20_THE
WEDDING PRESENT_GOING GOING...
Es una pena
que con tantos discos y tan chulos, uno tenga que elegir; tampoco voy
a dar razones por cosas del colorido de los gustos.
Con la banda
de Leeds ves, no puedo ser equitativo. Por encima de todo a David
Gedge lo tengo por un minero de primer frente musical. Siempre poco
valorado por su guitarrazo fácil, y no por el universo entre rocoso,
sixtie y popero que se ha fraguado a lo largo de sus más de 30 años
de carrera. No solo por insistencia y tenacidad, sino por su
capacidad por regenerarse. Y a pesar de que mucha gente crea que
Wedding Present era una banda de cuatro acordes y agotada en
propuesta, ser capaz de reinventarse constantemente tres décadas más
tarde. Como?
No es
necesario cambiar de estilo a la vez que de formación. Ni querer
detener el tiempo en un pulso en vano con tu pasado. A veces basta
con releer el pasado e interpretar el presente, vivir el hoy como una
próxima oportunidad para enseñar algo.
Después de
reinventar sus discos pasados. Mutar a Cinerama y hacer que al final
sean un ente mismo con dos caras pero con el mismo ADN; como Dr
Jenkill y Mr Hyde. Su vuelta a la densidad y complejidad de Take
Fountain/2005 o El Rey/2008, viene de la mano de Going Going... ocho
años más tarde.
Entre sus
pistas y surcos quizás podamos encontrar uno de sus proyectos más
arriesgados y de más calidad en tiempo. Un disco a escuchar como una
extensa ópera Pop. Sin haber renunciado a esas canciones
yuxtapuestas donde lo más nervioso y apacible conviven en plena
armonía.
Tanto da si
por impaciencia saltamos directamente al piscolabis típicamente
Wedding, que de sopetón aparece detrás de los setos en el corte
seis con “Two Bridges”, “Secretary” o
“Birdnest”. O retozamos en sus medios tiempos de
contrastes “Little Silver”, “Santa Monica” y
“Rachel”; ya lo aviso, son benditas genialidades.
Aunque lo
aconsejable sea tomarse Going Going... como un viaje largo sin
premuras. Donde prácticamente se recorren con muy buen gusto y tino
para las melodías, cada una de las distintas caras que ha dado la
banda de David en su accidentada historia.
La esencia
de este disco no es que haga un amago a la nostalgia, recupere parte
de su pop dulce del pasado, o continúe buscando y explorando
aspectos difícilmente inéditos en su carrera musical. Que va, la
gracia y auténtica bendición de este disco, es que contiene 20
temas eternos. De esos que sabes que definirán a la larga el valor
primitivo de este explorador romántico indeleble. Y tan particular a
la hora de expresar su binomio amor/desamor.
Han pasado
30 años, y todavía no tenemos ni repajolera idea de todos los
universos ocultos que esconde The Wedding Present. De lo que se puede
hacer con guitarra/bajo/batería sin ser virtuoso de los punteos,
encajes y fenefas instrumentales. Que no es necesario inventarse otra
etiqueta para redefinir la música y sobretodo, que la melodía lo es
todo. Definitivamente
19_RYLEY
WALKER_GOLDEN SINGS THAT HAVE BEEN SUNG
De este
disco tiene una importancia primordial el directo que nos brindó
casi a hurtadillas el pasado Otoño. Cómo nos enseñó su cara más
psicodélica y alegóricamente rockera y lo mucho que lo gozamos así,
a lo tonto. No niego que me hubiese gustado sentir su repertorio tal
y como suena en los discos: homenajeando con mucho respeto a tito
Neil, a Van y a Nick Drake.
Que es
verdad que este último trabajo es más esquivo y sin tanta obviedad
Jazzística; pide más dejarse llevar en volandas. No pedir, exigir,
ni hacerse vagas ideas, sino flotar con los brumosos bailes de
guitarras, contrabajos, percusiones y órganos.
Todo junto
lo hace funcionar este veiteañero con tanto sentido, que acojona. No
se da importancia y disfruta. Sus canciones salen de la chistera en
una sinergia casi mágica entre artista y banda, y amigos... esto tal
y como funciona hoy en día la escena musical, es un pequeño
milagro.
