Me he vuelto
a levantar con otra mañana soleada: Descorrer las cortinas, subir la
persiana, y abrir la ventana para que aire templado que empuja
caprichosamente el anticiclón de las Azores, entre por ellas e
inunde el cerrado de la habitación con olores de Primavera; es como
poco, uno de los mejores exfoliantes para el espíritu entumecido por
las húmedas y gélidas pasadas semanas.
El aire
sopla, ventila, atempera y remonta erizando el bello. Se oye el
borboteo del agua en la perola esperando que los spaguettis se lancen
sin rubor alguno, la cebolla cortada del sofrito perfuma la cocina
para que a uno se le salten las lágrimas por tal conjunción de
elementos , y la cerveza hidrata los resecos labios cuando en el
salón resuenan cavernosos los acordes del misterioso “Just
another ordinary Day/2003”. Estos primeros meses de 2013 nos
han agasajado con tantos eventos que he tenido que jugarme a los
chinos lo verdaderamente merecedor, difícil tarea si uno tiene por
bueno todo le que se pueda descubrir, como si el fin de todo
estuviera a la vuelta de la esquina.
Me he
decidido por Patrick Watson y no por unos Yo la Tengo, Sr Chinarro,
Soft Moon, Eels, o Beach House, por la sencilla razón de escoger
algo distinto con lo que me topé hace escasos meses. De no ser así
, seguramente su último disco “Adventures in Your Own Backyard”
hubiera aparecido en algún lugar de mi lista de confortables
escuchas del 2012, pero no fue así. No obstante al llegar hasta este
Canadiense con aires de personaje inquieto, en momentos histriónico,
y en su mayoría virtuoso de las melodías visuales; hubo algo que me
conectó de inmediato a ese sonido al que difícilmente podemos
calificar como estilo, si no simplemente dejar que aquello que
escuchamos se nos muestre como visión o como una presencia
decorativa de nuestra galopante imaginación.
Músicas que
sirven para que uno pueda proyectar imágenes y situaciones, a la vez
que disfrutar del masaje en nuestros oídos. Seguramente son estas
situaciones que se dan en el más común de los mortales, pero en
esta ocasión sin saber bien porqué las veo más acentuadas: Todas o
casi todas las músicas posibles nos transmiten imágenes, recuerdos,
o situaciones; pero hay algunas que acentúan esa creciente sensación
de estar ante una fábula musicada, de ser un personaje de Lewis
Carroll, o sencillamente escuchando la banda sonora más cotidiana
posible.
Hacia muchos
años que no acudía a un concierto en un Domingo de sopor y relax,
sobretodo cuando el tiempo acompaña a lo que cada uno entiende por
un Domingo con todas sus consonantes, sílabas y connotaciones.
También ha sido mi bautismo en una sala legendaria como LUZ DE GAS,
una situación y un lugar que se aviene poco a un músico como
PATRICK WATSON, si nos orientamos por las coordenadas del “indie”
maniatado.
Pero todo
está cambiado por suerte a pasos agigantados: Nuestra percepción de
la música alternativa, la limitación de las etiquetas, y sobretodo
nuestra cada vez más amplia perspectiva en lo que se refiere a
músicas que ya no se avienen a ningún género en concreto. Todo
esto hace que el público con carácter más aventurero se abrace a
músicos como Andrew Bird, Rufus Wraintwright, Bon Iver, o el que nos
ocupa, el Canadiense de Montreal Patrick Watson.
Los 18
grados de temperatura que inusualmente templan la ciudad, hacen que
en las inmediaciones del escenario bulla el público más tempranero
en un caldo caluroso y pegajoso. Los que como yo no daban crédito al
horario del concierto, las ocho de la tarde, nos hemos tenido que
conformar con ocupar la segunda línea de tiro: Aquella que delimita
el foso de Luz de Gas con el control de sonido y el cacharreo de la
barra, un verdadero inconveniente si se tiene en cuenta la absorción
que ejerce la música de este personajillo de vivaces ojos y
semblante cómico, que es Patrick.
Un escenario
sorteado por dos grandes filtros circulares alineados de forma
tridimensional, que juegan un papel caleidoscópico y
multidimensional; donde la proyecciones atraen a los presentes como
polillas embelesadas. Un piano de cola digno para las inquietas manos
del loco de Patrick, y el resto de músicos acurrucados; formando
como a él le gusta, un pequeño cónclave de armonía y confort. Así
suceden las actuaciones que este desmitificador de la solemnidad ha
paseado por medio mundo desde que se publicara su primer trabajo
“Just Another Ordinary Day”; la mejor manera de definir la
forma con que ataca la música este hombre.
Los que
hemos tenido la suerte de echarnos un tiento con aquel directo en
Washington del pasado año, grabado por la NPR. Sabíamos con más o
menos certeza como sucedían las cosas cuando Patrick Watson, Simon
Angell, Mishka Stein, Robbie Kuster, Melanie Bélair, y Benjamin
Raymond se suben al escenario. Sinceramente nada comparado con
tenerlos a unos metros y ser espectador directo de la puesta en
escena de toda su obra, porque aunque los primeros compases de esta
gira nos abran el apetito de forma ordenada, con cuatro de los
primeros temas de su último disco: “Lighthouse”, “Blackwind”,
“Step out for a While”, y “Quiet Crowd” . Estos son tan solo
un pequeño apéndice de una obra musical que funciona como un
exoesqueleto en constante evolución, pasando por cada una de las
fases posibles de la evolución e involución: Unidad unicelular en
las acapelas a pecho descubierto, en forma de crisálida cuando sus
temas comienzan lenta y pausadamente, o estallando como mariposas
Monarcas cuando sus canciones levantan el vuelo y se convierten en un
acto colectivo total.
