Sucedió
así, fácil y sencillo, de repente. Como esos encuentros inesperados
que lo abordan a uno de renuncio y sin coartada posible a pie de
calle.
Nos pasamos
la vida meditando y sopesando tal o cual ensayo, acierto o quien sabe
si pruebas fallidas. Temerosos cuanto más dudamos, y excitados cuan
más carnal es el arrebato: bajo fondo que nos anuda el intestino,
fervor que sacude las entrañas y relinche cardíaco. Nos gusta
subirnos en marcha, saltar las barreras y soltar el pesado lastre del
orden. Lanzar una y otra vez las agendas al río para cazar al vuelo
las ocasiones, que son pocas, de conocer en persona a aquellos
soñadores que trabajan en silencio con proyectos tan personales e
idealistas como el de Nacho León.
Demencia de
Autor es la mejor forma posible de bautizar una aventura, que por si
sola. Ya es suficiente, para contagiarnos aquella osadía infantil
que se desangró camino de nuestra madurez, y que a toda costa
intentamos recuperar. Y aunque la recomposición del orden natural de
las cosas, tras la vuelta al trabajo después de 15 meses, me haya
obligado volver a calcular la elasticidad del tiempo y las
prioridades. Después de casi ya un mes de aquella noche&nacho y
sus botellas en casa, va siendo hora que la criatura vea la luz.
La semana
del pasado 19 de Febrero se dieron todas las condiciones, para que se
produjese tan ansiado encuentro: Que Nacho León estuviese
promocionando su nuevo alumbramiento -Pyjama- de la mano de su
distribuidor en Barcelona, Viteri Winery aka Israel. Que
surgiese un hueco de la intensa agenda... Y claro, las ganas de
compartir esos momentos que te hacen cómplice de esa chispa mágica,
que son las intimidades de la elaboración.
Y Nacho nos
cuenta...: con el ritmo sereno y sosegado de un metrónomo que nos
marca la cadencia templada, tranquila. Como la de esos niños
absortos que asisten a una de esas historias de mayores, al abrigo de
la noche y frente a la candela de una lumbre. Son ese tipo de relatos
desmigajados entre lo biográfico, personal y emocional. De alguien
que salió de su Valladolid natal en busca de nuevos horizontes
vínicos, de aprendizajes en bodegas Riojanas a sueldo, atento y
presto en silencio. Hasta que en un momento poco exacto de su vida se
cruzó el Bierzo en su camino y decidió ser él, el único dueño de
su destino.
DEMENCIA DE
AUTOR es una bodega/proyecto realmente joven, con 8 o 9 años escasos
de vida. Un proyecto construido e imaginado desde cero echando a
volar castillos en el aire; como esas cosas en las que solo cree uno
mismo.
Nacho nos
habla de campos abandonados. De unos procesos sociales abrasivos que
nos alejan de la tierra, buscando quizás en fórmulas mágicas y
efímeras la solución al abandono rural y consiguiente reconversión
de la industria, en futuros todavía más inciertos. Posiblemente
porque estamos demandando a gritos un cambio de sistema de
subsistencia más libre, sincero y natural. Y en este punto, bodegas
como Demencia entre muchos otros jóvenes viticultores de aires
quijotescos. Son parte importante de esa revolución silenciosa
dispuesta a desmontar los obsoletos paradigmas a la hora de elaborar
grandes vinos, con uvas históricamente denostadas.
Son
proyectos que desde hace una década aprox. han marcado un punto de
inflexión en el tanto y cuando de los métodos de elaboración y
producción en nuestro país, y lo más importante: la recuperación
de algunas de zonas únicas, abandonadas a su suerte, o el intenso
trabajo desde cero para dar la importancia que se merece la viña, y
no tanto las obsoletas D.O . Una vuelta al punto de partida o mirada
atrás para recoger aquel paquete de se nos cayó por el camino hace
un ni te cuento de años. A los orígenes, a la simpleza o a los
cuatro acordes perfectos que dan con la melodía única e
irrepetible. Así que sin perder el hilo de las explicaciones que nos
dio aquella noche uno. Que en su lucidez reflexiva y casi oriental de
su forma de ver con sus ojos el Bierzo, nos contó el porqué de ese
idilio que mantiene.