Podía
hablarles de sus canciones una a una. Intentar catalogarlas y
mascarlas y regurgitar después. Pero lo cierto es que Ryley Walker
lo único que pide es dejarse llevar. Abrir ventanas y que entre el
aire fresco, liberador, sin normas ni manuales. Tanto si has
escuchado sus dos anteriores trabajos, como si con temor, te pones
manos a la obra con su temario.
“Funny
Thing She Said” sería una buena piedra de toque, y allí sonó
de pelos de punta.
18_SCOTT
& CHARLENE'S WEDDINGS_MID THIRTIES SINGLE SCENE
Hay momentos
clave en el rumbo que debemos, nos lleva, o toma tal o cual cosa. A
veces depende de pequeños detalles, todo es arbitrario y caprichoso.
Pero en mi caso hay algo que jamás falla: Volante, carretera y
kilómetros por delante. Allí, y en el valeidoso azar de la ruta
-pura introspección- es donde han surgido mis idilios musicales más
venerables. Me gusta viajar y escuchar música, todo va unido. Ser el
que manejo los tiempos y las sin prisas por llegar, o la captura de
la instantánea mental de los curiosos pasajes que como apariciones
marianas, de repente, aparecen.
En serio,
creo en la casualidad de las cosas y las bombillas que se te
encienden empujadas por quien sabe qué. Johnny Woodyjaggeriano nos
lanzó la arengada, y aquí el menda que este 2016 no estaba por las
labores, ni caso. Que conste que no es ni por desconfianza ni
desacato, él bien lo sabe. Y tuvo que sonar bien entrados en
tierras Sevillanas con el sol tiñendo de ocres violáceos, “End
of The Story”, como una premonición.
La grabé y
lo admito, ni me acordaba qué era porque las apilé a voleo, con las
prisas de la partida: Parkay Cuarts, alguna toma rebuscada de alguna
banda seminal de las Peel Sessions, bandas perdidas en algún sample
de rock raro de cojones que conservo??...
Se necesita
perder la fe en la música actual para abrazarse sin renuncia a “Mid
Thirties Single Scene”. Renunciar a todo y volverse como quien se
quita un guante de látex y se lame los dedos. Salir a la calle con
los calzoncillos en la cabeza y unas medias de rejilla. Olvidarse un
poco de todo, y arrullarse con él como quien recupera un poco el
desaliño, la idea primaria de hacerse punki con 12 años, o el
fumarse aquel Royal Crown a escondidas de tus vecinas las cotillas.
No pensar si quiera si fue la Velvet Underground quien inventó ese
mismo lenguaje de la calle o el: - Hazlo y no pienses!!
El New Wave
Americano de finales de los 70 o el léete la música y ahora,
cámbiale las normas. “Maureen” sacude como un látigo en
las nalgas y parece invocar a los Stooges. Se revuelca con el Blues
sucio y se lo lleva de putas subiendo el volumen de “Scrambled
Eggs”. Mid Thirties Single Scenes nos lleva de viaje por
aspectos muy primarios de la música, la mayoría esenciales. De
cuando la dulzura, los neones y lo bonito, se topó con la realidad
de las calles y los suburbios. Con otra manera de hacer que la
melodía y la nostalgia se mostrase distinta y no tan predecible como
la de los 60.
Desde
entonces es tan fácil llorar con “Forever and a Day”,
como con My Way o In Dreams. Otra manera de construir la belleza y el
desastre desde la realidad de las imperfecciones. Y un disco para
entendernos, que emana energía y desgarbe vacilón por los cuatro
costados. Basta con correr a lomos del trote cochinero ronckanrolero
de “Distracted” y revolcarse en el cenagal de guitarras
con “Delivered”. Y si no, mutar desde la socarronería a
lo Pavement siendo la que suena “Hardest Years” y acabar
bendecido por Verlaine en “Don't Brother Me”.
Muchas las
bandas las que te vienen a la cabeza, pero al final es la imagen de
una época y no la forma de hacer. El principio de todo, cuando no
eran estilos los que definían, sino ideas urbanas.
17_HISS
GOLDEN MESENGER_HEART LIKE A LEVEE
Aquí es
fácil pasar de la locura a la placidez en un chasquido de dedos. Nos
gusta -me gustan- los contrastes. Yo jamás entendería la música ni
cualquier placer del que disfruto y me inflijo, sin la ida y venida a
los extremos. De echo creo que no hay nada lo suficientemente cauto y
responsable, sin dejar de acercarnos al borde con la punta de los
pies. Tocar y sentir por el mero morbo del miedo y el placer de
perderlo.
