martes, 5 de febrero de 2019

SERIES SERIAS: FUGA DE DANNEMORA _CHEESECAKE DE SOBREMESA EN FORMA DE MINISERIE

 



Entre el Ben Stiller cómico con ADN de perdedor redomado, y el entrañable orejotas al que se le coge cariño ni que sea por roce. Asoma como debutante de pulso y tino. Un Ben Stiller, del que admito, me ha sorprendido gratamente la fantástica forma de resolver un caramelo envenenado como es: un drama carcelario “verídico”, explotado tantas veces ya en la pequeña y gran pantalla.
Un pequeña joya, que recupera los tiempos y las pautas fotográficas del cine que nos vio crecer. Y que deslumbra no solo por la interesante estructura de su guion, pese a parecer una historia sin apenas recursos, o incluso mal pensar en un simple gancho de reparto estelar.



Ya sabéis supongo, que disfrutar de la vida, su variedad y diversidad sin concesiones, no es ni mucho menos hacer como las tortugas de mi sobrino venidas a más: Y devorar incluso el dedo de quien te da de comer, o meterte entre panza y caparazón todo bote de deliciosos y aromáticos bichos deshidratados que se tercien, sin piedad. Uhmmmm que ricos!!
A ver si me explico:
Tragarte series como si no hubiese un mañana o cualquier otra cosa mejor que hacer. Y además hacerlo de manera compulsiva como te ordena esa voz que sólo tú oyes. También es válido con la música (la que te bajas sí, cabronazo), los paquetes de filipinos, los móviles por año, las rebajas o el hablarle del tiempo al vecino en el ascensor…
De veras, no hace falta. Moderación y variedad por dios!!

Ya veis que por aquí hace mucho que no suelo hablar de series; además de por pereza, que ya. También porque al final, y por muchas que uno quiera ver, probar si lo que le gusta a conocidos te debe gustar a ti, o el temor de no saber de que hablar en la maquina de café del trabajo. Lo que a uno/a le gusta de verdad de verdad de verdad en la vida, se resume en tres o cuatro líneas; lo juro.
Es como los amigos. De verdad de los buenos, cuatro o cinco. Y no quiere decir que odiéis el resto. Pero siempre es mejor así y sí, abiertos y permeables pero sin caer en la bulimia, que las resacas son mu malas.

De este guion que Michael Tolkin y Bred Johnson (El Juego de Hollywood y Mad Men) confeccionaron siguiendo su pálpito, tras conocer la rocambolesca historia de la fuga en directo, en 2015. Y aunque Ben Stiller no aceptara el encargo por falta de verificación hasta un tiempo después, tras liberarse la documentación del caso por la policía del estado.
Hay que quedarse sobretodo y obviando las recientes declaraciones de Tilly Mitchell aka Patricia Arquette tres años después. Con el global de una historia que no pormenoriza en culpabilidades, víctimas, verdugos o malos ni buenos. Sino en la potencia interpretativa de los protagonistas y sobretodo, en las naturalezas humanas por encima del espectáculo.
Se habla y la verdad es que no se disimula en absoluto; y que gusto. En una escuela a la hora de dirigir, del encuadre de la fotografía, la música y la fuerza de los rostros, que bebe una barbaridad de los Hermanos Cohen o de David Simon. Y que seguramente sea la razón por lo que me ha encantado este largometraje por actos; para que negarlo.

Harto como estoy de que la gente sea incapaz de esperar, disfrutar de los silencios, o incluso de los paréntesis. De no pasar de la segunda canción sin piedad, querer la fecha de boda con el primer cuarto de hora del capítulo piloto, preferir el orgasmo al deseo, o la novedad al recuerdo.
Yo, me embriago con el gesto mullido y etílico de Benicio del Toro. La mirada felina e inocente de un otrora joven Paul Dano y ya más que prometedor actorazo. O el recuperar a mi queridísima Patricia Arquette en otro más de sus papeles más exigentes y menos agradecidos.
Hasta un Eric Lang mutado espectacularmente en una caracterización de actor de reparto para enmarcar. O un David Morse, que parece resucitar a un Brutal Howell de “La Milla Verde”. Resumiendo al personaje y a las circunstancias, con una mueca memorable en el interrogatorio final.
Me producen un placer infinito muy superior al de esa infinidad de paradojas, ficciones y eficaces tramas con desenlace obligado. O con tantas temporadas como letras tiene una hipoteca, que no hace más que suscribirte a tu sentencia o pretender hacerte firmar un contrato de permanencia al más puro estilo no pain, no imagination”.


Fuga de Dannemora es así, la antítesis a esa tendencia actual de series. No vais a encontrar otra cosa que no sea una exposición en tono contemplativo, de algo que pretende acercarse a lo que sucedió; sin tener que dar crédito a pies juntillas, evidentemente.
Pero sí con un tratamiento de los planos y el ambiente absolutamente delicioso. Una interpretación magnífica con cierto tono irónico a la vez que minuciosa en los aspectos más importantes de esta historia, que no es otra que los personajes y la estupefacción ante los hechos. Junto con una fotografía tratada con mucho cariño, y una banda sonora encantadora.
Una miniserie a mi parecer muy disfrutable, que evita las ínfulas y artimañas comerciales. Honestidad sin peajes y lo que me parece más interesante:
Una historia que se explaya en el ritmo cotidiano e introspectivo de las personas. Que en definitiva es el todo de una buena narrativa que cede la palabra a las personas y no al fin.


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