Eran noches de
Verano, las mismas noches con sus mismos abrasadores días luminosos
y despejados. En las que bien caída la noche el amparo de los mantos
estelares y el perfil difuminado de la hermosa Luna llena por la
calima, nos empujaba a salir como licántropos hambrientos de carne
humana.
Era una enorme casona
modernista a las afueras de la ciudad; de apariencia abandonada por
las trepadoras que desdibujaban los detalles de la fachada, sus
ventanales enormes, las viejas vidrieras con aguas que deformaban
las figuras humanas como fantasmales espectros. Y un jardín trasero,
donde cada noche de Agosto nos reuníamos las almas más
desorientadas de la enorme ciudad. Desolada por la fuga migratoria de
sus habitantes hacia playas prometidas.
La mayoría éramos
asiduos, pero pese a eso no nos conocíamos: La relación aséptica
con los camareros, la mano anónima que seleccionaba la suave música
que sonaba cada noche, y las conversaciones apagadas como un susurro,
mejor así; lo más parecido a un oasis de ficción. Abstracción y
frescor vegetal como antídoto al tumulto que el resto del año
reinaba en la urbe.
Ella tímida y
discreta, en su discreción desprendía un encanto resplandeciente e
hipnótico que me impedía dejar de observarla. Hacía como si mirara
distraído a cualquier detalle del jardín, pero en realidad eran
meras excusas para observarla con detalle.
No sabría determinar
con exactitud cuando crucemos las primeras palabras, solo que a
partir de entonces nació una relación tan intensa como enfermiza
por las ondulaciones melodiosas de su torso: La recorría una y otra
vez sin llegar a empacharme jamás disfrutando de sus montañas y
valles profundos, por los que vagaba encantado con el paisaje de su
orografía cambiante.
Al cabo del año
estrechado más aun nuestro idilio conocí a su hermana. Más joven
que ella aunque no mucho, eso sí, radicalmente opuesta en carácter
y atractivo. Si una era dulce, discreta, y ritual en la ceremonia del
cortejo. Su hermana pequeña era directa y terriblemente erógena en
su aparente y despreocupada forma de actuar, desconcertante diría
más. Tan desordenada en las apariencias que irradiaba sexualidad por
doquier, era esa otra forma de reivindicar su belleza abrumadora la
que hacía que no necesitase de insinuaciones inútiles para
seducirte, directamente te intimidaba.
Por muchos años tuve
el corazón dividido, amaba sin titubeos a la delicada Circe por su
fragilidad abrumadora, pero me sentía terriblemente perturbado por
la insinuadora Persífae. Era una bondad y una maldad tan
contradictoria, por la que me pasé años preguntándome el porqué
de esa misteriosa y perversa atracción.
Descubrirla se
convirtió en una especie de obsesión esencial, para entender los
sentimientos que despertaban ambas en mi. Y no fue hasta pasados
muchos, años en los que nuestra atracción sufrió de caricias y
envites, de provocaciones y rechazos. En definitiva, una relación
que se parecía más a un juego de forcejeo, que a un idilio amoroso;
hasta que por fin acabé por descubrir de donde venía tan morbosa
reacción.
Su madre, la de
aquellas dos almas tan distintas, me abrió una tarde la puerta. Y
allí en el umbral de su casa se me clavaron las palabras; un hola
balbuceado y entrecortado que dio paso a una sonrisa forzosa de
timidez total. Una pequeña y frágil señora de ojos rasgados y
melancólicos, con el arte y mirada de una Mantis religiosa.
Aquel día no solo
descubrí donde recaía mi verdadera atracción por aquellos
encantos femeninos, si no que además me encontré con una DAGMAR
KRAUSE longeva tanto en sus inicios de parte del Avant Pop
transhumante de la Germano Británica banda SLAPP HAPPY, como en sus
posteriores y portentosos proyectos artísticos.