Heart Like a
Leave es bien eso, un disco de texturas, sensaciones y canciones que
casi se pueden acariciar con las manos. Entran como la seda o el
forro interior de los chaquetones; cálido y sensual. Es cierto que
es inevitable pensar en Bob Dylan cuando el timbre de M.C Taylor te
arropa. Pero sería un recurso fácil el pensar que todo se limita a
reminiscencias, evocaciones y la impronta que transmiten sus
canciones, sin caer en el tanto de la belleza de las mismas.
Es cierto
que la aureola de Dylan maneja desde arriba unos dejes, que con el
paso del tiempo se antojan irrenunciables: “Cracked Windshield”
, “Heart Like A Levee” o “Happy Day (Sister My
Sister) son una buena muestra en tono y cadencia.
Pero me
gustaría destacar por encima de eso; no como un inconveniente. Que
este último trabajo del alter ego del Californiano resalta de manera
sobresaliente toda su estructura, bastante más compleja que el
simple etiquetaje Folk o Rythm&blues. Hay instantes en los que
incluso nos podría sugerir a Elbow en “Ace of Cups Hung Low
Band”. Los vientos, o incluso los metales de algún ramalazo
estimulante Funk si nos ceñimos a “Like a Mirror Loves a
Hammer”.
Pero que al
final lo verdaderamente meritorio. Es que M.C Taylor acaba
llevándoselo todo, y de forma magistral ,a un terreno muy suyo.
Donde ya se ha creado un pequeño universo tan personal como
enriquecedor.
Cada disco
es ya una prueba de talento, sensibilidad y maestría a la hora de
conciliar texturas muy distintas sin resentirse. Los arreglos son
exquisitos. La armonía cuando entran en escena “As the Crow
Files” o “Tell Her I'm just Dancing”, rompiendo la
hegemonía de esos San Benitos que siempre queremos colocar. Y al
final lo esencial: Un disco medicinal que se escucha y saborea como
un mismo estado de confortabilidad apabullante.
16_BEN
WATT_FEVER DREAM
Se los
dejaron olvidados en clase. Tocó la bocina a punto de anunciar
bombardeo y refugio. Y nadie pasó lista en fin de año para caer en
la cuenta de que dos de los geniecillos del panorama británico, se
habían quedado encerrados en el laboratorio de la Srta. Trudy.
El 8 de
Abril del pasado año. Ben Watt, o lo que fuese la media naranja y
menos mediática de Everything But the Girl. Regresaba a lo grande,
con un álbum -por fin- con todos los ingredientes necesarios para
confirmar lo que todos sabíamos:
Que ha sido
uno de los músicos y autores con más sensibilidad para crear, y sin
embargo, menos valorados de la escena pseudoalternativa del Reino
Unido.
Solo dos
discos publicados en solitario durante 33 años, y con éste su
tercero, toda una trilogía de orfebrería compositiva.
Lo hizo con
North Marine Drive: Toda una declaración de intenciones mano a mano
con Robert Wyatt, donde elaboró uno de los trabajos más balsámicos
y floreado de Pop Bossanova.
Y ahora con
FEVER DREAM: Un disco monumental, tan bien cocinado y secundado
(Bernard Buttler/Suede). Que me parece prácticamente un insulto no
haberlo apenas mencionado en esta añada. En la que no solo ha
facturado un puñado de canciones terriblemente buenas. Sino que
además, sus formas de hacerlo se escapan de toda moda con tal
finura, que sonroja.
Esa misma
razón por la que North Marine Drive sigue siendo atemporal.
Ese tipo de
argumentos que sacude con tan buenas maneras tanta tontería que
tenemos encima de tendencias, indie, moderneo y nosecuantas pajas
estilísticas... Que te ponen de pies en el suelo, elegantemente, con
estilo, hasta con delicadeza.
Fue Bernard
Butler, ese otro que se bajó del tren en plena vorágine Britpopera
cuando Suede estaba en lo más alto.
Dos tipos
capaces y con tanta mano para crear sin maniatarse ni perder los
principios, hagan lo que hagan. Siempre siguiendo su camino sin
perder las formas, y a su rollo.
