Creo
definitivamente, que me he graduado en la desgana.
Y
si existiera algún tipo de doctorado o titulación cualesquiera, sobre el arte
de permanecer inerte y contemplativo durante horas sin fin. Ahí, sería yo el
alumno más aplicado y concienzudo de clase.
Si
hubiera algún tipo de escuela o universidad donde se impartiera tal habilidad.
La mía, sería la única oportunidad de la vida para sacar buenas notas e incluso
matrícula de honor. Y dejar de ser un zoquete en algo sin utilidad práctica ¿lo
creen de veras? Yo, sí.
Permanecer
en la habitación del hotel sin encender ni un solo día la televisión.
Desmenuzar cada lejano sonido de las habitaciones colindantes, el eco en los
pasillos de noche y al amanecer. Contar incluso las gotas de la ducha, o el
rumor del agua de las cañerías, intentando deducir por donde pasan y a donde
van.
Oír
hablar, verborrear y rebuznar como quien oye el agua caer y que te
pregunten: - ¿estás bien?, y yo... – Pues
bien!!
Lo
mismo que el insecto palo inmóvil, pero inmune en este caso a la plaga
pandémica del imbécil.
¿Porque
es una plaga, no es cierto?
Me
he perdido por las calles de Ripoll, intentando descifrar un lejano viaje de
fin de semana de lo menos 25 años atrás.
Evidentemente,
no hallo rastro alguno del difuminado recuerdo ni de aquello que quedó residual
en mi memori(rí)a.
Ni
de la pensión de mala muerte en la que dormimos y follamos sin tregua. Ni de
aquel chocolate negro y profundo como esas aguas movedizas ideales para morir
de empacho. Ni de la belleza; que como un diapasón. Va, de su pasado
esplendoroso tatuado en sus arrogantes fachadas, a la decadencia preciosista y
precipitada de sus humildes casas. Tic, tac, tic, tac, tic, tac.
Me
quedo con lo segundo, de largo.
O
por lo menos con ese contraste perturbador, de lo que hablan las calles cuando
están desiertas, mudas, observadoras.
Hago
un esfuerzo sobrehumano por intentar ordenar las razones que nos llevaron a
patear ese sinfín de pueblos en hospedajes cutres, con nuestro Golf CL al que
ella bautizó como “gordito culón” y
la veintena por bandera. Y ni rastro.
Así
que…
Me
he enfundado mi pellejo de primavera y me he sacado a pasear. Pese a que llevo
recluido cuatro días entre esta mortaja de paredes, sin tabaco, sin vino. Antes
de volver a Ripoll.
De
la correa me llevan mis auriculares, recién mudado a los 52. Me voy y me lleva
(la música)
En
volandas, como a una novia de blanco.
La
primera y clara prescripción para este 2022, justo a tiempo para curar de
espantos la vejez y un trancazo que me ha agarrado por sorpresa.
Y
sin tiempo para que igual que Danny Kaye, pusiese en práctica el
infalible juego de pies a ritmo del Danubio Azul.
Me
he hecho pequeño. Y de las juntas dilatadas del entarimado de robledal lituano,
he tejido autopistas, cartografías, y pequeños microcosmos; he bajado al suelo
desde las alturas.
Sin
soberbia ni arrogancia.
He
tejido un colchón de borrissols y me he acomodado justo en la esquina
tras la puerta que comunica el pasillo con el salón. Y allí, paso la noche y miro
las estrellas de mi cielo raso imaginario.
He
de descansar con mi espino blanco pegado al pecho, que mañana salgo de romería.
Tomando
prestadas las melodías para guitarra de Berlioz, Albéniz o Francisco
Tárrega.He subido el volumen a
nivelaltar/romancero, el You
Belong There del ex Grizzly Bear Daniel Rossen. Y en una
aparición estelar, desde el cielo estrellado de mi techo. Ha descendido Anna
Bon di Venezia (aunque es boloñesa); resucitada por la californiana Sarah
Cahill y su homenaje a las más mayestáticas y anónimas compositoras
clásicas.
Esta
pareja; junto a la bioluminiscente hada Silvana Estrada. Hacen de
falla sima, el vacío hondo que divide los 43 remedios de este vetusto
tratamiento contra el mal de la soledad.
No
la curan, no. La soledad no se debe curar jamás, sino que se ha de aceptar,
querer, y convivir en la comodidad de la invisibilidad.
