Las
noches estas de oleaje sudoríparo, en las que los mosquitos surfean espalda
abajo hasta mi coxis.
He
decidido, vistas las circunstancias y aprovechando el misterio nocturno.
Aprender a reptar hasta el lavabo con ayuda de mis codos; y
que fortuna la mía, que potencié deltoides, bíceps y trapecios en el gimnasio
antes de que cerrasen por vacaciones.
¿Veis
que listo?
Mientras
a los malvados espadachines los tengo distraídos haciendo loopings donde la
espalda pierde su nombre.
En
dos terrazas instaladas en sendas nalgas, con ambientes duales a la par de
eclécticos. Se me amontonan y hacen corrillo la fauna hogareña, y algún que
otro despistao que aprovecha que las
ventanas están abiertas y la familia durmiendo.
Allí
hay de todo: polillas, pececillos de plata, moscas palomillas. Menos…. Eeeep!! Las moscas negras y las
chinches; que tienen la entrada terminantemente prohibida por gorronas.
En
perfecta armonía faunística bailan agarraos
el Momma de la ELO; en esas frecuencias inaudibles como el raso del suelo que tan
lejos nos queda. Pero cuan precioso y multiverso es cuando te arrastras sin
prisa; sabiendo que de allí no pasas ya.
El
calor sube y golpea contra las alturas. Pero tú, tú estás divinamente ahí,
panza abajo. Con todo lo que precisas a mano:
La
bandeja con esa rueda grande y gorda como la de un timón de una nave para subir
el volumen, y al fondo. Al fondo la nevera de los vinos a 8 grados ronroneando
con estos calores, como si te estuviera llamando…
Bueno
joder, que me está llamando, que lo sé, ostia
¿No
la oyes?
A
partir de ahí. Me basta y me sobra en esas noches de tregua fundente. Con la
terraza donde estirar mi pata chula, el salvoconducto en forma de Malvasía que
Mannel me dio, y lo que os traigo: Un disco desde Adelaida, en la otra punta
del mundo.
Ahora
mismo, y vistas mis circunstancias de invalidez. Déjame que te diga, que las
noches de verano son las cosas más bonitas. Mirándote pa’dentro y envuelto enbuena música con una copa fresquita de esta deliciosa y tremebunda Malvasía lisboeta del bueno de Fernão Pires.
Llevaba
unos meses esperando con intriga el primer trabajo de este quinteto, después de
escuchar la joyita de “Evil Dead” en mi 53 cumpleaños.
Pensaba
y deseaba que me acompañaran en mi viaje por carretera hasta Alentejo. Y
evidentemente, no pensaba escribir ni una sola línea de aquello que creo que a
estas alturas cada uno debiera/debiese buscarse solito en los arroyuelos.
Pero
lo que es la vida.
Parece
que voy a procrear y ampliar la raquítica familia de esta miserable bitácora.
Si
os digo sin tapujos ni capulladas, lo
que sentí cuando los escuché la primera vez. Son, ese tipo de señales
melancólicas que se escapan a zancadas largas de todo aquello que quiere
parecerse a algo que antaño moló, pero que ahora es incapaz de provocar ese
escalofrío lindo de inocente juventud.
Los
perfumes con olor a gofre de vainilla, la plaga de las vans, los pantalones de
pitillo, y los peinados acabados en pico. Que todo sea igual, huela igual,
suene igual, y sepa igual. Todo lineal y siguiendo una marca de puntos que poco
deja a al riesgo.
No
se trata de que se intente inventar algo, porque todo está ya inventado.
Solamente exigir que me obliguen a bailar imaginando con el cuerpo las notas y
las armonías. A veces inconexas, otras abstractas, y de repente. Perfectas de
lirismo poético.
Solo
eso ¿pido demasiado?
En
esa tesitura, lo poco que funciona es el aislamiento y la miseria. Y es aquí
cuando por estadística Australia se lleva la palma por eso de estar bastante
alejados de los circuitos. Y disculpen, no es exotismo, ya no. Es,
¿desintoxicación?
Igual
que pasa con los vinos cuando ves tanto convencionalismo y estereotipo que te
aburre soberanamente; ¿me siguen?
Por
eso desee este año huir a Portugal y embriagarme con sus vinos siguiendo al
loco sabio de Mannel Serrano y sus 68 primaveras. Y lo haré, no lo duden, soy Tauro.
De
momento no sé cuándo volveré pero apenas me quedan 3 botellas de las seis que
me recomendó. Y el pito pito colorito de
elegir BAÍAS E ENSEADAS 2020, es…
simplemente que es la añada más antigua de las tres; como veis, ahora mismo me
la suda todo tanto -(literal)- que soy un jodido y arbitrario verdugo.
Pero
oigan, que jodida maravilla. ¡Sentencio!
