Escucho en
una mañana clareada de sol en sábado el “I've Changed My
Plea to Guilty” de un viejo concierto del 2007 de un
todavía reluciente Morrissey.
Una vieja
cara B del 91 en su época más mullidita que ha envejecido
fabulosamente; veintiséis años y ahí es nada la pedrada.
Veintiséis
años que podrían ser perfectamente otra vida nueva más por vivir.
Que me parece una eternidad por ridículo que eso parezca para
alguien mucho mayor que yo; mi madre por ejemplo.
Sin embargo,
hay momentos en la vida. Más cuando todo corre cuesta abajo sin
frenos y con las manos atadas a la espalda. Que, uno -en la más
inocente de sus treguas- intenta aplazar, ni que sea por unas horas
el desagüe del tiempo. E incluso deshacer la madeja de la vida que
tanto nos ha costado hilvanar, desviviéndola hacia atrás.
Había quien
atribuía poderes espirituales al Pulque, la Ambrosía,
el láudano de Sydeham, el Soma o la Absenta,
para emprender un viaje sugestivo al pasado o alcanzar la
inmortalidad. Nosotros sin embargo, solo necesitemos cerrar los ojos
y viajar a tiempos remotos y no tanto, a lomos del perfume licoroso y
almizclado de unas cariñenas de Porrera.
Hubo un
timonel (Albert Costa Miralbell), hijo y relevo del inmortal
Albert Costa, e ideólogo junto a Lluis Llach del CELLER VALL LLACH;
proyecto vinícola y renacentista del Priorat esencial: El Priorat
austero, social y heróico, espectador del más mediático de
Gratallops; con sus cinco “pioneros”. Pero seguramente el Priorat
igualmente real y salvaje que hizo de la filoxera, la penuria y la
decadencia, una razón de ser, de existir y de revolucionar lo que
ahora es el Priorat. Al margen de internacionalización de algunos de
sus vinos más preciados en los mercados que colocan el origen en lo
más alto de la cima.
También
unos grumetes con horas de navegación, pero más ganas de reaprender
por la mera cuestión de viajar a pie sobre las aguas; igual que los
Basiliscus. Que de doctorarse en algo que solo entiende el límite de
la sabiduría si se está en estado ya de putrefacción, o al borde
de la muerte; así por lo menos lo entiendo yo.
Como nos
decía él en una charla sobre las historias que hay detrás de un
vino. Y que realmente deberían ser las que nos capten en esta
adictiva cofradía: No solo por el valor estrictamente de calidad de
un vino, sus variedades y la capacidad de éstas para sorprendernos y
embelesarnos. Sino en otra virtud infinitamente más cautivadora: El
territorio donde se produce la sincronía entre TIERRA (como
lugar donde habitan gentes), TERRITORIO (donde la naturaleza,
el clima y el pasado ancestral geológico hace único lo que allí
nace), y LAS PERSONAS (que de alguna manera, por la tiranía
de las dos anteriores y por su capacidad de supervivencia) No luchan
por imponer su hegemonía, sino que conviven y se ponen al mismo
nivel de las primeras.
Aunque sin
duda, el valor diferencial y particular más emocionante de VALL
LLACH, sea por si solo el fin del mismo:
Un proyecto
entre dos amigos de la infancia y el pueblo de la madre de Lluis
Llach (Porrera); teniendo en cuenta su abstinencia alcohólica y la
obstinación de introducirse en un mundo, el del vino, desconocido
para ambos. Y el fin de volver a Porrera con el objetivo de intentar
dar a Porrera, todo el esplendor vivido hace 100 años tras la
despoblación que sufrió el pueblo de 1000 a 300 personas escasas.
PORRERA
tiene la particularidad de encontrarse bajo mayor influencia
mediterránea. Que hace que el vino que allí se produce tenga el
carácter único por sus terrenos de inclinaciones imposibles, pobre
de tierra y rica en pizarra (licorella) y las viñas postfiloxéricas
que se replantaron hace más de cien años: Garnacha , y Cariñena (en
el caso de Porrera) principalmente. Pero también Cabernet Sauvignon,
Merlot, algo de Syrah, o incluso la Cariñena blanca que ahora se
está recuperando.