Solo
así, ves lo que otros no.
Aquí
solo se cura (o se intenta), la mediocridad y el miedo a ahogarte. En serio!!
Yo no sabía nadar hasta hace 8 años ¿y ahora? Ahora tampoco. Pero ya no me
ahogo.
¿y
la mediocridad?
Adivino que tampoco.
Súbele
el volumen a Les Jaguars, y surfea.
Habrá
risas, habrá drama, habrá música.
Los
tejanos Good Looks se han subido a la mesa y nos han tocado uno
tras otro los temazos que bajo el brazo llevan.
-¡Sirve
vino!
-¡Qué
barbaridad de disco, Ep, o lo que te salga!
Todo
es cuesta abajo.
Balancea
los brazos y déjate llevar, que la primavera está de verdad ya aquí.
Verás
valles y ondulaciones igual que la vida, y semejantes a ti, y a mí.
Zonas
boscosas oscuras y misteriosas.
Las
canciones como ya sabrás, no son meras melodías ni actitudes con etiquetas.
También son estados de ánimo y personas.
Un
resumen en su conjunto de este 2022, y de quien soy.
Hijas
de discos y músicos maravillosos. Y cinco gemas atemporales que se han colado
para desmenuzar la tiranía del tiempo y la caducidad.
Para
escucharlas de una tacada y reunirlas aunque estén divididas en varios archivos;
que no se sientan solas.
Música
de subir y bajar. De flotar y precipitarse. De balancearse y retorcerse.
Canciones
que no se explican con palabras cansadas.
Se
sienten.
00_LES JAGUARS_guitarre jet 01_GOOD LOOKS_vision boards 02_JUSTIN GOLDEN_why the sun goes down 03_THE BOBBY LEES_hollywood junkyard 04_KOMODOR_give up 05_RECOIL_electr blues for bukka white(2000rmx feat PK) 06_PICTISH TRAIL_melody something 07_METRONOMY_things will be fine (bratty remix) 08_MOTORCADE_standard passage 09_PRIESTGATE_bedtime story 10_BODEGA_stattuette on the console 11_GONE_control 12_BAMBARA_mythic love 13_DANIEL ROSSEN_shadow in the frame 14_SILVANA ESTRADA_sabré olvidar 15_SARAH CHILL_4 lieder for piano, op.8, No1 allegro moder... 16_RICHARD SWIFT_ladyluck 17_DOG UNIT_turn right and right again 18_PLOSIVIS_never likely 19_WET LEG_chaise longue 20_MADRUGADA_slowly turns the wheel 21_LO MOON_carried away 22_MILD ORANGE_this kinda day 23_AMOR PROPIO_sabes, sebas 24_GREAT LAKES_baby's breath 25_THE HOLIDAY CROWD_party favours 26_LOVE, BURNS_something good 27_THE NAIVES_no one but you 28_THE BLUE CARPET BAND_the slow death of camden 29_CROWS_closer still 30_50 FOOT WAVE_staring into the sun 31_TOCOTRONIC_ein monster kam am morgen 32_HATCHAM SOCIAL_lion with a lazer gun 33_NIGHT CRICKETS_candlestick park 34_THE REDS, PINKS AND PURPLES_let's pretend we're not in love 35_THE JAZZ BUTCHER_goodnight sweetheart 36_ELEANOR MOSS_soundings 37_FRONTPERSON_parade 38_TOMATO FLOWER_lover's arc 39_HOTLINE TNT_had 2 try 40_BLUSHING_sour punch 41_JON SPENCER & THE HITMAKERS_the worst facts 42_BUÑUEL_when god used a rope
Hay
botellas, de vino; digo. Que son alivios socorridos y urgentes para ahogar
penas y sinsabores. Vinos de salvadora embriaguez, mirada miope, y pisotón de
cucaracha para corregir el equilibrio antes de caer de bruces.
Otros
ya conocidos, como amigos que siempre están ahí, que no te fallan y disponen el
hombro para que te recuestes. Con la sonrisa siempre apunto de licor y miel de
romero. Los que no dan consejos, sino que asienten.
Botellas
otras, que son misteriosas cajas de sorpresas esperando ese arresto vehemente
de lanzarse al negro fondo. Las que solo esperan la valentía de desnudarte sin
pudor alguno, para abrirte de par en par y dejarte tomar. Y que hacen que los
ojos miren desde el fondo, sin cataratas que las velen, sino ventanas abiertas
y entrañas listas para la autopsia; la tuya, la del alma.
