Cruzar la
ciudad de Barcelona en una fría noche de Marzo tiene su encanto.
Inconcebible para los que solo se mueven con tacatá y de la mano, a
aquellos actos multitudinarios fardones y catedralicios. Los que nos
desplazamos por vocación emocional y nostálgica, nos pasa al
contrario; un poco como los pioneros del lejano oeste:
Las
travesías tienen de inconvenientes, lo que de particulares e
indistintas, las motivaciones personales de cada individuo allí
presente.
Son esas
irregularidades que escapan del control de calidad de la cadena de
montaje, y que te enamoran: esa falange más larga y
desproporcionada, esa naturalidad para llevar la vida, y esa pasión
desatada que siempre escondes en el doble fondo, para compartir sólo
para los comunes; que no son muchos... y nos llaman raros.
El
Minifestival de Música Independiente de Barcelona, al igual que
IndiePopFest de Madrid. Recogen cada año con esmero, dedicación y
buen gusto, aquello que algunos despreciaron por minoritario y
escuálido. Y podrán creer que cada año nos sorprenden? Para que
algunos crean que la exquisitez no esta en las manos de los
damnificados.
En una
tarde/noche longitudinal de Sábado dicharachero. Me dejé caer desde
el Vallés Occidental hasta el Llobregat circunvalado entre luces de
posición, zizagueos y peregrinajes a la gran urbe. Nosotros nos
íbamos más lejos: allí donde se pierden de vista las vallas.
No es que
este muy lejos, si tenemos en cuenta que Barcelona se cruza en media
hora. Pero para los que nos hemos criado en la periferia, tiene parte
de encanto escapar de lo de siempre; no todo tiene porque suceder en
la capital. De echo, los de entonces ya crecimos con esa idea de que
lo verdaderamente merecedor ha de costar. En los 80/90, gustarte el
indiepop era sinónimo de no existir, de ser transparente, y
demasiado ambiguos para ser catalogados ¿era eso ser “indie”
acaso?
Eso sí, en
un Sábado atareado al segundo. La satisfacción de emplearlos en
cosas realmente gratificantes: Cocinar para mi señora madre
octogenaria larga, bebernos mano a mano una copichuela de vino ante
un plato de lentejas. O echar un café en el bar de enfrente en mi
viejo barrio Badalonés para chafar luego la oreja en mi habitación
de soltero. Son ese tipo de cosas que hago cada sábado y que me
teletransportan a años luz de juventudes lampiñas. Y salidas en
busca antros perdidos donde escuchar buena música.
Así que
trashumar hasta el Prat del Llobregat, para escuchar aquello mismo
que buscaba con 19 años. Es como volver a rememorar décadas
aventureras, en las que éramos pocos los que clamábamos en el
desierto algo, entre lo exclusivo y personal. Esas canciones que
parecían haber sido compuestas para nosotros, nuestra intimidad y
nuestra atormentada o incomprendida fragilidad: POP de hilado fino,
melodías quebradizas y factura tan simple como efectiva.
Por mucho
que me pese haberme perdido a Kinsale, Ex-Cèntric, Her Little
Donkey, Die Katapult, Alexandre Lacaze, o los Suecos Star
Horse. Cuando los quehaceres han sido empleados en tan
reconfortante empresa; incluido el bocata de pollo con queso que
atendí en el bar del otro lado de la calle. Pues que queréis que os
diga, benditos sean; con todos mis respetos. Que uno llega donde
llega.
De todos
modos, visto lo sucedido en la flamante como coqueta sala LA CAPSA
(recién remodelada). Solo puedo postrarme ante semejante alarde de
imaginación, buen gusto y como decía mi madre: Saber darle tres
bocados a un cañamón. O lo que es lo mismo. Gestionar tan
nimios recursos, y poner cada año el listón entre lo inigualable y
selecto.
Por
desgracia, pocos son los que se atreven a montar un festival de
género, y superarse cada año.
Y es una
pena, vamos, que los 13 euros que costaba la entrada atraiga a bandas
de tanta calidad con los tiempos que corren, y el público siga
siendo tan llorón y caprichoso. Ni imaginarme quiero, el caché que
cobran estos artistas, cuando otros se dejan una semanada en un
macrofestival.