Pero
sobretodo el paisaje que a mi, por ejemplo, ya que me ensartó hace
cuatro años. Cuando tras un 2014 titánico en la recuperación de
una grave enfermedad que padecí. Me enseñó la luz de las
misteriosas tierras de Prades, Montsant, Siurana y mi descubrimiento
final de Porrera, con su silencio, vinos y gentes.
Así pues.
Esta interacción en el marco extraordinario de Padró i Solanet;
donde se cimentó la idea del Tast Team. Tiene tanto de viaje
sonámbulo a momentos que se estiman ya a estas alturas claves, para
uno mismo. Como de sesión espiritista para los que formamos este
grupo, donde la amistad ya supera con creces al colectivismo en pos
del vino: Pegamento invisible que nos unió y une, y que bien podría
asociarse al volátil hipnótico que emanó de las copas la noche en
cuestión.
Siete vinos
y una esencia con la cronología que dan las distintas añadas de
Vall Llach (99, 05 y el Mas de la Rosa 2015). La medida del paso del
tiempo en la primera añada del Embruix 1998. El nuevo Vi de la Vila
2014 de apabullante franqueza. Y dos de los tres vinos que elabora el
anfitrión Albert Costa, con su espontánea juventud al tiempo que
homenajea a la parte inolvidable de la historia:
Las mujeres
ahora abuelas octogenarias o centenarias como La Catalina, que
llevaron el peso de la vendimia en su origen. Esas infatigables
personas poseedoras del incalificable poder de la austeridad, la
inclemencia y la verdad más absoluta y natural del Priorat. La
Joaquina, un blanco elaborado con escanya-vellas (uva que se plantaba
delimitando las hileras para que las mujeres que vendimiaban pudieran
comer durante la jornada). Y La Catalina, una tinta joven sin crianza
de Garnacha del Montsant. Que junto al rosado La Matilda componen esa
pequeña concesión que se dan a la locura y como no, al compromiso
con estas tres ancianas que incluso decidieron el detalle de las
etiquetas.
Los tres
vinos por cierto, vinificados en ánfora y con el precioso final
benéfico de destinar su recaudación a proyectos para la gente mayor
del pueblo.
Ahora bien.
Para entender el alma que atesoran los vinos del Priorat; y en
concreto los de Vall Lach. Es primordial saber que estas plantas de
Cariñena centenarias, por edad, climatología, composición
geológica y el esfuerzo que esto supone para las viñas ahondar
varios metros para encontrar el sustrato. Necesitan hasta cuatro
plantas para producir una botella de vino, ojo.
Después
está la idea clara, lógica y generosa que tuvo la bodega a la hora
de impulsar de nuevo esta zona del interior de Tarragona. Que no era
otra que pagar el Kgr. de uva acorde al trabajo que supone las
exigencias del terreno y de la viña: 3eu/kg, cuando en el Penedés
por ejemplo, se paga del orden de 30/35 céntimos.
Si tenemos
en cuenta que en la Champaña se paga a 3'80eu/kg, cuando es una
producción más intensa y fácil. Y en Vall Lach el arado es con
mulos, la recolección de alto riesgo con desniveles del 80%,
totalmente natural, su poca producción, y el objetivo de elaborar
vinos de alta calidad dispuestos a competir con Burdeos, Borgoñas o
Brunellos. Con un cuidado casi de jardinería. Entenderemos que no
solo los vinos del Priorat no están sobrevalorados, sino que dan la
importancia que se merece a algo tan subestimado como la agricultura
con conciencia. Por lo tanto, cada sorbo de estos impresionantes
vinos, tienen tanto de justicia económica, como de entender todo lo
que hay detrás de cada botella: Historia, paisaje, trabajo,
sacrificios, heroicidad y sobretodo, compromiso con una filosofía
forjada a mano.
Todo esto no
tendría sentido claro está, y se convertiría tan solo en un
imaginario bonito. Sin el significado que tienen su principales
emisarios; los vinos.
El desnudo
de sus vinos sin crianza ilustrando el carácter rudo pero generoso
de la zona: Los anisados y hierbas de montaña mentoladas, la pizarra
mineral de su fondo, o la fruta oscura y fresca de sus garnachas.
Que el suave
deslizar descubre cristales de licor de cerezas, bayas y fresones de
Sant Pol licuados. La licorella está omnipresente, pero con los años
de botella estos vinos evolucionan fabulosamente. Todo un lujo tener
a disposición estas botellas del cementerio, que el padre de Albert
como buen notario que era, documentó para que no se comercializaran
y se bebieran solo en pos del placer (300 de cada cosecha).
