No os lo
vais a creer como corrían, saltaban y resoplaban entre el sudor de
un Otoño más que inminente. Porque si hay todavía alguien que
discrepe en la capacidad de embeber de tiempo y edad que tiene la
música, a los leones con él!!
La mirada
atónita de los virtuosos del jazz que decoran la Nova Jazz Cava de
Terrassa, fueron testigos del extraño suceso:
Las luces
confluyendo sobre el skatalítico escenario del coqueto auditorio de
artesonados, apantallados, la forma de la platea; que bien podía
ser la de una ermita en lo alto de un promontorio. Y un puñado de
acólitos donde ya por tiempo, ni jerarquías o galones hay que
valgan. Si no es la palabra y el acorde a golpe de “Oh Why do
you catch my eye, them Turn Away?” los que prácticamente
resumen el secreto del elixir de la eterna juventud.
GEORGE BEST se publicaba hace una treintena de años bajo el techo de Reception; prácticamente autoeditado. Y allí, en su flamante 1987 de puente colgante, entre la herencia punk de finales de los 70 y lo que sería el rebrote del indie como un alka-seltzer a punto de ebullición. Treinta años después, sigue siendo uno de los más frescos testimonios del Pop ganzúa. Con el que forzar ese cofre que explica de que va el indie de la era verdadera.
Ese mismo
que el pasado 5 de Noviembre, a base de melodías. Acabo
convirtiéndonos a los allí presentes, en niños de ojos brillosos
con su juguete favorito entre las manos.
Hubo incluso
algún que otro relevo generacional de padres a hijos: De padres que
se vuelven criaturas momentáneas, y de abuelos que invierten su
reinado en timbas de tengui y falti; que si no fueron
todas, sí los amuleto.
The Wedding
Present, ya tan solo con el bueno de David Gedge al frente. Ha sabido
rodearse de discípulos aplicados, en eso de dar a su temario más
clásico el tono adecuado. Y a sus nuevas composiciones la entidad
acorde con su evolución.
El cuarteto
de Leeds, no es que haya cambiado o se mantenga tenaz en un sonido de
culto estático. Sino que ha sabido como pocos, contextualizar la
idea del Pop de guitarras en su tránsito hacia la actualidad:
Mezclando y equilibrando la sonoridad de su primera época, la de
Seamonsters, la reflexiva de Take a Fountain, e incluso la de
Cinerama. Dando con ello, a un sonido flexible y maleable como pocos
podrían imaginar en una banda como los Wedding Present, con fama de
tener recursos limitados y un sonido pretoriano. Sin embargo, su
frenética actividad desde hace ya quince años los ha hecho justos
merecedores de por lo menos: la justicia de debatir sobre la equidad
entre su pasado/presente.
Y lo cierto,
y esto es una opinión totalmente personal, creo que no hay tal
discusión; descartando la mera cuestión de gustos.
Porque una
cosa es el deseo que tenga uno de poner los ojos en blanco y alcanzar
el mantra con las canciones de su juventud. Y otra bien distinta, el
recorrido fondista que tiene su temario; y sobre todo el menos
agradecido para la crítica.
Arrancar en
frío con un “Once More” a pico y pala por
ejemplo, es de ser un padre muy cabrón. Ver que tus pies quieren
elevarse del suelo, para volver a un “Yeah Yeah Yeah”
Watusi. Y forzar su lado más simbiótico Cinerama/Wedding con “Girl
in DDR” de una pobre y abandonada Valentina. Si es que los
hay todavía empeñados en mezclar churras con merinas.
Y es que
además, meterlo en un contexto de chip George Best ochentero, que es
lo que todos esperábamos. Es de tener las pantecontepantes muy bien
puestas; y me encanta!!:
Ahora que un
“Corduroy” del Bizarro. Y ahí, cuando más
apuntito estás... la preciosa “Perfect Blue”.