Los
franceses AUTOUR DE LUCIE, la joven y desenfadada banda Londinense
DESPERATE JOURNALIST con su flamante debut. Y dos pesos pesados de
los que has pasado vidas enteras, esperando verlos por estos lares:
La escocesa EMMA POLLOCK (líder de THE DELGADOS), y THE POPGUNS.
Estos últimos, como una de esas bandas fetiche, que mantuvieron viva
la llama del tweepop trotón durante la década de los 90.
Dieciocho
años más tarde han regresado con un disco bajo el brazo. De
aquellos que rubrican su accidentada carrera, en una especie de
doctorado, que recoge la culminación del Pop casi perfecto.
Evidentemente la escena más multitudinaria ya no está por valorar
lo que significa hacer melodías redondas y sencillas. Pero sí, los
que andamos huérfanos de algo que no sea lo típicamente impuesto
por modas y tendencias.
El Pop nunca
pasará de moda por más que se le reste importancia, básicamente
por que igual que el Rock&roll, son parte esencial de la música.
AUTOUR
DE LUCIE se difuminaron igual que lo hicieron tantas
bandas delicadas, emocionales y silenciosas a principios del 2000.
Diez años más tarde, el dúo formado por Valérie Leulliot y el
guitarra Olivier Durand han vuelto a grabar ese mismo pop; ahora
vestido de electrónica hedonista.
Un disco del
que dieron cuenta con la preciosa “Détache” y la
noctámbula “Cheval étincelle”. Y que completaron con un
fondo de armario repleto de temazos, que ahora, años más tarde.
Suenan como salvadoras balizas, cuando se ha perdido el gusto por lo
sencillo y delicado. Será por eso que “Je Reviens” me
sonó como los ángeles, “OK Caos” pespunteó ese pasado
más desnudo, con el actual. Y “Qu'avons-nous fait” casi
veinte años después, volvió a sonar tremenda. Un set que se hizo
breve por lo ajustado de la oferta, pero suficiente para certificar
el buen estado de la banda y su repertorio.
Perfecto
anticipo para dar cuenta de DESPERATE
JOURNALIST. Un cuarteto mixto que vino el pasado año a
recuperar, ese medio tiempo entre Savages y el Pop guitarrero
heredero de aquel buscado Stellar de Smitten, The Organ, e incluso de
los primeros U2. Eso que hizo que muchos confundieran antaño, donde
acaba el pop y empezaba el rock o el postpunk.
La joven e
impetuosa Jo Bevan, al igual que lo hicieran otras carismáticas
féminas, es el pilar de la banda; además de un Rob Hardy a la
guitarra multifuncional soberbio. Su repertorio los avala, plagado de
posibles singles igual que aquel pop glaMuroso del debut de Suede.
Principalmente porque la chica tiene una facilidad pasmosa igual que
lo hiciera Brett Anderson, para hacer del falsete, lirismo, y de su
cristalina voz, el contrapunto ideal a las guitarras arañantes.
Sonaron
cojonudos, intensos y tan o más efectivos que su homónimo disco.
Despertaron los primeros bailoteos de un público mandroso,
que solo lograron levantar una buena tropa de curtidos británicos
que allí se dieron también cita. Y la atención hipnótica hacia
una preciosa joven, que atesora esa emocional rabia que solo se da en
las bandas pequeñas que suben desde abajo sin el aval de los grandes
medios.
El
repertorio se basta para funcionar engrasado y perfectamente
conectado con el aquel pasado de Pop cristalino de guitarras. Suena
tal y como lo hacían Echobelly, e incluso inspirador por esas
innegables influencias de The Smiths. Y sencillamente lo es porque
no está contaminado por tendencias, y abarca una parcela que ahora
no toca... cosa de las modas supongo.
Con lo poco
que me gusta achacar a modas, las enfermizas tendencias.
Mereció la
pena la espera y un cartel final sin desperdicio alguno. Repasando
los discos en solitario de la escocesa EMMA
POLLOCK, se me abrió un apetito voraz que pedía café a
garrafas.