Pero
realmente, las mejores. Las que llevan esperándote en el nicho de la vinoteca,
o en ese armario de los deseos desvanecidos. Que son como un pedazo de una
historia conservada y concentrada en líquido elixir.
Esas
que, pasado el tiempo sin saber bien porque las guardas ni el motivo real que
hará que decidas cualquier insospechado día.
Te
llaman en silencio como en un sortilegio, tan íntimo y personal, que no hay
texto capaz de explicarlo ni razonarlo.
PIETRO
ZARDINI y sus vinos, son para mí, algo más que un gusto por los vinos
italianos. Fue el inicio de todo; o casi todo. Y seguramente no de los mejores.
Mi
primer viaje a Italia por trabajo en 2011. Mi primer festival íntegro desde mi
desconexión paternal en diez años en el Primavera Sound, con la fabulosa y
ferviente troupe bloguera (Atticus, Txarls, Lapor, Paloma, Viola, Fermím,
Raul, y Genís & Co.)
Allí,
entre la primavera y el inicio del verano. Nació una especie de amor iniciático
que te regresaba por pura hipérbole a tus 20 años. Sin el más mínimo menoscabo
hacia lo que deseas, disfrutas y por ende, acabas adorando.
Con
Pietro Zardini y su Amarone Riserva, encontré el motivo por el cual podía
visualizar en la pituitaria los extensos campos de viñas de Bardolino y la
Valpollicella. Sin ni tan siquiera estar allí.
Me
enamoré perdidamente, doy fe.
Seguro
como estoy de que la bodega de Pietro Zardini no es la más significativa ni
importante de la zona. En su discreta diminutez, es para mí, la familia putativa
que todo huérfano desea.
A
partir de ahí; en sucesivos e innumerables viajes transalpinos. Son muchas las
sorpresas y descubrimientos con forma de vino, las que me han ilustrado e
instruido sobre el país con más variedades de uva del mundo: 500 ni más ni
menos.
Con
lo inabarcable de tal empresa: La de probar o llegar a entender mínimamente la
compleja idiosincrasia dentro del diverso mundo del vino italiano. Yo, que me
conformo con lo justito. Alucino simplemente con el carácter de sus vinos y esa
personalidad agreste, rotunda, y diferente si se la compara con cualquier otro
país. Y ese carisma mutante que tienen cuando los abres, y van cambiado
conforme pasan las horas o los días.
Pero
sin desviarme del tema que aquí me trae: Que es la simple experiencia de abrir
una botella y ponerle música al asunto. Nos vamos a mi última botella que
conservaba de Pietro Zardini desde hace tres años: Un 2013 de uno de los nuevos
experimentos del señor Zardini.
Y
esos encuentros casualísticos que se
dan la mano apenas a tientas. Juntando a ese plato de pasta que cocinas un
sábado, buscando sin querer la idea -la tuya propia-de en lo que consiste cocinar pasta:
Los
cuatro elementos básicos, el protagonismo tenor de cada uno, el elemento emulsionante
del agua de cocción, el conjunto inigualable que como los músicos: Las
circunstancias los unieron y grabaron ese disco de la hostia, que nadie sabe el
cómo y el porqué. Pero, ¡joder si lo bordaron!
-Papá
¿sabes cuál fue mi comida más buena de la vida en Italia?
Tú lo sabes, pero dejas
que te lo explique. Te gusta oírlo porque también fue la tuya. La más sencilla,
la de pim pam, la de quedarte allí a vivir; con Renato.
Y
es entonces cuando justo antes de emplatar y rallarle ese parmesano con el perejil
fresco picado.
El
primer giro de volante de sevillana a la copa, y asomarte con la nariz a ese
precipicio: Insuflas, y bebes el primer sorbo, y ya estás ahí; como los trasladores
Harry Potter.
Es
cuando entonces, un ángel sobrevuela el salón. Y todo encaja; como los dedos
que se capicúan igual que las piezas de un puzzle cuando das la mano por amor.
Y
pienso que no debe ser casualidad cuando seis meses después el batir de las
alas te trae de nuevo al bueno de Pat, susurrándote: “Never Give Up”
(no rendirse); la canción de amor más sincera de la vida.
Ahora
que su ausencia se supera con más tristeza todavía, cuando escuchas estás
últimas canciones en plena conciencia de su desenlace.
