Algunos
piensan que en el espacio temporal que separa la preadolescencia y la
madurez. Hay un lugar tan muerto como esos mil metros que separan un
municipio de otro. Donde los baches ya se han convertido con el
tiempo en simas, lagunas itinerantes y grietas espacio/tiempo
ilustradoras de LA NADA más absoluta.
Allí es
donde conviven mudas, aquellas cosas que a veces nos avergüenzan o
nos enorgullecen, según crecemos, menguamos, medimos lo moderno con
lo pasado de moda, lo molón y lo petardo. Una zona muerta que se
modula con los años, sin apenas darnos cuenta.
Marc Almond
y Soft Cell podrían perfectamente ser uno de ellos. Junto a Yazoo,
The Human League, OMD; su vertiente más comercialmente explotada.
Otra suerte correrían Depeche Mode, Kraftwerk, Devo, John Foxx o
Gary Numan; paradigmas de la modernidad.
De repente
un día, aquello que nos parecía pasado de moda y que disfrutábamos
en la intimidad, nos brota como una fuente en aspersión ¿Nos
hacemos viejos, perdimos los prejuicios? ¿O es que solo fue una
conspiración entre el Rock y la electrónica para dinamitar el
TecnoPop?
La sencillez
y funcionalidad del TecnoPop (SynthPop, electropop... etc etc). Nos
devuelve -por suerte- la vigencia de una parte muy importante de la
música. Y Marc Almond amigos, puede, o es, de los pocos que ha
sabido aglutinar bajo los patrones del Pop Electrónico: Soul, Rock,
Dance, Baladista, burlesque y teatralidad como nadie... y hasta
experimentación. Sin caer en la banalidad y conservando como
icónicos, gran parte de sus hits.
Entienden
porqué no deberían perder más de dos segundos en someter a juicio
sus preferencias? Sino, me explican si después de escuchar este
tema. No se sienten tentados a recuperar su adolescencia.
Al fin y al
cabo fueron junto a Yazoo y OMD, los que me hicieron tal y como soy.
Sin prejuicios al escuchar tal o cual estilo. De comida como en
música, cuanto más variada y enriquecedora mejor.
Hacía una
eternidad que no acudía a un concierto en sábado. Por otra parte,
lo necesitaba. Era mirar el cielo por la tarde volviendo de Badalona,
y asomaban tras la silueta de Collserola los cielos que parecían la
anunciación, en todas sus escalas posibles de grises.
Se cernían
sobre toda la extensión de la gran ciudad, como las siete plagas de
satanás. Tierra que quiere agua, agua que quiere tierra. Tres meses
sin caer una gota y el sábado a la noche viento y lluvia nos ponía
el corazón del revés como los paraguas de a euro.
Lo siento si
algunos se empeñan en crearse un perfil de oyente de Marc Almond. En
la sala mediana de Razzmatazz, había de lo más variopinto que uno
se pueda imaginar. Y es que este currante de los escenarios, por
pasión y buen humor, es incapaz de dejar indiferentes. Un radar de
largo alcance devuelto a la vida tras un accidente letal, y con una
capacidad de irradiar vitalidad inigualable.
ARTISTAS con
mayúsculas en vida sobre el escenario quedan pocos, y Marc Almond es
uno.
Lleno cómodo
para escuchar sobre las tablas su último álbum “The Velvet
Trail/2015”, con un puñado de temas destinados a convertirse en
clásicos. Y para que engañar, un repertorio que destaca sobretodo
por la cantidad de hits inmortales, con los que crecimos la mayoría
de los allí presentes.
Acompañado
por dos coristas, el teclado de rigor, una batería de toda la vida,
y el guitarra de Sigue Sigue Sputnik Neal X. Sorprendió por el
dinamismo del repertorio, estructurado con inteligencia en cada una
de sus vertientes: la más rockera, bailable, y la romántica; donde
esconde algunos sus ases más sorprendentes. Prescindo el recalcar la
energía sobre el escenario, porque todos deberíamos saber a estas
altura que el de Southport seguramente sea de los pocos que vive el
directo como un puro acto de felicidad y generosidad para con sus
seguidores.
Veinte temas
que sonaron como un ciclón, haciendo de su directo algo que sabe a
poco. Sobretodo porque conforme avanza el set, su magnífica voz para
los 58 años que calza, es cuando mejor se estira y modula; muchas
tablas y escuela.
Así que el
cierre con los bis de “Tainted Love” y la más que
previsible “Say Hello, wave Goodbye”, sonaron para llorar
pulmón en mano. Coreadas hasta la eternidad. De las que te
revolotean dos semanas después ¿será por eso que soportan décadas,
modas y vidas enteras?
