa proporción de garnacha asomando la fruta, pero impone la
Cariñena con su complejidad, estructura e intuitiva longitud.
Taninos muy pulidos pero presentes, con todo en su sitio y por lo
tanto puro caramelo.
La evolución
de su magníficos VALL LLACH; su vino insignia recordado en
una antigua cata como un brandy que detiene el tiempo. Es curiosa su
conversión hacia el MAS DE LA ROSA 2015, donde la Cariñena
al 100% lo convierte en un vino muy distinto a las de anteriores
cosechas, donde había proporciones de otras variedades.
Un
concentrado de Licorella complejo de claro reflejo de la zona.
Longitud e impresionante estructura son sus principales virtudes, que
lo hacen un estupendo vino de guarda. Ha desaparecido en gran parte
esa presencia imponente que lo hacía un vino más licoroso y
profundo, siendo ahora incluso más salvaje y excitante.
La necesidad
de aire en parte por la Cariñena lo hace sinuoso, espectacular en
posibilidades pero todavía exigente por su juventud: Con bosque de
otoño, mucha fruta negra y mineral (grafito, pizarra, pedernal).
Necesita tiempo para que el volátil de paso a los cacaos, la trufa y
la fruta. En boca es contundente, aunque también es verdad que en la
cata no se decantó y soy de la creencia de que a estos vinos les
sienta divinamente la calma y el reposo; que sí aparecieron al final
de la noche.
Así claro,
al llegar al VALL LLACH 2005, un vino ya con 12 años y en
pleno esplendor. Con un carácter radicalmente distinto a los nuevos
Mas de la Rosa; es cuestión ya de gustos.
Sería del
todo injusto compararlos, puesto que los vinos del Priorat según
pienso yo, brillan en cada una de sus facetas (juventud y guarda).
Influye y mucho la forma de vinificación, y por su puesto la zona
(nada que ver Gratallops, Porrera o Falset). Porrera por así
decirlo, es más rural, explosiva y primaria, si bien es cierto que
Vall Llach tiene una vendimia muy tardía esperando que la Cariñena
esté muy madura y sea toda elegancia montaraz. De esto se encarga
Lluis Llach, que pese a ser abstemio, es un perfecto catador de uvas
y el momento idóneo de su recolección.
Un vino de
rasgos de auténtico Priorat en sus variadas pequeñas proporciones
de Cabernet, Merlot y syrah, que acompañan a la Cariñena. Los años
de botella le han dado una elegancia y afinamiento impresionante; un
orgasmo embotellado. Aunque algunos diferían en las virtudes tan
distintas de cada añada; mola.
Mola la
sensación armónica que nos da el tiempo y el entrar a descubrir
vinos exigentes y tan profundos. La manera como cambian y evolucionan
en botella y en copa, por que odian las prisas; como yo.
Es
impresionante ver que todavía tiene un recorrido tan grande,
conservando una deliciosa acidez que se funde con distintiva
mineralidad. Increíble la manera de abrirse tras dejar atrás el
volátil resinoso que los conserva impertérritos. Y como aflora el
soto bosque, la esencia de monte que le dan las hierbas aromáticas
infusionadas en frutas rojas y negras, en brasa y en pizarra
descompuesta. Un pulso al paladar y al olfato en forma de abrazo
cariñoso y fraternal. Un corredor de fondo de elegancia indomable y
corpulencia culturista; bello sin más.
Hablábamos
del tiempo, de la evolución y el cambio hacia una tipicidad
monovarietal muy presente en los vinos de riesgo de hoy.
Por eso es
tan hermoso como interesante ver hacia donde caminan los Priorats de
hoy día. Cuando nos enfrentamos a un VALL LLACH del 99;
dieciocho años que podrían ser toda una vida, y lo son.
El Cabernet
Sauvignon y el Merlot en cantidades más grandes, intentaban domar a
una Cariñena por entonces más indómita. Así dieron después de
todos esos años de guarda con un vino inigualable, aunque claramente
más afrancesado. Que no es un defecto en absoluto en tanto que es
una pura delicia, pero se aleja de lo que busca ahora Priorat:
identidad. A mi sin embargo me encantó después del batallón de
vinos, en un Jueves noche repleto de emociones y toboganes
sensitivos. Y en el cara a cara con el ágape final, ya aposentados,
nos dio un poemario de caras y muecas digno de Delicatessen; la peli.
Cabe
imaginar en que se puede convertir un Mas de la Rosa 2015 observando
la armonía que fluye del 99?
