30_THE
CORAL_DISTANCE INBETWEEN
A veces no
alcanzo a entender los fenómenos musicales o corrijo, los cambiantes
hábitos de la demanda musical. Supongo que mi edad me impide seguir
el paso de estos caprichosos giros de las modas; por buscar una razón
más tópica que cierta.
Seguramente
que necesitamos una constante novedad o primicia para no caer en el
olvido. Y The Coral, esta banda del norte del Reino Unido, tras sus
primeros y más prometedores álbumes con el mítico Ian Brudie al
frente parece haber caído en ese limbo impreciso. La marcha de
Bill-Ryder Jones, el no pertenecer a una corriente exacta, o los
largos periodos sin publicar serían otro pretexto. Pero prefiero
pensar que es solo cuestión de estar o no estar en el candelero, o
simplemente el mismo hecho por el que un montón de bandas caen el
olvido pese a publicar buenos o notables discos.
Distance Inbetween, quizás por ser un disco que rinde tributo al parafraseo más
clásico del Poprock Británico, me cautivó desde la primera
escucha. No inventa nada, cierto, pero se limita a recrearse con
gusto en aspectos que ya no se llevan y de los que me confieso
adepto, salvo si las hace un lumbreras con la flor en el culo. No es
el caso de ellos, que poniéndose en una tesitura melodramática y de
espirtualidad épica, les hubiese quedado mejor irse a lo socorrido
del moderneo.
Su octavo
disco de estudio tira por el mismo misticismo que sus coetáneos los
Bunnymen exprimieron a finales de los 80. Y no solo porque recuerden
a ellos y a sus querencias Jimorrisianas. Sino que pese a ser
crucificados en su día, los años han demostrado que son temarios
dignísimos.
Reptante e
inquietante, Distance and Between transita por atmósferas tensas y
oscuras. La psicodelia barnizada marca de la casa persiste, pero
canciones como “Chasing the Tail of a Dream” o “Fear
Machine” cortan como filos astillados. Además, es uno de esos
discos con entidad de principio a fin que tanto escasean a día de
hoy. Doce cortes que siguen una línea argumental coherente, que se
refuerzan los unos con los otros y que dotan de mucha fuerza el
conjunto de un disco radicalmente distinto a anteriores. Fácil sería
afirmar que se limitan a machacar estilos caducos, pero me quedo con
el resultado en conjunto: un disco redondo y valiente.
“Miss
Fortune”, “It's You”, “White Bird” o la que da
título al Lp “Distance in Between” son tres temas de
altura que ilustran perfectamente una época perdida entre tendencia
de ida y vuelta. Quizás esa música que no acabó de entrar en el
juego de las modas. O que ahora, hay facetas tan puramente británicas
que levantan el prurito al respetable. En cualquier caso, yo no
reniego de esas épocas que algunos se empeñan en caducar. Más si
cabe, cuando de lo que se trata es de medir la calidad de las
canciones por encima de prejuicios.
29_WOODS_CITY
SUN EATER IN THE RIVER OF THE LIGHT
Con la banda
de Brooklyn liderada por el poliédrico Jeremy Earl tengo un problema
congénito: Necesito el mismo tiempo, que en mi veintena precisaba
para hacerlo mio. Épocas en los que el cambio de año no era
inconveniente para que un disco triunfase (vease Nevermind o Pablo's
Honey). La música no es que no entendiese de añadas, es que estaba
hecha para madurar en botella igual que un Barolo de Gaja. La
velocidad era tan relativa, que los años parecían décadas y las
noches bolsas de vacío que taquigrafiaban las conversaciones. Hasta
ese roce furtivo tumbado en la playa de noche mientras los
escuchabas, conservaba el rubor.
Con su
anterior disco al que le debo una adoración casi absoluta y
turbadora, he necesitado casi dos años. Esa sensación de que pasado
el año y la obligación de disfrutarlo a la misma velocidad que los
mortales, todo se saborea con la poca urgencia de un sexagenario.
Creanme que tuve hasta cierto remordimiento de conciencia por no
incluirlo en aquel Top, y con este no piensen que no iba por el mismo
camino.