La
estratégica situación de LA CAPSA, con su bar restaurante y todo;
hasta la parada del metro justo enfrente. Lo que digo yo ser más
“apañao” que una maleta grande. Hizo por mi, más que la
humanidad por el fin del mundo. Era como un cargar las pilas
esperando la presencia de la ex líder de THE DELGADOS: Aquella banda
que como tantas que pasan y han pasado por este particular festival,
cuesta ubicar en un contexto exacto. Bandas que cimentaron su
grandeza en ese limbo musical difícil de etiquetar, que las hace con
los años, el mejor vocabulario para entender el verdadero
significado de la independencia.
Desde su
omnipresente “Coming in from the Cold” hasta nuestros
días. Una carrera en solitario surtida de un sinfín de
colaboraciones. Con tantas ramificaciones, como pausada es su
producción musical repleta de surcos profundos y laberínticas
influencias.
Hace unos
años volví a coger su estela con un proyecto benéfico para
psiquiátricos llamado THE FRUIT TREE FOUNDATION, con miembros de la
escena alternativa escocesa (twilight sad, idewild, the birthday
suite y frightened rabbit entre otros). Un trabajo de los pocos que
acaban siendo disco de cabecera con el tiempo; y que aprovecho para
recomendar encarecidamente. Me apetecía mucho verla, aun a sabiendas
de que seguramente vendría armada solamente con su guitarra, y su
voz; más que suficientes.
Tras el
impulso anímico de Desperate Journalist, algunos podrían no
entender la función de Emma, bajando el pulso a constantes de
hibernación.
Pues amigos
míos, fue uno de los instantes más mágicos de la noche.
Hecho el
silencio, los teclados y bajo de David Mcaulay, y la presencia bajo
el cenital de Emma Pollock. Consiguió detenerme la respiración y
hacerme flotar sobre su voz de cristal líquido. De esos directos
desnudos como los contados de Kirsteen Hersch, Lloyd Cole o Robert
Forster.
Esa forma de
ver las canciones tal y como vinieron al mundo: Sin colonias con las
que hacerlas fáciles y dóciles, sin maquillaje ni vestidos para
disimular sus curvas, defectos o virtudes.
Su último
disco IN SEARCH OF HARPERFIELD, junto al primero y más enervado
WATCH THE FIREWORKS/2007: Dos discos que completan una trilogía
musical tranquila, digna de escudriñar en horizontal. Centraron un
set breve por la intensidad emocional desplegada, dando una sonoridad
particular a su temario. Confiriendo a su última entrega -marcada
por la reciente muerte de su madre- una dulzura llena de aristas,
rugosidades y formas increíblemente panorámicas. In Search Of
Harperfield es un disco muy muy grande, que probablemente pasará en
silencio y de puntillas por los medios y crítica especializada. Pero
desde ya, y después de hacerme con él en el mercha del festival.
Puedo asegurar que será uno de mis discos de este año. De los que
se intuyen desde el primer acorde y pasaje, como esas obras que
crecen y ganan en detalles y rincones escondidos por cada escucha que
se les concede.
Son de los
que se merecen una entrada completa, y una disección pormenorizada
de cada canción. Sus ingredientes, como las de la artista, tienen
una belleza rara que te atrapa tanto por sus rasgos marcados, como
por su convincente sencillez.
Se codearon
y se entremezclaron entre algunas gemas de su primer disco en
solitario. “If Silence Means That much To You” o “The
Optimist”, nos desplegaron un tono tan confortable como
melancólico. Sonó al final, intercambiando acústica por bajo, “Old
Ghost”: Vivo ejemplo del preciosismo
de esta última entrega, junto a otras como “Clemency”,
“Intermission” o “Dark Skies”. Esas
canciones que dan a toda la obra un halo de Pop-folk de cámara tan
agradable de escuchar.
Y me dejó
al final una curiosa sensación de desahogo, como las que afloran
cuando te hartas de sollozar como un desconsolado.
Al acabar
nos dejó tiempo para consumir en el portal el último pitillo,
mientras charlaba con unos igualmente apasionados asistentes. Esas
pausas entre set y set, con tiempo para compartir vía
público/músicos, todo el peso de sensaciones que uno necesita
vomitar. No recuerdo los nombres -lo siento- me sucede lo mismo
siempre: retengo tan poco en nombres, como guardo para el recuerdo
(si pasaran por aquí, lo cual dudo, me encantaría que levantaran la
mano).