Pues
imaginen hasta donde podría llegar una Cariñena vinificada ahora
sin los volúmenes del Merlot. Con el vigor y el camino recorrido
hasta hora en cuanto a aprendizaje, técnica y agricultura sostenida.
Dicen los entendidos que es imposible hacer un vino malo en el
Priorat, y me lo creo. Igual que también creo que nuestra forma de
beber vino, el interés creciente por la cultura del vino y la
racionalidad del campo, a cambiado y nos debería llevar a una
sostenibilidad acorde con nuestra historia y nuestro pasado. Tanto si
hablamos de vinos Top, como si lo hacemos de las pequeñas bodegas
con productos excepcionales a precios asequibles también.
Hoy por
ejemplo he descubierto un Cal Pla increíble, por poco más de 12
euros. También hay que valorarlos en la medida del camino que nos
enseña a disfrutar de los grandes vinos, sin prescindir de los
pequeños e indefensos productores.
Pitu Roca
decía que la esencia del VI RANCI MARÍA DE CAL VALL con la
que puso el lazo Albert: Una barrica de Garnatxa descubierta en casa
de la madre de Lluis, datado del 1927. Y que se vinifica por
el sistema de soleras en escasísima producción. Que se debería
usar de perfume a pequeñas y delicadas gotitas.
Un vino muy
cercano a un Oloroso Viejo VORS, pero con la personalidad inigualable
de su procedencia tinta. Que te derretía la boca y pese a todo, ahí,
la acidez que rompe con el hipotético empalague. Y en definitiva,
una síntesis fiel de esa historia que abría la noche como conexión
a unos vinos, una tierra y unas personas. Sin olvidar el conjunto
llano y emocional de la historia por la que transitan, llena de
anécdotas, obstáculos, y siempre premios como este, de su boca y
manos.
Yo que
quieren que les diga, aun entendiendo a la perfección el símil de
Pitu, cuando bendice lo milagroso estos elixires inmortales; como los
vinos del marco de Jerez o Montilla/Moriles.
Prefiero
olerlo sentado esperando el día del juicio final, y en última
instancia beberlo como si no hubiera un mañana, hallelujah!!
No se si
sería tan frívolo para usarlo como perfume. Pero en todo caso, si
lo hubiese, me haría cofrade de esta bendita hermandad:
La que nos
hace tesoreros en infinita memoria y devotos por tan desinteresada
generosidad; la de Albert. También es cierto, de decirlo bien alto y
con la copa en la mano. Que la vida toda entera y a tropezones se
ordena de manera cronológica, no por las tragedias, sino por LOS
MOMENTOS:
Esas
circunstancias temporales y compañías de viaje, que igual que NEO,
en Matrix. Son capaces de detener las agujas del reloj, atraparlas a
brazos llenos, y confitarlas ahí. En el corazón, en el alma si la
tenemos, o en el córtex inferior en forma de muesca.
Es curioso,
porque uno sabe que de eso no se va a olvidar. Que el entreno de los
sentidos que potencian las catas tienen la magia de convertir una
experiencia, un aroma o una sensación al saborear, en un recuerdo
imborrable. Y doy fe que este a sido uno, y no será el último. Lo
sabéis todos los que tenéis que saberlo sin nombraros, verdad?
*FOTOS & CONEXIÓN DE HUESO: Amadeu Gabaldà/Carlos Gonzalez *OTRAS FOTOS: un servidor *LOGÍSTICA: Solanet Family *FLUIDO SANGUINEO: Celler Vall Llach
A vuelto a
pasar a un mes aproximadamente del 20th Aniversario de mi
primer avistamiento.
Un catorce
de Noviembre de 1997 en esta misma sala; la bikini de su afamada
acústica. De aquellos tiempos en los que las entradas eran eso:
pequeñas obras de arte para conservar, coleccionar e incluso
reverenciar como las medallas de los santos que nuestras madres
guardaban celosamente. LUNA mientras tanto, orbitaba sin apenas
llamar la atención, cuando eran Britpop y Grunge los que pulsaban
las constantes de la “música moderna”.
Una historia
contada infinidad de veces y recalcada hasta la saciedad. Cuando al
mirar en panorámica a lontananza la sala. Uno, cae en la cuenta de
que ya no hay rastro de aquellos veinteañeros que huían un poco de
lo común. O por lo menos de esa parte de juventud, que uno supone
interesada en subrayar el contorno de Lou Reed, Television o incluso
de imaginar porqué Galaxie 500 dio paso a LUNA.