Woods
seguramente sean de las pocas bandas que en cada disco abren otra
vía, sin por ello tener que renunciar a su pasado. Capaces de
reforzar su universo, y a la vez crear otro tan distinto y colorido
como el de un tapiz que va pasando de abuelo a padres, y de estos a
los hijos. Los discos no es que sean complejos pero necesitan
atención; ese bien ahora tan despreciado.
Imperturbables
en una de esas filosofías artísticas fuera de toda moda, y sin
compromiso por justificar acuse de recibo alguno. Vuelven a recrearse
en las composiciones como quien hace un cesto de mimbre, vientos y
muelles en desuso.
No solo eso,
además de uno a otro hay una conexión intangible, pero tan
palpable... Los ritmos tropicales de este mismo, se funden con la
misma psicodelia que el anterior; es cierto. Pero digamos hay otro
giro de tuerca sutil y taan natural, que engrana automáticamente.
Son los vientos que ululan al tiempo que el falsete ya tan
reconocible de Jeremy cabalga a pelo y cogido a las crines del
equipo. Golpea “Sun City Creeps”, y lo que creemos es una
oda al Rastaman Revolution del 76 es un reverso que gira y se enreda
con la misma frescura con la que ellos se entienden. Esa misma que
nos mima a ratos con “Creature Confort” o “Hollow
Home”; así que lo normal conforme avanza la criatura es
dejarse llevar.
Pasar del
Reggea satinado al folk o a la psicodelia, si al quiebro de cadera se
le quiere denominar así, es tan fácil para ellos como una filigrana
del Gaucho Ronaldinho. Ya dejamos de intentar ahondar en estilos,
parecidos musicales o cagaderos con asideros. Lo de ellos es hacerlo
en medio del campo, de espaldas y cuesta abajo. Y ya sabemos lo que
nos gusta el tacto de las piedras y la yerba en nuestro trasero;
nunca es el mismo.
28_JEFF
PARKER_THE NEW BREED
Enredarse y
volverse a enredar en la madeja. El sonido de la calle, y tú pelando
una naranja a mordiscos. Saltan a tu cara con gusto el jugo de los
oleosos limonenos; pero da igual. Esa parecida sensación al devorar
sin miedo ni condiciones, el nuevo y por fin en solitario artefacto
del Tortoise Jeff Parker; su guitarrista más hipercreativo.
Una obra que
expele fragancias, humo y alcaloides por los cuatro costados. Jazz el
suyo como el de Björn Svensson Trío: maleable y alucinógeno,
fundente con la urbe de Chicago, asfixiante a veces; pero siempre
generador de químicas excitantes. Eran posiblemente las mismas
sensaciones que nos abrieron como heridas, sus amigos Tortoise aquel
Agosto del 98 en la carpa de Benicassin.
Corría TNT
y todo era abrir la mente, estómago y oídos. Dieciocho años
después, esas lecciones nos han servido a muchos para abrazar un
Jazz experimental según se quiera, y visualizar su música igual que
flashes. Expresiva, ritual y en ocasiones lunática. La música de
este excepcional y orfebre guitarrista, ha creado un pequeño
universo donde lo extraño e inconexo se convierte en paisaje
sonoros. Jazz de bisturí hecho con alma y conciencia contemporánea
que no deja de ser un clásico pese a saber como nadie reconvertirlo
en una untura fresca y sedosa.
Pasos negros
de Semana Santa como “Visions”, o ritualistas de lo
cotidiano en “Here comes Ezra” o “Get Dressed”.
Viajes a lo hondo de los patios traseros e historias mudas de la
ciudad cuando golpea en puro swim “Executive Life” o
“Jrifted” en el reverso de la moneda. Y un cálido y
marítimo cierre a pie de playa cuando se pliega en un reverencial
cierre “Cliche”; con Ruby Parker, su hija, a las voces. Un
disco para soñar e imaginar despierto cualquier caníbal ciudad.
27_JONATHAN
RICHMAN_ISHKODE ISHKODE!!
Hay dos
tipos de artistas: Los que comprenden la música como un conjunto
inquebrantable, con su guión y cada uno de los elementos clásicos
pensando que no hay manera eficiente de transmitir al gran público
una idea.
