Cada Sábado
, cuando visito a mi octogenaria madre , me como sus magníficas
lentejas y me echo la siesta en mi antigua cama de adolescente ,
sueño con años pasados.
Ese cuarto
que aún conserva colgado en sus paredes uno de aquellos dibujos al
pastel que hice cuando con 14 años estaba volcado en la pintura;
una de mis muchas aficiones difusas e inconstantes. Los mismos
muebles continúan allí: El armario , la mesita , la silla y la
cama; los recuerdos parecen haberse quedado impregnados en las
blancas paredes. Y cuando después de tomar café en el bar de
enfrente y charlar con algunos viejos amigos; que continúan
atrincherados en ese viejo barrio de la periferia , mi cuerpo solo
puede dejarse llevar por la narcosis: Que te empuja hacia la cama
como aquel Jean Marais que se disponía a atravesar el espejo hacia
el mundo del sueño y de lo irreal.
En ese mundo
viajo: Me acurruco entre las sábanas afelpadas y el bellú de la
almohada; y me dejo llevar por los recuerdos que me devuelven a cada
una de mis edades: Recuerdo como me escondía los veinte duros de
papel en el calcetín para que no me los robasen los gitanos de mi
barrio; cada vez que acudía al cine de mi barrio a ver películas de
Kárate y de Godzillas. Recuerdo las tardes del Sábado saltando la
valla del colegio de al lado , para pasar horas interminables jugando
al Baloncesto. Y recuerdo las tardes donde las horas se multiplicaban
por 10 , escuchando discos y el programa de Carlos Pina en Radio 3.
Los sueños y los recuerdos varían según el día , hay veces que
aún puedo escuchar la voz de mi padre despertándome para ir a
trabajar.
Son ese tipo
de sonidos que con el paso de los años han desaparecido: Lo que hace
25 años era bullicio se han convertido en silencio; tan solo
alterado por el jolgorio de mis hijos y mi sobrina.
Cuando
desaparecemos y regresamos a casa me imagino que todo se vuelve a
quedar en silencio , y es esa la sensación que de verdad me aterra.
Mi madre dice que cuando se queda sola habla con mi padre: Le cuenta
lo que a hecho , como están creciendo sus nietos y la media lengua
que tiene mi hijo pequeño.
Esa especie
de esoterismo que tan arraigado estaba en los cortijos y en los
pueblos donde mi familia se crió , y que se ha transmitido
generacionalmente en mi casa. El abono perfecto para superar las
limitaciones que a uno lo estigmatizan , y que al final se convierte
en el alimento de nuestras raíces .
Como lo son
las lentejas de mi madre , sus cocidos , los potajes o las palabrejas
que uno cree que no figuran en los diccionarios. Sus lentejas son una
mezcla de tradición y sofisticación que en alguna ocasión he
intentado emular sin éxito. El pasado Sábado , para darle más
empaque al encuentro me llevé una botella de vino. Algo que
normalmente no hago y aún no se porqué , siendo como es el del
guiso , uno de los maridajes más sublimes que se le puedan dar a un
vino.
En mi último
viaje a las tierras de Huesca , a las que estoy adscrito muy de tarde
en tarde por motivos laborales; decidí en esta última ocasión ,
hurgar por entre las estrechas calles de Barbastro en busca de uno de
esos vinos de Somontano que no figuran en las estanterías de las
tiendas fuera de sus fronteras. Y es curioso y sorprendente a la vez
, observar como con la expansión que ha tenido en estos últimos
años una zona como Somontano , son pocos los vinos que nos llegan
aquí: Si acaso Enate , Pirineos , Viñas del Vero , Laus o Marboré
son los únicos que se han dejado ver , limitando mucho las
posibilidades de esta denominación.
Es incluso
sorprendente escuchar a los lugareños hablar de sus vinos , a los
que parece no importarles mucho su expansión fuera de las fronteras;
quizás por una falta de cultura real sobre el vino y sus variedades
, y que pese a la riqueza que atesora nuestro país se ve mermada por
una falta de interés general.
Encontré
una pequeña tienda remontando por el paseo del Coso , al final de la
misma se encuentra Vinos Murillo. Una pequeña tienda medio bodega ,
donde se pueden encontrar por exclusividad casi cada una de las
bodegas de Somontano: En sus estanterías solo hay vinos de Somontano
, como si de una reivindicación legítima se tratase , intentando
dar la importancia que se merece a tan excelsa variedad de vinos.
La idea era
adquirir un 12 LUNAS MÁS UNA , un vino con una excelente relación
calidad precio , como viene siendo habitual en esta zona , y que ha
recibido alguna de las mejores puntuaciones en las guías de rigor
(aunque esto no siempre sea garantía de éxito). Por desgracia se le
había acabado , lo que me obligó a improvisar y arriesgar en mi
decisión , lo cual todo sea dicho de paso me encanta: Los riesgos en
las decisiones acertadas o equivocadas , son las que te llevan por lo
general a descubrir y a experimentar , puesto que no siempre es lo
más acertado escoger el camino fácil que nos suele llevar a beber
siempre los mismos vinos , a comer siempre lo mismo... vamos a
acomodarnos. Aceptando las recomendaciones del señor tendero me
decanté por dos vinos elaborados con uvas desaparecidas en Somontano
desde hace bastantes años , y que ahora en una visión más creativa
de la zona se están empezando a recuperar: Una es el COJÓN DE GATO
y la otra LA PARRALETA.