De todas
maneras y aunque de la sensación, como es. Que para mi recuperar un
poco mis enseñanzas de juventud me haga parecer más viejo todavía;
que lo soy. Quiero caer a posta en eso que tan pocas bandas hoy en
día son capaces de proporcionarme: Un buen chute, o viaje mental de
mi vida. ¿me lo he ganado, no?
A LUNA los
podría ver cada poco tiempo (dos, tres años), igual que a New Model
Army en las distancias. Como un remedio termal a los ataques típicos
de los melómanos; esa raza a la que supongo ya pertenezco, sin
acritud. Sobretodo porque a estas alturas son pocas las bandas que
nos/me llevan a esos territorios, donde sus influencias han dado paso
ya a un estilo, forma de exponer o atmósfera propia.
Decir a
estas alturas que su procedencia del sonido de Nueva York de los 70,
o la herencia de la anterior banda de Wareham es la clave de su
atractivo. Me parece insignificante, comparado con la evolución de
su sonido desde sus dos y más esenciales discos. Su etapa más
popular con PUP TENT o THE DAY OF OUR NIGHTS. E incluso esa serie de
discos que se tiene por menor, del 2001 hasta nuestro días. Y que
pasados ya casi la veintena de años, han conseguido renacer y
legitimar: no sé si por la falta de pulso de la actual escena, o
porque LUNA sí son capaces de hacerte creer esa evolución del
sonido Neoyorkino, hacia un preciosismo Popero elegante como es el
suyo.
En cualquier
caso y llegados a este punto. Es verdad que cada repertorio que nos
han tocado en estas últimas dos visitas; es tan diferente. Como
educativo es que te lleven a mirar su sonido o temario desde
distintos ángulos y perspectivas.
A mi me
gustan todas, e incluso me encanta que me arrastren a esos lugares.
Me gusta que me enseñen a amar su música sin condiciones. E incluso
que me lleven a reflexionar como he llegado a este veintena de años:
El camino, la manera de saborear los placeres de la vida y la curiosa
manera de habernos visto crecer; y crecer nuestra forma de escuchar
música.
Un
repertorio más distinto puede, por la forma de ejecutarlo respecto a
su anterior visita. Esta vez más rocoso, afilado y puede incluso que
despojado de más exceso de preciosismo, que el puramente formal:
Desde el
aporte de Sean Eden y su tendencia a estirar notas. Y con una Britta
Phillips muchísimo más implicada que otras ocasiones; rotunda en el
vibratorio de su bajo. El casi invisible Lee Wall tras los tambores,
y Dean Wareham todavía más metido si cabe en su papel de distraído
taciturno; con esa dosis de humor negro bien dosificado.
Sonaron
hasta seis versiones la noche de autos; bastantes más que en otros
bolos de esta gira: El “Fire in Cairo” de los Cure
de rigor, la Dylaniana “Most of the Time”, “Let
me Dream if I Want To”, “Car Wash Air” de
Mercury Rev como propia, “One Fine Summer Morning”
de Evile Sands. Y un glorioso premio extra de cierre con su clásica
versión de Fred Neil, “Everybody's Talkin'”: esa
maravillosa versión que nos teletransportó a aquel 1997, donde la
escuchamos por primera vez. Y que recordó de forma alegórica con el
texto de Most of the Time.
El homenaje
resucitador de “Malibu Love Nest” a Lou Reed, sin
renunciar la inmenso legado que dejo éste. Y que Dean Wareham &
Co. ha guarnido con psicodelia Pop aterciopelada.
Imprescindibles
como “Sideshow by the Seashore” con un pletórico
Sean Eden; como siempre, e animador de la velada. “Friendly
Advice” con esta vez, una Britta Phillips dispuesta a que
olvidásemos del todo a Justin Harwood. O “Chinatown”,
“Tracy I Love You”, “23 Minutes in
Brussels”; siendo los momentos más infalibles de la noche.
Y aunque
creo con sinceridad y amplitud de miras pese a que algunos se
quejasen de la falta de un tentador “Greatest Hits”. Cuando todos
sabemos que Luna no lo fueron, por más que el oportunismo de para
quererlos convertir esa banda de cabecera; cuando en su día casi
nadie los escuchaba.
Si hay algo
que valorar de una banda que regresa al cabo de los diez años; y
teniendo en cuenta que transitaron a la sombra de otras mucho más
exitosas (Mercury Rev, Flaming Lips...). Es esa manera de no
prescindir de su temario menos conocido, y precisamente el que más
enteros ha ganado con el paso de los años: “Still At Home”,
joyas como “Freakin' and Peakin'” que los hicieron
ser una banda para la intimidad, o una de mis preferidas: la delicada
y tremendamente melancólica “I Want Everything”;
deliciosa.
