Arreciaban
vientos borrascosos e intimidatorios sobre la cálida noche
Barcelonesa del pasado Lunes. Pero antes de que entrásemos de cabeza
al Otoño en pleno estado de shock. La ahora decorosa y “bonita”
Plaça Reial, nos tenía preparado un último siroco cálido y
taquicárdico, con Chuck Prophet y su Mission Express montados a
lomos de un Nimbostrato, surfeando de nuevo la noche Barcelonesa.
Dos años y
pico después de que nos evangelizara con la inverosímil “I Did
You” a golpe de “rama lama ding dong”, en esa tarde
balompédica primaveral. El hombre de la sonrisa perpetua Chuck
Prophet, regresaba con un recién publicado y aún humeante Night
Surfer: Más reflexivo, reparador y cálido, pero igual de
efectivo que su exitoso Temple Beautiful del 2012. Uno de esos
discos a los que a un servidor se le antoja como un oportuno masaje
en las sienes, tras una noche de excesos fraternales alcohólicos.
Justa y
precisamente como acabó la noche de este pasado Lunes. Y ahora me
vais a decir que no hay mejor forma de empezar una semana ¿verdad?,
cierto. Sí señores, la cosa apuntaba a hito coyuntural con la
experiencia que le da a uno haber certificado años atrás el
fenómeno que supone disfrutar del Californiano. Bregado y trillado
en mil y cientos proyectos aventureros, cargaditas las alforjas de
guiños (todos ellos de buen terroir), y montado sobre la mula. Como
si así de buenas a primeras se nos apareciera por la aldea
Melquiades, y nos viniese a traer lo mejor de cada género con estilo
propio inigualable.
El menda que
aquí firma, que con los años ya se ha vuelto una pizca más
previsor y organizaico. Convenció a otra alma descarriada, en este
caso un compañero del trabajo (Angel by my Angel); al que no hay que
insistir o sobornar para que se apunte a un bombardeo, pues es con el
único que comparto gusto, música y lamentos. Y allí que nos fuimos
al galope con la furgoneta del curro, con dos bocatas de jamón del
güeno, dos copas del Ikea, y una botella de Les Crestes del
Priorat para amenizar y calefactar el alma; y si eso no es ser ya
previsor, que venga mi madre y me abofetee la cara. Llegamos justos
como el Ave a Campo Grande a las 21:00 en punto. Cierto que nos
perdimos la birra preconcertil, pero con los bocatas y la botella de
vino, la verdad es que no nos supo mal el pormenor. El personal
dispuesto a enfilar a las tripas de la sala Sidecar (garito para los
amigos), y nosotros apurando el último pitillo para meterle mecha al
calderín.
Y perdonar
que me extienda en detalles, pero no concibo un concierto sin los
prolegómenos ceremoniosos. Esa sala Sidecar que tantas historias me
ha proporcionado, abovedada,subterránea, y pendenciera. El primer y
único garito donde escuché una canción del Taste de The
Telescopes allá por el 89, que ya es mucho. Que puede que ese
detalle os parezca una pollada, pero para mi significaba mucho encontrar
un sitio por entonces donde se ofrecieran guitarrazos a cambio de
golosinas para indiekids.
Cierto es
que con los años ya no es lo que era, pero el sitio es el mismo. Ese
escenario de medio metro de altura, esa portañuela de acceso al
escenario desde su pseudocamerino donde el primero que sale siempre
se aporrea la cabeza. Ese sentir el aliento del artista y el salpicar
de su sudor en tu cara... en fin, ese tipo de cosas que te hace
sentir partícipe del momento. Además y para más inri, sonó
primorosa como los propios ángeles bajados del cielo. Pero al lío
que me disperso.
Bajamos las
escaleras que nos sumergen en la subterránea sala. Y tal que así,
nos encontramos a Chuck charlando con la mesa de sonido tipo camping
que se encuentra ubicada a la izquierda según entra: Foto de rigor
modo fan activado con el menda (la foto salió borrosa, vaya por
dios), simpatía a raudales, su particulares pintas de Billy el niño
a la Californiana; esta vez sin sus botines Chelsea. Total que como
alma que lleva el diablo, tiramos sin dilaciones hacia los urinarios
para aliviar carga y acomodarnos. Y allí no quedamos, al fondo a la
derecha, de espaldas a una barra y con el escenario a escasos dos
metros.