He
perdido la chaveta con las Malvasías secas. Ya sean Griegas, de Sitges,
Riojanas, Italianas o Portuguesas.
De
las que te agarran desde la nariz y su perfume por las carnes nobles y
blanditas.
Ese
adorable reclamo invisible en el que en tu infancia, deseabas la adopción ipso
facto de la panadera, pastelera, o repostera del barrio:
Brioche
recién hecho, crema pastelera, bizcocho esponjoso, el anís estrellado, y tú,
comiendo esas delicias bajo un Magnolio en flor, y de limonero infusionado en
flor de leche. Y el paso por tu alma dejando el rastro sedimentario arcilloso
lleno de salinidad mineral, rocío, cítricos y ambrosía; que no empalago.
Una
terrible droga que me consuela ahora mismo, no sabéis cómo.
Su
dorado hipnótico cegado por la condensación de la refulgente copa.
Las
gotas que se deslizan sin prisa.
Las
baquetas de “ATACB”, la rabia de sus guitarras, y la disonante voz de Stu
Patterson. Provocador, andrógino, y sus magnéticos y contorsionistas
movimientos. Como un conjunto pleno de gustirrinín y alboroto.
El
debut de esta joven banda Australiana arranca con un Postpunk de manual; muy
diferente a sus primeros bocetos en forma de singles a los que costaba
encontrar la conexión entre “Magnolia” y “K”:
“ATACB”
y “Boys
in the Gutter” quizás intentan captar la atención de un público más
generalista, igual que con “Two Years”. Pero rápidamente notarás
que los tiros de esta gente, huyen de lo convencional y pese que sus
inquietudes los llevan desde el Pop lúcido, hasta la New Wave abstracta, o el
aguerrido Post Punk de los 80. El denominador común es la imponente
personalidad de su discurso.
Nadie
diría que llevan publicando desde hace apenas cinco años, y este es por fin su
primer Lp.
Fácil
es enumerar con las manos a las cosas que te pueden recordar y no mentarlas por
decoro. Faltarte dedos para contarlas, y a la vez difícilmente acertar con
precisión; que es lo bonito en definitiva.
Lo
que sí tengo claro, es que por instinto y puro impulso me he agarrado a “Jason’s
Bad Trip”, “Sunday Night” y “New Jet Sky”, y no las suelto.
Me
encantan los tempos a veces desordenados, otras sofisticados, la potencia
escénica de su líder Stu Patterson ,ese clarinete con retirada a saxo que entra
y sale, la tímida voz femenina de Venus que da el contrapunto igual que Kin
Deal, el cómo consiguen el mismo clímax que en su día hacía de Bauhaus una rara
avis de la escena y que aún perdura, el tono experimental y a la vez accesible
que da toda la coherencia a su temario, sus textos social y políticamente comprometidos.
Y
sobre todo.
Lo
bien que hacen sonar todo Stu Patterson, Matt Schultz, Venus, Lenny Regione y
Michael Bond; que básicamente es lo más importante. Teniendo en cuenta que se
lo han producido y grabado ellos mismos en el pequeño sello local P.A.K Records
de Adelaida.
Un
sello que nace de la promoción y soporte en directo de la escena local desde el
Rocket Bar & Rooftop, nacida en 2013 como Punk Ass Kids, toma ya!!
Así
pues, solo me toca maldecir el no poder bailar hasta descoyuntarme este disco.
Y brindar con todos los vinos que iremos descubriendo durante toda mi convalecencia
durante este Agosto, Septiempre y… yo que sé. Espero que pronto, porque no sé
si será una suerte o penitencia para vosotros jajaja
Hay
alguien allí en mitad que apela siempre al nubarrón; Que si por estos malabares
de papiroflexia que traen esa sombrita idónea en medio de la llanura de piedra
y hormigón que han tenido a bien diseñarnos los urbanistas. Yo, hasta estaría
dispuesto a aplaudir y jalear como un pastor a sus ovejas.
Pero
es que no.
Los que yo miento,
son los oradores del infortunio y la desdicha. Que hacen de la mierda, pan con
nocilla para desayunar cada mañana.
Los que se quejan
del calor, del frío, y del entretiempo por su ambigüedad. Los que dictan
sentencia vayas como vayas, y saludan con desconfianza.
Y es que yo. Solo
contemplo el horizonte desdibujado y velado de transparencias según la calima.
Y si se tercia.
De reluciente
cobalto si es que un chaparrón ha escampado.
Los aires
acondicionados me dan carraspera y telele. Y prefiero bajar la ventanilla del
coche para que la brisa me peine a lo Tom Waits. Subir el volumen bien fuerte,
y sacar el brazo como el de un timonel.
¿Qué toca hoy? Hoy
toca leer el surco del destino y el libre albedrío. En una ecuación sin
solución y a poder ser, siempre al capricho de la naturaleza.