Antes del
Embruix, el vino que a mi más me cautivó por melancolía emocional.
Probamos un vertical y puntiagudo VI DE VILA 2014 con un
pequeño porcentaje de Garnatxa. De esos vinos transmisores de una
zona en toda su franqueza: Directo, equilibrando el clasicismo
característico de los vinos de Vall Llach hacia una arrogancia
agreste natural de la tierra que lo cría.
Sería como
aquel viejo loco que corre montaña abajo, poseedor del instinto
adolescente. Se bebe muy bien pese a los pocos años de botella.
Diría que es la perfecta piedra de toque para entender a sus
hermanos mayores, y con muchas menos condiciones para consumirlo: Se
nota esa proporción de garnacha asomando la fruta, pero impone la
Cariñena con su complejidad, estructura e intuitiva longitud.
Taninos muy pulidos pero presentes, con todo en su sitio y por lo
tanto puro caramelo.
La evolución
de su magníficos VALL LLACH; su vino insignia recordado en
una antigua cata como un brandy que detiene el tiempo. Es curiosa su
conversión hacia el MAS DE LA ROSA 2015, donde la Cariñena
al 100% lo convierte en un vino muy distinto a las de anteriores
cosechas, donde había proporciones de otras variedades.
Un
concentrado de Licorella complejo de claro reflejo de la zona.
Longitud e impresionante estructura son sus principales virtudes, que
lo hacen un estupendo vino de guarda. Ha desaparecido en gran parte
esa presencia imponente que lo hacía un vino más licoroso y
profundo, siendo ahora incluso más salvaje y excitante.
La necesidad
de aire en parte por la Cariñena lo hace sinuoso, espectacular en
posibilidades pero todavía exigente por su juventud: Con bosque de
otoño, mucha fruta negra y mineral (grafito, pizarra, pedernal).
Necesita tiempo para que el volátil de paso a los cacaos, la trufa y
la fruta. En boca es contundente, aunque también es verdad que en la
cata no se decantó y soy de la creencia de que a estos vinos les
sienta divinamente la calma y el reposo; que sí aparecieron al final
de la noche.
Así claro,
al llegar al VALL LLACH 2005, un vino ya con 12 años y en
pleno esplendor. Con un carácter radicalmente distinto a los nuevos
Mas de la Rosa; es cuestión ya de gustos.
Sería del
todo injusto compararlos, puesto que los vinos del Priorat según
pienso yo, brillan en cada una de sus facetas (juventud y guarda).
Influye y mucho la forma de vinificación, y por su puesto la zona
(nada que ver Gratallops, Porrera o Falset). Porrera por así
decirlo, es más rural, explosiva y primaria, si bien es cierto que
Vall Llach tiene una vendimia muy tardía esperando que la Cariñena
esté muy madura y sea toda elegancia montaraz. De esto se encarga
Lluis Llach, que pese a ser abstemio, es un perfecto catador de uvas
y el momento idóneo de su recolección.
Un vino de
rasgos de auténtico Priorat en sus variadas pequeñas proporciones
de Cabernet, Merlot y syrah, que acompañan a la Cariñena. Los años
de botella le han dado una elegancia y afinamiento impresionante; un
orgasmo embotellado. Aunque algunos diferían en las virtudes tan
distintas de cada añada; mola.
Mola la
sensación armónica que nos da el tiempo y el entrar a descubrir
vinos exigentes y tan profundos. La manera como cambian y evolucionan
en botella y en copa, por que odian las prisas; como yo.
Es
impresionante ver que todavía tiene un recorrido tan grande,
conservando una deliciosa acidez que se funde con distintiva
mineralidad. Increíble la manera de abrirse tras dejar atrás el
volátil resinoso que los conserva impertérritos. Y como aflora el
soto bosque, la esencia de monte que le dan las hierbas aromáticas
infusionadas en frutas rojas y negras, en brasa y en pizarra
descompuesta. Un pulso al paladar y al olfato en forma de abrazo
cariñoso y fraternal. Un corredor de fondo de elegancia indomable y
corpulencia culturista; bello sin más.
Hablábamos
del tiempo, de la evolución y el cambio hacia una tipicidad
monovarietal muy presente en los vinos de riesgo de hoy.
