Es
solo a mi al que los arranques de año le son de blanco nácar, igual
las carreteras amanecen de escarcha por la mañanas de Enero?
Esas
que congelan ideas, blanquean neuronas y bajan al mínimo las
revoluciones del motor . Y que con las mismas te pillan casi siempre
perdido en la nada más absoluta en un hotelucho de carretera.
Sitios
de paso hacia ningún sitio; o a ninguno que tu conozcas.
Es
sacarnos de la fortaleza de nuestro hogar y perder la brújula de
nuestros pensamientos: Casi siempre dedicados a unos quehaceres, que
más o menos como raíles, nos hacen sentir reyes de nuestra
despreocupada cotidianidad. Tan solo alterados por la actualidad;
maldita actualidad.
El
día que me planteé cambiar mi aislamiento de padre por una de mis
grandes aficiones, escribir. Me perjuré no hacerlo desde lo personal
y dar rienda suelta a mi imaginación, ensoñación y ficción
creativa: La música, el estímulo de los sentidos y todo lo que
procrea esa interacción nutritiva para el alma.
Pero
pasa que se se acaban las lindes del año, y los tontos siguen:
Cuanta más información y sensación de que la sociedad se ha vuelto
más espabilada y didacta. Es cuando de verdad te das cuenta de que
este dictatorial y dominante sistema, ha pasado del sometimiento de
los hábitos, directamente a normalizar una serie de actitudes
realmente perniciosas, enfermizas y antinaturales.
El
odio, la intolerancia, el egoísmo, la represión de las libertades
personales y comunes por obra y gracia de leyes; sin ni siquiera
evaluar si son justas o no. El maniatamiento de la revolución como
cambio lógico; como avance intelectual. Y la vuelta del fascismo y
la ultraderecha ideológica o testosterónica como algo cotidiano, me
da directamente nauseas. Sobretodo cuando veo que valores antaño
transgresores y libertadores, ahora resulta que son delito, se
censuran, critican o demonizan. Y hay como una espada de Damocles
dogmática que se empeña en acunarnos por obra y gracia de FMI y el
bienestar inmoral.
Por
eso, no hay nada mejor que despertar una mañana para recapitular y
darte una buena ducha caliente con un guante de esparto. Y mandar por
el desagüe las pieles muertas y la contaminación anímica que
cuatro gilipollas se empeñan en colgarte como un lastre.
La
vuelta al estudio de ILEGALES, después de grabar un irregular
LUJURIA Y CORAZÓN datado en este pasado 2018. Ni que sea para coger
carrerilla tras un resucitador biopic (MI VIDA ENTRE LAS HORMIGAS) y
dar una redentora dentellada, que en tiempos de mierda se precisa más
fuerte y fiera.
Nos
ha cogido a contrapié, cuando su tremebundo REBELIÓN nos has
espoleado en plena contemplación y estupefacción sin primperan que
te cure.
Cuando
justo antes de publicarse el estupendo documental sobre el malditismo
de la banda de Gijón y su controvertido líder Jorge Ilegal. Nos
llegaba la triste noticia de la muerte de su último bajista,
Alejandro Espina; el cuarto de la banda desde 1982.
En
plena gira de reunión tras su aventura en Jorge y los Magníficos.
Era de justicia, que una de las bandas menos valoradas por su
innegable trascendencia fuera de los rediles de La Movida y posterior
auge del Rock en nuestro país. Dijera la última palabra, justo
cuando no quedan apenas, ni las cenizas de aquella parte menos amable
de nuestra historia musical; por lo menos en lo mediático.
Rescatando por ejemplo, a su bajista más esencial (Willy Vijande),
para volver a la carretera.
Es
ahora, justo cuando más suavizados y estilizados están los sonidos
y la estética. Cuando la verdadera contracultura, solo sucede bajo
nuestros pies; en el subsuelo. Y el rebaño solo le seduce la
comodidad ergonómica y las interfaces atontadoras que no le hagan
pensar en exceso para cultivar las apariencias más que la actitudes.
