Conoce
de algo al señor Joe?
-
Ha tenido alguna relación, conversación o conocimiento de sus actos
en estos últimos años?
Inquirió el inspector de mi conciencia.
No,
señor. Apenas nos hemos cruzado, infinidad de
veces, eso sí. Pero en cuarenta años que llevo viviendo en esta
colmena de seis
portales dobles y quince plantas con casi mil viviendas, no
hemos mediado palabra. Y
tan solo me ha
trascendido su
existencia por su
cabellera de albino platino y su excentricidad
vistiendo.
Todo
el mundo lo conoce eso sí, de oídas. La mayoría dice haber
estudiado en su mismo colegio y de amigable sonrisa, saluda cada
mañana así lo veas cinco veces en una hora o cada cinco años. Pero
en verdad nadie es capaz de darte demasiados detalles cuando indagas
con enjundia.Yo recuerdo hace muchos años; cuando mi madre se iba a
comprar a escondidas y me dejaba solo. Y
lloraba desconsoladamente por la ventana mi canguelo congénito, como
a quien le sale el demonio de adentro:
-
Bendíceme señor!!
Bendíceme señor!!
En
grito histérico igualito al de una grupie de Los Pecos en el
trágico Abril de 1980.
Solo
me consolaba ver a una rubia germánica bailar con el hula hoop en
el mastodóntico edificio de en frente;
seguramente allegada suya, deduzco yo. Ya
que en mi barrio, pocos rubios había.
Sin
embargo ya por entonces, deambulaba aquel extraño caucásico de
deslumbrante melena. Al
que apenas entendíamos.
Cuando nos
contaba historias inverosímiles para los mortales que poblábamos
aquellos
barrios inundables, vaguadas sin asfaltar y exploradores de
descampados
llenos de ratas.
Pero
yo, que por aquel entonces unía gripes, resfriados, bronquitis,
fiebres tifoideas y miedo a la gente. Solo lo podía observar desde
el ventanal de la habitación o experimentarlo en mis salidas
al practicante o a la
consulta del Dr. Padrós.
Pasaron
los años. Y un buen día de hace poco: Cuando ya casi te has
olvidado, perdido el interés. Y es como un fantasma cotidiano
invisible.
Entablas
conversación en una soleada y candente terraza de febrero. Mientras
das muerte a un café, a ti mismo con un cigarrillo. Y con un chupito
de whisky bendecirte esta vez sí. Para caer en la cuenta, de que
toda tu vida allí; en esa barriada multitudinaria donde todos se
cruzan, chocan y se quejan. No te ha dado apenas para ver las
minucias traslúcidas bajo la radiante y deslumbrante luz del
estrellato.
Los
anónimos (por muy respetables que sean), como Joe Jackson. Solo
socavan galerías bajo nuestros pies en silencio, con las uñas y
son como las crisálidas transparentes:
Se convierten en el
vecino de toda la vida que todo el mundo sabe de él por oídas, pero
que en realidad nadie conoce con la suficiente profundidad para
etiquetarlo, criticarlo, o
incluso odiarlo. Pero
en realidad, son bellas Saturniidaes.
El
miedo a lo desconocido o a lo que no sabemos asociar
como reconocible o familiar, en tanto no encaja en unos gustos que
son como cómodos cojines de un sofá donde recostar las lumbares y
descansar las piernas. Y
los códigos unipersonales que cada uno tenemos implantados para
empatizar, o temer por no saber explicar la tentación prohibida. En
definitiva.
Sin
embargo este ya sexagenario avanzado, nacido en la rivereña Burton
de los Midlands del Oeste y socio generacional de Elvis Costello y
David Byrne. Jamás ha sido un tipo demasiado consecuente
con ninguna tendencia, estilo o corriente musical. Y sí un escapista
maqui de abrir trochas o explayarse en exposiciones, como se dice
ahora: conceptuales (y desconcertantes) para el público más
general, como un Jim
O’Rourke, pero en una versión omnipresente.
Sus
códigos de lenguaje a menudo han sido tan particulares. Que el
vecindario no ha sabido de él, mas por su mimetismo con el padre de
Michael Jackson, que por lo que tocaba y cantaba (y me incluyo en el
desconocimiento más absoluto).
Ese
tipo que bajaba la bolsa de la basura en punto como un reloj. Quien
cedía la tanda a las abuelas que se colaban nonainoná. Y al
que solo se le oía, al salir en defensa del vecino más detestable
con un: “cada uno es como es, y tiene lo suyo”.
FOOL
por eso, es todo lo contrario a sus aventuras y diatribas por el Jazz
modal o la experimentación de autoconocimiento.