Otros sin
embargo, nacieron y crecieron creyendo en si mismos y lo que les
rodea como única vía para autonocerse y así expresarse. Estos
últimos -y hay unos cuantos- hacen del poco mucho. Tienen,
seguramente, ese don innato para buscarnos el botón secreto (como
los menús escondidos de los aparatos electrónicos), por el cual se
activa una sensual y erótica glándula donde el ritmo, lo plástico
y asincopado aparecen de la nada: Un traqueteo, el gallo que cacarea,
el sonido de fondo de las cintas, y hasta el crepitar de las paredes
en plena, silenciosa y oscura noche. Están ellos mismos con su
naturaleza y su entorno en perfecta sincronía.
Solo así se
entiende a un Jonathan Richman con la genialidad, ingenio e
inspiración intacta tras seis años de silencio, y casi medio siglo
de carrera. Y saborear su nuevo disco como quien se come un
multicolor helado colajet.
Un viaje
continental por las mil tierras del planeta en forma de canción. Su
forma de escribirlas, representarlas y cantarlas con un todo en uno,
y cuatro instrumentos. Y tener la sensación de que no solo te las
cante a TÍ, sino CONTIGO. Supongo que todos no estamos dispuestos a
poner tanto de nuestra parte como para formar parte viva de sus
canciones, pero las suyas se/las sienten así. Si para entenderlas
necesitas la bullofa de nata de bote para darle sentido al flan
casero, olvídalo, tienes a Arcade Fire y LCD Soundsystem para esos
menesteres.
Te diría “A
Nnammurata mia” , “Wait! Wait!”, “Let Me do
this Right” o “Outside O'Duffy's” pero va a ser que
no. A Jonathan se le abraza con la misma desnudez o valentía con la
que compone o nada.
26_THE
WYTCHES_ALL YOUR HAPPY LIFE
Diría
siendo benevolente, que hay un buen puñado de bandas de guitarras
dispuestas a ocupar el vacío dejado por Jesus & Mary Chain,
Pixies o Black Rebel Motorcycle Club; por citar algún nombre. Pero
lo cierto es que os engañaría como a perracos; no las hay!! Ep!! y
si las hay están en un submundo tan profundo que hay que dejarse las
uñas escarbando. Ojo, hablo de UK, y dispuestas a hacerlo en grande;
cuidado.
Se que doy
montón de rabia y habrá un puñado dispuestos a apedrearme. Pero
joder, es que parece pecaminoso arañar a gusto y con posibilidades
de llegar a un público más o menos amplio (que de raros como yo
algunos haylos).
Sin parecer
que lo que estás escuchando es algo: o mu bonico, o mu blandico.
Bandas que como los chicles de a peseta, en cinco minutos tengan el
mismo sabor que la goma del pelo de tu hermana. Tampoco voy a decir
que THE WYTCHES acaben siendo la quinta esencia. Pero por lo menos
además de seguir su camino sin que les tiemble el pulso, dan la
sensación de nadar entre dos aguas y estar dispuestos a tocar
cualquier cosa, y bien.
All Your
Happy Life araña con el gusto del que le pica la espalda y también
tiene sus ramalazos de saber de estar. De poderlos invitar a casa a
cenar y no temer por la cubertería.
Ahora. Os
voy a ser sincero. A mi lo que me encanta de ellos es la mala hostia
con la que lo explican. Tanto si van de interesantes y algo
lisérgicos con: “A Feeling We Get”, “Bone. Weary”,
“Dumb Fill” o “A Dead night Again”, pareciendo
hasta elegantes. Como si se muestran sin tapujos como una banda
puramente Noise cuando arremeten con fiereza en “C-side”,
“Ghost House” y “Can't Face It”. Porque tampoco
lo son estrictamente, balanceándose entre el PostRock, el Harcore e
incluso la Psicodelia de basto empaque.
Lo hermoso
de ellos es que todo lo llevan al límite en tiempos de medianías. Y
su evolución desde sus primeras grabaciones, que ya apuntaban alto,
no es que tenga mérito, es que va creciendo en matices e interés.