Su actuación
casi desapercibida del pasado Primavera Sound fue una de las más
grandes: Se plantaron sobre el escenario a las malas horas, y
rodeados de unos músicos de altura sin alarde alguno. Y desmontaron
de cualquier exceso los metros a la redonda, donde cayeron una a una
sus canciones.
Básicamente,
porque hay un estado musical donde se van a la mierda los trucos de
mago barato y prima la templanza, la serenidad y la verdad.
Las diez
canciones de Ben Watt tiene mucho de eso; de verdad. Tienen ese
espíritu emanador que pocos desprenden. El complemento electrificado
de Bernard Butlter, que dicho sea de paso, siempre me ha parecido de
quilates. Tanto, que sinceramente el último y tan aclamado disco de
War on Drugs me parece una broma al lado de este.
Con todos
mis respetos y guardando las distancias. Ben Watt & Co. Es otra
cosa. Quizás difícil de explicar porque hay que meterse muy
adentro, pero con bastante más alma y recovecos de esos oscuros y
por escudriñar.
“Gradually”
es excelsa desde los vuelos que cogen sus guitarras, hasta el
sentimiento. El groove de “Fever Dream”, “Running
Withe Front Runners” o “Faces of my Friends”, que
además recupera su faceta cantada en EBG que desgraciadamente tan
poco se prodigó, y que para mi fue de sus mejores bazas. Y esa
potencia redonda que le acaban dando las guitarras de B. Buttler tan
Americana y hasta ahora desconocida: “Women's Company” o
“Never Goes Away” son un ejemplo. Pero en general es un
disco que desprende mucha raíz y buena esencia. Laborioso de
acomodar, pero toda una gozada en cuanto coges el paso.
15_WILD
NOTHING_LIFE OF PAUSE
Este disco
me llegó en momentos bajos. Me costó capturar la belleza y tono que
prácticamente rellena cada esquina de sus canciones. Ya sabéis, ese
Pop de encaje que a mi personalmente me remite una barbaridad a la
primera época de Aztec Camera, de los Commotions, o incluso algunas
veces a Prefab Sprout. Y que buscó las suavidades más de Roxy Music
o el New Romantic ochentero.
No hay
muchas bandas actuales que se hayan atrevido a hurgar con cierto
gusto y elegancia, sin llegar a parecer pura ñoñería o una
baratija sin sustancia. Sin embargo Wild Nothing, pese a publicar un
disco que gira constantemente por ese universo tan peligroso, frágil
e inexacto. Lo ha hecho con tan buen gusto y variedad de matices, que
aun costando pillar el clímax, engancha a cada escucha. Tanto que
hay que admitir, que no siendo un adicto constantes a estos sonidos,
el chaval lo borda.
Cuesta no
parecer hoy en día una copia más falsa que las New Balance esas que
tan de moda se han puesto. Conseguir que las canciones fluyan con luz
propia sin acabar siendo un hit con caducidad es difícil a día de
hoy; y además todos sabemos que no cotizan en bolsa. Se ha dejado su
tema más adictivo “Japanese Girl” para su cuarto corte,
cuando todos sabemos que si no se ponen los dos temazos de entrada,
la muchachada le da menos vida que a un anuncio.
Un disco que
arranca con cierta inexactitud, vaporoso y flotando en un estado
ingrávido. “Reichpop” se deja llevar por el Dreampop pero
casi siempre queriendo algo más minimalista y emocional. No es una
simple querencia por los ambientes de Cocteau Twins, porque su música
avanza hacia atmósferas más inquietas: Funkpop, jingles,
experimentaciones varias y fusiones que van aquí y allá alejándose
de su pasado con mucha madurez e intención.
Es una de
las virtudes de este Life of Pause: la intencionalidad por crear un
núcleo palpitante que maneja los hilos con destreza. Jack Tatum en
ese aspecto, creo, que se ha escapado con inteligencia del abuso
pretencioso de algunas bandas naif de hoy, fallidas. Desde luego no
es un trabajo hecho a la ligera; por mucho que se quiera meter en el
mismo saco sucedáneo del Pop más general de hoy. Tiene esa
apariencia inofensiva y blanda que a menuda se desecha como algo
insípido y poco original. Pero Life Of Pause esconde tras varias
escuchas, un catálogo impresionante de gemas trufadas
exquisitas:“Alien” me parece bárbara, un clásico, la
firma de unos de los discos de Pop más elegantes del pasado año.