De echo toda
su obra parece formar parte de un universo tan amplio y volátil como
lo puedan ser sus interpretaciones; con lo cual, es indiferente el
papel que quiera asumir su último disco porque todo pertenece a un
mismo mundo. Da lo mismo que gran parte de su última entrega se
halla ideado en un apartamento usando los objetos más cotidianos
para construir melodías, y necesite de unos socios adecuados, como
si se acude a los estudios más consagrados para plasmar una
sonoridad. Porque la idea de la experimentación que revolotea por la
cabeza de este director de orquesta, nace de la complicidad y del
puro divertimento.
Tanto, que
sobre el escenario Patrick Watson aparece y desaparece como un
fantasma juguetón según lo demandan las circunstancias: Su
magistral falsete funciona como un instrumento más, el piano cobra
protagonismo puntualmente, y el resto de músicos hacen lo propio
convirtiendo sus directos en un ser vivo cambiante e inquieto que se
deja hacer. Es esta una de las ventajas más llamativas de su último
disco: Quien da un protagonismo especial al Pop-Folk, en detrimento
de la nocturnidad de sus primeros discos.
Su
espectáculo sin embargo combina sin apenas disonancias su interés
por la experimentación con sonidos caseros, la pasión por los
Lumières, que aparecen en cortes nuevos como la fantasmagórica
melodía de “The things you do”o “Where the Wild Things are”.
Con destellos de su primera etapa en “Mary”, que sirven de nexo
entre sus cuatro discos, a los que difícilmente se les puede
atribuir un protagonismo clave; por mucho que halla sido con
ADVENTURES IN YOUR OWN BACKYARD su disco más dulce, y con el que
mejor se ha dado a conocer.
Parece
asombroso ver como pueden combinar entre si cualquier tema de sus
cuatro disco, aunque el concierto se apoyase principalmente en su
último disco el que sonó casi al completo; y donde se alcanzaron
momentos memorables cuando sonó la animada “Strange crocked Road”,
o la que da título al disco en cuestión.
Puedes creer
de igual forma que estas ante la banda sonora de un cuento de hadas.
Pensar que aquello que escuchas es un Dub Balcánico de cámara como
el cierre a cargo de un “Sleeping Beauty” (totalmente diferente a
la del disco). O dejar pasar los días para que haga que tu
subconsciente rememore todos y cada uno de los detalles que se
esfumaron por la turbadora experiencia de oír pasajes, que van más
allá del mero descubrimiento de su último disco. Sintiendo el
irrefrenable deseo de zambullirte en la naturaleza onírica de sus
composiciones: La poliédrica “Machinery of the heavens”, la
íntima y delicada “Big Bird in a Small Cage” con el banjo y la
voz de Maelanie como protagonistas. Sus canciones más directas y de
índole Popera como “Luscious Life” que desataron la euforia de
propios y extraños, o la vieja “Gealman” donde se mezcla cabaret
y circo. Hasta la siempre desnuda “The Great Escape” en los bises
finales.
La noche
acabó con un público entregado, porque la mayoría de los allí
presentes ya hacía tiempo que cayeron atrapados en la tela de araña
de su música. Suponiendo la valentía que se necesita para
aventurarse a un concierto para aquellos que todavía desconocen que
en los silencios, pausas, y lentos desarrollos de la música de
Patrick Watson se esconde la esencia de su encanto: Saber esperar con
paciencia el momento por el que te dejas atrapar por la complicidad
de su música.
Y ver que
los principales encantos de este inquieto músico residen en gran
medida, en el hierro que le quita a su magnífico virtuosismo a la
hora de tejer atmósferas familiares. Siempre del lado del que quiere
hacer a todos partícipes de la MÚSICA como motor que empuja, une, y
confraterniza.
Sin duda uno
de los conciertos, entre tantos que llevo a mis espaldas; que más he
disfrutado en soledad, con un sonido más absorbente, y con un clímax
más familiar. Para aquellos que quieran volver a revivir tan
placenteros momentos, para quien quiera descubrirlo, o simplemente
para los que quieran tener el concierto de Washington en su haber.
Les dejo el enlace de Youtube para descargarlo con Jdownloader en HD.
Set List:
"Lighthouse"
"Blackwind"
"Step Out For A While"
"The Quiet Crowd"
"Words In The Fire"
"Into Giants"
"Strange Crooked Road"
"The Things You Do"
"Luscious Life"
"Big Bird In A Small Cage"
"Morning Sheets"
"Adventures In Your Own Backyard"
"Noisy Sunday"
"Beijing"
"Man Under The Sea"
He estado viendo un poco, maese brother. Intimista y cálido, debiste disfrutar. No lo había oído nunca. Abrazo.
ResponderEliminarBien lo sabes Maese JOHNNY, el tipo me ha hechizado desde que lo descubrí hace unos meses con su último disco. El caso es que ahora no sabría por cual de sus cuatro discos decidirme; quizás su primer disco me halla calado más por su oscuridad fragante, pero lo cierto es que últimamente, es con estos conciertos inesperados y reveladores con los que más estoy gozando.
ResponderEliminarLo grande de Patrick, es que si se aprecia con detalle parece increible como suenan todos en directo con tan solo cuatro cacharros (el trompetista que no sale en este concierto fue bárbaro, no sabes como disfruto oyendo sonar los vientos con tanta maestría)
UN SALUDET!!