25_EMMA
POLLOCK_IN SEARCH OF HARPERFIELD
Creo con
pena, que hemos pasado una barrera temporal y conceptual de la música
y su consumo, donde algunos tendremos ya que asumir los daños
colaterales del indómito avance.
Imposible
entre tanta andanada de novedades y ritmos mansos, poder explicarle
con éxito a un joven, quienes fueron THE DELGADOS en en el cambio de
milenio. Como también nos costó a nosotros igualar la década de
los 70 con el indie de los 90; al final todo es cuestión de tiempo y
de depositar esperanza. Pues si de los Escoceses The Delgados tan
poco se sabe... ¿sabe alguien de las andaduras de su colíder Emma
Pollock?
Tres
espléndidos álbumes en 9 años y no solo es una perfecta
desconocida, sino que ha acabado engullida por el anonimato.
Seguramente si su nombre fuera otro (Pj Harvey, H. Sandoval o Lana
del Rey) hablarían más de ella, aunque solo fuera para
crucificarla; pero ni por esas. In Search of Harperfield puede
que sea uno de sus mejores discos en solitario tras su debut “Watch
the Fireworks/2007”, e incluso que esté muchos quilates por
encima de la mayoría de discos de su exbanda. Pero ha quedado
reducida a esa escala en desuso donde no hay corriente, adjetivo ni
camada donde ubicarla.
Intentar
describir lo que os podréis encontrar entre sus surcos, difícil de
explicar. Para mi Emma tras verla en La Capsa, una artista capaz de
emocionar tan con un par de guitarras y a pelo, como rodeada de una
banda. En este disco es lo más parecido al lado más agitado y
rocoso de su antigua banda, opero un grado de sensibilidad por igual
o más alto. Cercana a los patrones más poperos de Kirteen Hersch,
Liz Pahir o a los de Heather Nova, Emma Pollock marca una diferencia
grande en cuanto a personalidad propia. Dura cuando lo necesita, y
pura caricia cuando menos lo esperas.
El disco no
solo está plagado de canciones perfectas y sin fisuras, sino que se
permite el lujo de acercarse a más de un single infalible: “Don't
make me Wait”, “Park and Recreation” o su precioso
cierre “Old Ghosts”. Un trabajo publicado en el más
perfecto anonimato bajo el sello Escocés Chemikal Underground.
24_LAISH_PENDULUM
SWING
Al igual que
el perfecto arponazo con el que nos varó hace unos años Cherry
Ghost hace 6 años. El cantautor Daniel Green aka. Laish ha hecho lo
propio en los últimos coletazos del 2016.
Los dos
lobos solitarios con banda de guarnición, pero igual de reconocibles
como padres únicos de las canciones. Incluso sus referencias a
primera escucha son primas hermanas; de entrada Divine Comedy
revolotea como un angelote en muchas de sus canciones. Conforme
avanza el temario nos damos cuenta que ese halo va diluyéndose poco
a poco. No solo eso, sino que aflora el sello personal y la magia de
las canciones; que es en el fondo lo que pesa de un disco.
Yo lo de
Neil Hannon lo asocio más a al tono vocal y esa especie de
barroquismo que destaca en su Pop; porque es un disco Pop 100%. Pero
injustamente cuando pasa eso, nos olvidamos de la importancia de la
canción en si, del cuerpo y forma del disco, o de el conjunto del
disco y su sentido.
Pendulum
Swing tiene tres o cuatro canciones que asoman la cabeza e
hipnotizan: “The Last Time” (la cual de repente me evocó
a Prayer Boat y me mató), “Pendulum Swing”, “Gambling”
y “Learning to Love the Bomb”. Pero en realidad todo él
es una delicia que echo mucho a faltar en el Pop blandito y delicado
de ahora: O me duerme directamente, o lo encuentro tan vacío y
estandar, que pierdo el interés.