Pero antes
de todo eso, hubieron momentos muy muy grandes. Yo por ejemplo, me
quedo con ese interludio tras unos momentos muy teatrales al compás
de “Jackie”, “Champagne” y los arabescos de
“Black Heart”. Probablemente porque sean estas, las
culpables de verme el sábado allí: “Scar” y “Zipped
Black Leather Jacket”. Dos temas sencillamente bestiales de su
último disco, que en directo dan el máximo exponencial emocional de
este artista: Sin apenas instrumentación, y con su voz como
instrumento solista. En eso os puedo asegurar, no tiene rival, os
guste más o menos.
Pero que la
emoción nos conserve la vista y el criterio. Rebobinando hasta el
principio, cuando sonó “Minotaur”; otra joyita que
esconde su último disco. Y que por desgracia sonó por debajo de su
valía, con la voz todavía un poco fría. Tardó poco en corregir
ese pequeño inconveniente con “Tear Run Rings”; ese
clásico del 88.
Su single de
adelanto “Bad to Me”, de una ligereza Eurodisco acabó de
darle impulso al inicio. Se sucedieron temas menores, pero todos
sabemos porqué Marc Almond pese no haber facturado discos
históricos, sigue estando ahí. Su cover de Gene Pitney en dueto es
un ejemplo claro. “Something's Gotten Hold on my heart” al
igual que Tainted Love, son clásicos de los que se ha encargado de
inmortalizar. Con esa forma tan personal y única de aglutinar bajo
el pop electrónico y cabaretero, estilos aparentemente antagónicos
y ser el amo. Llegaron “Variety”, “The Dancing
Marquis”, “Darker Times” hasta “Jacky”;
melodrama al puro estilo Jacques Brel: Cuatro temas encadenados entre
varietés, rozando el petardeo y la autoparodia a ritmo disco; que curiosamente
despojó esta última, de eso precisamente #genio y figura
hasta la sepultura. Pero que Marc sabe gestionar con algo
que supongo muchos desconocerán todavía a día de hoy.
Marc Almond
es esa especie única de artistas que con un lirismo interpretativo
tan suyo, ha construido un universo inquebrantable pero siempre
moldeable e inimitable. En lo plástico, es capaz de convertir lo
hortera en pura magia. Llevarte a su terreno y arrastrarte como un
vórtice, para hacerte comprender de que va lo suyo. Y siempre gana,
sí, es así de fácil por inexplicable que resulte.
Jacky y esa
otra vuelta hacia el fulgurante drama que le imprimía Jaques o Scott
Walker, marcaría el punto de inflexíon de la noche. Fuera bases y
dancing, Marc Almond tenía a toda la platea rendida a sus pies por
mucho que la mayoría ya fuéramos predispuestos.
Champagne,
Black Heart, Scar, Zipped Black Leather Jacket, Demon Lover y
ríete de Pulp o cualquier banda intentando emular ese Britishdrama.
La sucesión más irresistible posible en una noche redonda, para los
que crean en las casualidades y supersticiones de un Viernes 13
pletórico.
Treinta y
cinco años cantándonos los demonios y las luces de la vida. Y
todavía sabe sobreponer a un repertorio demoledor, un último disco
magistral; otra piedra preciosa que se nos escapó el pasado año a
los insuficientes. Aunque eso sí, puestos a estar de antojos, se
echo de menos “Pleasure's Wherever You Are” o “Earthy”
de su último disco, que no sonaron.
Llovía a
cántaros sobre la ciudad; las once y pico contadas. El Bar Pepe nos
llenaba el estómago con un Lomo con pimientos y queso +la birra de
rigor; el alma ya lo estaba desde las nueve largas. Y la noche no
podía acabarse ahí, debatiendo con propios extraños las teorías
de la noche:
Lo grande
que es regresar sobre los pasos, para bailar y emocionarse con lo que
te amamantó a los 12 años ¿se puede pedir más a un concierto?
Hablando de Allison Moyet, de Andy McCluskey... Porqué nos hacemos
tan viejos, la dioptrías, y tan dulcemente canallas. La madurez es
hermosa y la pena, es que hay que llegar para relamerse.
El Raval y
Sidecar como destino, pondrían el broche ¿Y acaso no hay mejor
forma que hacerlo con el Gloria de Patti Smith y L.A Woman de los
Doors? Aunque la pista esté desierta y las carcajadas de dos locas
reboten en las paredes. O te figures desenlaces extraños entre los
viandantes chapoteando en charcos.