Sólo ellos,
capaces de marcarse un apéndice de instrumentales. Y demostrarnos en
directo, que hacerlo alzando el telón con la levitante “GTX3”,
es de militantes dispuestos a llevarte de la mano a otros sitios.
Hay
ocasiones_no tantas como deseásemos_ donde ese rayo verde del que
hablaban cruza tu vida desde el cielo.
Es un rayo
verde imaginario, onírico y vitaminado. Y aunque de igual color que
la bilis; por así decirlo. Actúa de antídoto de la misma. Dando
por la boca la vida misma, que perdió un día el pez.
Ni necesita
discurso, guión o precepto que seguir, porque el Rock amigos es de
libre interpretación. Y sin embargo, y aun no llegando el mensaje de
la misma forma a todos, el consenso es ecuánime.
El pasado
sábado noche; en medio de la clausura de la 27 edición del festival
de mi pueblo. Pasó por allí el mencionado rayo verde.
Nos ensartó
calle arriba a la hora de las cenas Inglesas. Y poseídos como quien
pierde el norte, sur y razón, nos dimos los cuatro a la corriente
sin salvavidas, rama donde asirnos y en caída libre: Son las
mejores; las que no pides factura ni desgrava en prejuicios
temerosos. Y será por eso, que sobre las once de la noche el joven
LAURENCE JONES, con tan solo 24 años. Enchufó a los
valientes que vinieron también a purgar al Turonet los pecados con,
BluesRock electrificado y un fin de fiesta poliédrico con los
Vizcaínos TRAVELLIN' BROTHERS de remate festivo.
Porque por
más que nos explicaran el innato talento de un veinteañero; que
bien podría ser el yerno perfecto: Pulcro, sonriente non stop y
agradecido sin más. Jamás llegaríamos a imaginar el torrente de
Rock' Blues que nos salpicaría.
Igual porque
es de ese tipo de músicos que por edad y referentes musicales,
ejercen de mediadores entre el Blues y Rock más actual. Normalizando
lo que por etiquetaje se nos atribuye a los vejestorios, o al
contrario: se subestima por falta de raíz. Pues bien, este chaval
diríamos que es capaz de aglutinarlo todo; o por lo menos saber
gestionarlo con un incuestionable liderato. Algo parecido a lo que
hace Chuck Prophet, pero con más electricidad y posiblemente más
rockero. Pero con el mismo buen humor, complicidad y química para
ser el amo y señor de los tiempos.
Nos presentó
su nuevo trabajo THE TRUTH, con nueva y jovencísima banda; y por
consiguiente sonido más fresco: Greg Smith al Bajo, Phil Wilson a la
batería, el brillantísimo hammond y las voces de Bennet Holland, y
la suficiencia de su enorme talento a las guitarras. Un quinto
trabajo ya, que ahí es nada, de aquellos que sobre las limitadoras
líneas de la edición nos podría parecer demasiado accesible y para
todos los públicos. Pero que sobre el escenario y en directo tiene
un resultado demoledor. Seguramente porque el lenguaje del Rock es
universal cuando no hay demasiados intermediarios que interfieran, y
es la pasión la que hace de interlocutor.
Eso claro. Y
que es una bestia parda con la guitarra en las manos. Algo que igual
no se intuye demasiado en sus discos o por lo menos en el último,
pues lo suyo no es lucimiento. Pero que en vivo conecta de manera
invisible escenario con la gente, como si la energía fluyese bajo
las tablas del escenario hasta tus pies.
Después
está el repertorio de THE TRUTH que es una puta maravilla de energía
bien gestionada. Y su parte más balsámica con “Take Me”,
“The Truth” o “Can't Go Without You”.
Ramalazos del mejor y primer Robert Palmer, o unos INXS más
aplicados en la raíz. Y aunque de alguna manera alejado de sus
inicios más puristas y herederos de Buddy Guy, Clapton o Walter
Trout. No renuncia a la esencia pese a ponerla a disposición de una
banda muy joven, y por lo tanto mucho más contemporánea, vigorosa y
directa que la de sus primeros discos; natural.
Cotizó al
alza conforme avanzaba el set, donde en los primeros compases no
disimulaba la predisposición a recordar a Artic Monkeys de refilón.
Pues el rocío que cada nota de sus últimas canciones avanza hacia
un público más variado. Sin dejar pasar por supuesto el origen de
su maestría guitarrística cuando sonó el “All
Along the Watchcover” de un Hendrix
reactualizado.