23_PAPERNUT
CAMBRIDGE_LOVES THE THINGS YOUR LOVER LOVES
Estamos
todavía desenvolviendo regalos de reyes, el sol entra por la ventana
y las motas de polvo se entremezclan con el humo del incienso. Acaba
la navidad y nosotros con faenas todavía pendientes, mientras
tanto... Suena en el equipo “Chartreuse”; una canción con
aroma festivo y navideño, evocando aquel licor verde de hierbas que
nos alegró los 80.
El exDeath
In Vegas Ian Button va ya por su cuarto largo, contando rarezas,
material de deshecho y fetiches. Un proyecto con tan solo tres años
de vida y un no parar compulsivo a la hora de facturar auténticas
joyas rugosas, brillantes y melómanas. Hasta 22 personas las que se
han ido implicando de manera anónima (la más conocida Darren
Hayman), porque el concepto banda es inexistente. Es un objetivo, un
fin, un homenaje al Glam, al folk psicodélico de los 70, a la
beatlemania, a la ELO también podría ser o incluso a los Beach
Boys, y en definitiva a toda una época y su filosofía libertaria.
Digamos que
entre todo lo que ha editado, sesiones improvisadas incluidas, este
es su segundo Lp propiamente dicho. Un disco que he mantenido en tela
de juicio y casi siempre con agravio comparativo respecto a aquel
maravilloso There`s no Underground del 2014. Un disco que
entraba directo por vena y contenía himnos más contemporáneos
quizás.
Love the
Things Your Lover Loves es como podréis imaginar, una
declaración al amor y a la felicidad. Un disco con luces y sombras,
y un sonido que no se limita tan solo a coger el camino fácil de
revival. Repleto con doce bombones trufados en forma de canciones,
este probablemente sea su trabajo más sabroso e inspirado. No
conecta directamente por la vía actual, eso es cierto, porque nos
propone un viaje temporal más emocionante. Pero las canciones tienen
una vida tras varias escuchas, inmensa:
“Mirology”,
“The Lady Who Told a Lie” o “Radio”, todas
ellas verdaderas obras maestras; sí, así, con lo poco que me gustan
estas afirmaciones tan rotundas. El resto del disco le sigue a la
zaga, desde los temas más pastorales y campestres, como a los sucios
y luminosos de noches regadas. Todas transmiten una idea muy
brillante, y lo hacen con su vida más propia. Revitalizando con
fidelidad, pero con mucha vida propia y unas armonías dignas de
genios.
22_NAP
EYES_THOUGHT ROCK FISH SCALE
Nuestro
primer encuentro fue una de aquellas citas donde todo acaba
encajando. Cada pieza entra en su sitio, no hay risas forzadas ni
compromisos... eso, compromisos. Eran buenas sensaciones, todo medio
deconstruído, las camas sin hacer e incluso ese vestir, ademanes y
formas que eran tan casuales y desgarbadas que molaban y mucho.
No hubo
apenas tiempo para meditar o contemplar un futuro más o menos
incierto, y ya teníamos a primeros de año otro disco. Un disco en
el que esta vez, parecían dispuestos a demostrar que una cosa: Es la
imagen que uno pueda crearse ante ciertos estilos, hechuras o formas
de llevarlos a cabo, y quedar lastrados y marcados de por vida. Y
otra bien distinta, ponerse manos a la obra y parir un discazo de
principio a fin. Unos medios tiempos que aunque a algunos nos lleven
al huerto por su deje tan a Lou Reed o a Galaxy 500. Todos sabemos o
deberíamos, lo que es la actitud, y otra, las incorruptibles
canciones que nos rompen el corazón por pura calidad. Autenticidad
100% sin obligación alguna por justificarse y pedir perdón por su
osadía.
Ocho cortes
dulces y sangrantes de los que el escozor pica como un aguijón.
Gusta “Lion in Chains”. En “Mixer” diría que
nos están seduciendo con brillantina y traje de satén. Cada punteo
y rasgado de guitarra es preciso como un corte Sasagaki. Es un juego
de niños que sale así, fácil y como el salto a la cuerda, pica las
manos, cuenta hasta dien y pim pom fuera, sale la rima.
Su disco
rima y encaja perfecto de una manera tan sencilla, que abruma.