Me agacho. Y con
los dedos sigo las grietas, surcos, y rugosidades del firme.
En la espalda
llevo una mochila con una botella y una copa. Y un cazamelodías raído y lleno
de agujeros por los que entran y salen a su antojo Bill Lennox y Bobby Colombo,
canturreando: “Que haya música, deja que
haya amor, que haya risas más que suficientes, y que haya tristeza; pero solo a
veces”
De fondo al trote,
las percusiones de Jake Kmiecik con su
enfermedad de Crohn enterrada en un agujero. Y los desastres de salud de
Colombo con su lesión cerebral por la enfermedad de Lyme lanzados en una
botella al fondo del mar.
Por eso, LET THERE BE MUSIC
(Anti-records); su tercer disco largo. Emana luz radiante y vitaminada, de la que
no abrasa sino aventa y eriza. Mientras que a algún crítico especializado. Le
parece que cantar al optimismo sin imposturas, quita mérito.
Y lo que fuera del
brillante folk alternativo y tornasol de hace seis años. Se haga de un pop de
aquellos de soltar los brazos, abandonar lastres, y recoger flores o paisajes.
Esos que subes a
media noche, cuando vuelves a casa en una noche de verano trémulo. Y te
encantas con las luces en la negrura, mientras “Naturally” vale tanto la
pena.
Digamos que su
disco, haría mi ramillete de viaje hasta Estremoz. Junto a RVG, COOL SOUNDS,
THE BUG CLUB, ROBERT FORSTER, y también los PIST IDIOTS; venga, que se unan a
la fiesta.. Así, sin dudarlo ni un instante.
La belleza
dylaniana de “Maybe Today” me colapsa hasta perder la vista, y ahora, ahora sí
que la abro; la botella de compañía digo. Sintiendo de veras si la compañía de
una copa de vino junto a mis canciones salvadoras, les pueda parecer más un
vicio que una necesidad (que también).
Aquella última
noche que perdí el sueño entre sorbo de islay y tabaco de turba, mientras David
y yo intentábamos recolocar el universo según la teoría de Eurípides. Y la
teoría dual de Pedro Parra; también llamado el señor del terruño. Trazando un
hilo invisible entre el Vallés y la Cerdanya.
Hasta entonces, la
consanguineidad carnal a semejante distancia, ni se conocía ni se vislumbraba.
Pero una Cinsault
voladora de Guarilihue, plantada entre estratos de granito ferroso y limo con
nombre de pianista Thelonius loco sin camisa que lo detuviese, lo hizo, y lo
hará nosecuando.
Disponiendo por
pura magia, que lo rústico se arremoline en esa elegancia que dista millas del
artificioso glamour de Paco Rabanne y Prada.
¡que entenderán
ellos!
El nuestro, baila
por el salón descalzos y en cueros de emperifollados ni perfumes. Solo olor a
piel y pétalos de rosa infusionados en polifenoles bien agarrados a “You
Can’t Stay The Same”
Cantando al dejar
atrás, olvidarse de los infortunios y condenas cotidianas para avanzar y abrazar
sin condescendencias. Un himno total a la libertad.
Por eso me gusta
tanto este disco. Ni una sola pose para no parecer lo que es: Un canto al
optimismo por el que brindo con este Cinsault de efímero licor y tan
indestructibles cimientos conectados a lo profundo de su suelo y paisaje.
Donde se huele la
tierra húmeda, el mineral, a las maderas chulas junto al cemento, y el sustrato
vegetal de la vegetación muerta en ofrenda a la identidad.
Y un paso por boca
en lo indómito que también puede y es delicado. Generoso en efluvios de
deliciosos arándanos maduros y zarzamora prohibida.
Con torrefactos,
lácticos de surf sin manual, y chasquidos de vegetales y hogos muy próximos a
los Pinot más juguetones y traicioneros.
Si la velocidad de
“Crooked
Creek” con esos pianos y órganos de dar palmas, no te arrastran hacia
el vórtice de la tan mal vista FELICIDAD. Quizás puedas o debas
cortar la cocción con el vacilón “Roxanne”, y guardarte un par o tres
de copas para el día siguiente.
Te garantizo otro
vino, más desnudo, generoso, y hasta zalamero.
Que debiera
elevarte ese palmo y medio desde donde se ven los abismos turbadores y los
vacíos de suspiro y repelús placenteros; los que molan.
Con las que molan
“Fine
Afternoon” & “Famous Piano”
Y todo el conjunto
de la discografía de este fantástico trío de Detroit apadrinado por la no menos
fabulosa Waxahatchee.
Lo del MONK de Pedro Parra es opcional; vale
otro cualquier otro al que le tengas cariño y lo hagan sobretodo. CON
CARIÑO.