Pareciendo todo ello y ante mi creciente impaciencia, un curso
intensivo de la vida de los de Leeds en seis actos.
Porque
amigos. Aun y apurando el suspense. A estas alturas de función,
Wedding Present siguen guardando caramelos en el forro de su roto
bolsillo al estilo de sus mejores caras B sorprendiéndote con un
“England” instrumental, descomunal. Que nos
preparó con modularidad y suspense Hitchcockiano lo que vendría a
ser: -Y de repente Felicidad?
Ya lo decían
hace 35 años Edwyn Collins con los Orange Juice, y lo repetían los
Wedding cuatro años después: Now I'm in a stupor
Behind
the scenes which say
This was
is OK
The
clarity of my eyes
Shines
both in memories of past victories
Fine
scenes shining while, shining white
FELICITY
a fin de cuentas. Que aunque no sonó, basto con ese brillo de ojos,
los aullidos y las sonrisas, que parecían ser un mismo reflejo de la
de David; porque su sonrisa lo delataba.
Sonaba
“Everyone Thinks He Looks Daft” trotando rocinante
como los cascabeles. Afinando y modulando las guitarras en un
ejercicio más Pop que Punk y luego... “What Did Your Last
Servant Die Off?” pareciendo brillar el sol por encima de
unas montañas en plena noche del Domingo: igual que ese preciso
whiskey después del café que te quita veinte años de un bofetón.
Sabes que hay canciones del George Best, y hay muescas todavía
recientes en tu piel de cuando la vitamina joven todavía relucía.
“Don't Be So Affraid” flojeando las piernas y así
hasta trece, entonándose in crescendo ascendente, de quien bebere y
mamare guitarras de las que arañan en plenos 90 veinteañeros.

No sabría decir si fue Kevin quien me partió en dos el corazón. Si fue el abrigo de buenos, grandes y viejos amigos con hijos que pueden ver a sus espaldas. De padres/hermanos que suben por el helio vaporoso que despidió ese último pacto diabólico de D. Gedge con su pasado. O porque si las cosas cuando se hacen por que sí, y porque apetecen a fuerza de darle kilómetros y betún a una Capitone Mercedes; tienen eso: QÍMICA.
Huesudas
y formidables odas al fin y al cabo, que se levantaron como benditos
resucitados; y con ellas nosotros de la mano.
Siento
que nos elevaron, que cerramos los ojos pero que todo transcurría
como las moviolas: de adelante hacia atrás, al unísono. Que hay
discos y muchos esenciales o míticos, pero pocos que deberían
pertenecer a la escuela de primaria, caligrafía y ABC de la música
esencial, donde el Pop es (la verdad absoluta y más inocente de mi
vida).
Y
que aunque uno pueda creer que su criterio es débil en nostalgia .
Tanto que a uno ya a estas alturas se le hace una duda discernir la
legitimidad de andar siempre hacia adelante, morderse la lengua a la
hora del: - En mi época si que!!...O dejar que todo
pertenezca a una simple mirada cómplice. George Best forma y formará
parte de ese pequeño universo Pop rudimentario de barrio, que ahora
nadie se atreve a emular. Igual porque hay cosas que pertenecen a
décadas y sus habitantes. Secretos bien guardados. O demasiado
querer parecer lo que no se es.
Pop
desnudo, sincero, ingenuo y salvaje en la simpleza de sus acordes...
Y pese a todo, inigualable en tiempo y actitud. De revisión obligada
si se quiere entender de que sin pequeños no hay grandes que valgan,
y lo más importante:
Que
treinta años sigan ahí, indelebles y tocadas como los ángeles. Con
más pasión si cabe y sin el desgaste de los años. Con un autor
fiel a su idea de concebir el romanticismo Pop, a base de
enriquecerlo sin la más mínima intención de cambiar. A golpe de
furgoneta, con un perrito y unos chavales que insuflan más vida que
la que nos quitó la edad.
PRIVILEGIO