Por el
camino nos dejó un reguero de grandes canciones sobradas de
potencia. Una guitarra que no limita en absoluto la grandeza de los
temas, sin abusar de su maestría. Pues siempre la pone en
disposición de la canción; algo que se agradece cuando se cree que
el virtuosismo siempre ha de acabar siendo autocomplaciente.
Conciertazo
del muchacho sin apelación posible. Pura energía, Rock en alza,
Blues con perspectivas de futuro y sin miedo a regarlo por aquello de
las críticas de los puristas. Vamos, libertad.
Para cerrar
la fiesta por todo lo alto, que mejor que los Vascos TRAVELLIN'
BROTHERS. Un soplo de optimismo, concordia y locura, insuflada
por su líder Jon Coreaga, quien al baile del pollo fue subiendo la
temperatura conforme avanzaba la noche.
La afluencia
del público a esas horas de la noche y tras más de cinco horas de
concierto, teniendo en cuenta la fresca que ya arreciaba. Es un claro
signo más que evidente de las ganas que hay de volver a reconstruir
uno de los festivales de Blues con más pedigrí del estado. Y si
alguien se pensaba que la potencia de Laurence Jones iba a mermar la
intensidad de la big band del Nervion, bien equivocados andaban.
Un arsenal
de canciones bien tamizadas con blues del bueno, soul, funk, folk,
Gospel y Rock&roll iban a ser la metralla para irnos a la cama
con buenas cicatrices. De las que no se olvidan, de las que te dejan
esa sonrisa de oreja a oreja y te hacen soñar con Ton Sawyer;
olvidando las mierdas de la vida.
“Make
me Down” para abrir boca en todo familiar, y a
continuación: “Frechmen Street”, “If you
talk in Your Sleep” de Little Milton, “What I'd
Said” de Ray Charles al ritmo del baile del pollo
omnipresente en toda la velada, o un solemne “Always There”
de J. Cash. Vinieron después “The Best in yet to Come”,
“Lost & Found”, “Love, Joy and
Happiness”... Todo un repertorio, que como aquellas
lecciones de primaria del profe Rodrigo. Que nos hicieron amar las
naturales y la historia, como la de la música de extremo a extremo.
Con mucha, variada y toda aleccionadora en esto de perder el miedo a
géneros malditos; había ganas por supuesto.
Pero fue el
hacerse querer que de tanto en tanto se da en Cerdanyola. Cuando el
festival de Blues es el protagonista, y consigo van todos aquellos
géneros de buena madre que ni en sueños pensamos nos haría volar
por cercanía. Tanta, que con la banda y a pelo pusieron el broche en
medio del público con el “Down by the Riverside” a
grito pelao. FELICES!!
Tengo a un
lanzador de hachas subido a la azotea. Le he pagado su precio en oro;
con canciones. Y cada mañana las lanza al horizonte, donde asoma
Collserola, partiendo nublos y espesas mañanas grises en busca del
sol candescente.
He montado
un altar junto a él lleno de hojas de sabia, tomillo en flor y
restos del abordaje Itálico. Donde cada día en una ceremonia de
bendición, rezo y brindo con una sápida copa de Rosso de Montalcino
de Uccelliera.
Daniel
Wylie; quien fuera fundador de los oclusos Cosmic Rough Riders, y
Alasdair MacLean. Pespuntean con guitarras la ceremonia del amanecer:
un día más, otras campanadas, y el jolgorio de los escolares llueva
o nieve.
Esos mismos
que tiñen de añiles tonos y otoñales mañanas los gritos del
borracho moribundo nocturno. Quien usa ese nimio porcentaje de
energía. No en caminar medianamente recto. Sino en despotricar por
decreto, todo aquello que la normalidad natural de la vida nos
ofrece.
Tan puta
como quien le paga favores a costa de mantenernos vivos. Lo mismo da
que en pleno orgasmo sexual, Hallelujah!! Que en un desenlace de
barbarie testosterónica . Al final, todo da un poco igual. Es más o
menos lo mismo que quien se deja llevar por la inercia del desnivel
hacia el precipicio. Un poco como dejar muertos los brazos y cuesta a
bajo cabizbajos, esperar que todo se solucione por gravedad.
Nosotros en
cambio; si sois de los míos: De los que aun creéis que el
pensamiento taciturno copa en mano y salmo en llanto; eso que la
naturaleza nos regaló para buen uso. Y ese mismo carácter natural y
salvaje, que en equilibrio nos hace inigualables para por lo menos
aprender de nuestras fabulosas diferencias.
