Regresar
a sitios donde has estado hace mucho mucho tiempo. Tiene de añoranza
tanto como de recuerdos que más o menos ilustran como paisajes,
pesares, dolores dulces y momentos tan precisos, que hasta pavor
dan:
Ver
la rivera del rio Vero nevada por las semillas de los Chopos que lo
franquean en Primavera. Un texto de Astor Piazzola que escribí,
mientras desde la ventana miraba el gélido invierno. Y hasta la
capitulación de mi padre con ese dolor de las pérdidas allí
grabado, en la ruta tiralíneas de Lleida a Barbarastro.
Todo
esto no es que compense ni mucho menos. Tan solo se aparecen igual
que fantasmas; con la poca escapatoria de acogerlos como el rastro de
los años que pasaron.
Intentas
inventariar esa fecha, tu edad, que hacías por entonces. Y así
intentar averiguar que sucede para que de repente todo se construya
ante ti; justo cuando ya lo habías olvidado. Pero descubres que solo
recuerdas aquello que te conmueve.
Saludas
a esa señora mayor madre a la que le tiembla el pulso para activar
la tarjeta de la habitación del Hostal. Preguntas por su joven hija
que ya tiene a sus hijos criados, por su marido que murió. Y sin
saber porqué, cada diapositiva, estampa y calle, suena a “Let
it Begin”; atrapándote la melancolía desde el estómago
hasta el espinazo.
Hay
músicas que de igual manera. Sin saber ni preguntarte demasiado
porqué. Emergen de la nada actual para recordarte el calostro que te
amamantó de la misma manera que descubriste la electricidad al meter
el tornillo suelto del sofá en el enchufe.
Ese
escalofrío de POP sorbete que sin más, te hace chiquillo de riffs y
versos inocentes.
Te
volverías a enamorar de la primera que pasa. Confesarías tus más
oscuros secretos con un Royal Crown compartido. Y seguro que te
volverías a masturbar con tu vecino del segundo, para ver de nuevo
que se siente al descubrirse.
Es
esa magia musical que sin venir demasiado a cuento, rompe con la
monotonía de lo predecible cuando miras debajo del somier.
Y
te vuelves a asomar a la ventana apurando el último pitillo de la
noche con ese Tilo gigante embriagador, el rumor del rio y el
campanario de la Catedral de Santa María de la Asunción. Para que
SAY SUE ME haga de cómplice.
Sabes
sin temor a equivocarte. Que esta será otra estampa de nuevo
eviterna.
El
joven cuarteto surcoreano a conseguido con su segundo y más reciente
Lp, lo que no ha logrado toda anglosajonia en los últimos 10 años:
Volver a santiguarnos de sorpresa como quien vuelve a sentir ese
cosquilleo de juventud.
No
porque (que en parte sí), te rememoren una colección de tonadillas
que se adaptan a tus edades más míticas. También y con sonoridad
porque han publicado un disco donde hay casi de todo, en su sitio, y
grabado/tocado como los ángeles:
Canciones
redondas que arañan en el clímax por pura sensibilidad; y ya. Tan
buenas, como para olvidar que la diana Pop aun pareciendo fácil y
siempre subestimada. Pocas veces consigue que lo espontáneo suceda y
engrane sin más.
WHERE
WE WERE TOGETHER además, bebe mucho de un Pop sesentero que
escapa del típico tweepop juguetón que tanto gusta a bandas
niponas. Y en este caso, al margen del hipotético exotismo de ser
hecho por una banda Coreana. Hay un poso impertérrito que retrocede
más allá de las continuas revisiones al indie más reciente, y
hurga por lo menos, con una exquisitez más propia de la Velvet de
Nico, Left Banke o Nancy Sinatra; al menos como lienzo. Pues
irrenunciables son sus referentes más obvios (Primitives, Camera
Obscura o Woul-be-Goods).
“Let
it Begin” así lo certifica dejando una impronta de
infinita melancolía. Con rasgos más propios del folkpop americano
que del destino que va tomando el disco conforme avanza.
“But
I Like You” arropa con unas guitarras tremendas pese a la
juventud de la banda, y van más allá con radiantes riffs; se nota
que detrás del masterizado está Mathew Bamhart (The New Year, Metz,
Superchunk, Bedhead).
Que
les ha extraído una cantidad de sustancia a las canciones, bien
hechas de por si, con unas cuerdas,voces y sección rítmica tan bien
dispuestas. Que una simple sonata pop como “Old Town”
gana un peso arrollador sin más armas que la melodía ideal. “Ours”
se viste de gala para codearse con Sarah Cracknell and Co.
Antes
de despegar hay otra joya, “Funny and Cute”. Donde
la sombra larga de Nico reluce bajo el manto de una guitarra
sencilla, natural, precisa… increíble.
“I
Just Wanna Dance” es esa canción que The Primitives
hubieran querido grabar en su regreso para no seguir viviendo de
Crash y Stop Killing Me; y que no hay duda que son sus padres
putativos. “B Lover” perpetua el pop infinito. Y
“After Falling Asleep” nos desmonta igual que Asobi
Seksu lo hizo con “Thursday” hace doce años.
De
todas formas, canciones como “Here” son las que
marcan la diferencia. Escapándose de cualquier comparación simple y
llanamente por su excelsa delicadeza y preciosidad.
No
es una preciosidad de excesos ni ínfulas. Sino una belleza natural
como las chapetas sonrojadas de una niña que juguetea bajo el sol de
verano en los olivos. Igual que su instrumental lo es también de
vaciamiento. O el remate de “Coming to The End” que
sin manías, bebe más de emocore, postrock o shoegaze que de Pop
aparente.
Ese
ese plus de credenciales que presentan cuatro jóvenes de apenas 20
años. Y que como un estado de gracia. Saben que… si hay alguien
que sobre el pop y sus melodías piense, que ya todo está escrito,
es que ha perdido la esperanza en la realización.
Las
cuatro gemas de su otro Ep de este año en curso, no son esos ases
bajo la manga. Es el culto tan de 90’s, de Ep`s, singles y caras B
donde estaba casi siempre lo bueno. En este caso cuatro versiones con mucho pedigrí:
La
excelsa y preciosa versión de Blondie “Dreaming” se define así de
fácil; basta con escucharla. Un baile de fin de curso (tímido,
cursi, ruborizante), es “Do you Wanna Dance” tan
tremendamente sixtie que resucita al incombustible Bobby Freeman de finales de los 50. O “Beginning to See the Light” de la Velvet, que hace
y no soy amante de
agravios comparativos,
que no eche demasiado de menos a la última esperanza del Pop
agitador: The Pains of Being Pure at Heart.
Que
digo yo, que igual es cierto eso que dicen que el Pop es como menos
profundo, más de mente en blanco, efímero, con caducidad, o un
objeto de consumo que se agota con facilidad. Igual tenéis razón.
Mientras.
Sigo creyendo que la prueba rocanrolera de la cover ramoniana que
cierra este aperitivo: “Rockaway
Beach”. Hace,
por lo menos. Que acepte
esa verdad a medias, y sobrelleve con alegría las recaídas y
fidelidad a los ⅔ minutos instantáneos.
Que
los disfruten