El nuevo disco de ILEGALES, además de ser una puta maravilla, es
directamente LA ACCIÓN:
Ese
mazo pilón que todo lo remedia, cuando ni el seis en uno, la técnica
o la diplomacia pueden con la corrosión y el engarrote.
Un
dejarse caer por la sima de los 80, hacia su sonido más cáustico y
rockero. Con una lírica esta vez, más adulta y consecuente, con la
privilegiada posición de espectador que da observar como el
Rock&roll patrio se va un poco al carajo.
Lo
mejor de Rebelión es que es un disco espontáneo, inédito en la
carrera de Ilegales y sin apenas compromiso con cualquier cosa que
hayan publicado hasta la fecha.
Una
sincera proclama contra la hipocresía de lírica sin filtros; santo
y seña de Jorge Ilegal. Y un trasfondo rockero que desgraciadamente
está extinto en nuestro panorama, ya sea por lo mal que llevamos ser
consecuentes con nuestro pasado rockero, o sencillamente porque está
mal visto y es poco comercial llamar a las cosas por su nombre.
“Si
no luchas te matas” recupera con destreza el mejor sonido
del cuarteto de Gijón, permitiéndose incluso homenajear a la Polla
Records. La frenética velocidad de “Mi Amigo Omar”,
rascando en la llaga del paripé reinante, o sacudiendo el enjambre
de aquellos Siniestro Total con un “No tanta Tonto”
que afila las guitarras aplazando para otros menesteres las
filigranas guitarrísticas de las que Jorge hizo gala en su época
más poética.
En
ese sentido ILEGALES involucionan hacia un TODOS ESTÁN MUERTOS/1985,
pero infinitamente más ácido y corrosivo.
“Tatuaje
Invisible” alcanza la exquisitez sonora y escrita emulando
impertérritos el Steady Skatalítico tan personal que los hizo
únicos entre el 83 y el 86; toda una gema. El Blues macarra de
“Suicida” apocalíptico y decadente; como es de
esperar. O la magnífica “Mi Copa y Yo”, donde
Jorge Ilegal vuelve a golpear como uno de los letristas más lúcidos
de nuestro panorama junto a Josele Santiago. Con la diferencia de que
él, es incapaz de renunciar a esa prosa ilustrada de macarra
vengador. Antiheéroe sin ánimo de hacer amigos, caer bien o se
políticamente correcto cuando se trata de ilustrar los bajos fondos
dignos de cine negro.
Remata
con “El Bosque Fragante y Sombrío”, donde
demuestra que Jorge Ilegal podría haber sido infinidad de cosas:
Desde
un Germán Coppini mordaz, hasta un Bumbury agradecido a la fama. Sin
embargo es lo que es: Posiblemente el único espécimen digno de
mitificación o leyenda, capaz de operar al margen de las directrices
de la industria con una miscelánea que va desde el pasodoble,
reggae, rock’roll, blues, pop, boleros, rocksteady, psychobilly o
algo parecido al New Wave ochentero, sin ser nada de eso
concretamente y todo a la vez.
En
realidad son tan solo ILEGALES, una de las pocas bandas sin deudas
musicales. Con un sonido y un directo tan sólido como inigualables
son sus letras.
Una
rara avis cotidiana y de casa, pero a la vez aun por descubrir cuando
muchos todavía la buscan al otro lado del charco, en reductos o
altares de Nueva Orleans.
Nada me excita tanto como la "prosa ilustrada de macarra vengador". Apuntado queda este retorno de Los Ilegales.
ResponderEliminarSaludos.
Hola Gonzalo!! un placer tenerte por aquí y sí. Si algo es inherente a la música y a la lírica, es que SIEMPRE debería generarnos sentimientos y emociones; sean cuales sean. Y siempre necesarias bandas como los ILEGALES.
EliminarUN SALUDO Y ABRAZO GRAAAANDE!!