Lo cierto es que
fueron dos canciones como pudieron ser las tres mujeres que se
escondían tras ellas. Las dos primeras conocidas por los asiduos a
cadencias brumosas, la tercera surgida de los estratos rocosos de la
música fosilizada en el brusco cambio climático que sacudió los
70. SLAPP HAPPY fue una curiosa banda formada por un trío de
dimensiones contrastadas: Un gigantón Anthony Moore (Pink Floyd,
Henry Cow), de origen Inglés. El estadounidense Peter Blegvad (Henry
Cow, The Lodge) y mi adorada Dagmar Krause Alemana de nacimiento
Su trayectoria
giratoria que los llevó de Hamburgo, donde el mercado era
prácticamente inexistente; hasta el Reino Unido. Donde se
disolvieron tal y como nacieron, sin hacer prácticamente ruido.
En sus cortos tres
años de carrera dejaron a su paso tres discos tan distintos y
enigmáticos, como el encontronazo de su existencia en mi
rocambolesca historia de amor y desamor. “Sort of Slapp Happy/1972”
su trabajo de debut al frente de Polydor Alemania y grabado en
compañía de dos de los principales miembros de FAUST (Banda de
Krautrock Alemana 1971/2011), contenía esa hermosa BLUE FLOWER que
trianguló con maestría en esa ondonada desconocida de mi corazón..
Un tema y un disco
curioso por su apariencia de Folk caleidoscópico que se descomponía
en cristales de Art Rock, Psicodelia, Glam, y sobretodo de un POP
sencillamente germinal para aquellos años. Como suele pasar en esos
casos, Sort Of.. no tuvo éxito; sin acabar de averiguar si su
fórmula intentaba investigar en tan diferentes aspectos de la música
que se desvanecía en efectividad, o si fue su negativa de actuar en
directo la que les hizo fracasar en ese lúcido comienzo. El caso es
que de sus doce cortes se pueden extraer, además de la atemporalidad
de “Blue Flower”, un repertorio bien amplio de incómodas y
magnéticas joyas.
“Just a
Conversation” podría haber corrido la misma suerte que “Blue
Flower”, dos canciones que hacen grande la magia de la música en
detrimento del tiempo. Los Wah wah de la guitarra que A. Moore colocó
ahí como contrapunto a una todavía virginal voz de Dagmar, quien
parecía querer cantar pulmón abierto a la libertad ideológica de
la música. El Rock Glamuroso en homenaje decidido a Marc Bolan de
“Paradise Express”; con el Saxofón de Gunter Wünsthoff
dibujando abstracciones en ella misma, y así como de manera más
balsámica en la preciosa “I all Alone”.
Sort Of... contiene
pasajes que apuntan a un destino experimental, Avant-Rock o Pop
futuro, como podrían ser los de “I got Evil”, “Tutankhamun”
o “Mono Plane” en manos de las voces masculinas. Pero cuando
Dagmar Krause entra a escena señores míos, el disco de debut de
Slapp Happy es decididamente una tormenta cumulosa de auténtico POP
sin caducidad posible.
Una obra que acabó
sepultada como el recuerdo de tan infames bellezas. Hay noches que me
solivianto y salto con convulsiones que me surgen del estómago y me
rompen el espinazo, pero la mayoría cabalgo a lomos del recuerdo; es
una sensación rara de excitación dolorosa que se muda de traje como
las serpientes, pero que siempre siempre me recuerda lo ingrata que
es la vida.
Buenos días bboyz, una entrada emocionante, primero por que yo también he sufrido desamor con Mazy Star, y segundo porque no conocía a Slapp happy, una maravilla. Espero que hayas pasado un buen verano, saludos.
ResponderEliminarEeey CHALS amigo, recién llegué de madrugada el día que comentaste. Este mes de Agosto ha sido emocionante como pocos, no recordaba uno desde hace años donde esperara las Vacaciones con tanta alegría (y no es que los demás fuesen tristes eh?)
ResponderEliminarMazzy Star siempre hacen mella en el corazón, es inevitable. SLAPP HAPPY también a su manera, la verdad es que su descubrimiento hace años fue tal y como lo describo: Como un primer amor de Verano en cualquiera de sus tres formas. Espero y me alegro si te he abierto otra brecha para disfrutar.
SALUT!! y solo el deseo que este Verano como mínimo te carge las baterías para seguir disfrutando de la vida... y de la música para regalarnos los oidos. De eso estoy seguro.