Estas , son
dos uvas que en mayor o menor medida se están integrando en vinos
que por lo general se alejan bastante de lo más común en Somontano
, son uvas que nos dan vinos con una textura más mineral de lo que
estamos habituados sobretodo en esa zona de Aragón.
Vinos
incómodos y exigentes , que en lo que a mi confiere , supone una
dura prueba para mi mal criado paladar; y que me ayudan experimentar
nuevas sensaciones. El vino de echo tiene esas dos grandes virtudes:
La del placer que puede suponer degustarlo , y el de las experiencias
gustativas y olfativas que nos puede descubrir y evocar. En el fondo
es así como deberíamos abrazarlo , puesto que en la evocación se
esconden a menudo muchos de nuestros recuerdos de infancia , que el
cerebro se encarga mecánicamente de almacenar y que aparecen así ,
por arte de magia.
Abrí la
puerta de la vidriera del sinfonier y saqué una de esas copas que
las madres guardan para las grandes ocasiones; aunque esas grandes
ocasiones jamás lleguen y las perpetúen como un simple adorno
donde se recosta el polvo.
Mientras ,
en la pequeña mesa de la salita de estar; pues los fastos ya no son
tales como para llenar el comedor; permanecían la botella de
PARRALETA y el PLATO DE LENTEJAS , uno al lado del otro: Mientras la
botella pizpireta se oxigenaba altanera , el plato de lentejas
desprendía el calor de la comida recién hecha , intentando seducir
a la altiva botella.
Ella lo
evitaba esperando quizás sobre la mesa un Magret de Pato o una
pierna de lechal; hasta que por fin cruzaron sus miradas , lo que en
un inicio pareció un desacuerdo , acabó siendo un flechazo a
primera vista.
La textura
de la cebolleta , el aceite y el vinagre , todos ellos crudos sobre
el manto adoquinado del plato hondo , se fundieron en un abrazo en
el que la copa mostró sus perfumes; no de Chanel , ni de Christian
Dior o Dolce Gabanna , si no: De guindas licoradas , de bosque
fresco y de repostería , tan intenso fue su primer abrazo que su
alcohol subido se desvaneció súbitamente para dejar a las Lentejas
hipnotizadas con el profundo rojo picota del PARRALETA. Una historia
de amor en toda regla señores: Violines de fondo , mi madre con los
ojos en blanco; y sobre la mesa que *un día lijó el Manolo , un
auténtico baile de mundos separados.
Esta
Parraleta mono varietal pertenece a una nueva serie de las Bodegas
ALODIA , donde se han producido una serie de vinos con una sola uva:
Syrah , Moristel y este Parraleta , que curiosamente no aparece
detallado en la web.
Son vinos
todos ellos que no superan los 8 Euros y que sin ser unos vinos
sorprendentes , suponen una apuesta diferente de la zona sobre
aquellas antiguas uvas que acabaron olvidadas en detrimento de: El
Cavernet Sauvignon , El Tempranillo o el Merlot . Y donde las
pequeñas bodegas están teniendo un protagonismo definitivo.
Parraleta es
un tinto que requiere de un guiso que lo acompañe (por poner un
ejemplo) , si lo que queremos es que su entrada nos sea
verdaderamente expresiva. A mi con la primera botella y sin comida me
pareció quizás un vino demasiado cerrado y con el alcohol un pelo
subido; sin embargo es un vino que se deja querer cuanto más se
bebe. En boca los taninos están muy bien integrados pese a su alta
graduación , con madera ligeramente marcada y un fondo panorámico
donde los frutos rojos se integran ligeramente , dando una entrada
agradable de fresas , romero y un final bastante especiado.
La verdad es
que esperaba algo más de él , no obstante sigo prefiriendo este
tipo de vinos experimentales a los acomodados Cavernet y Merlots que
parecen querer buscar un vino sinónimo en vez de ahondar en el
pasado por farragoso que resulte. De esta Parraleta se conoce de su
dificultad para cultivarla dependiendo del clima del año y como
responde ésta en su madurez , de la graduación que se necesita para
extraer un vino de calidad; incluso casta de la misma.
Recientemente
se ha descubierto en estudios , su parentesco con dos uvas
relativamente distintas: La Graciano de Rioja y la Tintilla de Rota
(Jerez) , un hallazgo sorprendente que amplía de esta manera el
árbol genealógico de nuestras uvas autóctonas , y que nos ayuda a
conocer con más exactitud los parecidos razonables de distintas uvas
y de nuevos vinos.
*Efectivamente
, si se mira bajo la mesa se puede leer: Esta mesa la ha lijao el
Manolo.
Precio aproximado: 8 Euros
Uva: Parraleta
D.O: Somontano
Porcentaje de Alcohol: 14'5 %
Crianza en barrica de roble Francés
Web de la bodega: http://www.alodia.es/?mod=home
Wed del consejo regulador: http://www.dosomontano.com/
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