“Adore” no hace más que ratificarlo y con atención,
podría pasar por un tema inigualable en manos de otro lumbreras.
Pero él ha preferido hacerlo con más empeño. Simplemente porque no
es cuestión de estilos, apariencias o graduados de cara a la
galería, cuando lo que se hace, se a de hacer bien.
Al nivel del
Poison Season de Destroyer se marca un “Whenever I”
soberbio. Y es capaz de coquetear con experimentos New Wave, oscuros
deseos, ambiet y minimal experimental bañado de claro Pop; porque al
final es eso: pop. Pero que colorido de pop ambidiestro señores. “To
Know You” pasa de la ternura de “Lady Blue” a deseos
más oscuros y retorcidos. Todo un juegueteo de estilos envasado con
clarividencia en un frasco de Pop multicolor magnífico.
14_NADA
SURF_YOU KNOW WHO YOU ARE
Le hemos
echado tantos piropos al regreso triunfal de Nada Surf, que su
apabullador Pop instantáneo nos ha amilanado. En parte es normal,
aunque mi corazón de Popero tierno y azucarado no lo comparta. Les
hemos achacado toda la vida su efectivismo de fogueo, cuando se
buscaban álbumes redondos y nunca acabó de pasar. Pero ahora, donde
su You Know Who You Are contiene diez bocados de Pop perfecto, no hay
excusa que valga.
Que alguien
me diga que queda más serio abrazarse a propuestas más complejas, a
trabajos con más raíz o a mitos consagrados a la hora de valorar
discos, pues no digo que no. Pero a ellos los tengo aquí arriba
precisamente por eso. Porque creo tanto aquello que me lleva hacia
simas profundas llenas de riscos, como lo que me sube al cielo. Me
vale tanto Ramones como Miles Davis señores.
A este disco
le debo algunas de las escuchas más emotivas, optimistas y felices
de mi 2016, con mucho orgullo. “Rushing”, “Friend
Hospital” o “Cold to See Clear” son tres flechazos
igual que ese amor de impacto súbito. Pero es que las tres primeras
canciones son tan buenas e inmediatas, que el resto le parecen menos
por el simple hecho del subidón. Cuando lo que pasa, es el efecto
perplejidad por puro abuso de placer, zalamerías y buen rollo
absoluto,
¿Me estaré
volviendo tonto? Piensa uno. Pero no, “Animal” vuelve a
retumbar por si se te había olvidado. Al estilo Jayhawks, sí
muchachos, la felicidad es posible, y a mano.
13_CASS
MCCOMBS_MANGY LOVE
Maldito
número maldito, allí donde se ha posado este invértebre hacedor de
bluses elásticos y pétreos. Corta como una navaja mellada “Rancid
Girl”, el arranque barbitúrico de “Bum Bum Bum”. Un
latido asincopado de un autor que nunca deja de sorprendernos tanto
si nos enseña los dientes cuando se ahoga en el fondo de una copa de
Bourbon, como si nos da un dulce beso tras el lóbulo. Susurra la
calidez de poros abiertos como anémonas mientras “Laughter is
The Best Medicine” nos inunda con aliento Soul al oído.
Mangy Love
se explaya en escenas de playa desde ventanales amplios. De miradas
en el pleamar y neblinas que se elevan desde la marisma, igual que
si estuviéramos en la playa de bolonia tumbados bajo un chamizo.
“Opposite House” podría ser eso, o el silencio noctámbulo
de una ciudad bulliciosa en standby. Un disco que contrasta con la
road movie de su anterior entrega, y demuestra otra vez la
camaleónica y fantasmagórica mano que tiene para convertirse en
amante y demonio.
Jamás lo
podrás definir con exactitud, pero Cass McCombs tiene tantas formas
de aparecerse como posibilidades y personalidad tiene su estilo
compositivo. Este es de esos discos cautivadores, igual que lo
hiciera con sus dos caras en Wit's End y Humor Risk. Esa cara
zalamera y atractiva que tiene su música, la de un tipo que ha hecho
de su estilo, un sello inconfundible. No es devoción (o sí), pero
nunca defrauda, o por lo menos a los que amamos la música como a un
paisaje cambiante, siempre nos transporta a algún lugar excitante y
familiar a la vez.