Es
como un alegato muy
consciente recién cumplidos los cuarenta años de carrera, de su
vida y el mundo que le rodea. Y una especie de ironía que sea con 64
años, cuando como él dice: Se sienta
preparado
para escribir una obra,
donde reflexionar sobre
la vida a modo de filtro como si fuera la suya propia.
Una
virginidad y humildad madura, que lo ha llevado a componer ahora (40
años más tarde): Un homenaje juvenil en clave de tragicomedia
Dickensiana con D.O.Q puramente británica. Que
restaura la mejor identidad de las islas a la hora de cantar amargas
ironías y miserias
maquilladas con una
elegancia extinta; o
por lo menos olvidada en la música “moderna”.
Esa
mañana intimamos lo que años de vida, ojitos y carraspeos que jamás
pasaron de eso: De fracasados intentos por conocernos, hablar y
constatar mi admiración por algo que ni siquiera conocía, ni podía
explicar el porqué me atraía tanto.
Me
contó que “Big Black Cloud” sube el telón con esa
épica dramática que se presume de una obra teatral guiada por una
orquesta. Y que de algún modo, hace de prólogo con tintes de
profecía oscura. De la necesidad de vociferar con la misma
vehemencia de su debut “Look Sharp/1979”, en un “Faboulosly
Absolute” donde escupe sobre el radicalismo, la
ultraderecha con brillantina y la sedación de pensamiento, sin
morderse la lengua.
Tanto
gritó, que soliviantó en plena noche a todo el vecindario y desde
entonces supimos de su existencia.
Sin
embargo es “Dave” la que enamora desde la primera
escucha:
Su
poesía recitada con una rítmica que marca un omnipresente piano y
que seguramente, es la virtud más reluciente de este estupendo
disco. Y que se cose a una historia de viajeros inmigrantes, desidia
y amargura imposible de imaginar en toda su sencilla belleza.
Joe
canta y recita por impulso musical jazzístico a la vez que POPular.
Y la verdad es que las canciones ya sin más atributos, brillan con
luz propia.
“Strange
Land” podría ser rescatada perfectamente de un repertorio
de Nina Simone, o de Paul Buchanan. Y es toda una confesión de
perplejidad ante las vistas desde lo alto. Una reflexión de quien en
silencio y durante 40 años, ha operado desde la estratosfera sin el
menor interés por entrar en los engranajes de la industria; ni de la
vida en común.
Se
da un respingo y desconecta con “Better Friend”,
pudiendo hasta ser el socio de viaje de esa resucitada New Wave de
pajarita junto a Elvis Costello y su rejuvenecedora “Suspect my
Tears”.
No
pierde la oportunidad de retozar en la fusión que tanta savia le ha
dado, para ser el hombre que es ahora.
Cumbia,
reggea, calipso, son cubano, y hasta ritmos orientales sintetizados
en “Fool”, por más increíble que parezca:
Uno
de los textos más explícitos y directos del disco. Y además una de
las canciones más exfoliantes de este álbum en forma de abanico de
pavo real.
“32
Kisses” recoge uno de los mejores textos sobre una
instrumentación que bien podría ser un homenaje a un joven Elton
John. En una historia de amor asfixiada por la nostalgia donde no
existen los estribillos, y la lírica toma un protagonismo tan
hermosamente poético y suicida. Como el colofón de esta agradecida
vuelta.
“Alchemy”
es una de las más grandes canciones de esta última década. Una de
esas que prescinden de fecha, acuñado o género. Rozando a Shirley
Bassey o Marc Almond, en una ejecución glicérica como las lágrimas
de un generoso en la copa, ideales.
Esos
largos postgustos que se adhieren al fondo de tu alma de por vida. Y
que te acompañan sin alcanzar a discernir si es el recuerdo o la
nostalgia.
FOOL
es uno de esos discos por los que preguntarse ¿a que narices
dedicaste tu vida? La excusa para enmendar lagunas y bucear sin
bombona en la discografía tu vecino “el rarito”.
Y
descubrir con asombro que, seguramente, hay un montón de razones
para pensar que en esto de los gustos/hábitos. Hay lo mismo de
cobardía como de prejuicios. Porque no hay nada más emocionante y
revelador, que no conocerse a uno mismo lo más mínimo .
Y se acompaña por: Teddy Kumpel (guitarras y voces), Graham Maby (bajo y voces), Doug Yowell (Bateria, programación y voces), y Patrick Dillett (David Byrne, They Might be Giants, St Vincent, Sufjan Stevens) junto a Joe en la producción. Con una edición exiquisita en vinilo de 18 gramos.
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