Nos hemos
puesto en mano de las canciones y esos frascos contenedores que son
los discos. Porque sí amigos, las canciones son como esa cana que
destaca sobre el negro tizón del acetato: llámese disco, archivo o
cedese.
Aquí
presentes no solo un desfile marcial de tonadillas, serenatas y
alegramañanas para bailar, gritar y sudar; también para pensar. Ni
que sea en la penuria que ya de por si supone, cantar al mal tiempo o
pretender hacer de la farándula un honroso sustento. Todo un mérito
con los tiempos que corren o eyaculan. Sí sí sí....
Por ejemplo:
Y sin ir más lejos que al cambio de milenio; año 2000 en curso. La
banda Escocesa Cosmic Rough Riders publicaba su obra definitiva:
Enjoy the Melodic Sunshine y fichaba por el sello de Alan McGee;
Creation.
DANIEL
WYLIE'S COSMIC ROUGH RIDERS_SCENERY FOR DREAMERS
Dos años
más tarde su fundador abandonaba la banda, fruto de la codicia y
protagonismo a raíz de su espontáneo éxito. Y la ambición del
resto de músicos que le acompañaba; por eso es evidente el cambio
visible de estilo y sonoridad de Cosmic Rough Rides pre_2003, y
posterior hasta ese año.
Y si a la ya
poca popularidad de la banda se le unen los malos rollos, tenemos a
una banda esencial en calidad y significativa del Scotish Sound de
los 90 al traste.
Por suerte y
aun a costa del anonimato, Daniel Wylie siguió componiendo y
grabando: The High Cost of Happiness/2007, Chrome Cassettes/2015. Y
su más flamante regreso SCENERY FOR DREAMERS, arropado por un grupo
de músicos a la altura y dispuesto a por lo menos, dejar constancia
de la grandeza de su talento. Ese testimonio que por suerte nos
vuelve como un boomerang, para recordarnos quienes somos y de donde
venimos.
Neil
Sturgeon (Goldenhour), Johnny Smillie (Thrum) y Jim McCulloch (BMX
Bandits, Soup Dragons), junto al menudo Daniel Wylie se han sacado de
la manga; ahora que ya nadie se acordaba de él. Un puñado de
canciones dignas de los momentos más álgidos de aquel fantabulósico
Enjoy the Melodic Sunshine, con un pequeño y significativo matiz: Si
aquel maravilloso disco apelaba al amor incondicional por la
psicodelia y algo de hippismo. Este Scenery for Dreamers saca de cada
nota, un arco iris powerpopero tan luminiscente, que con cada escucha
podría prorrogar el final del verano hasta las campanadas.
Si creíste
algún día que llorarías por los arpegios vocales de los añorados
primeros Rough Riders. Verás que las guitarras que guarnen este
esperadísimo disco, encajan con la voz de Daniel como una abeja a su
flor.
Canciones
que emulan a “Revolution (in the Summertime?)”, como “Jingle
Jangle Morning”. Y otras que se van de la mano con los
Teenage Fanclub, Big Star o el Neil Youg más vigoroso. En una
polisintonía de Pop de alma rockera que exfolia cualquier signo de
caducidad de géneros madre. “I Hear you Call my Name”,
“Rope (Everybody Lies)” y “Lucky Find”
lo certifican.
“A
Dream About you”, “Full Moon on the River”
o la preciosa “(Won't you) Just Smile”, ponen el
contrapunto a posiblemente, uno de los mejores discos de Pop a la
Americana en bastantes años. Y que por derecho nos gana a otro
músico más; de los esenciales para comprender donde nos hallamos.
THE
CLIENTELE_MUSIC FOR THE AGE OF MIRACLES
De Alastair
podríamos decir algo parecido. Sobretodo ahora que tanto ha aflorado
ese mismo Pop quebradizo de aires bossa con bandas como: Real State,
Beach Fossils, Horsebeach e incluso Destroyer. No es que en estilo se
parezcan estrictamente, pero sí en sensaciones o emanaciones
melódicas.
La vuelta
del lánguido Pop, es ese equilibrio necesario que todo hijo de madre
necesita; si no es que queremos convertirnos en el típico y
conformista amante de sonidos neutros. Y es justo en ese momento
cuando THE CLIENTELE entran en escena: Paliativo de felicidades sin
timón y tristezas lacrimógenas, sin por lo menos el mínimo
objetivo terapéutico. Que sí, que en la variedad esta el placer
regenerativo.