Mangy Love
coge forma según se escucha. Cuando ya llevas bien avanzado el
álbum, los pies ya se te han adherido como la melaza al suelo. “”Low
Flyin Bird” emula ese vuelo saltando de cuerda en cuerda de una
arpa. Conduces al volante con la destellante noche reflejándose en
tu parabrisas al sonar “Cry” de soul vagabundo, y te
encuentras a Curtis Mayfield haciendo autoestop. Se deja caer en
Reggea veloz y sabroso; canta “Run Sister Run”. Y se queda
tal que está, tomando de nuevo el hilo de la conversación con “I
a Chinese Alley” hasta “I'm a Shoe” volviendo a sus
profundidades cósmicas entre la psicodelia, blues y alt country
desmigajado.
Cass McCombs
deambula por muchos sitios sin ser ciudadano de ninguno, no pretende
serlo. Pero suele ser de esos que nunca parecen ir a ningún sitio
concreto, y te los encuentras en cada esquina, en cada paisaje,
sentados en una barra o descuartizando en un matadero.
12_DR
DOG_ABANDONED MANSION
Creo que hay
un consenso general sobre el disco nuevo de los de Pensilvania. O por
lo menos de acuerdo estamos en la putada que supone meterse entre
pecho y espalda una novedad, cuando el año está agonizando y
nosotros todavía pasando apuntes.
Mi vara de
medir está en lo largo y ancho de un año. Aún y así, me cuesta
una barbaridad ponerle lógica a los sentimientos cuando es el
impulso más primitivo el que te guía por la música: Calidad,
riesgo, hacer lo que no toca, hacerlo de esta o de otra manera,
despertarte esa Tenia adormecida que hiberna dentro de ti desde tu
veintena... Vamos esa cosa que se enciende de repente dentro de ti,
movido por una energía desconocida: (El Mojo, el relumbre... todavía
le buscamos nombre).
Pero
sintetizando la cosa es sencilla: Abandoned Mansion es de esos discos
que sabes que te va acabar gustando. A veces creo que con la edad me
ha dado de una forma enfermiza por cadencias melancólicas; igual que
cuando te da por las comedias románticas y sabes que estás
jodidamente necesitado de amor. Será por eso, o simplemente porque
las cosas vienen así y uno ni tan siquiera se pregunta porqué. Al
final, las abrazas, las esquivas, las masticas o simplemente las
manejas según te pille el cuerpo.
Este año
por ejemplo, hago un repaso por encima de mis 40 discos preferidos. Y
no se si por las circunstancias, por gusto o por que sí. Hay muchos
discos que me huelen a viejo deslomado, melancólico y... ¿donde
narices está mi viagra? Guitarrazos, vísceras y tensión!!
No le doy
más vueltas. Abandoned Mansion es tan rematadamente distinto -hasta
extremo- con Be The Void; aquel primer disco que me revoloteo el
corazón hace cuatro años. Que acabas dudando del destino, o si es
un plan urdido por alguna secta para amar a Bob Dylan.
Que no es
que tanga nada en contra de él ni de nada en concreto. Solo que huyo
de efectos Palmar de Troya y cualquier cosa que se asemeje a la
mitomanía, o a adorar sin tan siquiera contemplar el error. Que no,
que me niego!!
Sin embargo
este último trabajo de los secuaces de Toby Leaman y Scott McMicken,
está tan asquerosamente bien cocinado que uno no puede más que
dejarse llevar.
Empieza
lento como las mordeduras de la culebra: “ Casual Freefall”
es como un canto al vacío, no creas que te agarra de golpe. Después
van llegando, la cadencia se va adueñando de ti y para cuando
quieres acordar, “Ladada” es tan tontorrona como bajar
cuesta abajo después de una comilona (con su digestión, sus
alcoholes y su posterior bajada de tensión). Esa flojera que se hace
dueña de tus extremidades y como que ya no puedes; te dejas. “Jim
Song” y “Survive” ya son tremendas, la araña ya te
tiene inmovilizado y solo queda esperar a que te devore sin más
opción que el hacer de espectador de tu propia muerte.
Estas dos
canciones son clave para acabar rendido al disco. Si empiezas por
orden y cuando llegas el corazón ya está ablandado como una
magdalena recién hecha; mejor. Pero si no, da igual, el resto del
disco te pasa por encima como una apisonadora.