Por pena,
pero más por orgullo y demencia que por compasión. Nacho & Co. decidieron
invertir sus ahorros e ir comprando algunos microcultivos: Pequeñas
parcelas, minúsculas, fruto de la idiosincrasia familiar de antaño,
en la que se solían repartir las tierras de padres e hijos de manera
tan equitativa que a día de hoy, El Bierzo, está prácticamente
hecho de pequeños retales. Muchos de ellos a la deriva. Porque
seamos francos, la juventud no está por la labor de dedicar sus
vidas a levantar un cultivo diezmado por años de pesticidas, malas
praxis, poco rentables y exigentes en cuanto a dedicación.
Una decisión
idealista y alocada a simple vista, pero llena de fundamento si se ve
esas tierras Leonesas con los mismos ojos que Nacho: Desde la
perspectiva que da la configuración única e inigualable de sus
campos y sus viñas.
Una de las
pocas zonas de España donde se conserva el mayor número de viñas
viejas, cada una de una madre, sexagenarias, de retorcidas,
emperifolladas y otras con más belleza interior que atractivas
curvas. Caprichosas cuando intentamos seducir sus tesoros más
preciados; los pámpanos con sus racimos. Exigentes con el tiempo y
el momento exacto de recolección; si se quiere tener en buena dote
el frescor de sus bayas: Ni pronto, ni tarde para que el líquido
preciado se desnude pleno de frescor, fruta y piedra.
Que bebamos
de su vientre, y cerrando los ojos podamos leer en el bajo relieve
del paladar lo que pasó aquel año: Los recuerdos probablemente, de
instantáneas citas bajo la mirada atenta de la luna, vigilante de
oscuros hermetismos y de aquellos carnosos labios de arándanos y
grosella, con su fragancia a tocador a kohl.
La mejor
manera de tomar el pulso a las constantes vitales de este ejercicio
de creatividad inconformista; después de aquella primera botella
tres años atrás (la de su segunda añada 2007). Es por tanto,
pasar a la acción y cogerla por la cintura para sacar a bailar los
encantos de sus vinos.
Un primer
PYJAMA de entrada y con la inercia que da la tertulia de pie en
barra. Un vino extraído de Mencías más jóvenes quizás o
simplemente distintas por composiciones de tierra y orientación. Y
que nos acerca al verdadero significado de Demencia, como un vino que
habla con franqueza del origen alimenticio y del vino de pueblo. Que
nos acerca al verdadero objetivo del vino; el del diálogo. En este
caso, Pyjama ejerce de contrapunto, de bisagra entre el vino base y
el trabajo de selección con el que encontrar la dignidad del vino de
copas, de poteo y picoteo. El de cháchara y el de la justicia hacia
vinos más inmediatos y directos como lo es también el CACHICÁN
(otro invento inconscientemente maravilloso de este colectivo, e
instigado por su socio Bruno Arias).
En Pyjama
encontramos motivos suficientes para adentrarnos en la espesura de la
Mencía. De su singular hábitat y propiedades exigentes de su
cultivo, y el resultado asombroso cuando se la trata con mimo y
cierto grado de locura. Del trabajo minucioso de la cata de cada
barrica, de cada viñedo y de cada zona nace esta selección que por
características concretas no entra dentro de la complejidad de su
hermano mayor, Demencia. Sin embargo han dado con la clave, o con el
complemento ideal con el que darle sentido a su filosofía.
Un tinto
directo al paladar, sin esa carga de extracción y volatilidad de su
hermano mayor. Con un primer golpe a flores (violetas, geranios). Al
tiempo que van apareciendo tostados, pan, brasas candentes conforme
se acomoda a la copa tras mecerse con el movimiento. Al rato una
ligera oxidación, pero no una oxidación como defecto, sino como un
cambio natural. En los vinos de Nacho León el error no condiciona el
resultado, sino que lo hace franco, cercano y apetecible. En sus
vinos habla la fruta sin filtros ni disfraces, hay que entenderlos
así: vinos vivos, transformistas y elásticos.
El ataque en
boca tiene esa misma franqueza, sin aristas que enmascaren el
verdadero carácter fresco y frutal de la Mencía. Pero a su vez si
mantienen cierta complejidad, toda ella muy transparente y adictiva.
Con taninos muy pulidos y con una acidez nada agresiva, que va de
cabeza al final del paladar y que limpia la boca para ser todavía
más delicioso y refrescante. Detalles ahora de cacao, sutilmente
mineral, con un final ligeramente amargante que recuerda a la piel y
la carne de las ciruelas.