Sobretodo
cuando al prestarle una escucha, llegas a la conclusión de que hoy
por hoy. No hay banda que logre el clímax tan auténticamente
emotivo como Alastair con su voz y su guitarra.
La inclusión
de una sección de cuerdas casi orquestada. Que eleva el vuelo de las
doce canciones que componen este regreso, tras 7 años sin publicar
un largo; (sin contar su proyecto de Amor de Días de hace cuatro
años). Lo hace ya no solo más interesante, puesto que el valor de
las composiciones recuperan la inspiración de God Save The
Clientele/2007. Sino que nos devuelve a una banda que legitima ese
tipo de pop con referencias sesenteras, domésticas y confortables.
No por actitud, sino por inspiración a la hora de componer y
construir un disco que se escucha desde el placer y la melancolía
más imperecedera.
LAND
OF TALK_LIFE AFTER YOUTH
Otro disco
que nos recupera sonidos que por aquí ya deambularon hace cuatro
años de forma tardía; cuando debutó con su Applause Cheer Boo Hiss
del 2006, es la Canadiense Elizabeth Powell.
Desde
entonces ha publicado un álbum más, donde contaba con la
colaboración de Patrick Watson, Wintersleep, Stars, Arcade Fire o
Besnard Lakes en base a varios de sus miembros. Y este nos ha
reclamado la atención por ser uno de los pocos signos de vida que ha
dado Sharon Van Etten en un dúo vocal con ella en “This
Time”; el segundo corte del disco entre otras.
Un disco de
pura intensidad, que la reafirma como una de las voces más
interesantes, veraces y sinceras de nuevo cuño. Y no es de rigor
pensar que son sus múltiples colaboraciones o la de Sharon en este
caso, las que deberían acrecentar nuestro interés.
LAND OF TALK
tiene como gran virtud, esa facilidad para hacernos despreciar esa
mala fama que siempre ha arrastrado el IndieRock Americano en manos
de féminas. Cuando muchos creen que si no se va a los extremos, todo
queda en una repetición de esquemas que se acaba agotando. Porque
Life After Youth nos da de nuevo una nueva lectura sobre la hoja de
ruta de Elizabeth.
Alejado del
rudimentario tobogán lleno de aristas que suponía su anterior
disco, mucho más abrupto y en consonancia con la faceta más rockera
de Heather Nova; por ejemplo. Life After Youth nos arroja una
luminosidad de esas que realza Indie Rock hacia lindes poperas; o si
se quiere sugerentes.
Hermoso
conforme las escuchas se repiten, “This Time”
explota como un hit enfermizo. “Yes you Were” lo
recalca, y “Spiritual Intimidation” se erige con la
altivez de las canciones que presienten eternas. Después viene
cuando flirtea con otro tipo de atmósferas donde su preciosa voz
cobra el protagonismo que se merece. Y consigue que música y voz se
equilibren en consenso ecuánime: “Heartcore”, la
sigilosa “Inner Love” o “Macabre”.
LIFE OF
YOUTH es un álbum completo, de esos que sin estridencias ni hervores
desbordantes consigue el punto exacto de sabor, aroma, texturas y
deliciosidad que se necesita. Saciante!!
Y para
acabar. Antes de dar por concluso este pica pica de canciones y
verborrea. Con el único objetivo de curarnos arañazos e ilustrar el
escaparate de buenas propuestas, preparados para el desenlace final
de este 2017. No me quería despedir sin hablar de este señor, entre
la infinidad de cebos que contiene esta tumultuosa Playlist
trimestral.
Hay tiempo
suficiente para atemorizarse con la juvenil remezcla de ORIELLES.
Dejarse llevar por esa misma jovialidad pero en clave de guitarras de
CENDE; el otro proyecto del batería de LVL UP. Y hasta volverse un
poco superficial y pretender rellenar nuestro MP4 con el simple ánimo
de acompañar nuestros viajes al trabajo. No Judgenemt Please...
JOHN
MURRY_A SHORT HISTORY OF DECAY
Pero caray,
no me iba a marchar sin más. Teniendo a buenas en estas ya pasadas y
añoradas vacaciones, uno de mis más lucrativos bálsamos. Que no
solo de paisajes en silencio y cánticos de grillos barítonos vive
el hombre.
Luego están
los salmos. Esas canciones con sus autores, que nos bajan a los
infiernos de nuestra introspección. John Murry, este hombre hecho y
derecho con semblante de pocos amigos pero más bueno que el pan de
trigo. Tiene esa barita mágica para llevarnos allí donde nuestros
sueños se perdieron, entre desvanes, habitaciones a cal y canto, y
algún que otro desamor.