Son ese tipo
de cosas a las que tantas vueltas le damos y normalmente no tienen
solución, solo un efecto: Aceptarlo, dejarse llevar y caer en el
embrujo. Si su primer disco era una promesa, este es una
confirmación; una gran banda.
21_M.
ROSS PERKINS_M. ROSS PERKINS
Me hace
gracia por reaccionar de alguna forma, el consenso general de este
año 2016: RARO. Un año atípico en el que el género humano me da
la sensación de que está intentado constantemente superar una
prueba.
Nos gusta
acomodarnos, buscamos la seguridad y la estabilidad y con ella, el
pan mascado. No todo es tan malo. Es cierto que vivimos en un mundo
de mierda y que somos los principales responsables. Queremos llegar a
todos sitios con los deberes hechos, llegar a la meta y cumplir un
objetivo ficticio que no se quien se lo inventa la verdad.
Por otro
lado, dejar que sean los hechos los que te hacen releer la vida. No
hablamos de improvisar, pero si de adaptarnos y vivir el momento
según llega. Ni lo malo es tan malo, ni lo delicioso un premio. M.
Ross Perkins por ejemplo, llegó de repente y a traición. Echó a un
lado a KVB, un disco/banda que ha firmado el Lp de su vida. No se si
el mejor o el más comercial, pero chulo chulo.
M Ross
Perkins sin embargo, un tipo con cara de bondad y apañamiento total.
Ese yerno que toda madre quisiera tener. Tu vecino de arriba por
ejemplo, ese tan majo que te encuentras en el ascensor, huele tan
bien y es tan educado, que acojona; pero mola.
Se ha sacado
bajo la solapa de la americana un disco, que además de ser bonito a
rabiar, es la confortabilidad hecha canción. No solo con amor ha
raudales en cada nota, corchea y redoble. También en la esencia de
ese Cautryfolk pasado, que él lo hace tan de ahora que piensas...:
-Coño!! me estaré haciendo viejo? La moda me supera? Y no!! Es que
cuando las cosas son chulas, da igual que sea Camarón, Pavarotti o
Frank Sinatra.
Lo hace
bien, tirando de raíz pero sin saturar y todo fluye. Su lado más
pop y luminoso, el de cantautor infalible, el más rockero y el de
terruño. Son esas cosas auténticas y sin artificios que consensúan.
Daría un poco igual que canción elegir: “No Good Sons of
Galveston”, “Of Gun”, “My Poor Daughter”,
“Ever Ever Ever”... difícil. Al chaval le ha salido un
disco que ha tenido la desgracia de publicarse a finales de año que
si no... estaría muy muy arriba. Una conexión casi imprevisible e
inaudita entre Clientele, la Americana, versionando a los Beatles de
Lennon, Big Star, y Kentucky; el estado de su Dayton natal.
Un disco
PRECIOSO, así, con mayúsculas y farolillos, que concluyen los diez
años que lleva agazapado este hombre haciendo lo escaso grande. Ya
sea bajo su nombre o con el seudónimo de The Esther Caufield
Orchestra.
Hay algunas cosas chulas en este tramo; no se puede llegar aquí esperando lo previsible, pero el remate final, ese "Ever Ever Ever", es un tema que me acompañará...
ResponderEliminarGracias.
Alberto, ese último disco que además ha llegado por los pelos al final del año es la bomba. De aquellos que de haber escuchado más, estaría más arriba, una delicia vamos.
ResponderEliminarPero bueno, aunque este año la lista cosas muy raras, me suelen gustar música muy distinta. Que es cuestión de ponerse, y de gustos claro.
Un saludo y gracias a ti por comentar
Un gustazo leerte, voy repasando hacia atrás, jajaja. Cómo mola que alguien se acuerde también del gran Jonathan Richman, o del exquisito ultimo disco de Nap Eyes. Abrazos.
ResponderEliminarBueno amigo Johnny, supongo que el criterio a la hora de premiar un disco, la valentía, o simplemente el intentar arriesgarse merece su premio. Tampoco diría que sigo siempre los mismos patrones, pero me gusta la variedad y que la calidad de la música no se mire siempre desde el mismo prisma.
EliminarUn abrazo, y espero que descubras cosas ricas!!