Empezó JONAH TOLCHIN sobre las nueve y media: Un muchacho de
fragilidad aparente y visible bondad, con solo mirar su tierno
semblante. Que con el simple gesto de subirse al escenario y colgarse
su guitarra, se transforma en un mago salvaje de las seis cuerdas.
Nos tocó
seis temillas de su último trabajo “Clover Lane”, y nos
dejó alucinados, así de buenas a primeras. Sin instrumentación que
le acompañase, salvo la versión electrificada de “Midnight
Rain” que se calzó hacia el final con la Mission Express.
Verlo versionar a los Rollig y tocarnos algunos temas de su último
disco (Mockingbird, Diamond Mind, o Low Life, creo); y
perdonen mi ignorancia. Fue puro vendaval con el instrumento en sus
manos (en el buen sentido), una gozada escucharlo a pelo y mucho más
si se cata el disco en cuestión.
Ahora fíjate
que me arrepiento horrores no haberlo comprado, ay!!
Lo que si
ilustró y con creces, fue el vinilo y el saquito que me compré del
profeta; por cierto, pese a que Nickochán me sopló la M, la L se
adapta con gusto y gracia a mi apretao torso.
Noche donde
se dieron todos o casi todos los requisitos para que la velada fuese
grande entre las grandes: Predisposición a gozar como cerdos con el
barro, compañía inmejorable la que se alineó cual equipo en
formación (Nikochan & Bros, Mr. Guzz, mi compi Angel...) y
lecciones genéricas desde la A a la Z.
Y es que
Chuck Prohet tiene el arte y el birlibirloque de conjugar en
infinitos parafraseos, las 20 madres musicales de las que ha mamado:
Rock & Roll, Garaje Rock, Blues, Soul, Folk y hasta Pop. Y todo
lo hace desde su idiosincrasia personal, estilo único vamos. No es
que te recuerde a tal o a pascual, es que le da todos los palos; como
Manolo Caracol.
Y lo hace
con tal soltura, pasión y poder contagioso, que bien podría
tratarse de un mitad Beetlejuice, mitad Arsenio Hall emulando al
predicador del príncipe Zamunda. Es por eso que cuando el menda
alucinó pepinillos con Temple Beautiful/2012, y se disposo a
escarbar en su repertorio discográfico. Descubre que en los 24 años
de carrera en solitario, y si se quiere en su antigua banda Green on
Red, hay mucha y distinta chicha en la que indagar:
Discos
tremendamente comerciales y rasurados como The Hurting
Bussines/1999. Otros más enraizados como Brother Aldo/1990,
bluseros como el No other Love/2002, o incluso algunos donde
todo se mezcla; Age of Miracles/2004 y Soap and Water/2007.
Aunque hay que meter los hocicos en ¡Let Freedon Ring!/2009 y
Dreaming Babylon Dreams/2007 para descubrir al nuevo Chuck
Prophet. Dos discos tanto o más buenos que los últimos con los que
se ha abierto paso a un público más amplio, y más acordes con el
Chuck Prophet que conocemos ahora.
Pero en
directo, ay en directo!! en las distancias cortas Chuck Prophet
transmuta en una bestia parda sobre el escenario. Versátil con la
sola ayuda de astillada Telecaster, y con una banda que sonó en
Sidecar mejor que nunca: El bajo ondulante y sedoso de Kevin
White, el complemento perfecto en la piel de James Deprato
que suplió la falta de protagonismo que tuvo dos años atrás en
Apolo. No sé si por estar justo en frente de nosotros, o simplemente
porque Sidecar sonó más empacado que Apolo (de mayor tamaño).
Pero si
hasta se agradeció la incorporación del nuevo batería Prairie
Prince; para mi gusto mucho más polivalente que Todd Roper.
Tanto que creo que nadie notó la ausencia de los teclados y los
coros de Stephie Finch; dando por consiguiente un áurea mucho
más Rockera y directa al concierto.
El perfecto
pisotón de acelerador despegó con la vacilona versión de L. Reed
“Rock & Roll Heart”, satanás lo tenga en su gloria.
Toda una sincera declaración de intenciones, ya que la noche sería
de Rock frontal en cada una de sus modalidades: Guiños a John
Fogerty y la Credence, o por ejemplo a Alex Chilton y una reescritura
de “Bagkok” del 79 que originó un Rock & Roll
garajero y cavernoso digno de los propios Cramps. Y el “I'm not
Talking” de Yardbirds que también sonara en su otra visita, y
con la que cerró la noche con J. Tolchin unido a la fiesta.