Una Mencía
redonda que armoniza en desenfado y cierto misterio, de aquellos que
te invitan a analizarla llevado por cierto grado de incosciencia.
Después
pasamos a palabras mayores con su estandarte; DEMENCIA en sus añadas
2008 (casi agotadas) y su más reciente 2009. Un juego de trileros
para ver de verdad como dos vinos pueden preservar su identidad y ser
tan distintos entre si.
Nos ganó el
pulso su añada más reposada y tranquila, la 2008; pese a ser una
cosecha complicada. Tiene un empaque casi magistral, seductor, una
concentración maravillosa y de puro elixir. Que lo hace a uno
meditar con tal de no dar fin a tan buenas sensaciones: una
concentración que tizna copa y paredes, que deja huella y el grabado
de su inexistente clarificación. Nariz de inicio secante, a estancia
antigua de sábanas recién lavadas y almidonadas. A polvos de
tocador y carmín con cierta feminidad, imponente e intimidatoria.
Sin embargo y pese a esa feria de aromas balsámicos, intensos y
turbadores. Su ataque en boca es sedoso, con un tanino tan bien
integrado en la profundidad de su paso que es puro masaje. Su acidez
es rica, nerviosa, e invita a seguir bebiendo. Hay frutas negras,
algo de tabaco y regaliz, estimulante y reconstituyente.
Se notan y
mucho los bazuqueos con respecto a su última añada recién
comercializada, la 2009. Con un ataque mucho más directo al fondo
del palatar y mucho más tranquilo, sereno. En nariz de inicio es más
volátil y tarda un poco más en abrirse que su compañero. Bastante
más mineral con recuerdos a café verde, puede que algo de
mentolados y verdura cocida. Sin duda muy distinto al 2008 e incluso
a ese 2007 que me desvirgó. Se ve claramente un claro cambio de
concepto en la vinificación, y diría que hay un antes y un después
respecto a sus primeras añadas; ni mejor ni peor, diferente.
Esta 2009
tiene cualidades de fondista, con bastante menos extracción que su
antecesor y eso se nota mucho en su paso en boca. Más longitudinal,
fino, armónico, y me atrevería a decir que mejor preparado para una
larga guarda. Esto quizás tenga algún inconveniente si carecemos de
la paciencia que necesita este vino para extraer todas sus
cualidades, pero creo que con los años en botella nos dará grandes
satisfacciones. Claro que esto a veces no se entiende, me refiero a
esos cambios tan manifiestos y a esa demanda de espera, de botella o
de guarda que algunos no estamos dispuestos a tener. De echo las
primeras opiniones del Demencia 2008 allá por el 2012 fueron
diversas y encontradas, lo cual me confirma como decía Nacho que es
un vino que necesita tiempo y botella; algo realmente complicado en
producciones tan pequeñas y alternativas como DEMENCIA DE AUTOR.
DEMENCIA es
una apuesta de riesgo un tanto experimental, si así se la quiere
definir. Exige entender la idea del proyecto: el ensayo y el error no
como un defecto, sino como una virtud de un proyecto vivo y en
constante progreso. Una idea sobre la elaboración del vino, su
franqueza, del ejercicio del mismo al expresar, de las sensaciones
que produce y sin intervención alguna: exfoliantes, renovadoras y
fieles a las historias anónimas y ancestrales.
Puede que
esos progresos a veces no sean entendidos por aquellos que buscan
vinos fiables. A veces poco fieles con los cambios naturales de las
plantas, la climatología de cada año y su distinta ubicación; en
demasiadas ocasiones conservadores, inmovilistas y acomodados. Sin
embargo, si sois de los que entendéis los disfrutes de la vida, como
un ejercicio para experimentar y avivar las ascuas de la curiosidad,
digamos que infantil. DEMENCIA es la bodega o colectivo que mejor lo
representan y lo llevan a cabo sin presiones comerciales.
Todo esto
aunque pueda parecer una filosofía suicida. Nos lleva a un terreno o
a un estado etéreo, imperceptible por el que descubrir a los nuevos
impulsores de otro nuevo modelo de viticultura. La que tiene que
ejercer de auténticos ideólogos. La del cambio hacia nuevos
escenarios con los que cambiar nuestra percepción del vino, los
pequeños productores y su importancia en la evolución/involución
de nuestra cultura de consumo. Ellos son los verdaderos artífices, y
a cambio solo piden abrir nuestra mente y sentidos.