Baja un
pelín de nivel, pero sigue siendo brutal. Ese barroquismo de la hora
del Té tan marciano y glam con sus violines y su cosa: “I Saw
Her for the First Time” y “Peace of Mind” tienen
salsa para rebañar y chuparte los dedos. A mi me lo van a negar
seguro, pero pese a que hay muchas fases en las que la armónica y el
caminar de las canciones recuerda a Dylan. Hay muchas otras cosas.
Momentos inundados del paisaje sonoro de Patrick Watson cuando le da
por el folk, de Flaming Lips, Mercury Rev, y un montón de otras
cosas. Sonidos clásicos. Ilustradores de estados de ánimo y de
sensaciones placenteras, porque Abandoned Mansion es ante todo, un
disco que se hace deliciosamente placentero en su escucha. Se filtra
la luz cuando suena “Could've Happened to Me” cuando
parece que afloja. Y atardece con “I Know” transformando
Folk, melodía, psicodelia campestre y soleado californiano en algo
que cuesta definir, pero que en definitiva entra como algo que llevas
necesitando desde largo largo tiempo.
11_HALLELUJAH
THE HILLS_A BAND IS SOMETHING TO FIGURE OUT
Si el disco
de Dr Dog es la paz y la gloria después de la alegría de B VOID. Lo
más reciente del combo de Boston liderado por Ryan Walsh es como no
podía ser de otra forma: pura furia e inconformismo.
En serio,
admito que por esta banda y su extraña manera de idear himnos a
berrear, estoy teniendo últimamente una querencia dudosa; espero que
no sea forofismo por dios. Pero por más que me gustara “No Wants
Know What Happens Next/2012”, no hago más que encontrar motivos
para que cada vez me gusten más. Y eso que su anterior “Have You
Ever Done Something Evil?” era bastante prescindible si lo
comparamos con éste. Con lo cual me vengo haciendo esa incómoda
pregunta: seré lo suficientemente justo?
Creo que la
música no solo debe dar placer por vía auditiva o sensorial; al fin
y al cabo la música ha de llegar así. Solo que además espero, que
me despierten esa vigorizante idea de que se puede cantar, celebrar y
proclamar; no solo poesía sino energía.
Las letras
de Hallelujah The Hills hablan de cosas reales, duras e incómodas de
cantar. Pero lo hacen de una forma increíblemente pasional sin dejar
de crecer musicalmente.
Diría que
han sacado su mejor trabajo hasta la fecha y que lo ha hecho
escogiendo una opción poco práctica. Solo por eso y por el reto que
supone enfrentarse a sus nuevos trabajos, sin echar mano de los
prejuicios, me encanta. Me encanta que me lleven al terreno incómodo,
accidentado y llenos de peligros. Y aunque Arcade Fire me acabasen
por hacer aborrecer esa manía de cantar todo en modo coro. Tras tres
discos confeccionando las canciones como manifestaciones
multitudinarias y bulliciosas, creo decididamente que su música y lo
que dicen, no se puede ejecutar de otra forma.
“Play
it As It Loops” y “Hassle Magnet”, son a golpe de
mayo pura forja y templado: Duros con bordes poco acabados, ásperos
y tallantes a puro porrazo; sin filo.
Dos temas
estallando casi al final como dos relámpagos, cuando la tormenta se
va formando desde el inicio con “What Do The People Want”.
No hay que ser muy ducho en el inglés para darse un garbeo por su
portal, y repasar cada uno de los textos que detalladamente ilustran
su cancionero. Hallelujah The Hills no se muerden la lengua, eso es
un hecho. A Ryan Walsh se le ha metido en la cabeza implicar a toda
la banda es sus proclamas y así es:
I
dreamt of a new kind of town
our
mayor in her wedding gown
we
call out the M's in the dictionary
but
they're not gonna save us now
What
do the people want?
The
people don't know what they want
Al final no
es cuestión de política como lo hacía Billy Bragg,
Desgraciadamente el drama esta a pie de calle, y que una banda
americana lo cante a los cuatro vientos es toda una valentía. Que lo
hagan sin abandonar su sonido y la idea original, mucho más. Y lo
más importante: Cuando “The Mountain That Wanted More”,
“We Have The Perimetrer Surrounded” o “The Dangers
Are Doubled” se te clavan como estacas, me emociona
sinceramente. Y no puedo evitar mirar de reojo al pasado y acordarme
de bandas como REM o McCarthy; bandas militantes que se la juegan al
todo o nada con poesía.