Aunque menos
que en su anterior visita, las dos horas largas de concierto dieron
para rescatar algunos olvidados temas de su discografía: La casi
imprescindible “Sonny Liston's Blue”
con la que arrancara aquel 2012, “Summertime
Thing” del imperdible Let Freedon Ring!;
donde la guitarra de cuerdas trenzadas de James Deprato hizo las
delicias de un servidor. También hubo ocasión de bajar cuatro
escalones más hasta “Automatic Blues”,
para los más puristas y “I Bow Down and
Pray to Every Woman I See”; otra de esas
canciones menores reconvertidas en puro swing. Pero lo cierto es que
Temple Beautiful sigue sustentando los pilares de sus conciertos, con
los momentos más memorables. Y es que el disco es jodidamente bueno.
Tiene esa
virtud de aunar la raíz de Rock&roll y Folk con el Punk
Nuevaolero que tanto ha mamado Chuck en su juventud. Suena perdurable
en el tiempo, y ese creo yo, es buena parte de su éxito en general y
el de sus directos en particular.
Y para lo
que son las cosas, si hace dos años las canciones de Temple en
directo me dejaron un poco pse!!; si las he de comparar con
las antiguas, a excepción de “White Night, Big City”,
infalible con ese rollo Neoyorkino que transpira. En esta ocasión me
han elevado al cielo, sin acabar de acertar si el secreto ha estado
en el protagonismo de la banda en esta sala más reducida. O es que
el repertorio más melódico se ha ajustado mejor a las dotes con el
slide de Depranto.
“Castro
Halloween” muchachos, como sonó Castro Halloween... Ver tocar
a un palmo a Deprato ese Slide armónico, es casi orgásmico; para
mí, la mejor de la noche. “Willie Mays is up at Bat” y
Deprato venga!!, sin dar tregua con sus notas infinitamente alargadas
mientras Chuck incendiaba al personal. “Who Shot John”,
“The Left Hand and the Right Hand” o la ultracoreable que
da título al disco en cuestión. Otras tres que se alternaron con
temas de su nuevo Night Surfer/2014. Un disco con más oxígeno, que
se complementa a la perfección con el ovacionado Temple.
Si alguien
pensaba que estas canciones nuevas perderían fuelle con la ausencia
de S. Finch emulando las maravillosas secciones de cuerda que tiene
el disco, es que subestimaba los recursos de la solvente Mission
Express:
“Tell
me Anything (Turn to gold)” sencillamente sublime. “Countrified
Inner City Technological Man” detonante, dándose la mano con
una de esas primeras canciones redentoras de su última entrega:
“Wish Me Luck”, de aquellas que se te enganchan al corazón
y te desangran.
“Ford
Econoline” muy por encima de sus posibilidades. Y con “Guilty
is a Saint” que sinceramente es una de mis preferidas, bajó el
pie, acústica en mano y haciendo pareja con “Tell me Anything”.
De los pocos momentos lánguidos y más relajados del concierto;
necesarios.
Sin tregua
desde el minuto cero y pese a que las dimensiones del escenario no
daban para muchos desmadres. Bajó guitarra en ristre a la platea,
volvió a ser ese colega que proclama el Rock libertario a los cuatro
vientos, y triunfó, así:
Chuck
Prophet es un animal de escenario, carretera y manta. Un auténtico
Road Artist capaz de transmitir en escena y con unas dotes
para reinventar su cancionero inverosímiles. Por eso seguramente,
aunque nos prometíamos a todas luces un cierre a lomos de la
sempiterna “Shake Some Action” de Flamin'. Los allí
presentes, acabamos con una sonrisa de oreja a oreja. Sí amigos, el
profeta sabe hacer feliz a la gente, y eso no tiene precio ni unidad
de medida que lo valore.
Una noche
para enmarcar, sabiendo a ciencia cierta que esos acordes solo se los
volverás a escuchar sobre un escenario. Fotografía en familia
bloguera con Nikochan, su hermano, el señor Guzz, mi amigo y Chuck,
cargaditos de tesoros: Camisetas, algún vinilito, y a dormir como
niño con zapatos nuevos. Eso es terapia y medicina contra la
mediocridad, todo lo demás inventos insustanciales.