Por eso es
tan hermoso como interesante ver hacia donde caminan los Priorats de
hoy día. Cuando nos enfrentamos a un VALL LLACH del 99;
dieciocho años que podrían ser toda una vida, y lo son.
El Cabernet
Sauvignon y el Merlot en cantidades más grandes, intentaban domar a
una Cariñena por entonces más indómita. Así dieron después de
todos esos años de guarda con un vino inigualable, aunque claramente
más afrancesado. Que no es un defecto en absoluto en tanto que es
una pura delicia, pero se aleja de lo que busca ahora Priorat:
identidad. A mi sin embargo me encantó después del batallón de
vinos, en un Jueves noche repleto de emociones y toboganes
sensitivos. Y en el cara a cara con el ágape final, ya aposentados,
nos dio un poemario de caras y muecas digno de Delicatessen; la peli.
Cabe
imaginar en que se puede convertir un Mas de la Rosa 2015 observando
la armonía que fluye del 99?
Pues
imaginen hasta donde podría llegar una Cariñena vinificada ahora
sin los volúmenes del Merlot. Con el vigor y el camino recorrido
hasta hora en cuanto a aprendizaje, técnica y agricultura sostenida.
Dicen los entendidos que es imposible hacer un vino malo en el
Priorat, y me lo creo. Igual que también creo que nuestra forma de
beber vino, el interés creciente por la cultura del vino y la
racionalidad del campo, a cambiado y nos debería llevar a una
sostenibilidad acorde con nuestra historia y nuestro pasado. Tanto si
hablamos de vinos Top, como si lo hacemos de las pequeñas bodegas
con productos excepcionales a precios asequibles también.
Hoy por
ejemplo he descubierto un Cal Pla increíble, por poco más de 12
euros. También hay que valorarlos en la medida del camino que nos
enseña a disfrutar de los grandes vinos, sin prescindir de los
pequeños e indefensos productores.
Pitu Roca
decía que la esencia del VI RANCI MARÍA DE CAL VALL con la
que puso el lazo Albert: Una barrica de Garnatxa descubierta en casa
de la madre de Lluis, datado del 1927. Y que se vinifica por
el sistema de soleras en escasísima producción. Que se debería
usar de perfume a pequeñas y delicadas gotitas.
Un vino muy
cercano a un Oloroso Viejo VORS, pero con la personalidad inigualable
de su procedencia tinta. Que te derretía la boca y pese a todo, ahí,
la acidez que rompe con el hipotético empalague. Y en definitiva,
una síntesis fiel de esa historia que abría la noche como conexión
a unos vinos, una tierra y unas personas. Sin olvidar el conjunto
llano y emocional de la historia por la que transitan, llena de
anécdotas, obstáculos, y siempre premios como este, de su boca y
manos.
Yo que
quieren que les diga, aun entendiendo a la perfección el símil de
Pitu, cuando bendice lo milagroso estos elixires inmortales; como los
vinos del marco de Jerez o Montilla/Moriles.
Prefiero
olerlo sentado esperando el día del juicio final, y en última
instancia beberlo como si no hubiera un mañana, hallelujah!!
No se si
sería tan frívolo para usarlo como perfume. Pero en todo caso, si
lo hubiese, me haría cofrade de esta bendita hermandad:
La que nos
hace tesoreros en infinita memoria y devotos por tan desinteresada
generosidad; la de Albert. También es cierto, de decirlo bien alto y
con la copa en la mano. Que la vida toda entera y a tropezones se
ordena de manera cronológica, no por las tragedias, sino por LOS
MOMENTOS:
Esas
circunstancias temporales y compañías de viaje, que igual que NEO,
en Matrix. Son capaces de detener las agujas del reloj, atraparlas a
brazos llenos, y confitarlas ahí. En el corazón, en el alma si la
tenemos, o en el córtex inferior en forma de muesca.
Es curioso,
porque uno sabe que de eso no se va a olvidar. Que el entreno de los
sentidos que potencian las catas tienen la magia de convertir una
experiencia, un aroma o una sensación al saborear, en un recuerdo
imborrable. Y doy fe que este a sido uno, y no será el último. Lo
sabéis todos los que tenéis que saberlo sin nombraros, verdad?
*FOTOS & CONEXIÓN DE HUESO: Amadeu Gabaldà/Carlos Gonzalez *OTRAS FOTOS: un servidor *LOGÍSTICA: Solanet Family *FLUIDO SANGUINEO: Celler Vall Llach