Suenan
a la despedida, de alguien que cada semana se reunía con su discreta pero fiel
audiencia, para tocarnos y cantarnos poesías mundanas. Y que el 3 de octubre lo
hizo para despedirse del todo.
Así
que ahora, cuando hago vapores de especias a clavo, canela y orégano para curar
mi mal de pena. Salto sin coger aire, a mi copa de tinto de Corvina y Cabernet.
Huelo
a la mioglobina de la carne cuando se churrasca en la sartén. A las violetas en
flor y las frutillas rojas silvestres en un poderoso volátil. Y aunque “Amalfi
Coast May 1963” me meza asomado al Tirreno con una de Falanghina de
Marisa Cuomo; también. Yo, en realidad, estoy allí arriba en una terraza entre
viñas de La Antica Osteria Paverno. Sintiendo que la bohemia doblega mi cordura
volviendo a empezar:
Crepita
la aguja, azuzas la llama extinta con las escobillas de la batería, asiente
Pat:Ella fue la primera chica a la
que besó. Era un chico verdaderamente afortunado…
Contando
a ritmo de swing, las penúltimas historias de amores que jamás volverán. En el
arranque de “Melanie Hargreaves’
father’s Jaguar” a golpe de cinismo y sordina.
Cuando
el verano de 2021 se publicó “Time”; tras diez años desde su
último Lp. Y abrazados como estábamos a las exquisiteces de “Dr Cholmondley
Repents”.
Nadie
supuso que ese texto despojado de remordimiento alguno. Llevaría impresa una
demoledora y conciliadora despedida de semejante sinceridad:
Mi pelo está todo mal. Mi tiempo no es largo.
Fishy ve al cielo, llévate bien, llévate bien. Me estoy divirtiendo demasiado
para hacer algo. Déjame ser. No estoy lastimando a nadie. Tomé un fin de semana
largo en la choza psicodélica Y cuando cruces ese puente nunca volverás.
Y
ahora… Ahora solo toca atizar las ascuas.
Hay
quien todavía analiza este disco de manera frívola, comparándolo con ese
paisaje que dejó Pat con sus carniceros del jazz.
Allí
donde otros ven un estudio científico de la música, y la conciencia egoísta de
las faltas personales. Yo solo veo la oportunidad de brindar una última copa,
con quien no pidió nada a cambio de una canción.
Han
pasado los meses y sigo notando su presencia cuando escucho “Sea Madness”.
Con esos recuerdos poéticos de la Estambul bohemia y fugaz.
Nadando
torpemente en ese Mar de Mármara dentro de mi copa, paladeo la cremosidad de
piel tostada almendrada de la Corvina. Su caramelo tostado de tanino rugoso.
Ese fondo de boca inmenso láctico que se infusiona con hierbas de monte, con
regaliz, paloduz, eneldo, estragón, y la pimienta blanca final que sacude mi
caja torácica.
Me
siento un dios misericordioso derrotado, comiendo higos secos. Indefenso. Vulnerable.
A
merced de las corrientes marinas de la melancolía.
Sube
aquí Pat. Dame la mano. Brindemos por última vez.
Por
las vidas sencillas y translúcidas, las que no esconden defectos ni aletean
virtudes. Las que nos dan bocanadas de verdades incómodas, con la misma que
arremetes contra la hipocresía de endiosados gobernantes en “The Highest
in the Land”.
Con
un Blues elegante y exquisito. Refinado, pero certero: - Black Raoul Black
Raoul!!
Con
el impertérrito y orfebre Max Eider, su confesor y multinstrumentista Lee
Russell a la producción, Simon Taylor a la trompeta, Tim Harries al contrabajo
y teclados, Dave Morgan (Weather Prophets) a la batería. En las guitaras junto
a Max, Joe Woolley, Peter Crouch, Stevie Gordon, y Joel Harries a los coros.
Entre
amigos.
Tres
meses de trabajo. Su despedida “Goodnight Sweetheart”. Un saludo
y el inminente consabido desenlace.
En
un otoño nefasto, de pérdidas personales que el dolor convierte en reflejos
encontrados, y paz.
Las
canciones que Fish nos ha dejado. A mí, solo me sirven como mantras
purificadores.
Los
mismos que nos elevan hasta lo más alto para coger aire, suspirar, y hacer una
vista panorámica de nuestra propia existencia.
El
tiempo es letal, y la vida demasiado corta para maldecir.