Hay
misterios tan indescifrables en la música como en la vida: El de la tostada que
siempre cae por el lado de la mermelada; aunque eso sea cosa de la física. El
del calcetín que viajó por la red hídrica de tu barriada, cual chip prodigioso,
y volvió ha aparecer seis meses después con una historia hermosísima sobre la
colonia de objetos perdidos que hay bajo el subsuelo de la ciudad.
Y
después.
Después
está la de la banda canadiense THE HOLIDAY CROWD; donde caben todo tipo de
conjeturas.
Hay
quien afirma como su vecino, el espía de la tienda de ultramarinos THE DENTED
CAN. Que tras bajar con las cassetttes de sus demos en el magnetofón, y
ponerlas a todo volumen para que las escuche. Las hermosísimas y trotonas
melodías de su cristalino pop, los sumerge en un profundo sueño del que no
pueden despertar pasados de media: de cuatro a seis años.
Que
no, que no. Que no es problema alguno sobre su inspiración o las tareas
pendientes en casa.
Que
igual que antaño, lo realmente sobrevalorado es la publicación por año. Y es
entonces cuando el cerebro y el alma, en vez de dedicar a segregar esa
sustancia mágica que mezcla de manera magistral experiencias, ritmos e imágenes
en forma de canciones. Colapsa, y acaba reproduciendo los tics mecánicos del
agobio, la rutina y el desencanto haciendo que todo suene igual. O por lo
menos, falto de esa chispa donde el olvido, la falta y la melancolía, juega a
favor de la novedad.
Por
eso amo con desmesura esa dupla dual entre los británicos: Alex Roberts/John
Coman en la sección rítmica. Y los canadienses de Ontario: Colin Bowers/Imran Hamiff
a las guitarrras y voz.
Ellos
solo se aparecen como sueños de mensaje oculto, en el reverso de las noches de
manera aleatoria y sin explicación médica.
Así
que a la conclusión que he llegado al final y después de tantos años tan variables
y solubles como la meteorología: Es, que si se quiere llevar una vida óptima y
saludable.
Lo
mejor es hacer que sea esa bestia que habita ahí, en lo más profundo. Esa que
se perdió en el camino de la infancia a la madurez y que ahora parece un minino
domesticado. O que como el árbol al que no se poda cada invierno, solo hace que
crecer hacia arriba sin abrir brazos, como queriendo alcanzar el cielo para
darle la mano a San Pedro, y morir con rapidez. La
que decida: Si hoy vamos a deshacer el ovillo y romper en mil pedazos el patrón
ese de la línea de puntitos.
Y tirar por....:
Pop
de manual, guitarras despellejadoras, secuencias electrónicas y sintéticas,
obras completas de pioneros y clásicos, flamenco, coreografías modernas de
baile, rock duro de cuero grueso y botas, garaje de uñas negras y padrastros en
sangre viva, oníricas y aterciopeladas melodías… Y así, hasta el verano que viene inventariando
andares.
A
estos cuatro -por ejemplo- no se les ha olvidado el hilo en que se quedaron; que ahora ya son dos. Pese
a los seis años que ya han pasado desde aquella homónima obra con pócimas de:
One Thousand Violins, Mighty Mighty, The Smiths. O ramalazos de Style
Council y Orange Juice. A los que ya hicimos referencia por aquí hace ya.... ¡joder! Diez años.
Y
que hace que el Jangle Pop trotón que afloró entre los 80’s/90’s en las islas
británicas. Gire hacia otros matices, sin sonar como un calco de papel cebolla,
y sí, a una cebolla con delgadísimas capas donde no es solo el piruvato,
amoniaco, y el puñetero syn-propanotial-S-óxido los que te harán llorar
como una magdalena; y que sí, a lo mejor, de gustirrinín.
Notarás
que los dedos resbalarán pegajosos por su piel, moquearás como una ameba
gelatinosa. Y desearas habitar por un instante, en aquellos clubes de los
callejones perdidos entre Londres, Liverpool, Brighton o Shefield de aquellos
tiempos míticos.
Es
posible incluso, que busques a toda costa unos pantalones de pinzas tobilleros
entallados, y tu vaporosa camisa de cenefas. Y salgas a pasear renacida o
renacido.
Y
todo.
Así junto y hecho un gurruño de vida.
Todo
junto.
Será
nuestro gran hito.
Escoltaré la teva recomanació, a veure si l'encertes.
ResponderEliminarJa em diràs
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