Tanto como
el colofón fin de fiesta que culminó con CARABALLAS: Un Verdejo que
Israel (Viteri Winery) -otro demente que se encarga de distribuir
junto a Demencia y otros vinos “distintos”- y que puso por cuenta
propia. Todo ello con un mismo fin: volver a tener frente a frente a
uno de los Verdejos de tierras Vallisoletanas más sorprendentes,
evolutivos y auténticos que he tenido el gusto de probar. Nada que
ver con esos verdejos con sabor a colonia Nenuco, que está ahogando
de éxito el consejo regulador de Rueda a productores capaces e
inundando estanterías en grandes superficies. A base de permitir
sobrexplotaciones, precios ruinosos y la consiguiente desbandada de
la D.O de aquellos que pelean por un Verdejo con terruño.
Ya lo hice
hace dos años cuando nos conocimos en una degustación de Cristina
Guillén en 2012, creo. Aquella tarde cayó en mis manos su preciosa
botella, entre lo elegante y austero diseño: sin inventos ni
parafernialias, puro cultivo ecológico vigía. En aquel tiempo
todavía joven ya apuntaba maneras. Un año más tarde cuando probé
la misma añada con dos años de botella, crecía exponencialmente,
que gustazo de evolución!! Pero la noche de autos, para limpiar el
gaznate de taninos y ambrosías, que mejor que los restos de la
batalla del 2011. Ojo, que se dice rápido un blanco ecológico con
tres años y pico de botella. Un verdejo sin crianza ni trabajo de
lías que debería venirse abajo con el tiempo... pues no!!
FINCA
CARABALLAS en esos tres años tiene la elegancia arrabalera de una
dama forjada a base de currito. Era muy prometedor por
entonces: toques herbáceos con buena acidez, longitud, pequeños
apuntes de mineral, de sal gorda, pero con el frescor floral de su
juventud. Pero volver a dar con él, con el tiempo que da no tener
una distribución masiva; por suerte. Hace que el reencuentro sea aun
más efusivo. Más todavía cuando se demuestra para incrédulos,
impacientes, y amantes de la velocidad, que el tiempo juega a nuestro
favor. Saber esperar y guardar aquello que por limitaciones
productivas y de negocio sostenible no se puede envejecer en bodega.
Y descubrir un vinazo que combina en exotismo, el paso largo amable,
aterciopelado, y ese carácter varietal que podría echarle un pulso
a Borgoñas o vinos que duplican el precio del mismo.
Con una
nariz impresionante a hinojos y hierva fresca con fondo frutal a
orejones o paraguayos. Con reminiscencias exóticas a coco, a
mango... turbador. En boca es delicioso y sabroso, combina a la
perfección una ligera untuosidad con su acidez luminosa. Preserva
intactas esas cualidades de ligera salinidad y mineral muy bien
integradas en esa boca amplia, larga de las que llena el alma sin
empalagar; muy al contrario, engancha. Da otra imagen menos típica,
ligera y aguada de los Verdejos actuales, y contiene un marcado
carácter de terruño; puede que el del auténtico Verdejo. Algo que
por cierto, lo dignifica y mucho; sobretodo porque su vinificación
es de lo más natural y veraz que podamos encontrar en el mercado.
Así pues,
tras achucharnos entre espías, bañarnos de fuera para adentro y
alargar la velada hasta la madrugada. Disfrutar de la cercanía que
da el diálogo de quien ve los vinos desde la perspectiva del origen
y el destino incierto pero fiel. Y descorchar contrabandos personales, como el Barolo PIRA del 2004 que allí se coló y la fiesta se plantó (vino para todos y algo de comer).
Solo me quedó darle un abrazo y dos
besazos; acto surgido desde la inconsciencia demente. Eh!! pero
sincera. Nos hacen falta muchos Nachos León para aparcar la premura
y la impaciencia. Que la velocidad sin control solo deja una estela
borrosa; con lo hermoso que queda el paisaje inmóvil, silencioso y
paciente.
SALUT &
VINOS!!
Pinta de lujo esta demencia, me gustaría probarla. A Nacho le tiene que gustar este post. Un abrazo, crack.
ResponderEliminarPues mira Johnny, si bajo y nos vemos que sea una botella de DEMENCIA la protagonista de la celebración; que mejor vino para ilustrar nuestra filosofía jejeje. Para semana santa se pueden dar las condiciones, mi mujer ya está convencida que lo difícil jejeje.
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