Y también
como quien partió de viaje sin billete de vuelta, que regresa cinco
años más tarde con un disco para amar.
El de Tupelo
(Missisipi), esta vez establecido desde hace años en Kilkenny
(Irlanda). Y con la ayuda de un ExCowboy Junkyes (Michael Timmins)
más la de Josh Finlayson (Skydiggers) y la inconmensurable Cait
O'Riordian (The Pogues) al bajo y las voces. Nos trae un disco entre
lo lúgubre, lo intimista y porque no, ese halo flotante místico que
tan bien se le da a Mark Lanegan; pero en clave de Folk.
Diez temas
con algún destello altisonante como gancho: “Under a Draker
Moon” o “Defacing Sunday Bulletines”.
Pero que en general, brilla más por los pasajes introspectivos.
Pese a ser
un disco de esos que detiene el tiempo, y lo difícil que eso puede
ser ahora. Contiene esa magia entre Bill Callahan y Mark Lanegan,
para dotar a todas sus composiciones de una amargura sostenida que
invade y traspone a la vez. Canciones como siempre me empeño en
resaltar: que modulan los estados de ánimo entre la tensión y la
calma, siempre necesaria. Un ejercicio de ambivalencias y contrastes
sin el cual yo no podría subsistir.
“Wrong
Man” y su descenso hasta lo más primario del Blues. O la
terapia de romanticismo infinito que trae consigo “When God
Walks In”, si tenemos en cuenta el crudo relato de hechos
pasados que arrastra cada una de las canciones: Un autismo no
diagnosticado, el abandono, la adopción y la muerte. Y un desenlace
entre las drogas y la cárcel, que fue lo que dio lugar a este
autobiográfico trabajo, cinco años más tarde.
Quizás así
se entiende mejor la mecánica de este disco y el heroísmo de sus
textos.
La magnífica
“One Day (You'll Die)” puede ser la mejor
ilustración del carácter oblicuo de las canciones de este disco.
Que absorben de verás cuando es el zoom, quien enfoca el grano
grueso de su impresionismo primitivo. La áspera “Countess
Lola's Blues” y el concluyente cierre y apertura de esta
cinemátográfica colección de canciones con: “What Jail is
Like” o “Silver or Lead”. Que capturan
con una rotundez absoluta, el carácter crudo, verdadero y
explícitamente esencial que domina el disco de principio a fin.
Imposible
inundarse de esa sensación sin atreverse a navegar por él sin
brújula ni salvavidas.
Y si ves que
discos como éste: de penitencia absoluta. O los otros de melancolía
autoinflingida no son suficientes, o se exceden en calma, cuando es
la agitación la que grita desde dentro.
No hay mejor
remedio que ponerse los patines de
CENDE_#
HIT SINGLE
Y tirarse
cuesta abajo con los ojos vendados, como quien quiere llenar los
pulmones de aire hasta caer en desmayo.
Porque sí
amigos. De discos energizantes hay muchos para desconectar el
sistema, de la inmundicia que desfila ante nosotros. Pero además,
los hay que rentabilizan y cotizan al alza la ferviente y olvidada
eléctrica. Y tiran de la funcionalidad más nativa en su talento
para soliviantarnos el alma.
Es escuchar
“Bed”, “What I Want” o “Good
Crime”, y caer en la cuenta de que a veces solo basta con
dar con el punto de cocción exacto. Ese punto entre lo crocante y
sabroso que le da equilibrio a la melodía fácil con chicha.
Canciones de apariencia simple que dan en el clavo como lo hicieran
Pixies, los primeros New Pornographers u otras tantas minúsculas
bandas, por alejadas que parezcan en su discurso.
Música
hecha con la tripa y el terciopelo de nuestros brazos: A veces
erizado, y otras hipesensible buscando la caricia.
CENDE ha
hecho de un puñado de temas; pues solo tienen dos discos cortos o
Ep's en curso. Un temario que regula la intensidad con furia y
sensibilidad a partes iguales. Pero que es imposible desecharlos como
uno de los mejores aciertos del presente año, junto a Rozwell Kid.
Vitaminas para la mente que levanta la impotencia reinante en el
mundo de la comodidad. Y que además, como gran mérito: Saben como
nadie unir lo extremadamente Pop, con la gasolina guitarrera que
algunos necesitamos como el pan nuestro de cada día.
BESOS,
AMORES, Y ABRAZOS COARRUGADOS!!
00-THE ORINELLES_Sugar tastes like salt (radioactive man rmx)