Así que ya
consumiéndose la noche hacia la una pasada de la madrugada. El plato
fuerte para quienes nos sentimos tan solos en los 90, cuando
intentábamos explicar a alguien las virtudes de esta grande, como
insignificante banda de Brighton.
THE
POPGUNS tendrían el honor de echar el telón a tan
increíble cartel, y trasladarnos por un instante a aquellos tiempos
de Sarah Records, Creation, Cherry Red, de TweeKitty; de eso que
ahora llaman C-86, y no es más que Pop orfebre de periferia. Ese que
se hacía por el mero impulso de los 60 o por conservar esa inocencia
maldita de adolescencia.
Wendy Morgan
-su cantante- salió radiante de felicidad; sonrisa impertérrita. Y
no es para menos. Con semejante disco bajo el brazo recién
publicado, después de 18 años de silencio. Y blandiendo una forma
tan envidiable sobre el escenario, como a la hora de componer Pop sin
fecha de caducidad. Daba un poco lo mismo que nos deleitara con
algunos clásicos como su cierre “Waiting for the Winter”
o con la que abrieron, “Stay Alive”.
Tiraron de
garra y un punto de Pop más rockero que saltarín; esa parte que
siempre los unió con un pasado más caústico. “We Don't go
Round there Anymore” es un claro ejemplo de atemporalidad y
sonido americano.
Un tema
inédito que sonó glorioso junto a “Because He Wanted To”
de su primer Lp. Consiguiendo un punto álgido de la noche junto a
“Still a World Away”. Entre fans de la banda venidos del
reino unido que rebasaban la cincuentena, con mucha ganas de bailar.
Y atónitos del lugar, que no están acostumbrados a estas
expresiones tan naturales de fervor popero. Todo eso, dio a la noche
esa magia sin límites de edad ni caducidad, que solo el IndiePop es
capaz de mantener.
Las
canciones de Popguns ejercieron de resorte, claro está. Su
repertorio siempre incontestable: “Lovejunkye” que nos
adelantaba hace dos años su regreso a los estudios. “Landslide”
y esa conexión perfecta con los Wedding Present de George Best de
los primeros 90. El gesto pese a tener un arsenal de temazos y el
poco tiempo del set, para marcarse más inéditas como “Beaten
Up Guitar”. Lo cual da idea de el momento creativo en el que
están; más que nada porque las dos sonaron sobresalientes.
Sonaría
hacia el final esa oda Poppunk llamada “Bye bye baby” de
su SNOG del 91. Y se nos hizo tremendamente corto esas escasas nueve
canciones, para los 25 años de espera; como es natural.
Pero al
final, incluso puesto a quejarme por la ausencia de una de mis
favoritas: “Second Time Around”. La sensación pletórica
de volver a revivir tiempos veinteañeros, cuando no había “escena”
tal (aunque en realidad nunca la haya habido propiamente dicha). Ni
un público más o menos masivo para dedicarle ni radios, revistas, y
mucho menos clubs.
De todas
maneras -y alargando hasta el final esa nebulosa memorabílica- los
que habíamos, removíamos cielo y tierra en busca de esos sonidos
minoritarios. Era la unión que da la fuerza, y el poder de hacer las
cosas con pocos medios. Más o menos como este meritorio Minifestival
IndiePop de Barcelona: 21 ediciones picando piedra y haciendo... que
no todo sea siempre igual. Larga vida!!
PD. La
noche, de las pocas que son en Sábado, acabaría rindiendo homenaje
a esas LAS NOCHES #cualquiera, que suelen ser las mejores y a
celebrar. Con mi buen amigo y compañero de trincheras #Luis Le Nuit
en Kotton Club. No pudo venir por asunto de sesiones, pero volvimos a
casa juntos; como antaño.
Ni que sea
para compartir detalles, pormenores de la noche y sus bestias, de lo
que cuesta tirar para adelante, y que sea cerrando con un ilustrador
MY WAY de FRANK SINATRA.
Hasta se me
escapa la lagrimilla... tantas y pequeñas cosas que hacían grandes
las noches y la amistad.
@SALUTE!!